A Morante, que es un perspicaz observador de las condiciones en que se encuentra el escenario donde ha de actuar, siempre le ha preocupado la imponente curvatura del piso de la primera Plaza del mundo. A los demás, les preocupan otras cosas: el toro, el público, el viento… y la repercusión que pueda alcanzar un triunfo o un fracaso en tan codiciado palenque. Y ustedes, echando mano del manual de pura lógica, dirán que esto último es lo verdaderamente importante; pero, sin embargo creo que la reticencia morantista también lleva implícita una parte de lógica considerable.
En primer lugar debemos hacer un breve ejercicio de repaso retrospectivo y fijar el cómo, el por qué y el cuándo se decidió empinar el ruedo de Las Ventas. Y, también, a quién se le ocurrió tan peregrina idea.
Desde luego, aquí el firmante no conoció tal desviación del redondel hasta los últimos años de Manolo Chopera en la gestión de la Monumental madrileña y los posteriores de los Lozano. Puede que con anterioridad, durante la actividad de don Livinio y con Juanito Martínez de eficaz partícipe en el entramado organizativo de los espectáculos, se hicieran algunos pinitos del referido empinamiento, pero desde luego nada que llamara poderosamente la atención.
A nadie se le oculta que el citado Manolo Chopera era magnífico empresario y ponía especial énfasis en cuidar la presentación del toro, que es algo consustancial con el credo taurino de todo vasco que se precie de aficionado a esta Fiesta. A Manolo le gustaba el toro amplio, a pesar de que sus poderdantes –figuras del toreo en la mayoría de los casos—no comulgaban con el pugnaz empeño en semejante amplitud, a tal punto que enarbolaba sin ambages su predilección por el toro de Bilbao, de toda la vida. Y ese fue el toro que extrapoló a Madrid, influenciado, también, por la corriente torista que echó raíces en algunos sectores bien identificados, tanto en los graderíos de Las Ventas como en las páginas de algunos medios de comunicación.
Sin embargo, a pesar de su evidente intención de exponer ejemplares de imponente aspecto, Chopera se encontró con la enconada protesta de una pequeña parte del público, lo cual –según todos los indicios—obligó al añorado empresario a poner en práctica un subterfugio elemental: situar cuesta arriba los terrenos del ruedo, desde el de tablas hasta los medios, para que el toro, al aparecer en el ruedo y buscar su espacio natural –las afueras–, elevara su volumen a ojo de buen cubero. Abultara más. Es como si se levantara al animal la cruz del cerviguillo, de la misma manera que el conductor de un automóvil se yergue y amplía el campo de visión cuando coloca un cojín sobre el asiento. Ventajas del subterfugio, así de sencillo.
Ventajas teóricas, siempre que la cuesta no tenga una prominencia desmesurada, porque si así fuere –como lo es, en la actualidad–, se ven anuladas por los inconvenientes.
Los inconvenientes principales se cifran en los que tiene que superar el animal cuando galopa sobre una superficie inclinada. Si su trayectoria es ascendente, porque requiere un esfuerzo suplementario para acelerar el ritmo de la embestida, y si es descendente porque requiere otro esfuerzo para aminorarlo, si no quiere irse de bruces contra el suelo.
Todas estas consideraciones, que pudieran parecer exageradas a los ojos de cualquier observador, no lo son tanto para quienes tienen que afrontar el riesgo con un trapo entre sus dedos y sobre una superficie carente de planeidad, de un promontorio deliberadamente provocado. Y, para colmo, este sube-y-baja de la cuesta arenosa también puede provocar claudicaciones en los toros, excitados en sus primeras carreras, por las razones ya expuestas.
¿Compensa, entonces, mantener la tremenda cuesta que hoy se muestra en el ruedo de Las Ventas?
¿Compensa, entonces, mantener la tremenda cuesta que hoy se muestra en el ruedo de Las Ventas?
Fernando Fernández Román (Publicado en Obispo y Oro-El blog de Tauromaquia de República de las Ideas)
7 comentarios:
Paparruchas. Cesar Rincón salió 4 veces por la puerta grande seguidas con ese pendiente para el drenaje.
Que no nos cuenten cuentos chinos para niños del japón.
Anónimo 1:
Faltaría más. Que los toreros sigan saliendo por la Puerta Grande no demuestra que la pendiente sea positiva ni tampoco demuestra que no perjudique el buen toreo.
Triunfar o no triunfar depende de muchos factores: el toro, la actitud del público, las condiciones meteorológicas e, incluso, del estado del ruedo.
Lo que se analiza no es si se puede o no se puede triunfar pese a las dificultades que surjan. Tomás triunfó en tarde de mucho viento y a nadie en sus cabales (ni siquiera a los ciudadanos japoneses) se le ocurre sostener que el viento beneficia o es indiferente para el desarrollo de la faena.
la incidencia del viento se reconoce fácilmente porque el espectador lo percibe (Más aún la de la lluvia que se sufre directamente y que molesta). Sin embargo, desde la andanada o incluso desde la localidad cercana al burladero de capotes, se tiende a obviar algunos otros aspectos de no menor incidencia en el toreo. Diría más, son muchos los matices que el espectador desatento omite o no considera y que, sin embargo, influyen sobremanera en la lidia. Una mirada esquemática sobre estas cuestiones, distorsiona la realidad.
Percibimos el resultado (Las Puertas Grandes de Rincón, las orejas cortadas por José Tomás) pero no los medios que han hecho posible esas tardes. Menos aún percibimos los inconvenientes y las dificultades que han debido superarse.
En la faena de muleta, la incidencia de la pendiente, es menor. Es menor a medida que nos acercamos a los medios lógicamente. Pero en los inicios y, sobre todo con el capote, ganar la pelea a un toro es más difícil cuando el terreno, las ventajas están de su parte. La pendiente influye y mucho.
Es una realidad evidente (evidente menos para los chinos y usted)
Cuentos chinos para niños del Japón, jajaja!!! A mí me parece una falta de respeto a la afición Madrlieña y una falta de compromiso con su profesión. Madrid està por encima de eso. Lo cierto es que Morante lleva haciendo el canelo en Madrid tantas y tantas tardes que para mí no es una baja tan considerable, màs aún argumentando el motivo de su espantà...
Llevo a algunos amigos a los toros y les cuento mi versión en directo, todos se han aficionado en mayor o menor medida y TODOS no quieren ni ver a Morante, porque han vivido perplejos alguna tarde de desidia venteña y con su virgen afición (no saben como es capaz de torear el angelito) se niegan a ir a una corrida suya, por estafador dicen... Yo lo llamo falta de vergüenza torera.
Anónimo 1:
Estimado chino japonés. Dicen que todas las opiniones son respetables y lo serán pero algunas sólo revelan un supino desconocimiento.
Por ello, le aconsejo de modo amistoso, que olvide los toros y se dedique a esas artes japonesas o chinas que a usted tanto parecen seducirle
Si sigue mi consejo, que debería seguirlo, será usted mucho más feliz sin irritarse tanto con los grandes toreros como Morante y, sobre todo, hará menos infelices a esos desdichados que llama amigos y que lleva a las plazas con el único fin de confundirles y engañarles al estilo asiático.
Y una última cosa. No busque la falta de vergüenza en los toreros, basta con buscar a quienes, como usted, opinan desde el anonimato.
再見
Estimado José. No entiendo porqué mi opinión revela un supino desconocimiento y me parece muy osado por su parte recomendarme que olvide los toros. Ademàs de resultarme un comentario inapropiado, me parece horrible e innecesario desearle algo así a un aficionado que llega hasta este blog por eso, por su afición (no me meto en blogs de cuentos chinos). Me ha hecho mucha gracia esa expresión del chino japonés, no sé porque ha provocado un comentario tan desagradable por su parte y le recomiendo (perdón por la osadía) también amistosamente que medite sobre ello (a lo mejor es usted quien sería màs feliz con un poco más de tolerancia). Por supuesto no seguiré su consejo, aunque ademàs de "dàrmelo reitera que debería seguirlo (creo que es un consejo muy malo y con malicia) y esperaré a disfrutar de grandes toreros como Morante, pero con el toro y el rigor que exigen plazas como Madrid, no como muchas de las grandes farsas "anti taurinas " que se montan a lo largo de toda la temporada en ruedos planos.
Y no busco la falta de vergüenza en los toreros, es más, anhelo y admiro todo lo contrario de ellos. No creo que escribir de forma anónima desacredite mi opinión y espero que por encima de ser anónima o no, enriquezca un blog que me resulta interesante. Espero que su gran sabiduría (no lo digo irónicamente) nos aporté màs luz que doctrinas.
Posdata, ¿entonces no volveremos ver a Morante hasta que arreglen el ruedo?
Por cierto. Mis amigos no son desdichados ni infelices y los llamo amigos porqué lo son y ademàs no los llevo a las plazas con el único fin de confundirles y engañarles. Creo que se le ha ido totalmente la cabeza con estos comentarios.
Jīngshén shīcháng
Anónimo 1:
Que se altere tanto ante la crítica quien (repito, desde el anonimato) utiliza la critica con tanta frivolidad como falta de argumento, me sorprende. Tanto como que carezca del mínimo sentido del humor (y no sea capaz de seguir una chanza) quien -como usted- comenzó precisamente utilizando una broma chusca como medio de descalificar algo tan objetivo y comprobable como lo inadecuado de la pendiente de las Ventas.
Está claro que, para algunos, es muy divertido apalear sin fundamento pero no les agrada lo más mínimo ser los apaleados.
De mandarín a mandarín, saludos.
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