jueves, 27 de mayo de 2021

Tio Castueras, ese toro es para mí

Por Jose Morente

Pepe-Hillo escogiendo el toro que le mató (La Nueva Lidia. 07/09/1884)


La desaparición de los toros castellanos,

Según Daza, los toros castellanos, grandes y hermosos, pocas veces recargaban, pues "logrando el intento de arrollar a su contrario, como con desprecio, se retiran, mostrando que se han portado cual nobles castellanos".

Su dureza y difícil lidia desagradaban a los diestros punteros, hasta el punto que Costillares y Pepe-Hillo llegaron a intentar vetarlos. Lo cuenta Pedro Romero en carta al Conde de la Estrella:

"(...) no nos volvimos a ver hasta que nos juntamos todos en Madrid en la jura del Sr. D. Carlos IV para las funciones reales ; y para ver quien había de ser la primera espada, nos mandó llamar el señor de Armona, Corregidor de esa Villa; se sorteó quien había de ser primera espada, y me toco a mí, entonces me dijo el Sr. Corregidor, pues Señor Romero, supuesto que le ha tocado a V. ser la primera espada ¿se obliga V. a matar los toros de Castilla? respuesta mía, si son Toros que pastan en el Campo, me obligo a ello, pero me ha de decir su señoría porqué me hace esta pregunta, volvió la espalda, y abrió una cómoda, y sacó un papel con el que me dijo, se lo pregunto a V. por esto: era un memorial que habían dado D. Joaquín Rodríguez (Costillares) y D. José Delgado (Illo) estando todos presentes lo leyó suplicando se prohibiesen los Toros de Castilla, y por eso era la pregunta que me había hecho; si a mí me hubiera pasado este lance, allí me hubiera caído muerto de repente." 

Escuela de Tauromaquia (Fundación de Estudios taurinos. pág. 336) 

Aunque Romero recriminaba el veto, Costillares e Hillo tenían razón pues la lidia del toro castellano era difícil y compleja. Sus preferencias iban por las ganaderías andaluzas, más nobles y aptas para la lidia. Los de Castilla no eran toros adecuados para el toreo que estos diestros querían practicar. De hecho un toro castellano, Barbudo de Peñaranda de Bracamonte mató a Pepe-Hillo en la plaza de Madrid en mayo de 1801.

La muerte de Hillo en la plaza fue cantada en cordeles de ciego y azuzó la imaginación del pueblo. Son muchas las anécdotas (más o menos verídicas) que sobre este luctuoso hecho se contaron. Una de ellas la recogía, plasmada en dibujo (que encabeza esta entrada del blog), la revista la Nueva Lidia en 1884.


Comentario a la lámina de la Nueva Lidia

"Una apreciación del reputado novelista D. Manuel Fernández y Gonzalez ha servido de tema para el notable dibujo del Sr. Chaves...

He aquí el asunto dialogado por tan notable escritor:

— A mí me dicho, observó Pedro Romero, dirigiéndose a Pepe-Hillo, que usted anda pensando hace mucho tiempo en que le ha de matar un toro negro de Peñaranda de Bracamonte.

— Verdad es que lo he soñado, contestó Delgado.

— Pues negro es, y de Peñaranda, de buen trapío y de muchas libras, ese animalito que nos está mirando y que parece que nos desafía, hizo notar el gran Romero.

Entonces el valiente Pepe-Hillo, dando muestras de la poca importancia atribuida a sus sueños, y sobre todo gran ejemplo de denodado valor, revolviendo el caballo que montaba, llamó al Tío Castueras, uno de los vaqueros.

— ¡Tío  Castueras! gritó.

— ¿En que puedo servir a vuesa merced? le contestó éste al momento.

— ¿Ve V. ese toro que nos está mirando?.

— Sí que le veo.

— Pues bien, tío Castueras, prosiguió el rival de Romero con un acento singular. Ese mismo toro enchiquérele usted para mí.

Fué aquel que dio fin de la vida del célebre diestro en la plaza de Madrid."

Cogida de Pepe-Hillo según Lucas Velázquez (Museo de la Maestranza de Sevilla)


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