Por Jose Morente
Frankestein, novela de Mary Shelley, cuenta la historia de Víctor Frankestein, un joven estudiante de medicina suizo en Inglaterra que pretende crear un cuerpo a partir de la unión de partes diferentes de cadáveres diseccionados. El experimento concluye con un éxito más que relativo o sea, en fracaso El mismo fracaso al que conduce inexorablemente la ilusoria pretensión de algunos aficionados de querer insertar (contra viento y marea) la técnica de la pierna adelantada en el toreo en redondo.
Nota: Nos ilustraba Juan Antonio Polo, en la primera entrega de esta serie, sobre lo que significaba “cargar la suerte” en la época de las primeras Tauromaquias algo que no tenía nada que ver con el significado actual del término. Significado actual que nos desvelaba con su habitual maestría Fernando Cámara, en la segunda entrega. Ni uno ni otro significado coinciden con el que tiene hoy este término tal y como lo entienden los aficionados más dogmáticos, para los que “cargar la suerte” es adelantar la pierna de salida. Significado éste último que es innecesario comentar pues es de sobra conocido y sus matices están explicados en los textos de Gregorio Corrochano o Joaquín Vidal. Sin embargo, lo que ellos proponen (“adelantar la pierna de salida”) no tienen encaje en el toreo “en redondo” que es el gran logro de la Tauromaquia de todos los tiempos, sino al toreo “en ochos”, mucho más arcaico. Descontextualizado el mecanismo técnico de adelantar la pierna de salida del modo de toreo en el que tiene su cabal encaje (el toreo en ochos), resulta una técnica inadecuada que ha propiciado la confusión en la mente del aficionado y una injusta valoración, por parte del mismo, del toreo que hoy se hace.
En el toreo de línea natural, en redondo, lo adecuado es la colocación de perfil con la pierna de salida alineada o retrasada respecto a la otra como hace, en la fotografía y de forma magistral, el maestro Antonio Chenel “Antoñete”, quien torea en líneas paralelas con el toro. En este modo de torear, la suerte no se carga adelantando la pierna de salida sino quebrando la cintura para hacer gravitar el peso del cuerpo sobre aquella (Fotografía del libro Historia Verdadera de la evolución del toreo de José Alameda).
El eterno debate
Hoy día se considera que “cargar la suerte” es adelantar la pierna de salida en un momento determinado y de una forma determinada.
Pero la cosa no es tan simple y, esa afirmación, exigiría muchas matizaciones. Además, así entendido, el concepto es fuente de innumerables controversias y eternos debates entre los aficionado ya que, lo que para unos constituye la “piedra angular” del toreo, para otros es una “ventaja inaceptable”.
Y es que, como decía Guillermo Sureda Molina, en advertencia previa que queremos asumir nosotros:
“En ambas posturas están aficionados buenos y profesionales buenos. De modo que, en principio –amigo lector- y sea cual sea su opinión sobre lo que ahora nos ocupa y preocupa-, las cosas no están tan claras como a simple vista puede parecer. ¿Cargar la suerte constituye una ventaja o significa la indispensable rúbrica para un toreo de calidad?”
Como sobre este tema hay un tremendo confusionismo, deberemos empezar por el principio. Y, como decía Sureda, el principio es contestar a una nada sencilla pregunta ¿Qué es cargar la suerte? ¿Cómo se carga la suerte?
Cargar la suerte en el siglo XIX
En la primera entrega de esta serie, Juan Antonio Polo, nos transportaba a principio del siglo XIX y nos ayudaba a indagar el origen de un concepto que está claramente explicado en las Tauromaquias primitivas, las de Pepe-Hillo y Paquiro. Para los clásicos, la suerte (cada suerte) tiene tres tiempos: citar, cargar y rematar. Y, según Hillo,
“cargar la suerte (tiempo central) es aquella acción que hace el diestro con la capa, cuando sin menear los pies, tuerce el cuerpo de perfil hacia afuera, y alarga los brazos cuanto puede”.
[Una advertencia al margen: Lo que aquí se dice para el toreo de capa es aplicable por extensión al toreo de muleta y así lo entendían entonces ambos diestros (Hillo y Paquiro) en sus respectivas tauromaquias].
En cualquier caso, al leer la definición de Hillo surge la primera sorpresa: En las tauromaquias decimonónicas, cargar la suerte, que corresponde al momento central del pase o lance, consistía en sacar los brazos para resolver el embroque del toro. La suerte se carga con los brazos, y no con las piernas que permanecen o deben permanecer inmóviles (“sin menear los pies”).
Más claro, imposible. Durante todo el siglo XIX, esa fue la manera en que el concepto se entendía y practicaba, por lo que la respuesta a la pregunta ¿qué es cargar la suerte? no planteaba problema alguno entonces. Se consideraba que el torero cargaba la suerte cuando el toro pasaba (probablemente de modo fugaz) gracias a su mando y a su buen juego de brazos.
Y se consideraba que no se había cargado la suerte cuando el toro arrollaba al torero (le ganaba terreno por falta de mando) o no acababa de pasar (o sea, cuando el torero daba medios pases o pases por la cara).
Durante todo el siglo XIX, la suerte se cargaba con los brazos sin la colaboración (al menos, en la teoría) de las piernas que no debían moverse. En la imagen, pase natural de Cayetano Sanz, según un detalle de una lámina de la Lidia correspondiente al número del 30 de marzo de 1883.
Pero el toreo es, como toda actividad humana, evolución y cambio. Por eso (seguimos otra vez a Sureda) “casi todas las normas son, por lo menos discutibles, porque son contingentes y mutables”. Tomemos nota.
Cargar la suerte en el siglo XX
Como el toreo es cambio, a nadie puede extrañar que, el concepto de cargar la suerte, pueda haber cambiado en los dos siglos largos que llevamos desde que se definió en las primeras tauromaquias. Eso es lo que pasó en el primer tercio del siglo XX. Mejor dicho, lo que pasó a finales del siglo XIX.
En efecto, en esa época Guerrita, que se había colocado de perfil para torear a la verónica en un intento de alargar el pase y, sobre todo, poder ligar un lance con el siguiente, empezó también, en el natural con la muleta, a retrasar la pierna de salida para alargar el pase en el –todavía testimonial- toreo en redondo (aunque entonces a nadie se le ocurría hablar de “pierna escondida”) y, sobre todo, empezó a abrir el compás (El toreo “espatarrado” que tanto censuraba el intransigente y retrógrado, pero buen testigo de la época, farmacéutico de la Puerta del Sol, F. Bleu).
Una contradicción. Muy conservador en tema taurino pero avanzado en su profesión, el establecimiento de Borrell en la Puerta del Sol de Madrid fue uno de los primeros que vendía yogures en España. El Yoghurt-Cit-Borrell (Del blog: Historia Urbana de Madrid)
Aunque la fama de innovadores se la llevaron el Espartero y Antonio Montes, los cambios profundos los trajeron Guerrita y Bombita. El Guerra empezó abriendo el compás en la muleta como se puede apreciar en este pase por alto que le dio en Valladolid a un toro de Saltillo el 19 de septiembre de 1899 (publicado en Sol y Sombra el 28-9-1899).
Pero fue Bombita quien hizo escuela. El Bomba se apoyaba en la pierna de salida para cargar la suerte. El objetivo era despedir mejor al toro y separarlo del cuerpo del torero (Toreo de expulsión que era muy apropiado para el modo con el que entonces se engarzaban los pases pues todavía se toreaba “en ochos”). Ayudarse con los pies para cargar mejor la suerte era muy recomendable (y por eso se aceptó) con los toros broncos y fieros pero censurable (y por eso se protestó) con los toros nobles y pastueños.
Pero fue Bombita quien por sistema empezó a ayudarse apoyándose en la pierna de salida cuando cargaba la suerte con los brazos. Con la ayuda de las piernas la acción de cargar la suerte con los brazos se acentuaba.
Sin embargo, la innovación fue calando poco a poco, lo que aparece reflejado en las crónicas de la época, no sin sus pertinentes debates. El caso es que, como el toreo se estaba parando (lo de pararse los toreros ya había empezado antes de Belmonte), la atención de críticos y aficionados se empezó a centrar en la posición de los pies y sobre todo en el movimiento (o ausencia de movimiento) de estos.
Así, a las censuras de F. Bleu al Guerra, les sucederán los elogios de Don Modesto a Bombita. Don Modesto, en su libro Desde la Barrera (publicado en 1910) alaba el toreo de piernas abiertas con el que Bombita se ayudaba al cargar la suerte, al tiempo que censura el juntar los pies a cuerno pasado.
Don Modesto no sólo consideraba que lo pertinente era abrir el compás sino que llegaba a afirmar que era más meritorio porque, con el compás abierto, el diestro no podía rectificar si el toro venía vencido. Hecho que no es totalmente cierto pero que caló en los aficionados de la época.
Durante la época de Joselito y Belmonte, se produce el “gran cambio” y el toreo quedó “patas arriba”. En ese contexto, los viejos términos decimonónicos son desplazados por otros nuevos.
Belmonte impone su trilogía de “parar, templar y mandar” que sustituye con acierto a la antigua trilogía decimonónica “citar, cargar y rematar” pues la propuesta belmontista es mucha más adecuada al nuevo toreo que está llegando. Ya no se trata de que el toro pase, sino de que pase alrededor del torero (toreo de reunión que no de expulsión) y además de que lo haga más lentamente que lo había hecho hasta entonces.
Joselito y Belmonte. Ambos toreaban con el compás abierto como lo hacia Bombita y antes lo había hecho Guerrita. Pero Juan paraba y templaba y José ligaba el toreo en redondo. Importante precisión: Ambos sacan la pierna de salida pero no hacia el frente (de donde viene el toro) sino más bien hacia atrás (hacia donde va el toro).
El toreo en redondo con el compás cerrado fue, poco a poco, cogiendo vuelo pues satisfacía los gustos de los públicos pero la crítica al toreo de pies juntos había hecho mella y se exacerbaría a partir de mediados de los años 20, como reacción de los aficionados al “toreo de parón” que trajeron los diestros de la época.
¡Los tiempos cambian que es una barbaridad! (como hubiera dicho Fernández Salcedo). Y lo que unos años antes se censuraba con acritud (el compás abierto), ahora se elogiaba con desmesura.
Don Modesto fue el primero en valorar el toreo de compás abierto no sólo por su estética o su eficacia sino también incluso por su supuesto componente ético. Su consideración (harto discutible) de que el toreo de compás abierto es más meritorio que el toreo a pies juntos o de compás cerrado caló hondo no porque fuera verdad (que no lo es) sino porque se ha repetido con machacona insistencia por todos sus exegetas. Don Modesto, era un crítico muy hiperbólico y desenfadado lo que le daba mucho crédito (¡¿?!) entre los aficionados.
En los años 20, el toreo de parón acabó por decantar el criterio de los aficionados en contra del toreo a pies juntos. La oposición de los aficionados al toreo a pies juntos no tenía justificación pues el toreo estaba cambiando y ya no se toreaba “en ochos” sino “en redondo”, algo que no supieron ver ni ellos ni los críticos más afamados. Como siempre ocurre el cliché (el tópico, la moda) se imponía sobre la realidad (En la foto, Villalta da un pase por alto en el estilo de parón de la época. Fotografía publicada en la Estampa el 27 de mayo de 1933)
Por todo eso, aunque, en los manuales y tratados de tauromaquia, se seguía señalando que la suerte se cargaba con los brazos, ya los aficionados y cronistas taurinos consideraban que la suerte sólo se podía cargar adelantando la pierna de salida, en suma, abriendo el compás.
Federico M. Alcázar en su Tauromaquia moderna decía que la suerte se cargaba con los brazos pero en las crónicas del Imparcial (periódico en el que escribía) se contaba otra cosa (Reseña del Imparcial de 17 de mayo de 1931)
Como dijo Clarito en una crónica del Liberal en marzo de 1931, ante la llegada de Domingo Ortega:
“Estamos ante el caso insólito de un mozo de pueblo que se atreve, y no sin cierto éxito, a traer una moda para el toreo de las ciudades. La moda no es siempre cosa nueva. Ya se sabe: van y vuelven. Anteayer falda larga. Ayer falda corta. Y en el toreo, después de una época de “pies juntos”, vuelve ahora este mozo con el compás…
Como en la aparición de toda moda, las exageraciones menudean. Y a veces, se adelanta la pierna como si el compás tuviese por vértice el centro del Estrecho y por apoyo los dos continentes”.
Según Clarito “Las exageraciones menudean. Y a veces se adelanta la pierna como si el compás tuviese por vértice el centro del Estrecho y por apoyo los dos continentes”. En la foto, Domingo Ortega en un pase de pecho con el compás exageradamente abierto.
Después de la guerra y con el toreo vertical de Manolete, las posturas de aficionados, críticos y profesionales se van a radicalizar todavía un poquito más si cabe.
Manolete, torero de la más pura escuela, defenderá y practicará el clasicismo del compás cerrado (adecuado al toreo en redondo que él practicaba) si bien girando el cuerpo hasta colocarse de perfil, desde el cite y no sólo en el embroque, con lo que aporta al toreo de muleta la misma innovación que, al de capote, había aportado su paisano Guerrita.
Coherentemente para Manolete, adelantar la pierna de salida, para ayudarse a expulsar al toro del terreno del toreo, era una “ventaja”.
Manolete torea al natural, quebrando la cintura y confiando el mando sobre la embestida del toro al juego de sus brazos, Clasicismo puro. La instantánea (que corresponde a la tarde del 10 de julio del año 47 y está sacada del libro la Tauromaquia de Manolete. Vol. VII de Paco Laguno) podría ilustrar perfectamente la definición del pase natural en la tauromaquia de Pepe-Hillo pues no cabe mayor pureza.
Curiosamente, los aficionados que había aceptado y aceptan la posición del perfil en el toreo de capa no la aceptaron (ni la han aceptado todavía) en el toreo de muleta. Una curiosa contradicción (aunque esta vez relativa).
Domingo Ortega, cuya magnífico toreo, personal e intransferible, sale de las capeas castellanas y tiene, por tanto, un marcado cariz defensivo, pues practicaba el toreo de expulsión o “en ochos”, se instituyó, a raíz de su Conferencia (“El arte del toreo”) dictada en 1950 en el Ateneo madrileño, en el principal referente teórico del discurso en pro de la pierna adelantada. Para Ortega, cargar la suerte, entendida como adelantar la pierna de salida, será la pieza clave del toreo de muleta y de capa.
Domingo Ortega adelantando la pierna de salida (de froma ya más moderada y convincente) en un pase de pecho. Ortega defendía la norma de adelantar la pierna de salida, en el embroque, como exponente máximo de clasicismo, lo que no es correcto. Adelantar la pierna, como hemos visto, no tiene nada de clásico (pues responde a un concepto defensivo del toreo: el toreo de expulsión o “en ochos”). Algo que ningún historiador taurino ha denunciado con la necesaria contundencia.
Cuando en el toreo actual en ochos, la pierna de salida deba adelantarse, lo correcto, como enseñaba el maestro Cámara, será hacerlo de forma moderada para no expulsar al toro del terreno del torero sino para estrecharse con él y sólo después que el toro haya arrancado (aunque antes de entrar en jurisdicción) pues ahí radica, para algunos y como hemos dicho, el mérito de la suerte.
Un debate semántico
Las discusiones entre aficionados pecan normalmente de falta de rigor histórico. Los términos (como el de cargar la suerte) se sacan de su contexto y, como decía Humpty-Dupty en Alicia en el País de las Maravillas, se les hace decir lo que conviene al que los utiliza.
Humpty-Dupty a Alicia “Las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen porque yo soy el que manda” (Ilustración de Tenniel)..
Para defender el toreo de “pata ‘alante”, se utilizan las citas de las antiguas tauromaquias pero sin profundizar en su sentido original con lo que se las tergiversa y, en cierto modo, manipula. Además, defendemos como clásicas, innovaciones heterodoxas y reputamos como ventajista al toreo puro y ortodoxo. Un galimatías donde al final nadie se aclara.
El cambio operado en el término “cargar la suerte”, que pasa de significar “sacar los brazos” a significar “sacar las piernas” es, por tanto en el fondo, una cuestión semántica, como muy bien detectó en su día Juan Antonio Polo.
Ese cambio de significado ha sido posible gracias a la riqueza y diversidad de la palabra “cargar”, como me apuntaba, con acierto, Jack Coursier días pasados en un correo privado.
Que la discusión planteada sobre el significado de “cargar la suerte” sea fundamental o principalmente una cuestión semántica, lo demuestra el hecho de que muchas de las reflexiones que sobre ese término se hacen empiezan (o acaban) acudiendo a los diccionarios.
Eso es, exactamente, lo que proponía Jim Verner en un artículo publicado en septiembre de 1999 en “La Divisa” y titulado “How to ‘cargar’ a Tempest in a Teacup” (que traducido –poco literalmente- quiere decir “Como cargar una tempestad en un vaso de agua”).
Jim ha tenido además la gentileza de proporcionarnos (por facebook) un enlace a los diccionarios históricos.
Diccionario de la lengua de la época de la primera tauromaquia (Este concretamente es de 1803, un año antes)
Si vamos a esos diccionarios (En este caso al Diccionario de la Academia de 1791 que era el vigente cuando se publicó la primera edición de la Tauromaquia de Pepe-Hillo) y buscamos el significado de la palabra cargar (a secas, pues el término cargar la suerte no aparece por ningún lado) nos encontramos ante una diversidad de definiciones.
Lo curioso es que, todos los autores taurinos hasta la fecha se han detenido, sin embargo, en la primera definición del término “cargar”:
“Cargar. Poner o echar un peso sobre el hombre, sobre las bestias, carros, naves o cualquier otra cosa” o sobre sus derivados”
Sin embargo, nadie (que sepamos) ha relacionado “cargar la suerte” con otra acepción del Diccionario que, realmente, mejor cuadra (en nuestra opinión) a lo que se estaba definiendo (sacar los brazos hacia afuera para salvar el embroque del toro). Es esta:
“Cargarse: Echarse con todo el cuerpo hacia alguna parte”
Y también se acerca al concepto taurino, esta otra definición que da el Diccionario de Autoridades de 1729:
Cargar la suerte sería, en ese sentido, encaminar al toro por otro lado distinto para que deje el que llevaba.
Mientras esta segunda definición cuadra al toreo de brazos (dirigir la embestida con los brazos y el quiebro de cintura); la primera, cuadra al toreo de piernas, aunque pone el acento no en el movimiento o desplazamiento de estas (dinámica), sino en la distribución de pesos –gravitación- del cuerpo (mecánica). Cuestión esta sobre la que debemos detenernos
Cargar la suerte en el siglo XXI
Creo que el primer autor que puso el dedo en la llaga de forma contundente, en esta cuestión del desplazamiento de los pesos, fue Luís Bollaín, quien en su libro “Los dos solos”, donde analiza el toreo de Belmonte y el de Manolete, afirma que:
“cargar la suerte es hacer gravitar el peso del cuerpo sobre la pierna de salida”
Para Bollaín, no basta abrir el compás. Si el peso del cuerpo no se desplaza (no se carga) sobre esa pierna de salida, no se estaría cargando la suerte.
Para Bollaín, no basta con abrir el compás, como hace Antonio Bienvenida (foto de abajo) sino que hay que hacer gravitar el peso del cuerpo sobre la pierna de salida, como hace –no podía ser otro- Juan Belmonte (foto superior)
Geometría Bollainíana. Según Bollaín, el toreo de pies juntos acorta la longitud del pase lo que se supone se demuestra con el gráfico que insertamos (de su libro “Los dos solos”).
La opinión de Bollaín es muy interesante pues coincide con la forma en que los profesionales y los aficionados más avezados entienden actualmente el concepto de cargar la suerte, tal y como nos explicaba Fernando Cámara en la segunda entrega de la serie.
Y es que, desde los años 60 del pasado siglo, el toreo ha vuelto a abrir el compás (moderada o exageradamente) pues así es más fácil “mandar” sobre la embestida del toro y “llevarlo” a donde el torero quiera. El peso del cuerpo, se hace gravitar primero en la pierna del cita para pasarlo después, en el remate, a la pierna de salida, acompañando el recorrido del toro que pasa por delante del cuerpo del torero y no por su costado (como, valga la paradoja, pasaba en el antiguo toreo de frente).
La posición del torero (de sus piernas) permanece invariable desde el cite, como se hace desde Manolete, pero retrasando la pierna de salida, como hacía Guerrita.
En los 60 el compás se vuelve a abrir, de forma más o menos moderada y la pierna de salida se coloca paralela a la otra o retrasada respecto a la misma, para alargar el pase y darle mayor profundidad y enjundia. En la foto, Manolo Martínez hace precisamente eso y carga la suerte con los brazos y el quiebro de cintura echando el peso del cuerpo sobre la pierna de salida. (El comentario a pie de foto es de José Alameda de su libro “Historia verdadera de la evolución del toreo”)
Recapitulando
Si relacionamos lo dicho en estas tres entradas dedicadas al tema de cargar la suerte con las reflexiones hechas en anteriores entradas de este blog sobre el toreo en redondo y el toreo en ochos, podríamos llegar a las siguientes conclusiones.
Definición de Cargar la suerte:
- Acepción 1ª (Siglo XIX). Desviar la trayectoria del toro sólo con los brazos
- Acepción 2ª (Siglo XX). Adelantar la pierna de salida
- Acepción 3ª (Siglo XXI). Hacer gravitar el peso del cuerpo sobre la pierna de salida (se adelante ésta o no).
Tesis primera: Dos modos de torear distintos
El toreo en redondo y el toreo en ochos son dos modos radicalmente distintos y antagónicos de torear. Cada uno de ellos con sus propias normas y reglas (¿cánones?) y con su propia evolución. Lo que es bueno y adecuado en uno de estos modos, puede ser contraproducente o inadecuado en el otro, como enseñaba el maestro José Alameda.
Conclusión primera: Los dos modos de torear tienen igual validez
Proponer que sólo es válido uno de estos modos de torear (ya sea el toreo en ochos o el toreo en redondo; ya sea el toreo de compás abierto o el de pies juntos) es una incongruencia y desatino si se atiende a la verdadera historia del toreo (no a la inventada) y supone cercenar por la mitad la riqueza y complejidad históricas de este arte.
Tesis segunda: Cada modo de toreo tiene sus propias reglas o normas
Adelantar la pierna de salida es un mecanismo propio del toreo de expulsión o toreo cambiado o contrario y, por tanto, adecuado cuando se torea “en ochos” (alternando los pitones) como sucede en el toreo a la verónica o cuando se liga un pase natural con un pase cambiado pero es algo inadecuado, a priori, en el toreo en redondo.
En el toreo en redondo, (toreo de reunión o toreo de línea natural) lo correcto es hacer gravitar el peso del cuerpo pasándolo de la pierna de entrada (cite) a la de salida (remate) pero sin menear los pies. En el toreo en redondo, la colocación de perfil y la posición retrasada de la pierna de salida han sido mecanismos recomendados siempre por los grandes teóricos del toreo de todas las épocas.
Conclusión segunda: En un modo de torear, no se deben insertar elementos técnicos ajenos al mismo.
Insertar elementos de un determinado modo de torear (como puede ser el mecanismo de adelantar la pierna de salida propio del toreo en ochos) en el modo de torear opuesto (como es el toreo en redondo) es una incoherencia técnica y estilística y sólo puede producir monstruos taurinos (¿Frankestein?).
Reflexión final (en voz alta)
La confusión sobre los mecanismos técnicos del toreo que existe hoy día, genera un batiburrillo de difícil digestión. Además la intransigencia de los aficionados más radicales, sobre estos temas, es un error de bulto que parece difícil de corregir.
La situación no es nueva pues los aficionados casi nunca hemos ayudado a la evolución de la fiesta, labor asumida, casi en exclusiva, por toreros y públicos. Al contrario, nuestra defensa de los cánones (erróneos o mixtificados las más de las veces) se ha convertido precisamente en el principal freno de cualquier innovación.
A este respecto, es sintomática la situación actual en la plaza de Madrid, cuyo sector más radical alborota y altera (con el rigor del iluminado perteneciente a cualquier secta religiosa) el orden normal de la lidia en la defensa de unas normas y códigos mixtificados y abstrusos que a nada conducen.
Los aficionados, sin embargo, deberíamos ser capaces de entender cabalmente la historia completa de la fiesta (que es mucho más rica -en matices y variantes- de lo que el reduccionismo imperante nos quiere decir).
También se podría admitir (en cierto modo y sólo hasta cierto punto)que velásemos por mantener la coherencia intrínseca (¿pureza?) de cada modo de torear, señalando y explicando según nuestro leal saber y entender (sin acritud ni estridencias y, desde luego, nunca dentro de la plaza) las desviaciones que –a nuestro entender- se produzcan.
Lo contrario de lo que solemos hacer.
Preconizar, un único modo de torear, es incongruente y va contra la historia misma del toreo.
En la foto, Joselito el Gallo, el torero con mayor capacidad de adaptación a los distintos y diversos modos de torear y también uno de los diestros más innovadores de la historia (lo que no entendieron –como era previsible- los aficionados de su época), en Barcelona el 21 de mayo de 1920 (Fotografía publicada en Nuevo Mundo)
Cargar la suerte. Bibliografía recomendada
Menciones.
Vaya por delante mi agradecimiento previo a Juan Antonio Polo y Fernando Cámara por sus dos magníficas entradas sobre este tema.
Esta última entrega no hubiera sido posible sin aquellos lectores y amigos que han colaborado con sus comentarios a pie de página a los que creo de justicia citar aquí pues sus ideas han servido para ordenar y precisar las mías.
Entre los lectores, tengo que agradecer y citar, en primer lugar, a Gil de O., gran aficionado y ya buen amigo, por sus constantes, extensas e intensas reflexiones sobre el toreo. Sus continuas aportaciones a este blog, con su experiencia y conocimientos, son siempre valiosas y bien recibidas. Como valiosas y bien recibidas son las opiniones de Alberto Marcos Morante; El Chacho; Abel Frías Mazueco; Paolo; Alberto Franco; Francisco Butler y Vazqueño que han realizado comentarios a las dos entradas anteriores.
También debo agradecer a quienes han aportado sus opiniones sobre este tema mediante mail o facebook como Jack Coursier, Félix Rubio, Joseph Allen y, especialmente a Luís Miguel López-Rojas (con quien tengo afinidad total en cuestiones y criterios taurinos) y Gastón Ramírez Cuevas (con quien sostengo el más cordial y divertido contraste de pareceres que pueda uno imaginar).
Finalmente, quiero mencionar también a aquellos anónimos (o pseudo-anónimos) que, cual los toros complicados, nos obligan día tras día, a afinar y afilar el lápiz.
37 comentarios:
Vamos a mejorar la sangre de la cabaña brava.Él Conde será el encargado y desde ya solicito sus buenos consejos y sugerencias.
Atentamente.Bram Stoker.
CARGAR LA SUERTE, un concepto tan hermoso del Toreo, no puede ir dando traspiés en malas manos y bocas alobadadas para alimentar la faldriquera de unos y otros que en su intento de apropiarse del término "taurino", sin asumir la responsabilidad que ello implica, ignorando el peso de quién mantiene económica e ideológicamente una Fiesta; a la qué, no tienen inconveniente en deformar dilapidando sus cánones, para colocarla en vías de autodestrucción, y desangrárla por su base: EL TORO.
Si no hay TORO todas las discusiones, todos los análisis, todas las clasificaciones y razonamientos que desde la iniciativa de José Morente del Monte, y todos los que le entramos con nuestros comentarios que él tanto agradece, carecen de sentido.
Personalmente me he agarrado sobre la marcha a la trasera de éste vehículo que conduce hábilmente el "docto" maestro Morente; o mejor si lo prefieren, lo he cogido al relance para intentar llevarme a punta de capote, un Toro (tema) qué nos es el mío, pero que hábilmente Don José nos está involucrando en su lidia.
El término CARGAR LA SUERTE ha evolucionado tanto en el orden semántico, como en su estructura a la hora de impregnar de intensidad y autenticidad cualquier Suerte del Toreo -siempre que se esté en suerte- por lo que pretender encajar el concepto dónde, la suerte ni existe, es gana de dar méritos al arriero, cuando el trigo ni ha salido de la parva.
Lo de Perera y Manzanares en Las Ventas no ha sido cargar la suerte.
Saludos de Gil de O.
Sr. Bram Stoker:
Lamentablemente no podemos ayudarle (¡y ya nos gustaría!) pues somos contrarios a cualquier manipulación genética del toro de lidia fuera de los mecanismos habituales de selección de los ejemplares más nobles y encastados mediante los tradicionales tentaderos.
Para estos menesteres sanguíneos, es preferible que se dirija usted al sector más contestatario de la plaza de Madrid, encantado siempre de "hacer sangre", que atenderá su petición con el ardor y entusiasmo que le caracteriza y que, estoy convencido, se sacrificará, sin dudar y si fuese preciso, por el bien de nuestra amada Fiesta.
No obstante, tendrá usted que esperar al próximo lunes pues hasta entonces dichos aficionados deberán permanecer en la "Cárcel de Papel" de este blog por haberlo dispuesto así la autoridad competente.
Atentamente
Gil de O.:
Estimado amigo, el concepto cargar la suerte evoluciona como usted sabe mejor que nadie.
Si cargar la suerte es conducir la embestida con los brazos (acepción 1ª) Perera y Manzanares "si" cargaron la suerte.
Si cargar la suerte es adelantar la pierna de salida (Acepción 2ª) Perera y Manzanares "no" cargaron la suerte.
Si cargar la suerte es hacer gravitar el peso sobre la pierna de salida (acepción 3ª) Perera, cargó la suerte siempre o casi siempre y Manzanares sólo ocasionalmente.
Creo que centrar el mérito de una faena construida a base de toreo en redondo exclusivamente en un concepto propio del toreo en ochos (Acepción 2ª de cargar la suerte) no es, en mi opinión, lo más adecuado ni lo más correcto.
La aplicación que damos habitualmente los aficionados del concepto "cargar la suerte" (La acepción 2ª) no sirve para explicar como se torea hoy, ni para establecer jerarquías entre las distintas faenas (todas malas y "destoreadoras" así analizadas) del toreo actual. Ergo, el concepto habitualmente usado no sirve de mucho salvo para "descalificar en bloque" (lo que no me parece razonable) no sólo al toreo actual sino a casi todo el toreo de casi todas las épocas.
Entender la historia del toreo como una historia de buenos y malos, basada en la aplicación de una técnica ("adelantar la pierna de salida" o "cruzarse al pitón contrario") que para mí, como para Manolete, se convierte en demasiadas veces (¡No siempre!) en una técnica ventajista no me acaba de convencer en absoluto.
En cualquier caso, coincido con usted en que la clave la da el toro. Pero, en mi criterio, no un tipo de toro determinado (fiero, agresivo y encastado) sino cualquier toro. el que salga a la plaza.
De su comportamiento ya sea noble o fiero, bravo o manso, áspero o templado (que todo cabe aunque no para algunos), dependerá la bondad (o desacierto) de las técnicas que aplique el torero. Incluyendo, por supuesto y en su caso, la técnica de "adelantar la pierna de salida".
Un cordial saludo.
Mi querido Jose, para ser fiel a mis convicciones, te señalo que por más argumentos semánticos que halles en nuestro cuate Jim y otros partidarios de lo indefendible, hay que fijarse en un sustantivo importantísimo: ¡ajuste! Yen una expresión: ¡estrecharse con el toro! Si tus toreros de batalla (como Juli y su técnica celestial) atrasaran la pata PERO SE AJUSTARAN y se ESTRECHARAN CON EL DE NEGRO, yo me callo y digo que cargan la suerte aunque lleven la pata de la salida más oculta que la honradez de un político. Me ha sentado mal la foto de la Gorda Martínez porque sé (ya que lo toleré mil tardes) que después de tu imagen el toro pasaba a seis kilómetros del diestro (?) y Manolo Telones le mandaba adonde el diablo perdió el poncho y el mechero. Por favor, que el maestro Paco Camino no se entere de que usas al embustero de Monterrey para ilustrar cómo se carga la suerte. Un abrazo. Gastón Ramírez Cuevas.
Gastón:
Me alegro que reconozcas que lo importante NO es adelantar o no la pierna sino otra cosa.
Para tí, esa cosa es llevar al toro lo más "ajustado" posible al cuerpo del torero.
Para mí, unas veces lo más importante es eso, el "ajuste". Otras, llevar al toro muy "embebido y toreado", sin enganchones y muy largo y otras, acompañar su embestida con mucha "elegancia y ángel".
Estoy hablando obviamente y en orden respectivo de José Tomás (ajuste), el Juli (mando) y Morante (arte).
Por lo que respecta a la foto de Manolo Martínez, lamento que te disguste. Por mi parte no hay problema en sustituirla -si quieres- por otra similar de Paco Camino, por ejemplo. y es que se trata de hablar de técnica del toreo y no tanto de toreros concretos pues al final (o al principio) acaban saliendo a la palestra las "filias" y las "fobias" de cada uno.
Por cierto y hablando de esa foto ¿No se trataba de que el torero llevase al toro lo más lejos posible ("donde el diablo perdió el poncho", por ejemplo?), después de pasar el cuerpo, para no tener que enmendar los pases?
Un fuerte abrazo
Una cosa es rematar hacia adentro y atrás de la cadera, completando el muletazo, y otra muy distinta echarlo fuera y lo más lejos posible, dándole sólo dos tiempos al pase. Las tauromaquias de Ponce y Manolo son muy similares, no sé si me explique... Y no te preocupes, mi querido Jose, es una buena imagen la de Manolo pegando uno de sus clásicos telonazos con su enorme mantel. Disculpa mi foto-fobia :-D Gastón Ramírez.
Gastón:
Efectivamente, no es lo mismo rematar atrás que rematar hacia afuera. Como sólo tenemos la foto no podemos saber donde rematará Martínez. Alameda, de quien es el comentario que aparece en la foto, parece dar por hecho que el remate será hacia dentro (lo propio del toreo en redondo) y no hacia afuera (lo propio del toreo en ochos) pero es difícil saberlo.
Se haga como se haga y tal y como decía usted en anterior comentario el tema es hacerlo al mismo tiempo lo más limpio y lo más ajustado posible. O eso creo. No sé si esto vale como regla o no. Pero creo que el torero trata de llevarlo lo más cerca pero no tanto que el lance salga atropellado.
Ponce parece que prefiere un muletazo más periférico pero más limpio. A José Tomás no parece importarle perder limpieza a cambio de ajustar al máximo el trazo del muletazo al cuerpo del torero.
Usted (y yo) tenemos claras nuestras preferencias, pero otros aficionados (con el mismo derecho que nosotros) opinan de modo distinto. Ahí radica el interés de la polémica.
Un fuerte abrazo
Amigo José:
La pregunta del millón de dólares es sí Perera y Manzanares, saben lo que es "cargar la suerte", ya sea en sentido de "tópico" que tú aludes, o en el sentido de siempre (ese que no exige más que sitio)
Saludos
POCHO
Para cátedras taurinas, ¡ESTE es uno de los mejores sitios! Vaya manera de cargar la suerte con este estudio y enseñanza, ejemplares. Enhorabuena Sr. Morente. // Atte., Torotino.
Pocho:
Es usted como esos buenos toreros que con dos lances nos hacen salir toreando de la plaza y es que, con su concisa pregunta (la del millón como bien dice) ha puesto usted el toro en suerte para la estocada ¿final?.
Veamos lo que podemos hacer.
Vaya por delante que la pregunta la deberían responder Perera y Manzanares. Lo nuestro no son sino elucubraciones de aficionados más o menos acertadas.
Con cierta osadía, estoy casi seguro que los toreros tienen claro que existe eso que llamamos "cargar la suerte". Se habla tanto de ese término que, ni ellos, aislados en su propio mundo y con poco contacto, en general, con los aficionados, pueden ignorarlo.
Otra cosa es lo que entiendan por "cargar la suerte" y que su concepto coincida con el concepto que tenemos los aficionados (acepción 2ª: adelantar la pierna de salida). Que creo no coincide.
Por lo que he hablado con algún torero (poco y menos de lo que quisiera) y por los vídeos que circulan en youtube (Manzanares padre, Joselito) el concepto de los toreros va por la acepción 3ª (hacer gravitar el peso del cuerpo en la pierna de salida).
Manzanares es hijo de su padre. Conoce de fijo este concepto. Perera, tiene como mentor a Cepeda, luego estoy seguro que también lo conoce.
Este tema me da, además, una -creo- buena idea: Rescatar el vídeo de Joselito para una próxima entrada y poder así escuchar de primera mano, lo que dicen los toreros (lo que dice este torero) sobre "cargar la suerte" y otros conceptos (tópicos o no) del toreo actual. Y reflexionar sobre ello.
Gracias y un fuerte abrazo
Torotino:
Muchas, muchas gracias
Un cordial saludo
A VUELTAS CON LO DE CARGAR LA SUERTE
¿No nos estamos complicando la vida demasiado y, de paso, sembrando la confusión en todos aquellos aficionados ─no tan leídos como los que tenemos el atrevimiento de lanzarnos al ruedo de la red─, a los que lógicamente les costará digerir nuestras farragosas disquisiciones sobre el tema e incluso el tan completo como minucioso análisis que en relación a las distintas formas de torear ha efectuado José Morente en la entrada anterior?
Y no sé hasta qué punto es bueno que seamos los simples estudiosos quienes pontifiquen sobre temas tan complejos como lo es el arte de lidiar reses bravas. Deberían hacerlo los toreros. Siempre he confesado ─y así lo he publicado cuando he tenido ocasión─ que el escribir de toros me produce un cierto rubor,
“pues soy de los convencidos de que quienes de verdad entienden de esto son los propios toreros ―los buenos y los que no lo son tanto―, como tantas veces he podido comprobar al escuchar sus comentarios si el azar me ha hecho coincidir con alguno de ellos en el tendido. El que, luego, no siempre demuestren en el ruedo esos conocimientos no significa lo contrario. Por algo se ha dicho siempre que los toros se ven mejor desde la barrera”.
Para el aficionado de a pie, una verónica es una verónica y un pase natural es un pase natural, con independencia de la forma en que se ejecute. Y por la misma regla de tres, pienso yo que cargar la suerte es simplemente… cargar la suerte.
O sea, que sigo manteniendo mi tesis de que “cargar la suerte” es la acción que, según dictaron en su día Illo y Montes ─en definición compartida por los autores posteriores─, consiste en desviar la acometida del toro, hacia afuera, sin mover los pies, mediante el juego de los brazos y la cintura. Es por consiguiente una acción INSTANTÁNEA, que constituye el momento inicial del lance o muletazo y, lógicamente, carece de tiempos. Es, simplemente, la acción que ejecuta el diestro para quitarse el toro de encima… o evitar que te quite él.
Evidentemente, no era lo mismo poner en práctica dicha acción hace doscientos años, cuando se toreaba exclusivamente a la defensiva, sobre las piernas, y la faena de muleta era sólo un trámite ─cuanto más corto mejor─ previo a la estocada, que hacerlo en los tiempos actuales, en los que la lidia y el espectáculo se hallan estructurados en torno a una faena de muleta compuesta por un mínimo de cuarenta o cincuenta pases, cuanto más artísticos mejor.
Y es que los toreros de hoy no se limitan a desviar la embestida del toro en el momento inicial, sino que después se lo pasan por la faja, sin quitarse, prolongando su embestida y rematando el pase merced al juego de sus brazos y sus muñecas, lo que llevan a cabo en la forma que estiman conveniente, adelantando o retrasando la pierna contraria o permaneciendo con los pies juntos, si lo creen oportuno, o incluso andando, como lo hacía Domingo Ortega.
(sigue...)
(Final)
De ahí que volvamos al campo de la semántica y distingamos entre la acción inicial del lance, a la que los clásicos denominaron “cargar la suerte” ─expresión que no hay por qué cambiar─, una ACCIÓN INSTANTÁNEA, que en principio era única, pues la propia definición nos dice que concluye al echar el toro hacia fuera, y las SUCESIVAS ACCIONES que llevan a cabo los toreros de hoy, desde el momento del embroque hasta que despiden al toro o rematan el pase, acciones todas ellas que tienen su propio nombre y que no hay razón para englobarlas en el erróneo concepto de cargar la suerte.
Estas acciones, sea el echar la pata alante, sea el retrasar la pierna de salida, sea el dejar caer el peso sobre una u otra, sea el traerse al toro, sea el doblarse con él, sea el ajustarse en redondo, sea el ganar o perder pasos, sea el rematar por alto o por bajo, sea el torear andando, etc., son ACCIONES DISTINTAS y cada torero las ejecuta en función del toro que tienen delante, en forma acorde con su personal concepto del toreo y, sobre todo, tal como las sienten.
Los toreros deben actuar libremente, dando rienda suelta a su imaginación y sin sujeción a esos dogmáticos cánones que muchos intransigentes críticos y aficionados pretenden imponerles… sin querer entender que el toreo está en constante evolución. Los toreros pueden dejar caer el peso del cuerpo sobre una u otra pierna, pueden modificar la dirección de la salida del toro ─trayéndolo hacia sí o echándolo fuera─, pueden cargar la suerte sin mover los pies o adelantando la pierna contraria, y pueden articular faenas en la que se alternen series ejecutadas de una u otra guisa. O a pies juntos, que algunos diestros han toreado maravillosamente así. ¿No nos quejamos de la monotonía imperante?
En definitiva, las antes citadas acciones ─tan perfecta como prolijamente descritas por Morente en la entrada anterior─, constituyen la particular FORMA DE TOREAR de cada diestro, pueden gustar a unos aficionados y disgustar a otros, pero no se pueden meter todas en un mismo cajón y construir toda una teoría del toreo ─como tantos hacen─ en base al simplista hecho de que el torero haya echado la pata alante ─o cargado su peso sobre ella─ acción que identifican con el cargar la suerte y que, al volverla por pasiva, ha dado lugar a las horrendas expresiones de “descargar la suerte” y “destorear”.
Me gustaría ver la cara que pondrían los toreros, que son los que se ponen delante y los que de verdad entienden de toros, si cualquiera de esos aficionados integristas ─muchos de los cuales se han pasado merecidamente una semana en la Cárcel de Papel de LRI─ tratara de explicarles el significado del concepto “destoreo” o en qué consiste el “descargar la suerte”. ¿No les dicen desde el tendido de Las Ventas como deben sujetar el capote, por donde deben coger la muleta o como deben colocar los pies? Y también me gustaría escuchar sus carcajadas.
Juan Antonio:
Magnífico comentario sobre el que hay mucho que decir, espero no extenderme demasiado:
1. Sobre la oportunidad o no de introducir a los aficionados de a pie en estas farragosas disquisiciones.
Creo que no hay problema. En mi opinión, es preferible sacar la idea de que el tema es confuso y complejo (como en realidad lo es) y no creerse las simplificaciones que los propagandistas de la crítica al toreo actual hacen de todo estos temas a los que convierten en tópicos.
Nadie que sea consciente de lo compleja y difícil que la técnica del toreo se atreverá luego en la plaza a pegarle un bocinazo a ningún torero aunque no le guste lo que vea.
2. Sobre la necesidad de que opinen los toreros.
Estoy totalmente de acuerdo con usted pues las claves del toreo las tienen ellos y no los aficionados.
Cuestión distinta es que las sepan contar (que muchos saben).
Otro tema, es que el aficionado toma como dogma la palabra de algunos diestros (los dos Ortegas, Domingo y Rafael, por ejemplo) pero no da crédito a la de aquellos otros toreros con cuyas ideas o forma de torear no comulga. Mal hecho porque, en esto como en todo, lo suyo es escuchar todas las opiniones.
Cuestión distinta es, como usted señala, que los toros se ven mejor desde la barrera. Efectivamente, uno cosa es explicar lo que se hace o intenta hacer (para lo que el testimonio de los diestros es inapreciable) y otra analizar o valorar lo hecho (labor en la que el crítico, el aficionado o el mero espectador son insustituibles)
3. Sobre el significado más correcto de “cargar la suerte”
Afirmativo. La definición primera (la de Hillo) es la más acertada no sólo porque responde al concepto en origen sino porque permite su aplicación en todos los supuestos, incluido el de torear a pies juntos o con el compás muy cerrado. La suerte se carga con los brazos y punto. ¿Y punto?
(sigue...)
(continuación)
4. Evolución del concepto
Como usted apunta, otra vez con gran acierto, el toreo evoluciona.
Hoy no se torea igual que se toreaba antes (cuando se hacía pasar fugazmente al toro desviando su trayectoria). Hoy (desde hace mucho tiempo) se pretende “llevarle” en trayectoria mucho más larga y mandona.
Propone usted, que el término cargar la suerte se reserve para el primer tiempo (sacar los brazos) pues el resto de movimientos tiene sus propios nombres acuñados por la experiencia y el tiempo.
Es cierto que lleva usted probablemente razón pero es muy difícil a estas alturas corregir el error indudable que supone haber utilizado el término “cargar la suerte” no para designar la acción de mover los brazos sino para designar el movimiento (hacia delante de las piernas), movimiento que –como también indica- tiene carácter secundario y que no es, en absoluto, necesario para torear bien.
Un areflexión. Si el toreo ha cambiado, usar la terminología antigua o usarla en el sentido que, a veces, se usa, no parece adecuado. Habría que volver sobre este tema.
5. Libertad de acción
Propone usted que se conceda a los artistas del toreo la libertad de creación que se les concede a los de otras disciplinas.
Aquí, aunque vuelvo a estar radical y absolutamente de acuerdo con usted, me temo que su propuesta (que hago mía) tampoco prosperará.
Y es que nos hemos acostumbrado a utilizar los cánones, no como elementos referenciales a partir de los cuales dejar volar la imaginación, sino como férreo corsé de ésta.
Al aficionado le es muy cómodo (¡cánones y comodidad!) tener un sistema tan sencillo y claro de referencia (sencillo y claro porque los cánones al uso no son tales sino meros tópicos o clichés simplificadores de la realmente compleja técnica del toreo) que le permita “juzgar” lo que ve al instante, sin tener que pensar.
Lógicamente, con esos presupuestos, la operación juzgadora se torna injusta, además de irracional y retrógrada (¡Los cánones! ¡Los malditos cánones!).
Libertad de creación implica libertad de análisis y valoración. Algo sumamente incómodo y complejo ¿Cree usted que los aficionados dogmáticos nos lo perdonarían?
6. La cara que pondrían los toreros
Conocemos la cara que ponen o ponen los toreros cuando el aficionado quiere decirles lo que hay que hacer en la plaza pues sus miradas. Por más suerte aún, no conocemos lo que piensan.
Sobre la cara que ponen en la calle, tenemos el testimonio (impagable) del maestro del toreo, José Miguel Arroyo, transcrito por el maestro del periodismo taurino, Paco Aguado.
Cuando el ínclito Joaquín Vidal quería “ENSEÑAR A TOREAR” a Joselito, este le respondió:
“-Don Joaquín, si hago lo que usted me dice... ¡me caigo de culo!”
(Sobran los comentarios)
Un fuerte abrazo y gracias por esta nueva aportación
Me perece obsceno este debate, las normas clásicas son las que son, abrir ahora este debate cuando no se cumple con el canon clásicos de cargar la suerte me parece querer confundir a los que no tienen las cosas claras.
No hay que confundir para defender el toreo actual que es diferente del anterior, pero no es el toreo clásico, es un toreo de mas ventajas por que no hay que someter al toro de ahora que es MUCHO menos encastado que el de hace 50 años.
.
Anónimo 1:
Le contesto punto por punto a los temas que usted plantea:
1. Sobre la obscenidad del debate.
Me resulta sorprendente que nadie pueda considerar “obsceno” un debate como este que se limita exponer lo que uno piensa en un tema abierto como el de cargar la suerte.
Repito que, como decía Sureda Molina (por cierto, partidario de adelantar la pierna de salida para cargar la suerte) en ambas posturas hay muy buenos aficionados y muy buenos toreros. El tema, parece, cuando menos digno de ser comentado y analizado.
No quiero parece provocativo pero a mí, personalmente, lo que me parece “obsceno” es utilizar esta norma (u otra cualquiera) como arma arrojadiza contra los toreros en la plaza. Máxime cuando nadie debe creerse en posesión de la verdad.
2. Afirma usted que “Las normas clásicas son las que son”.
Me temo que se equivoca. No sólo porque su afirmación sea apriorística (que lo es) sino porque como se ha demostrado y acreditado en la primera entrada de esta serie de Juan Antonio Polo, las que usted considera “normas clásicas” no son en absoluto clásicas, si entendemos como clásicas (como es lógico y normal) las reglas contenidas en las primeras tauromaquias.
Al contrario, las normas que los aficionados dogmáticos proponen como clásicas son una batiburrillo de reglas aisladas correspondientes a distintas épocas del toreo y a distintos estilos de torear mezcladas un poco sin ton ni son.
No voy a extenderme pues ya he explicado en la entrada cual ha sido la evolución histórica del concepto de “cargar la suerte” y porqué adelantar la pierna de salida (considerado no como técnica válida sino como dogma obligatorio) no es sino un tópico más de los muchos que circulan en el mundo de los toros (que se caracteriza por la abundancia de estos). Al texto de esta entrada le remito.
(Sigue...)
(...continuación)
3. Dice usted que el toreo actual es de más ventajas porque hay que someter al toro actual que es menos encastado que el de hace 50 años.
Interesante cuestión la que plantea aunque puede que demasiado compleja para resolverla en comentario a pie de entrada. Voy a dar, no obstante, mi opinión personal.
Habla usted del toro y el toreo de hace 50 años que si no me equivoco corresponde a los años 60.
Es criterio general que el toro de aquella época era más encastado que el de ahora. Predominaba, lo digo yo aunque intuyo que usted opina lo mismo, mayor variedad de encastes que ahora. Un tanto a favor de los años 60.
Sin embargo, todo hay que decirlo (como los peritos en los juicios), bueno es señalar también que aquel toro se lidiaba (las más de las veces) sin haber cumplido la edad reglamentario (o sea, con tres años) y los pitones cortados (El “utrero desmochado” que se decía entonces). Un tanto a favor de nuestra época.
Un caballo más ligero y una suerte de varas probablemente más equilibrada daban lugar a una lidia más variopinta y, vista desde hoy, puede que más interesante (Y eso aunque entonces se criticaba mucho aquel toro y la suerte de varas que se hacía) UN tanto a favor de aquella época-
Técnicamente, la colocación de los toreros en el toreo de muleta, sino tan extremada como nuestros días, era muy parecida a la actual: al hilo, con la pierna retrasada a partir del segundo muletazo de la serie, tocando con la muleta oblicua al ojo contrario y llevando al toro en trayectoria más periférica que la que se estila hoy día. Empate
Antes el muleta tenía un trazo más plano. Hoy el muletazo tiene un trazo más complejo, más rizado pues la muñeca juega mucho más. El muletazo de ahora es más vistoso o barroco (aunque a mi el de los 60 me encanta personalmente). Tanto a favor de nuestra época o empate, según gustos.
Por lo que respecta al toro, ya está dicho. Aquel podía ser más encastado pero tampoco soy capaz de asegurarlo porque al ser más juvenil (1 ó 2 años menos) se movía mucho más y tenía mucho menos sentido. En consecuencia sacaba menos defectos. Vuelta e empatar.
¿Es mejor lo de ayer? ¿Es mejor lo de hoy?
Corrochano se planteaba esa misma pregunta a mediados de los 50 (comparando esa época con la de José y Juan, nada menos) y se confesaba incapaz de responder.
A mí, visto lo visto y dicho lo dicho, me ocurre igual.
Saludos
En efecto, se trata de un ESTUDIO taurino. Algunos tildan este tema en particular con pincel de envidia y colores negativos precisamente porque no tienen el tiempo -o la afición- de aplicarse a fondo como lo ha presentado Vd. ¡Hacer caso omiso de los tales! No cualquiera consultaría (mucho menos leería), por ejemplo, la gran obra y los tratados de Cossío a fin de entender mejor el arte del toreo; apenas si hurgan su contenido. Así pues, este tema de 'cargar la suerte', que a mí me ha parecido atinado y de muchísimo interés, conlleva los necesarios aspectos a fin de llegar a comprender mejor lo en realidad significa el acento sobre la ejecución de los lances: ¡CARGAR la suerte! Repito, me parece que para el buen aficionado este es un apoyo técnico e histórico que le permite ampliar su conocimiento taurómaco... al menos mucho más allá de lo algunos creen que saben lo que están diciendo cuando en realidad no es más que "un decir" meramente laico y lánguido, descargados de suerte. // Una vez más, enhorabuena Dn. José M. Atte., Torotino.
Ayer intenté mandar mi opinión sobre el ANONIMO OBSCENO que acaba de despachar el señor Morente con una corrección y una paciencia que el tal OBSCENO no se merece. Pero mi comentario se voló.
El OBSCENO comentario de ese señor está cuajado de suficiencia y de tópicos y no merece que se le preste atencio. No tiene ni idea!!!
Después de esta magistral entrada de José Morente que pone colofón a la serie, y el sensacional comentario de Juan Antonio Polo, que en mi opinión da en toda la yema. Es hora de que tanto toreros como aficionados, nos liberemos del yugo de los cánones y nos dejemos llevar por las sensaciones y emociones que crea y transmite el toreo. En definitiva el toreo es un arte, cuyos límites sólo deben estar impuestos por su creador: el torero, y el receptor: el público, de forma individual, personal e intransferible.
Un saludo para todos.
Perfecto el comentario del señor Lopez. Un digno colofón al debate.
Que cada torero toree como quiera. A unos le gustará y a otros no. Unos lo harán bien y otros lo haran msl. Vale.
Y gracias por publicar mi comentario anterior.
Torotino:
Me alegra mucho que considere útil este trabajo sobre un tema tan discutido y discutible. Se lo agradezco
Un cordial saludo
Dejaría los calificativos de OBSCENO y TOPICO; y por supuesto, si en voz o pluma de presumidos, autosuficientes y autoritarios, con más razón.
Supongo que está conversación está presidida por su Majestad EL TORO, protagonista indispensable entre
creador y receptor, comunicación entrambos, que solicitan dejar; dejado está. Todos nos dejamos llevar.
"Cargar la Suerte" ha sido la obra elegida. Estimo que es la que se está tratando de analizar objetivamente, esa obra que ha de perdurar a través de los siglos; la elegida; la que será patrón, muestra y espejo. Todo esto con la venia de Don José Maria Morente del Monte, y la presencia, insisto de su Majestad EL TORO.
Se deben unificar unificar criterios, sin olvidar aquellos que provienen de quién se emociona sin preguntar, y desoyendo el gesto o la palabra de desprecio del acrisolado aficionado qué, junto a él en su tendido le quisiera pulverizar por aplaudir y emocionarse en el "salto de la rana".
¿Es eso lo que quieren ustedes? Pues muy bien, conforme. En lo que no estoy dispuesto a ceder, es en que me hayan metido en el mismo matraz de las patrañas y tópicos, los claros conceptos que sostienen la Arquitectura del Toreo, verbigracia: Bravura, Trapío, Lídia, Dejarse Ver, Parar, Sobre el Compás, Cuadrar, Ligar, Templar, Acompañar, Mandar, Andar, Dentro de la suerte, Hacer la Suerte, Cruzar/se en todas sus afecciones, Tirar el palo, De poder a poder, etc. etc. etc.
¡Ah! Se me olvidaba una que hace falta tratar, esa de CARGAR LA SUERTE que exige amplio compendio de las citadas en el párrafo anterior; y básica en el Toreo de la Verdad. Ese Toreo que es algo más que Arte, pese a encajarle de pleno; ese Toreo, realidad tangible; intenso hasta la muerte; y todo, dento de la tragedia y su propia liturgia. No se representa, se vive.
Saludos de Gil de O.
Torotino:
Ese y no otro es el sentido del texto de la entrada.
Ampliar la información sobre el tema con ese recorrido por su historia para que nuestra percepción del concepto sea lo más amplia posible y no se reduzca a la que se tenía en un momento determinado de la historia del toreo.
Cargar la suerte ha significado varias cosas distintas a lo largo de la historia del toreo.
Quedarnos con una sólo de esas acepciones no parece lo más adecuado.
Eso no va a cambiar el sentido que hoy mayoritariamente se le da al término, pero es bueno saber que ha significado cosas distintas y sobre todo que a nadie le "fusilen" por aplicarlo de forma no convencional.
Lo que no quiere decir que en el toreo valga todo. Está bien separar la paja del trigo pero no denunciar como bisutería lo que es oro puro, como aveces pasa hoy día.
Un abrazo
LMG:
Creo que cualquier opinión, incluso la más dogmática, debe ser objeto de atención pues también los tópicos encierran parte de verdad.
Mejor que discutir creo que debemos intentar entender lo que subyace debajo de la opinión de cualquier aficionado
Un abrazo
Luis Miguel López-Rojas:
En efecto, los cánones entendidos como normas que impiden la evolución del toreo no parecen de recibo ni se justifican. No tiene sentido torear hoy como se toreaba en la época de Mari-Castaña.
No creo que, como sostienen muchos buenos aficionados, el toreo esté ya hecho y se deba torear de determinada forma (a la que llaman clásica) y que lo que debe variar es el estilo o acento personal que cada uno ponga.
Esta teoría "superficial" del toreo, creo que debe ser superada. Pues no hay un único modo (o norma) de torear sino varios.
Sin embargo, tampoco creo (como acabo de decir) que todo valga. Hay elementos comunes que debajo de definiciones y modas son sustanciales al buen toreo.
Creo que, en vez de defender unos cánones tan sesgados como los que hoy nos proponen, los aficionados deberíamos empeñarnos en ahondar en los conceptos tradicionales e identificar los elementos más profundos que dan sentido a la fiesta.
Un abrazo
Gil de O.:
Acepto el guante y el envite y me ofrezco para discutir, comentar y colaborar en ese acercamiento que usted propone y que, a mí, me parece necesario.
La terminología cuando se sacraliza hace mucho daño pues al final no se defiende el fondo verdadero que encierra estos términos sino la forma (variable en el tiempo) que cada uno de ellos adopta en un momento concreto.
Profundicemos en el sentido último de cada uno de los conceptos básicos que usted propone y permitamos que los mismos se manifiesten de forma renovada y adaptada a los tiempos que ahora corren.
Le emplazo a ello.
Un abrazo
Es de agradecer que exista un lugar en el que se hable de verdad de toros.
Estoy hasta el gorro de blogs que parecen más bien hechos por antitaurinos que por aficionados, tal es la saña autodestructiva con la que critican la fiesta actual. También me estomagan los blogs, páginas y revistas promocionadas por el taurinismo, en donde parece que vivimos en la edad de oro. Y qué decir de los programas de radio, en los que sólo se habla de la crisis de público y de lo buenos que son los toreros ("¡qué pasa, torero!").
Por eso, me parece casi milagroso un blog como éste en el que se tratan temas de "esencia taurina" con rigor y documentación.
En el asunto de cargar la suerte, libre de prejuicios, es imposible no estar de acuerdo con las tesis defendidas por los promotores del blog.
Ahora bien, como alguien ha dicho anteriormente, no todo vale.
Hace tiempo que me liberé del "síndrome de Las Ventas" y de la obsesión por la cargazón de la suerte, pero si el nuevo "paradigma" del toreo va a ser el modo de torear de Manolo Martínez, los retorcimientos del Juli o el "canon espartaquista", me apeo de la tauromaquia.
Ya lo dijo el gran Pepe Luis: "sin poner posturas, natural, sencillo, con armonía". Ese es "mi" canon.
Un saludo.
Mosquete
Mosquete:
Me alegro verle de nuevo (es usted el único ganador por ahora del Concurso de ¿Quien lo dijo y en que año?).
No, no se trata de imponer un nuevo canon julista, manolo martinista o espartaquista. Ya está bien de cánones.
En mi opinión, se trata de conocer un poquito lo variopinta que es la historia del toreo y no dejar nada fuera.
Habrá aficionados (magníficos) que disfrutaran con el toreo de pata 'alante (que por cierto, se practica todos los días o casi, cuando se torea a la verónica o un torero se sale con el toro a los medios. Habrá quien prefiera la verticalidad de compás cerrado del torero que se pone como eje en los medios y torea en redondo girando sobre los talones. Habrá quien encuentre de interés el toreo de manos muy bajas y toro muy toreado, aunque no tan estético, de Manolo Martínez.
Y eso sin necesidad de acribillar al que torea como a nosotros no nos gusta.
Antes, a lo largo de toda la historia del toreo los partidos se formaban a favor de un torero y en contra de su oponente.
Hoy se forma partido (Madrid) a favor de un concepto (no lo llamaré tópico para que no me regañe mi amigo Gil de O.) en contra de los toreros, algo que usted mismo reconoce que no le gusta.
El esfuerzo creo que está en entender que tiene de bueno el toreo de Juli, Manolo Martínez o Espartaco. No en desecharlo de plano. Eso no significa que nos tenga que gustar por narices lo que nunca podría gustarnos. Hasta ahí podríamos llegar.
La propuesta del blog es sencilla. Más información, más debate entre todos, más conocimiento y luego cada uno a defender a capa y espada a sus toreros y su concepto del toreo con pasión si es necesario pero con argumentos. Como se está haciendo aquí gracias a los lectores del blog y sus cada vez más ajustadas aportaciones.
Un abrazo.
Mosquete:
Y desde luego habrá aficionados a los que les guste el toreo tal y como lo hacía Pepe Luis Vazquez, con enorme naturalidad, y a los que será muy difícil discutirles su gusto...
Muy difícil.
Otro abrazo
Mosquete, la frase de Pepe Luis iba dirigida a Antonio Bienvenida:
"Sigue soñando con la faena ideal.
-Sí, como la de Valladolid: me aislo del público, aunque sé que están entusiasmados. Pero, a veces, ese sueño se tuerce... Mi hijo, algunas veces, ha toreado con un temple excepcional... Mucha gente ha toreado bien, pero torear perfecto es muy difícil... Lo más cercano a mi ideal podría ser Antonio Bienvenida: sin poner posturas, natural, sencillo, con armonía."
Ahi queda esa pincelada del Maestro.
Saludos,
Paolo
Paolo:
Bellísimo su recuerdo y homenaje al maestro Pepe Luis, al que no deberíamos olvidar nunca los aficionados.
Un abrazo
José y Paolo:
Para seguir polemizando, je, je...
Me da la impresión de que Pepe Luis da en el clavo y cuando habla de esa forma de torear no sólo se refiere a una cuestión estética, sino fundamentalmente ética.
Creo que los retorcimientos y la mano excesivamente baja al torear con la excusa del dominio (¿dominar a un toro al que apenas se ha picado por falta de fuerza?) no son más que una artimaña, como el uso descarado del pico y el muletón tamaño sábana, para pasarse el toro lo más lejos posible y no embraguetarse de verdad.
Y mucho me temo que esa forma de torear está adquiriendo prestigio, sobre todo desde que el Juli la practica al convertirse, para la mayor parte de la crítica, en un nuevo Domingo Ortega.
Un abrazo.
Mosquete
Mosquete:
Con independencia de lo pueda opinar Paolo (veremos lo que nos dice) mi opinión es que cada torero (igual que cada persona) tiene su propia manera de ser. No tiene nada que ver la estética vertical y seca de Manolete, con el estilo crispado de Belmonte (se destacaba su patetismo ante el toro) o la naturalidad sencilla de Pepe Luis.
Esa variedad es la que creo da interés al toreo y a la propia vida. De ser todos iguales y perfectos....mal asunto.
Por lo que respecta a la mano baja y a los vuelos ("pico") del toreo actual, creo que como todo en el toreo estas técnicas se pueden utilizar como ventaja, como recurso o como modo de incrementar el riesgo.
En distinguir cuando los engaños se utilizan de una u otra forma creo que está el quid de la cuestión.
Adelantar la pierna de salida puede servir para cruzarse en el camino del toro y ajustarse al mismo o para desplazar el toro hacia afuera y disminuir el riesgo.
Generalizar en estas cuestiones de técnica taurina quizás no sea lo más correcto.
Suponer que la ética esté siempre en incrementar el riesgo tampoco creo que sea lo más correcto.
Casi siempre los toreros de arte han procurado asumir menos riesgos en pos de conseguir mejor resultado estético. Dichos diestros han basado sus tardes de éxito (estoy generalizando) en faenas muy intensas pero muy cortas, curiosamente el tiempo que han durado las arrancadas alegres de sus toros. Cuando estos se paraban, se acababa el toreo.
No creo que ese planteamiento sea criticable como tampoco creo que sea criticable, a priori, el planteamiento contrario.
Finalmente, me gustaría hacer una puntualización, Cuando hablo de dominio me refiero a entender y extraer del toro toda su capacidad de embestir y de conducir esa embestida alargándola en el tiempo y en el espacio, pues estoy hablando del toreo de hoy al toro de hoy. No de reducir sobre las piernas a un toro fiero, áspero y sin picar (sin picar porque no se dejaba y no había peto). Por mucho que esta otra faena también tenga su interés (para mí, mucho).
Aquí cabe (o debería caber) todo aunque algunas cosas nos gusten, lógicamente, más que otras
Un abrazo
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