Domingo Ortega (Fotografía de Alberto Schommer) |
Una rara avis el toreo de su época
Hemos ido viendo, en las entradas anteriores, todo el proceso previo de creación del toreo moderno en redondo, desde Joselito el Gallo, quien toma como referencia a Guerrita hasta Chicuelo. Un proceso que culminará en Manolete.
Mientras los públicos y los toreros de la Edad de Plata (en México, de Oro) se dedican a matizar y perfeccionar el toreo a base de series de pases naturales, ora con la izquierda, ora con la derecha. de la mano de toreros tan geniales objetivamente como Armillita o tan importantes históricamente como Villalta, respectivamente, serán pocos, muy pocos, los que seguirán practicando de forma exclusiva el toreo cambiado. Y digo de forma exclusiva porque ese toreo no sólo no desparece sino que todavía en esa época seguiría siendo el predominante.
Uno de esos toreros, de pura línea cambiada, ya lo hemos comentado, fue Juan Belmonte, fiel a su estilo hasta el final de sus días. El otro, fue un torero de la época (y de época) que ha pasado a la historia, tanto por su forma de torear como por sus virtudes como catequista. Me estoy refiriendo, como muchos habrán adivinado a Domingo Ortega.
A Ortega, que llegó al toreo en edad madura, le resultó fácil -gracias a su innata capacidad- ponerse en primera fila desde el primer momento. Luego, en la posguerra, resultó barrido, como todos los demás diestros, por el fenómeno Manolete y, aunque parece que el trato entre ellos fue siempre relativamente cordial, el de Borox no le perdonaría nunca al de Córdoba haber cuestionado y puesto en solfa su modo de torear, algo que analizaremos en los próximos post.
Pero hoy, no me interesa esa disputa póstuma del Ortega superviviente contra el Manolete fallecido en Linares, sino el contraste entre esas dos formas de torear (el toreo en redondo y el toreo en ochos) tan diferentes técnicamente. Dos formas que conforman dos mundos opuestos, como ya vimos en la primera entrada de esta larga serie.
El toreo de línea natural y el toreo cambiado
Que el toreo de línea natural (del que nace el toreo en redondo) es algo diferente -y no sólo técnicamente- del toreo cambiado (el que se hace en ochos), se puede apreciar fácilmente comparando estas dos imágenes de Ortega y Manolete, respectivamente.
Pase de pecho de Ortega (arriba) y natural de Manolete (abajo) |
El pase de pecho de Domingo Ortega es el mejor ejemplo, el más ilustrativo, de lo que es el toreo cambiado. Igual que el pase natural de Manolete, resume en una sola imagen todo un concepto del toreo, el toreo de línea natural.
Y además, cuando un torero es coherente con su propio concepto del toreo, como lo son Ortega y Manolete, todo lo que hace ese torero se encuentra dentro de su concepto. Por eso, el natural de Ortega es... poco natural y se aproxima más al trazo y contextura de un pase de pecho, al de un pase cambiado o al de un trincherazo.
El pase natural de Ortega tiene toda la tensión del toreo cambiado, desplazando al toro fuera de su línea. El natural de Ortega es un natural grandioso y maravilloso pero es... poco natural. |
Lo mismo ocurre con el pase de pecho de Manolete, torero de máxima pureza y coherencia con su concepto del toreo de linea natural. El trazo de su pase de pecho, resulta también forzado, extraño. Su "aire", se acerca más al trazo de su pase natural que al trazo y estética del toreo cambiado.
Manolete en un pase de pecho que tiene muy poco del toreo cambiado y mucho de su propio concepto del toreo, El toreo de línea natural |
Para entender el toreo de Manolete, el toreo de línea natural, nada mejor que empezar entendiendo (viendo) el toreo opuesto, el de línea cambiada. Vamos a ver imágenes de Domingo Ortega. Pero no esas ya tan manidas del Ortega de la posguerra en la plaza, en festivales o en el campo, toreando con suma suavidad, dominio y maestría, andando siempre a los toros, sino imágenes del Ortega de antes de la guerra, el que siempre le podía a todos los toros. Con una muleta como un látigo.
Son imágenes de una faena en Alicante que pudimos rescatar de un noticiero italiano y que volvemos a traer a estas páginas por su importancia como testimonio y documento de una forma de torear que ya no se ve.
Ortega torea alternando pitones, haciendo pasar y repasar al toro por delante suya, por los terrenos de afuera, metiendo la pierna, empujando hacia afuera. Toreo de expulsión que no de reunión. Un toreo técnicamente muy complejo y difícil por su continuo movimiento.
Ortega utilizaba siempre (antes y después de la guerra aunque con distinto son en cada etapa) la misma técnica: la técnica del regate descrita en las viejas tauromaquias. Era su método universal para todos los toros: los broncos y los nobles, los bravos y los menos bravos, los fieros y los dóciles.
Un toreo de deslumbrante maestría pero que no tiene nada que ver (¡pero nada!) con esas teorías que, a partir de sus textos, que no de su toreo, han elaborado los Corrochano, Vidal y Cía,. A mí después de ver esto que no me vengan ya con cuentos chinos sobre como se torea o como se debe torear. Ya no cuela.
El toreo de Ortega fue siempre (y especialmente en su última época) personal e intransferible. Un toreo siempre en movimiento, magnífico para quien quiera o sepa verlo pero que, no sé si por suerte o por desgracia, no hizo (no podía hacer) Escuela.
Son imágenes de una faena en Alicante que pudimos rescatar de un noticiero italiano y que volvemos a traer a estas páginas por su importancia como testimonio y documento de una forma de torear que ya no se ve.
Ortega torea alternando pitones, haciendo pasar y repasar al toro por delante suya, por los terrenos de afuera, metiendo la pierna, empujando hacia afuera. Toreo de expulsión que no de reunión. Un toreo técnicamente muy complejo y difícil por su continuo movimiento.
Ortega utilizaba siempre (antes y después de la guerra aunque con distinto son en cada etapa) la misma técnica: la técnica del regate descrita en las viejas tauromaquias. Era su método universal para todos los toros: los broncos y los nobles, los bravos y los menos bravos, los fieros y los dóciles.
Un toreo de deslumbrante maestría pero que no tiene nada que ver (¡pero nada!) con esas teorías que, a partir de sus textos, que no de su toreo, han elaborado los Corrochano, Vidal y Cía,. A mí después de ver esto que no me vengan ya con cuentos chinos sobre como se torea o como se debe torear. Ya no cuela.
El toreo de Ortega fue siempre (y especialmente en su última época) personal e intransferible. Un toreo siempre en movimiento, magnífico para quien quiera o sepa verlo pero que, no sé si por suerte o por desgracia, no hizo (no podía hacer) Escuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario