Por Marcos García
Julio Aparici "Fabrilo" la apostura de un torero valenciano hoy en el olvido
Realizando una aproximación a Julio Aparici (Fabrilo), vemos que su figura estaba predestinada para un fin trágico desde el mismo día de su nacimiento. El que después fue famoso matador de toros nació en Ruzafa el 1 de noviembre de 1865, festividad de Todos los Santos. Sus padres, que poseían un molino arrocero y consagraban su vida al trabajo, pensaban destinar el mismo camino a su numerosa prole, cuatro varones y cinco hembras, hasta que el segundo hijo varón, Julio, sintió el deseo irreprimible de ser torero y cambió el devenir de su familia.
Sus inicios taurinos tuvieron las características propias de los chavales de su edad acudiendo a cuantas capeas se celebraban por la zona y adquiriendo así un aprendizaje difícil y rudo, pero efectivo. Podría haberse diluido como tantos otros jóvenes pero el antiguo banderillero José Solves (Ñespla) dio un impulso definitivo a su carrera cuando decidió apadrinarle y proporcionarle actuaciones en plazas importantes como la de Valencia, en la que desde 1886 comenzó a ser un habitual en los carteles.
Pero Julio no siguió a la gran mayoría de los toreros de la época al no realizar una larga formación en una cuadrilla como banderillero sino que, tras muy pocas actuaciones como tal, empezó a actuar como matador en novilladas económicas y después en festejos picados.
Pronto despertó en toda la región un interés extraordinario, pues la ciudad del Turia contaba con la que estaba considerada mejor feria taurina de España y una gran afición, pero carecía de un torero que rivalizara con las grandes figuras del momento.
Tras varios años de novillero se anunció su alternativa en Madrid el 23 de septiembre de 1888 de manos de Francisco Arjona (Currito), pero la mala suerte se cruzó por primera vez en su trayectoria y la corrida fue suspendida. Antes de la finalización de la temporada se organizó otra alternativa en Valencia el 14 de octubre de manos de Antonio Carmona (Gordito) e inmediatamente después marchó a Cuba a torear varias corridas.
A la vuelta, Frascuelo le confirmó en Madrid y su carrera vivió un bache de un par de temporadas. Pero en 1892 cambió de apoderado y consiguió durante los siguientes años torear entre 21 y 27 corridas, un número considerable para la época. Y cuando parecía que su toreo mostraba una clara progresión surgieron diversos problemas.
Fabrilo fue lo que hoy llamaríamos torero mediático, alguien muy popular entre todos los estamentos sociales. Sus alardes y apostura le hicieron famoso. En la imagen, un famoso desplante de Julio Aparici, en Valencia, el 10 de noviembre de 1895 ante el toro "Chiclanero" (Cien años de tauromaquia-Panorama)
En nuestro tiempo que existe el término de “toreros mediáticos” para designar a unos toreros con unas características muy precisas, podemos ver que, aunque es nuevo el término, no lo es el hecho y como dice Cossío (Los Toros, Tomo III, pág. 46) «súbitamente la afición valenciana se hizo su enemiga por motivos de orden particular».
En 1895, la vida privada de Fabrilo empezó a ser la comidilla de todos los mentideros sociales de Valencia. En junio de ese año Fabrilo había contraído matrimonio en Lérida con una muchacha valenciano, Pilar Teruel, cuyo padre se había opuesto a su relación y por ello la había enviado a vivir con su madre a la capital ilerdense. Tras la boda, Fabrilo instaló a su esposa en su domicilio de Valencia donde vivía con sus padres y hermanas pero surgieron problemas, pues la familia del torero se opuso a la muchacha creyendo que su interés radicaba en la fama y en el capital del torero.
Poco después empezó a circular por la ciudad que el torero casado mantenía una relación con una de las hijas de los marqueses de Fuente el Sol. El pueblo no dejaba de hablar de esta situación, lo que incrementaba el número de partidarios y detractores de Julio Aparici por sus simpatías personales. Analizando la situación se atisba una pugna entre dos escalas sociales: la clase modesta se oponía a Fabrilo por burlar a la mujer pobre y honrada con una chica de distinguido linaje y la clase noble también se oponía por ver que un hombre de condición modesta intentaba acceder a su categoría. Sólo los aficionados imparciales valoraban su actuación como torero y, cuanto más acuciaban los unos, más protestaban los otros.
En este desagradable contexto se sitúa la famosa corrida del 10 de noviembre de 1895. En los días previos sus detractores intentaron crear un mal ambiente para reventar el espectáculo, pero cuando Fabrilo salió al ruedo prevalecieron los aplausos. Ese día, en posiblemente la mayor demostración de arrojo temerario, tras un quite al sexto toro extendió el capote en la arena y se tumbó delante del toro Chiclanero, de Veragua, en la imagen que describe más fielmente su toreo y su vida.
Pero la parca acechaba a Fabrilo. El 29 de junio de 1893 a punto estuvo de morir en la plaza de Játiva a causa de una gravísima cornada recibida en el glúteo izquierdo por un toro de Peñalver. El 11 de octubre de 1894 un toro de Clemente le infirió en Gandía otra terrible cornada en el muslo derecho. En junio de 1896 sufrió un ataque de apendicitis que también le llevó a las puertas de la muerte.
Tras cada herida o enfermedad se temía un funesto desenlace que el torero lograba salvar con sorprendente fortaleza. Pero la muerte seguía planeando sobre el torero y no cejaría en su empeño hasta ver saciado su deseo. El 27 de mayo de 1897 se anunció en Valencia junto a Antonio Reverte seis toros de José Manuel de la Cámara.
Durante la corrida Fabrilo había tenido momentos lucidos pero una parte del público le escatimaba los aplausos. En esta situación salió el quinto, Lengüeto, un toro cárdeno, grande y con buenas defensas.
Tomó ocho varas sin codicia y cuando se cambió el tercio el público solicitó, como era habitual en aquellos tiempos, que banderilleasen los matadores, pero sabiendo que el toro no se prestaba al lucimiento ambos se negaron indicando que lo harían en el siguiente. Las protestas habían remitido cuando su hermano Paco Fabrilo cogió los palos, entró al cuarteo y, por pararse el toro en el momento de la reunión, pasó en falso, lo que aumentó la protesta y llevó a Fabrilo a pedir dos pares de banderillas, ofreciendo uno a Reverte, que rehuyó el ofrecimiento. Fabrilo se perfiló, cuarteó y dejó un par que provocó que el toro, al sentir los arpones, alargara el cuello y empitonara al diestro por la ingle izquierda provocándole una herida grave de 15 centímetros de profundidad.
27 de mayo de 1897. Valencia. Reverte y Fabrilo se encierran con una corrida de José Manuel de la Cámara (Archivo LRI)
Durante la corrida Fabrilo había tenido momentos lucidos pero una parte del público le escatimaba los aplausos. En esta situación salió el quinto, Lengüeto, un toro cárdeno, grande y con buenas defensas.
Lengueto de Cámara en los corrales(fotografía facilitada por Marcos García)
Tomó ocho varas sin codicia y cuando se cambió el tercio el público solicitó, como era habitual en aquellos tiempos, que banderilleasen los matadores, pero sabiendo que el toro no se prestaba al lucimiento ambos se negaron indicando que lo harían en el siguiente. Las protestas habían remitido cuando su hermano Paco Fabrilo cogió los palos, entró al cuarteo y, por pararse el toro en el momento de la reunión, pasó en falso, lo que aumentó la protesta y llevó a Fabrilo a pedir dos pares de banderillas, ofreciendo uno a Reverte, que rehuyó el ofrecimiento. Fabrilo se perfiló, cuarteó y dejó un par que provocó que el toro, al sentir los arpones, alargara el cuello y empitonara al diestro por la ingle izquierda provocándole una herida grave de 15 centímetros de profundidad.
El momento de la cogida y el instante del quite (Imágenes facilitadas por el autor del artículo, Marcos García)
En la enfermería se vivió un momento dramático que pudo determinar la propia muerte del torero. Cuando Fabrilo fue llevado allí una gran multitud invadió el recinto, provocando incluso la rotura de parte del instrumental médico. La policía cargó contra la gente para dejar a los médicos actuar.
Tras serle practicada la cura el torero fue traslado por la noche a su domicilio –muy próximo a la plaza de toros– y allí parecía evolucionar favorablemente, pero pronto empeoró y finalmente falleció el día 30. En su empeoramiento influyó que en la primera exploración médica un trozo de taleguilla había quedado en el interior de la herida.
Fabrilo de cuerpo yacente y su mausoleo
Tras su muerte, la familia quedó desprotegida. Varios toreros prometieron a Paco Fabrilo incorporarlo como banderillero pero finalmente no se concretaron estos ofrecimientos y el nuevo Fabrilo decidió retomar su antigua carrera como novillero. Para la reaparición, intentando sobreponerse al mal fario, se preparó una novillada el 27 de junio, un mes exacto de la cogida mortal de Julio, y con el mismo ganado al que pertenecía Lengüeto. Su actuación supuso un enorme éxito y despertó un gran interés en la afición, que veía en Paco al continuador de la dinastía torera.
Pero fueron pasando los meses, su campo de actuación prácticamente se limitaba a la plaza de Valencia y esto le perjudicó. Pronto los detractores de Julio retomaron sus protestas contra Paco y en este contexto se anunció una novillada en Valencia el 30 de abril de 1899 con ganado de Pablo Romero y junto a Carlos Gasch (Finito).
Paco Fabrilo en 1898 (Fotografía facilitada por Marcos García)
Pero fueron pasando los meses, su campo de actuación prácticamente se limitaba a la plaza de Valencia y esto le perjudicó. Pronto los detractores de Julio retomaron sus protestas contra Paco y en este contexto se anunció una novillada en Valencia el 30 de abril de 1899 con ganado de Pablo Romero y junto a Carlos Gasch (Finito).
Chaquetilla del terno grana y oro que lució Julio Fabrilo el día que lo mató el toro Lengueto (Museo Taurino de Valencia)
En un nuevo desafío al destino, Paco Fabrilo vistió esa tarde el mismo terno grana y oro que su hermano Julio había lucido la tarde de su cornada mortal. La corrida fue desastrosa y las protestas del público desairaron a Paco, que al entrar a matar al cuarto toro, Corucho, fue enganchado, saliendo del embroque con una terrible cornada en el muslo derecho de la que manó mucha sangre. Llevado a la enfermería se apreció la gravedad de la herida y allí falleció al día siguiente, cuando ya marcaba el calendario el trágico mes de mayo.
Los toros de Pablo Romero en los corrales. Corucho es el toro negro que está en último término (Fotografía facilitada por Marcos García)
Vemos demasiadas coincidencias en la muerte de los dos hermanos: la misma plaza, el mismo mes, el mismo vestido…
La dureza del toreo adquiere en Fabrilo una dimensión terrible: el castigo de los toros, un matrimonio desdichado, el rechazo de sus paisanos, la muerte, las terribles coincidencias con la cogida mortal de su hermano y, aún hoy, su caída en el olvido en parte de la afición.
En el contexto de la tauromaquia valenciana Fabrilo fue un torero muy importante, el más importante hasta la aparición de Manuel Granero. Su figura despertó un gran interés y bajo su atracción muchos paisanos desearon emular sus triunfos, lo que se tradujo en la aparición de un buen ramillete de toreros muy interesantes que llenaron hermosas páginas de la tauromaquia valenciana como José Pascual (Valenciano), Carlos Gasch (Finito), Agustín Dauder o el propio Paco Fabrilo.
Esperemos que este año que se celebra el 150 aniversario de su nacimiento sirva para reivindicar su figura, restañar la injusticia que sufrió por parte del público y reconocer su importancia en la historia del toreo.
Fabrilo. Torero mediático fue portada en Pan y Toros
Postdata. Sobre Marcos García, autor de este post
Que la afición a los toros está viva, se demuestra por la asistencia de público a las plazas, pese a la maldita crisis pero sobre todo se demuestra por la existencia de jóvenes aficionados como Marcos García que han hecho del toreo su pasión desde niños.
Marcos ha sido aficionado e, incluso, intentó ser torero (con 12 años ingresó en la Escuela Taurina de Valencia) aunque pronto comprendió que eso no era lo suyo. Perdimos un torero pero ganamos un gran aficionado. Un gran aficionado que además es la prueba evidente de que el toreo es cultura. Y de la buena pues Marcos es licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Valencia y profesor por oposición de la especialidad de Griego que ejerce en el I.E.S. José Rodrigo Botet de Manises.
A Marcos, le encanta la Fiesta. Especialmente la tauromaquia valenciana, la bibliografía taurina y el último cuarto del siglo XIX.
A Marcos también le encanta escribir (escribe muy bien, añado yo) y ha publicado en www.taurologia.com los artículos Amadeo de Saboya y los toros, Juan Belmonte en Valencia y Las encerronas de Joselito el Gallo. Ha impartido en el foro de ASABAF la ponencia El desplante de Fabrilo, figura sobre la que ha profundizado y a la que ha dedicado su primer libro: Julio Aparici (Fabrilo). Un rasgo de valor.
Estamos ya expectantes por leer los siguientes.
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