Decía Luís Miguel Dominguín: “El toro se muere siempre y el torero de vez en cuando, pero al que le toca se muere de verdad y esta sí que es una verdad irrebatible”
La única verdad del toreo –como decía Luís Miguel- es que quien muere en la plaza es el torero; no muere el público, ni el empresario, ni el ganadero, ni siquiera el apoderado. Sin embargo, todo el mundo se cree con derecho a decir lo que es verdad y lo que no.
Viene esto a cuento, porque después de analizar en las cuatro entregas anteriores los distintos aspectos técnicos del toreo del diestro de Linares, hemos conocido el sentir unánimemente favorable a su toreo de la crítica más exigente y de los propios toreros de su época.
Sabemos además de la consideración de los públicos que llegaba a niveles importantes de paroxismo. En México pero también en España aunque aquí fue más discutido, Manolete alcanzó la consideración de un mito.
Por todo ello, resulta difícil explicar la inquina que su toreo (denunciado como toreo de trucos y ventajista) ha levantado entre ciertos aficionados y escritores, máxime cuando quienes le discuten ahora no le vieron torear.
La crítica a su toreo
El primero fue el nobel Ernest Hemingway (quien no le vio) cuyas declaraciones sobre Manolete levantaron el lógico revuelo y que fueron contestadas, en su momento, con contundencia y de forma inapelable por Gregorio Corrochano.
Luego Domingo Ortega, quien ajustó con la pluma las cuentas que no fue capaz de ajustar en la plaza.
El caso reciente más exacerbado de anti-manoletismo puede que sea el del crítico del País, ya fallecido, Joaquín Vidal.
Vidal reescribe la historia del toreo de una manera muy curiosa y que sería magnífica si fuese verdad. Lo que pasa es que las cosas nunca son tan simples como algunos pretenden hacernos creer. Y, desde luego, no suelen responder a conceptos o ideas preconcebidas sobre todo cuando se trata de construcciones teóricas sin relación ninguna con la realidad.
Según Vidal, cuya opinión ya recogíamos, el toreo alcanza su máximo cénit con Juan Belmonte, cuyo modo de torear uniría máxima exposición del torero con máximas ventajas al toro (Frase aparentemente magnífica pero que encierra un grave sofisma). Dice Vidal:
“Si Belmonte revolucionó el toreo con una nueva concepción interpretativa, en cuya arquitectura cargar la suerte era la piedra angular. Manolete lo contrarrevolucionó con otra de sentido radicalmente contrario: lo que aportó Belmonte a la tauromaquia lo quitó Manolete…la escuela belmontista (no confundir el término con “estilo abelmontado”) tuvo vigencia plena, indiscutible y exclusiva desde poco antes de los años veinte hasta poco después de los cuarenta y, a partir de aquí, hubo de ceder espacio a la norma manoletista (no confundir el término con “estilo amanoletado”)… En el civilizadísimo año de 1987, el manoletismo esencial impone su canon (quizás sea en realidad, anticanon) mientras el belmontismo cae en desuso y está en trance de desaparición).
Aparte de que no es cierto lo que dice (De los veinte a los cuarenta no hubo vigencia plena del canon belmontista. Allí estaban Chicuelo y varios toreros más de distinta cuerda), la valoración de Belmonte como el summun taurino y de Manolete como el que trajo un toreo ventajista y mentiroso, es una falacia (Y ello, sin desmerecer la importancia en el toreo del "Pasmo de Triana"), como hemos comprobado en las entregas anteriores de este blog dedicadas a Manolete y estamos viendo en las dedicadas al toreo de Belmonte.
El porqué del mito
El libro de Vidal “40 años después” finaliza con un último capítulo con el mismo título. Después de todo el discurso que ha lanzado Joaquín Vidal contra Manolete en ese libro (discurso que está fuera de contexto en un libro que debería ser el relato de una temporada pero que el dogmatismo del crítico convierte en un doctrinal de historia taurina donde verter sus filias y sus fobias) creo que Vidal es consciente de que falta algo y ese algo es la explicación de porqué Manolete es considerado un mito cuando –según él- era tan mal torero.
Su muerte por el toro podría explicar algo la mitificación de su figura a posteriori, pero Vidal es consciente de que la importancia del torero y su impacto en los públicos empezó mucho antes de Linares. La muerte de Manolete soló añadió gloria a su leyenda que ya existía previamente. Como pasó con Joselito o como había pasado con el Espartero, que son casos similares.
Por ello, y en la necesidad de acabar de desmontar el mito de Manolete, Vidal pergeña la siguiente -e indefendible- teoría:
“El homenaje de una humanidad bien nacida trae el recuerdo de Manolete en sus efemérides, cuarenta años después, y la nostalgia de quienes vivieron la época se retrotrae cuarenta años atrás; vuelven las imágenes ya opacas de color, tonos sepias, el monstruo, The Monster, y su competidor Arruza, trajeados, degustando paella al pie de un casal fallero, cuando las privaciones de la posguerra impedían vestir bien, comer bueno, viajar; hoy se recuerdan con nostalgia, entonces se soñaba al contemplar aquellas fotos mal impresas en los periódicos y el torero pasaba a ser mito”.
La paella de Valencia.
Se desvela el misterio. Fin de la trama, según Vidal. Ahora resulta que Manolete no es un mito por la inmensa emoción que provocaba su toreo. Ni por su dignidad profesional, tanta que le lleva a morir en una plaza de pueblo toreando toros de Miura. No, Manolete es un mito sí, pero por comerse un plato de paella con Carlos Arruza, cuando el resto del país estaba asolado por la hambruna.
Curiosa forma ésta de escribir la historia del toreo.
Según Vidal, los toreros no son mitos por esto…
…sino por esto.
SOBRAN LOS COMENTARIOS...
(Casi fin de la historia. No obstante. Continuará…)
10 comentarios:
Me he emocionado mucho leyendo su entrada, sobre todo con el pasaje de Domingo Ortega: "Maestro, mientras usted le anda al toro yo le he pegado quince naturales..."
Como manoletistas hasta la médula, sólo me queda añadir que del torero que con mayor diferencia más se ha escrito, está todo por escribir (yo sigo dándole vueltas al personaje).
La condesa de Estraza
Condesa:
Tiene usted el enorme mérito de declararse Manoletista, lo que hoy no está bien visto. (Valentía que comparte sin embargo con otro diestro de época: José Tomás)
Por tanto, seguiremos dando vueltas al personaje de Manolete, ya que lo merece y porque me parece de justicia intentar poner algunas cosas en su sitio.
Un abrazo
Es lo malo de creerse el personaje que uno mismo se ha fabricado, y de que encima otros te conviertan en bandera. Me refiero a Vidal. Con sus méritos, por supuesto, aunque su literatura -tan alabada- me parece muy inferior, por ejemplo, a la de Barquerito.
Hay un libro de poesía, "El día que dejé de leer El País", y hay una crónica de Vidal -la de Rincón y Bastonito- en la que aseguraba que César "se vio superado por el toro en todas las series, en todos los pases y en todos los frentes. Sencillamente, no pudo con él." Ese día dejé de leer a Vidal... con la confianza de antes.
Salvando las distancias y caricaturizando un poco, su postura me pareció cercana al animalismo. Que el toro bravo sea el argumento central de la obra, no significa en mi opinión que el animal sea más importante que el hombre. Para mí, el hombre será siempre más valioso porque torea sabiendo que puede morir, y el toro embiste sin saber que lo puede matar. A partir de ahí enjuiciaré la labor del torero y lo criticaré si es preciso.
Minusvalorar al Rincón de aquella heroica tarde me decepcionó profundamente. Me pareció que Vidal creía más en la pureza descrita en las tauromaquias de papel que en la verdad de la sangre, el sol y la arena.
Un abrazo amanoletao.
Juan:
Completamente de acuerdo con su comentario. El único matiz que haría es sobre la comparación con Barquerito quien -en mi opinión- supera a Vidal en conocimientos técnicos reales y con la ventaja de que sus crónicas siempre empiezan por describir el comportamiento del toro, clave para valorar adecuadamente al torero.
Por el contrario, Vidal, cuando hay que analizar la labor del torero, patina. No sé si por su apego a las viejas tauromaquias (pues creo que no las leyó o las leyó mal) o por seguir rigidamente los dictados de una tauromaquia ficticia e inventada por el mismo y formada por dos o tres conceptos mal aprendidos que aplicaba de forma sistemática (cuando quería) e inmisericorde.
Sus valoraciones de las actuaciones de los toreros (un ejemplo, el que cita de Rincón) son por ello y, en la mayoría de los casos, sangrantes por lo injustas.
El valor de Vidal como crítico lo encuentro en su magnífico costumbrismo (al estilo de Antonio Díaz Cañabate) con descriciones espectaculares del ambiente y de lo que pasaba en la tarde.
Por eso, sus mejores crónicas (algunas muy divertidas) son siempre las referidas a sucesos que no implicaran valoraciones técnicas.
Un fuerte abrazo.
Menudo hilo el que saca a relucir Juan Medina, con el que estoy completamente de acuerdo y sobre lo que servidora tiene algo escrito y mucho meditado.
Se refiere Juan a primar el toro por encima del hombre, algo muy propio de determinados aficionados que consideran que eso les da categoría superior de tales respecto a los demás, ideología que les hermana sin duda ninguna a los animalistas: lo importante es el toro, no el hombre, al que desprecian profundamente.
La condesa de Estraza
Jose:
Comparto plenamente su juicio sobre Barquerito. Hoy en día no creo que exista otro crítico que describa con tanta precisión el comportamiento del toro. Tal vez Clarito en este mismo blog...
Sobre los detalles técnicos que Barquerito suele aportar en sus crónicas, recuerdo dos muy recientes. Ambos referidos a Talavante en San Isidro.
17 mayo, El Ventorrillo: "En el primer cite de largo con la izquierda, y de espaldas a chiqueros –error técnico-, el toro se vino encima sin atender un toque a destiempo."
20 mayo, Juan Pedro: "La decisión de citar en contraquerencia –Talavante de cara a chiqueros y dando afueras al toro- fue un puro sinsentido. El toro no vino metido y no entró la espada."
No quise cargar las tintas técnicas en mi comentario porque iba a parecer una enmienda a la totalidad vidaliana, pero coincidimos en que su mayor acierto fue el costumbrismo, madrileñismo incluso, a lo Mesonero Romanos. Sin duda, me ha hecho disfrutar muchas veces y lo seguiré releyendo, pero sin sectarismos y sabiendo que hay crítica taurina contemporánea más allá de Vidal.
Un abrazo.
Condesa:
Me agrada que coincidamos en esta visión sobre la fraternidad de fondo entre apocalípticos y animalistas. Salvo excepciones (en especial, Raúl y también Andrés), no trata la blogosfera la cuestión animalista y es una bola de nieve que no para de crecer.
Sin toro no hay Fiesta. Pero sin hombre no hay lidia, destreza, arte, sentido del arte. Todo eso que hace de la Fiesta algo más, mucho más que un festejo: un rito. O sea, cultura.
Un abrazo.
Juan:
Recuerdo perfectamente los párrafos que cita de Barquerito y que me llamaron mucho la atención porque no es habitual que los críticos atiendan a cuestiones de querencia. Estoy por decir que incluso los mismos toreros las ignoran a veces, ya que es tema más fácil de apreciar desde el tendido.
Un abrazo
MANOLETE ES EL TORERO MÁS GRANDE DE LA HISTORIA
Anónimo:
Si no el más grande. Desde luego, uno de los más grandes.
Un abrazo
Publicar un comentario