Manolete. Dios del toreo (Fotografía de la web del Ayuntamiento de Alicante) |
Nota de LRI: El día antes de nuestro paseo cordobés en memoria de Manolete, nuestro amigo Antonio Luis Aguilera nos hablaba, en magistral charla, con acierto y tino sobre la importancia de Manolete en el toreo venidero y sobre la inquina que sobre su figura desataron algunos aficionados, algunos críticos y, lo que es más penoso, algunos toreros de la época..
Hoy, en la distancia, esa actitud nos parece inconcebible e injusta, como también nos lo parece el trato que otros públicos y otros críticos dieron a toreros tan incontestables como Guerrita o Joselito, por poner dos ejemplos señeros.
Espero que la ajustada enseñanza que hoy comparte con nosotros Antonio Luis Aguilera nos sirva a nosotros para no caer de nuevo en los mismos errores. Lo espero, aunque, a la visto del trato que, en ocasiones, reciben los toreros y el toreo de nuestros días, lo dudo.
El texto de Antonio Luis Aguilera, publicado antes en el Diario Córdoba el 28 de agosto de 2012, es impagable.
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Manolete, dios del toreo
El 3 de noviembre de 2005, en la magnífica sede de la Tertulia Taurina “El Castoreño” del Círculo de la Amistad de Córdoba, con el auditorio lleno hasta la bandera y actuando como notario el historiador taurino Fernando Claramunt López, el matador de toros Ángel Luis Mejías Jiménez, último representante de la célebre dinastía de los Bienvenida, una de las más toreras de la historia, respondió con el señorío, sencillez y gallardía que le caracterizaban al ser requerida su opinión sobre la campaña antimanoletista emprendida por críticos y toreros para restablecer la “verdad” del toreo, poco tiempo después de que un toro de Miura matara al torero cordobés:
“Mire usted, si el toreo ha tenido un dios y una virgen, ése ha sido Manolete. Primero fue él y luego todos los demás. Lo que ocurre es que aquí hay mucha envidia y eso no se perdona. Desgraciadamente, en España hay muchos envidiosos”.
Contra Manolete
En sus dos últimas temporadas Manolete sufrió el hostigamiento del público. Se metían con él y le protestaban el precio de las entradas. No era de extrañar, pues críticos de la influencia de Gregorio Corrochano (Diario ABC) le habían llamado banquero en sus crónicas al verlo de espectador en la feria de Sevilla.
Por otra parte, toreros que gozaban del fervor de una crítica ortodoxa pero de escasas miras, nunca perdonaron al espada de Córdoba que les anticipara la retirada, como fue el caso de Marcial Lalanda, quien juzgaba a Manolete de torero corto que se desenvolvía bien con los toros chicos y afeitados, cuando precisamente fue él quien protagonizó un enorme escándalo en Valencia, al aparecer afeitada en los corrales de la plaza la corrida del Conde de la Corte prevista para su despedida de la afición de aquella ciudad, hecho que originó el arresto y consiguiente rapado al cero de su representante, como entonces era habitual.
Manolete era el torero que más cobraba, porque era el que más se arrimaba. Precisamente por eso ocupaba el trono del toreo y mandaba en la Fiesta. Y como no podían pararlo, los envidiosos recurrieron a quienes sin escrúpulo propagaron que en él todo era truco y fraude. Sin embargo, la historia termina poniendo a cada uno en su sitio, por mucho que se empeñen en lo contrario algunos de los que la escriben. Basta comprobar cómo se toreaba antes de Manolete, examinando fotos de los toreros más influyentes de las primeras cuatro décadas del siglo XX, para verificar que se trata de un toreo de escasa reunión, con trasteos a la defensiva, donde la muleta balbucea un toreo de mayor sosiego, pero todavía desplaza al toro lo más lejos posible del sitio que ocupa el torero. El público aceptaba esta tauromaquia y veía como algo extraordinario cuando un toro propiciaba una actuación donde adquiría protagonismo la quietud de piernas.
El toreo anterior a Manolete era -en general- un toreo de poco ajuste y escasa quietud (fotografía de un natural por alto de Vicente Pastor en la primera década del siglo XX, publicada hace unos días en Toro, torero y afición) |
Quietud y ajuste
Por el contrario, analizando detenidamente fotografías de Manolete podemos observar que nos hallamos ante un toreo que no ha perdido actualidad. El ligado en redondo, donde el diestro deja venir al toro por su terreno natural para obligarlo a ir hacia atrás y hacia dentro, un planteamiento, que permite la ligazón de los pases, no fue descubierto por el inolvidable torero de Córdoba. Téngase en cuenta que en su formulación y desarrollo tuvieron mucho que ver matadores como Guerrita, Joselito y Chicuelo. Ahora bien, lo que sí hizo Manolete fue aceptarlo y adoptarlo como patrón de su modelo de faena y ejecutarlo ante todos los toros. De esta forma, asumiendo el riesgo que conllevaba no esperar a que saliera “su toro”, con una firmeza y regularidad impresionantes, implantó definitivamente el toreo ligado en redondo como la base técnica donde habría de cimentarse cualquier manifestación artística.
Antes de él se hablaba de “parar, templar y mandar”, pero fue necesario su reinado para hallar el gozne que permitiera la implantación y desarrollo de esta célebre fórmula, atribuida a Belmonte, a la que le faltaban los verbos: “aguantar y ligar”. Manuel Rodríguez asume cada tarde el riesgo que supone, mientras los demás murmuran que está llegando muy lejos, porque a todos los toros no se les puede torear por naturales y, por supuesto, porque ninguno es capaz de aguantarle el pulso.
Comentaba el matador de toros Rafael Jiménez Castro “Chicuelo”, hijo del gran maestro sevillano que otorgara la alternativa a Manuel:
“Mi padre decía que Manolete fue el único torero al que había visto pararse con los toros gazapones”.
Manolete fue el primer torero de la historia que se paró de verdad con los toros que entraban en la muleta gazapeando. Sólo los aficionados saben el mérito y la verdad que eso supone. |
Unidad de estilo. Un sistema de torear novedoso
Sobran comentarios, pues cualquier aficionado sabe lo que eso significa. Sin embargo, no podemos pasar por alto que esta valiosísima opinión confirma que el toreo de Manolete tenía unidad de sistema porque lo aplicaba a todo tipo de toros.
El tiempo acabó desarmando a quienes interesadamente etiquetaron al espada cordobés de “torero corto”, como Marcial Lalanda, que fue “el más grande” en la letra de su pasodoble. A un torero de la solemne majestuosidad y hombría de Manolete no se le puede juzgar por el austero catálogo de suertes que practicaba. El torero cordobés no realizaba, ni falta que le hacía, quites como el de la mariposa, donde se le tocan las orejas al toro, ni necesitaba torear de rodillas para que el público vibrara. Sin embargo, ejecutó con singular pureza las suertes fundamentales de la tauromaquia, como la verónica -reina del toreo a capote-, el natural -rey del toreo de muleta- y la estocada -reina de todas las suertes, llamada suprema porque en ella se pierde de vista la cara del toro cuando se entra a matar derecho y atacando arriba-. Sin concesiones a lo accesorio, Manolete ejecutó las suertes fundamentales en sus actuaciones. ¿Torero corto?
También Domingo Ortega, aprovechando que soplaban vientos a favor cuando Manolete ya no podía replicarle, conferenció sobre la “verdad” del toreo censurando al diestro que no adelanta la pierna contraria cuando se arranca el toro, porque no carga la suerte. Era una clara referencia al toreo de perfil del espada cordobés. Pero si la verdad del toreo se resumiera en esa acción de avance de la pierna de salida, todos los toreros, desde Manolete hasta nuestros días, habrían sido unos farsantes. Y no fue así. Conviene precisar que Manuel Rodríguez cargaba la suerte siempre que volcaba el peso de su cuerpo sobre la pierna de salida, que es la máxima expresión de entrega y dominio sobre el toro, sin que en ello tenga mucho o poco que ver que el compás permanezca abierto o cerrado.
No tuvo discípulos Domingo Ortega, que basaba su faena en un intercambio de pases y pasos, en un toreo sobre las piernas, de avance con el toro, armonioso para quienes aceptaban esta forma de dominio y de menor valor para los que veían en su sistema una forma más o menos elegante de irse al rabo.
Por el contrario, todos los toreros adoptaron para expresar su arte el sistema de toreo ligado en redondo consolidado por el torero cordobés, donde el lidiador, con el compás abierto o incluso retrasando ligeramente la pierna de salida, deja venir al toro por su camino natural para, sin quebrar su viaje hacia afuera, llevarlo hacia atrás y hacia adentro, y con un giro de talones resolver la colocación para ofrecer nuevamente la muleta y ligar los muletazos.
Ninguna campaña pudo evitar que la sombra de Manolete siguiera agigantándose en la historia de la Fiesta, porque como escribió “Clarito”:
“El toreo está tan lleno de Manolete como los cielos y la tierra de la voluntad de Dios”.
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