Por Juan Antonio Polo
Vuelta al ruedo al quinto de la tarde. Un bravo y encastado toro de Victoriano del Río.
Brava y encastada en líneas generales la corrida de Victoriano del Río, muy del gusto de Pamplona. Impecable su trapío y pavorosas, por largas y astifinas, sus defensas, peleó bien con los caballos, se movió y embistió sin remilgos a los toreros de a pié. El primero se partió una pata y el segundo presentó alguna dificultades, pero los cuatro restantes cumplieron con nota, sobre todo el quinto, “Español” de nombre, un gran toro que haciendo bueno el refrán propició el triunfo de Fandiño y se ganó la vuelta al ruedo.
¿Los toreros? Bien, pero sin excesos. Padilla, que nada pudo hacer con el toro del accidente, sorprendió al público al negarse a banderillear al cuarto y al instrumentar frente al mismo una faena muy seria, sin sus acostumbrados alardes, en la que toreó limpiamente por ambos lados, sobre todo por el izquierdo. La cerró con unos adornos muy toreros y tumbó al toro de una estocada, precedida de un pinchazo. El caso es que, sea por el pinchazo, sea porque el público echó de menos el habitual arrimón, sea porque la gente estaba merendando, no se escuchó una sola palma.
Fandiño, que no logró armar faena con el dificultoso segundo, tuvo la suerte de salir indemne de la terrible cogida sufrida al entrarle a matar por segunda vez… y la suerte de que el público, impresionado por la voltereta, solicitara y consiguiera que le premiaran con una oreja. Vale. Al quinto, una auténtica joya, le hizo una magnífica faena, toda ella por la derecha, lo remató de una soberbia estocada y le cortó las dos orejas por aclamación. ¿Le faltó algo? Creo que sí, a mi entender Fandiño se olvidó echarse la muleta a la izquierda. Y el toro se lo merecía.
Juan del Álamo estuvo muy animoso toda la tarde. La faena al tercero se diluyó tras un prometedor principio y, por el contrario, fue en los compases finales de su faena al noble sexto cuando consiguió conectar con el público, aunque su fallo con los aceros le dejara sin premio. No estuvo mal del Álamo, pero particularmente eché de menos el aplomo mostrado en alguna de sus tardes madrileñas.
A destacar que el sorprendente público, tras ningunear la sólida faena de Padilla al cuarto, al término de la corrida despidiera al diestro con una ovación atronadora, ondeando docenas de banderas piratas y entonando diversos cánticos… como si hubiera cortado cuatro orejas. Cosas.
Fandiño fue cogido de forma dramática al entrar a matar al segundo de la tarde.
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