martes, 20 de diciembre de 2016

Manolete. La culminación de un sueño (y XIII) Epílogo salesiano

Por Jose Morente

Panteón de Manolete en el Cementerio de la Salud (Foto de Ignacio Sánchez-Majías)

Nuestro periplo manoletista llega a su fin. Estamos ya en el Cementerio de la Salud. Una oración y una poesía por Manolete dichas por Antonio Luis Aguilera, nuestro buen amigo cordobés, cierran el acto con sentido broche de oro. 

Atrás quedan dos jornadas de intensa emoción taurina por el recuerdo del torero que todo lo daba en todas las plazas, aquel que se entregaba igual en Madrid o Bilbao que en Chinchón, Cieza o Sabiote porque, como él gustaba de decir, aquí también han pagado la entrada.

Manolete forma parte de una saga de toreros que nunca esperó a que le saliera "su" toro porque para él, para su concepto y su compromiso, todos los toros eran "su" toro. Lo mismo que pensaban y hacían, por ejemplo, el Espartero Joselito el Gallo, toreros que, de tanta entrega, acabaron entregando su vida a los toros.

La de Manolete, su muerte, fue de leyenda. Se dijo entonces que todo el mundo recordaba lo que estaba haciendo en el momento de enterarse que a Manolete le había matado un toro en Linares. La muerte de Manolete conmocionó al país entero pues, no en balde, el torero y su toreo fueron de vital importancia para que toda una  generación pudiera olvidar y superar las penurias de una posguerra que fue tan dura o más si cabe que la guerra. Una generación en deuda pues le debía al torero de Córdoba su "alegría recobrada".

Con la muerte de Manolete se cerró, por tanto, una de las páginas de la historia de España. Una página clave también de la historia del toreo pues sin Manolete no es posible comprender el toreo que luego vino. Un toreo que, sin embargo, se desarrolló y siguió su andadura ya sin él. Por eso, todos le lloraron. Hasta los mismos que, unos días antes, le imprecaban con saña en las plazas.

Tanto se le lloró que un coadjutor salesiano del colegio donde estudió de niño, Rafael Ureña, le sacó una copla. Una copla al estilo de las coplas de ciego o de aquellos romances que, en pliegos de cordel, recordaban las proezas y las muertes, sobre todo las muertes, de las diestros de hogaño. La muerte de Pepe-Hillo en Madrid al alborear el nuevo siglo por un toro castellano de Peñaranda de Bracamonte. La del llorado Curro Guillén en la plaza de Ronda ante un toro de Cabrera, porque un torero de verdad no se achanta ante un espectador con retranca y sube al tendido a partirle la cara como Lagartijo en Sevilla o se deja coger por el toro como Ignacio en México. O la muerte del propio tío abuelo de Manuel, ese Pepete a quien también mató un toro de la misma ganadería que el toro que a él le mató.

Manuel Jiménez Bravo, que nos hizo el honor de acompañarnos y que, muy de niño, fue uno de los que llegó a ver torear al Monstruo (el otro del grupo que también vio torear a Manolete, fue nuestro también buen amigo Juan Guadalupe), nos contó en el cementerio que, en todos los colegios salesianos de España (en el de Málaga al menos), se cantaba, al compás de un puntero que iba señalando las viñetas  dibujadas al efecto. la copla que había escrito Ureña

Manuel no sólo nos lo contó sino que también tuvo el buen detalle de cantarnos esa copla que Ángel Berlanga, atento como buen periodista, grabó para la posteridad. Para la memoria histórica del toreo. Ese toreo hoy tan acosado y constreñido por un presente donde resulta impensable (los verdaderos héroes ya no están de moda) una escena como la que comentamos. La de todos los niños de un colegio cantando a la memoria de un torero muerto en los ruedos. 

Este testimonio que hoy traemos a nuestro blog es pura memoria histórica de ese toreo que hoy se nos va de las manos como la vida de Manolete se le fue de las manos al doctor Jiménez Guinea.




ROMANCE A MANOLETE

El veintiocho de agosto
del año cuarenta y siete
En la plaza de Linares
donde murió Manolete

En la plaza de Linares
ya no reina la alegría
porque ha muerto Manolete
el Rey de la torería

Al darle los cuatro pases
el toro se le cuadró
y al hincarle la estocada
al suelo caen los dos

Lo recogen del suelo
herido de gravedad
y el Señor Doctor le dice
que no lo puede curar

Si no me puede curar
con orgullo moriré
en los cuernos de un Miura
cumpliendo con mi deber

Así murieron Pepe Hillo
Joselito y Granero
en los cuernos de un toro
mueren los grandes toreros.


Nota: Toda tradición oral tiene lapsus necesarios. En este caso ese día 27 que era un 28 y, al final fue un 29.

1 comentario:

Antonio Luis Aguilera dijo...


Gracias, José Morente, por lo que en esta página has escrito desmontando tópicos y reivindicando la influencia en el toreo moderno de Manuel Rodríguez “Manolete”, por organizar en Córdoba un encuentro inolvidable para los que tuvimos la suerte de vivirlo, y por tu confianza en mi persona para dirigir la ruta manoletista.

Gracias a todas y cada una de las personas que llegadas desde diferentes puntos de España se sumaron al encuentro para homenajear al “Monstruo” en la tierra que lo vio nacer, conocer los lugares donde transcurrió su vida y atender con exquisita amabilidad las explicaciones recibidas.

Gracias a Ignacio Sánchez-Mejías, Antonio Lorca y Luis Miguel López-Rojas por los testimonios donde han dejado constancia de su experiencia en el encuentro.

Gracias al aficionado Manuel Jiménez Bravo, antiguo alumno salesiano, por el poema que recitó en ante la tumba de Manolete contagiando su sentida emoción a todo el grupo.

Gracias a los familiares de Manolete que nos acompañaron en la ruta. A Fernando Saco, hijo del Pelu, su banderillero y primo hermano, y a Antonio, el menor de la torera dinastía cordobesa de los Sánchez Saco, hijo de la hermana del El Pelu.

Gracias al fotógrafo José Luis Cuevas, que generosamente inmortalizó el paseo, cuyas fotos han servido para ilustrar los textos de este blog.

Gracias a la Tertulia Taurina “El Castoreño” del Círculo de la Amistad de Córdoba, a José María Portillo, su presidente y a las Cofradías cordobesas de Jesús Caído, Nuestro Señor Resucitado, y El Prendimiento por abrirnos las puertas de sus Casas de Hermandad para mostrarnos los trajes de luces de Manolete que figuran en su patrimonio.

Gracias a Manuel Vázquez Silva, hijo de Pepe Luis, “El brujo” del sevillano barrio de San Bernardo, por su valiosa participación en la conferencia del viernes.

Gracias al ganadero de reses bravas Jacinto Ortega, y a los matadores de toros Fernando Cámara y Juan Ortega por sumarse al grupo con la sencillez y categoría que otorga distinción a la noble gente del toro.

Gracias a Rafael Sánchez González, compañero durante muchos años en tareas informativas taurinas, por su magistral charla sobre el barrio del Matadero de Córdoba, así como las acertadas explicaciones que ilustraron el itinerario, y por gestionar las visitas a las cofradías para ver los trajes de luces de Manolete.

Gracias a Pedro Salcedo, que en la taurina taberna “San Cristóbal” puso broche de oro sirviendo un exquisito almuerzo donde culminó un encuentro inolvidable.

Un fuerte abrazo para todos