lunes, 19 de octubre de 2020

Cuaderno de notas (CXLIV) El Escorial, Le Corbusier y los toros

Por Don Quijote

Le Corbu en El Escorial (1928)

¿De qué le hablaré al lector? Hay que andarse con pies de plomo... ¡Pues ¡ea! le hablaré de El Escorial!

No te alarmes querido lector; voy a hablarte de El Escorial y hasta de un arquitecto moderno de fama universal; más sin que por ello nos alejemos del tema taurino: ya lo verás.

Le Corbusier -el arquitecto francés a que he aludido- estuvo el año pasado en España. "Venía -cuenta el admirable escritor Manuel Abril- a enaltecer una arquitectura de precisión y de justeza", la arquitectura novísima, cubista, de que es paladín; y se encontró -continúa Abril- con "un ilustre antepasado español de la arquitectura presente: el Monasterio de El Escorial, fábrica pura, prodigio de singular modernidad"...

El Escorial

De la imponente mole geométrica de San Lorenzo, milagro de granito, que abruma y pasma, escribía yo hace poco en estos términos: Sencillez magnífica; austeridad desnuda; inmortal majestad de la piedra escueta; armonía de la fuerza; rígida hermosura; descomunal exactitud...

Pues bien, esta casualidad de la exactitud, de la grandiosidad, de la justeza y de la sencillez, fue lo que asombró a Le Corbusier en España, respecto de dos casos: El Escorial y el toreo.

Cuando vió lo que eran los toros, exclamó:

- ¡Yo no tengo nada que decir a este pueblo!

En efecto, el venía a predicar en sus conferencias sobre arquitectura moderna la precisión y la justeza, "y se encontraba -continúa Manuel Abril- en un pueblo, cuyo juego favorito era de una precisión que no admite ni un segundo, ni un milímetro de error, sin que vaya en el error la vida misma. ¿Que mayor matemática aplicada que el cruce en el volapié, que el juego de los brazos y los pies en el cuarteo y el de la cintura en el quiebro? En todo momento igual, y en todos gallardamente, sin perder la compostura, ni la línea, ni la gracia.

¿Cómo venir a descubrirle la justeza a un pueblo que juega así?

Cuando vió el Monasterio de El Escorial, corroboró la impresión y el juicio formado en los toros. Allí estaba, y ¡de qué modo!, realizada, en arquitectura, la misma ley de preciso clasicismo que le había sorprendido en el toreo..."

(...)

La justeza de visión de Le Corbusier no la ha tenido, posiblemente, ante el magnífico e impresionante espectáculo, ningún otro extranjero.

Don Quijote, "El Escorial y el toreo" 

(publicado en la Fiesta Brava, nº 168, Barcelona, 17 de enero de 1930)

Adenda incorpórea

La condición que le Corbusier (Charles Edouard Jeanneret era su verdadero nombre) puso a Fernando García Mercadal para venir a España a impartir dos conferencias sobre arquitectura, fue que le llevaran a una corrida de toros.

Le Corbusier con Fernando García Mercadal en El Escorial. Mercadal fue quien invitó a Le Corbusier a España y le llevó también a los toros.

Como Le Corbu llegó a España el 8 de mayo de 1928, podemos soñar que la corrida a la que llevaron fue a la de la faena de Chicuelo a Corchaíto.

El toreo de Chicuelo se ajusta perfectamente a la sensación (un preciso clasicismo como decía Don Quijoteque la fiesta de los toros provocó en el arquitecto suizo.

Aunque también puede que viera a Gitanillo de Triana o a Cagancho o, quizás, a Antonio Márquez... 

Entradilla del artículo de Don Quijote, publicado en La Fiesta Brava. Un natural de

¡Qué más da! Fuese quien fuese quien toreará en esa corrida a la que le invitaron, el toreo -y El Escorial- le maravillaron.


Le Corbu, además de arquitecto fue también pintor. Este es un lienzo suyo: Taureau (1960)


4 comentarios:

Groucho dijo...

Que magistral leccion de rigor arquitectonico y arte taurino. Me recuerda a nuestras disertaciones estudiantiles sobre los toros y las matemáticas. Muchas gracias y enhorabuena, maestro!!!!!

Jose Morente dijo...

Gracias, Groucho.

Me alegro que te haya gustado

Un fuerte abrazo

Jim Verner dijo...

Muy interesante. Muchas verdades del toreo se describen mejor en libros que no tienen que ver con la tauromaquia. Un ejemplo: The Territorial Imperative, libro en ingles por Robert Ardrey, que ha sido traducido al espanol.

Jose Morente dijo...

Cierto, JIm.

Otra cosa ¿Tienes los datos de la traducción española de ese libro?

Gracias