Por Jose Morente
Joselito inmenso con un exigente toro de Santa Coloma en Madrid sin que (como suele suceder) se enteraran ni el Presidente, ni algunos aficionados, ni parte de la crítica (Ilustración de André Martínez de León para el libro “Los genios de cerca” de Luís Bollaín)
El difícil oficio de la crítica
Narraba Luís Miguel López-Rojas en la anterior entrada de este blog una serie de anécdotas que venían a demostrar que mientras los aficionados de la época de José y Juan andaban enzarzados en sus fuertes trifulcas, los dos diestros emblemáticos de la edad de oro se profesaban respeto, admiración y verdadero afecto.
Y eso no quiere decir que Joselito se dejase ganar la pelea por Belmonte, más bien al contrario, como apuntaba Pablo Galán en un comentario a esa entrada. Precisamente, uno de los relatos más interesantes del artículo de Luis Miguel era el de aquella tarde en Madrid en la que un motivado e inmenso Joselito hacia derroche de valor ante un agresivo y fiero toro de Santa Coloma. José le ganaba la partida en la plaza a Juan Belmonte pero luego en la calle buscaba a su ya amigo como testigo fiel de su hazaña y de su capacidad torera, una capacidad torera puesta en duda por algunos de sus propios partidarios.
La anécdota tiene interés no sólo porque refleja el tipo de relaciones entre los dos toreros sino también porque pone sobre el tapete varias cuestiones. La primera, la de la veracidad de estas historias antiguas, algo discutible cuando ya las faenas pasaron y tenemos que fiarlo todo al testimonio -oral o escrito- de terceros y otra, no la menor, lo difícil que resulta calibrar el mérito real de lo que sucede en la plaza salvo para el que se pone delante del toro.
Eso explica quizás la disparidad de opiniones y valoraciones que suscita una misma faena. Disparidad que resulta más evidente en el caso de la crítica taurina y es que escribir de toros no es nada fácil pues estoy por decir que cada revistero (cada aficionado) ve las cosas de forma diferente a como la ven los demás. Por eso, muchas veces nos parece haber asistido a una corrida distinta de la que reseñan los periódicos, como ya señalaba en su día el maestro Marcial Lalanda.
Marcial Lalanda de quejaba de que a veces cuando leía una crónica taurina le daba la impresión de que no había estado en la plaza ese día. Como si hubiera visto otra corrida…
Vamos a indagar en estos dos aspectos (veracidad de la memoria oral y dificultad de analizar con justeza lo que ocurre en el ruedo) al hilo de la faena de Joselito al toro de Santa Coloma de la que hablaba Sebastián Miranda y lo vamos a poder hacer porque, en este caso (al contrario que otros donde sólo quedan reseñas siempre discutibles), tenemos la suerte de disponer de un testimonio único, directo e irrefutable. El testimonio de Juan Belmonte cuya palabra creo que debe significar algo en el toreo. Testimonio que nos llega, además, por dos vías diferentes: la de Sebastián Miranda (que ya conocemos) y la de Luis Bollaín (que ahora conoceremos). Las dos versiones son prácticamente coincidentes lo que garantiza la veracidad de la anécdota.
Un libro que ya conocemos “Los genios de cerca. Belmonte visto por un belmontista”. En este caso, el belmontista (insigne) es Luís Bollaín quien nos da en él su versión de lo que le contó Juan sobre la faena de Joselito al Santa Coloma.
El testimonio de Juan Belmonte.
Vamos a transcribir lo que decía Juan Belmonte sobre esa faena de José pero ahora a través de la versión que nos dio Luís Bollaín en su libro “Los genios de cerca”. Y vamos a contrastar sus palabras con lo que dijeron en su día los críticos taurinos de la época en diarios y revistas. Ya veremos a donde nos lleva esto.
Empecemos por lo que dice Juan Belmonte. Concretamente, por lo que Juan dice del toro de Santa Coloma que dio pie a la anécdota ¿Cómo fue realmente ese toro?
Juan lo describe así:
“En cuanto lo vi salir por los toriles me hice el firme propósito de no darle un sólo capotazo. ¡Y cumplí lo prometido a mí mismo! Había que ver el respeto de aquella cara, las agujas de aquellos pitones brillantes y negrísimos, la lumbre de aquellos ojos inyectados en sangre, el genio endiablado de aquella fiera”.
Añade Belmonte que, como Camero pudo meter el palo un par de veces, Joselito creyó que el toro estaba suficientemente picado y mandó que no le pegaran más, andando por la plaza muy sereno como si tuviera que vérselas con un enemigo modelo de nobleza y suavidad.
Cogió las banderillas, puso tres pares soberbios y cuando tocaron a matar:
“Se fue para el toro dispuesto a iniciar la faena con el ayudado por alto, es decir, con el pase que en mi época empleábamos para empezar el muleteo a los toros que, por su embestir noblote, no precisaban trasteo de castigo.
Yo no salía de mi asombro ni de mi admiración”.
Y sigue diciendo Belmonte:
“Embistió el toro, Joselito dio el ayudado por alto y se quedó con la muleta en la izquierda. ¡Dios Santo –pensé-, con un bicharraco así y, al segundo pase de la faena, un natural!. Pues sí, vino el natural pero vino también un revolverse el toro con tal rapidez y con tal genio que hubo un instante en el que el Santa Coloma quedó enroscado al cuerpo de José y con el pitón en la oreja izquierda del torero.
¡Claro –me dije- si tenía que suceder. Si el toro lleva dentro una pimienta pavorosa!
Joselito lo comprendió sin duda, en aquel instante. Ante el trágico aviso, retrocedió unos pasos, impuso una breve pausa al muleteo y cuando volvió a la carga, lo hizo en otro tono muy distinto, con una táctica muy diferente.
Desde luego, estuvo admirable. Si estaría bien que cortó la oreja –¡con lo difícil que era entonces cortar una oreja en Madrid!- pero a base de hacer una faena de matiz defensivo y dominador.
Añade Juan que esa tarde no intercambiaron palabras ni comentaron lo que había pasado pero que unos días después estando en la Estación del Norte, vio aparecer a Joselito con dos amigos. En cuanto José le divisó se vino hacia él apresuradamente:
“¡Oye, Juan! ¡Di a estos amigos que te pareció el toro de Santa Coloma al que desorejé la otra tarde aquí en Madrid.
Pues –contestó Juan rápido- el toro más “malage” que yo he visto lidiar”.
Lo que aprovechó José para decir la frase que conocemos y que recogía Sebastián Miranda:
“¡Lo veis ustedes como de esto no entendéis ni una palabra? ¡La guasa que tenía el animalito!”
Indagando en las hemerotecas
Página de la revista Toros y toreros del día 8 de mayo de 1917 con la crónica de la corrida extraordinaria del viernes 4. Mucha fotografía pero poca información, sobre todo si se compara con la Prensa diaria no especializada (Ejemplar facilitado por Rafael Cabrera Bonet)
Después de indagar en las hemerotecas (algo hoy fácil gracias a la digitalización de las mimas) y, también, en las bibliotecas de los amigos, hemos localizado (no sin trabajo) la corrida en que ocurrió el hecho al que se refería Juan Belmonte.
Fue una corrida extraordinaria (fuera del abono madrileño) en un mano a mano con Joselito y donde se lidiaron seis toros de Santa Coloma. La corrida se celebró, concretamente, el viernes día 4 de mayo del año 1917. Joselito estuvo sensacional pero la actuación de Juan Belmonte no pasó de regular.
Joselito triunfó ese día en Madrid como reconocía la revista generalista Mundo Gráfico que dedicaba al torero una página completa pocos días después. He aquí la entradilla.
El toro del sucedido, que diría un castizo, se lidió en tercer lugar (era el segundo de Joselito) y se llamaba Tabacoso, tenía el número 85, era negro zaíno y estaba bien puesto de pitones.
Si bien Juan afirmaba que Joselito había cortado la oreja del toro, ese dato no se ajusta exactamente a la realidad pues, ni esa tarde ni otras, José desorejó ningún Santa Coloma en Madrid. Pero, eso sí, la faena debió impactar al respetable público madrileño (igual que impactó a Belmonte) pues hubo petición de oreja que (aunque no la concediera el despistado Presidente) debió ser bastante fuerte, lo que explica el recuerdo triunfal que Belmonte tenía de esa faena.
Tampoco puso José tres pares, sino dos, pues cerró el tercio el Almendro. Los tres excepcionales pares a que se refiere Belmonte fueron en el 5º un toro de bravura más asequible.
Pero todo lo demás, todo lo que dice Juan, encaja línea por línea con los documentos que disponemos, con las fotografías que nos han llegado y con lo que dijeron los críticos. Con los datos objetivos. Porque, por lo que respecta a las opiniones subjetivas de los críticos, la cosa, en algunos casos, difiere bastante.
Vaya por delante que le concedemos mayor crédito a la opinión de Juan Belmonte que a la de cualquier crítico de la época (por mucho prestigio que tuviese), entre otras cosas porque Juan estaba en el ruedo al lado de José y enfrente del temible toro de Santa Coloma mientras los críticos estaban –como es lógico- el tendido. Y hay cosas que, desde el tendido, son muy difíciles de apreciar aún para el espectador más avezado.
José Lebrón en la sección Mundo taurino del diario “La Nación” resumía de forma tajante como estuvieron los dos ases esa tarde.
La opinión de la crítica
Repasando las críticas taurinas sobre esa corrida, lo primero que llama la atención es, que pese a la diversidad de matices, existe cierta unanimidad en calificar la corrida de Santa Coloma como buena y al toro Tabacoso como toro bravo y de mucho nervio (que, en resumidas cuentas, es lo que opinaba Belmonte de ese toro).
Es cierto que hay algún revistero despistado como el anónimo firmante de la reseña de “El País” que, aunque precisaba que el tercero fue bravísimo, calificaba a todos los toros (salvo al manso primero) de “más inocentes que un cubo”. Algo que es una contradicción en origen. También Paco Media-Luna opinaba en “El Toreo” que los diestros no tendrían quejas de los toros. Pero, evidentemente se refería a la corrida en su conjunto.
Por el contrario, Corrochano en ABC y Montera en “Toros y toreros” destacaban el nervio del tercer toro, nervio muy acusado y que atribuían ambos a su origen saltillesco. El crítico de “Toros y toreros” aprovechaba de paso para recriminar al Conde por la cruza con Saltillo señalando que con ella se estaba:
“Buscando una ilusoria mejoría innecesaria en una vacada que como la suya era superior por su historia y por su procedencia murubeña”´
Corrochano, siempre muy atento a las condiciones del toro, clave según él para valorar al torero dijo que:
“En las verónicas ya vimos que se trataba de uno de esos toros nerviosos, muy bravos, de mucho celo, que no dejan reponerse al torero”.
“En las verónicas ya vimos que se trataba de uno de esos toros … de mucho celo, de los que no dejan reponerse al torero” (Gregorio Corrochano). En la fotografía de Toros y Toreros (facilitada por Rafael Cabrera), se aprecia la casta y el nervio de Tabacoso, ya de salida, ante el capote de un Joselito que tiene que abrir mucho el compás para poderle al toro. Don Pío dijo de esas verónicas de recibo que si no fueron paradísimas (no podían serlo, añadimos nosotros) si que fueron apretadísimas y colosales .
Don Pío añadía, en “El Liberal”, que “el cabezón de Santa Coloma” tiraba “2.749 cornadas por segundo”. Tantas que “hasta en el tendido tiritábamos”.
Gallito, Gallito y Gallito. Así titulaba el críticoo del Liberal, el gallista Don Pío su crónica del día siguiente. Una crónica llena de “kikirikies” al menor de los Ortega
Que el toro tirara 2.749 cornadas por minuto no parece importarle a Joselito quien se arrima de verdad en este quite. Merece la pena fijarse donde está el pitón de Tabacoso y donde la pierna derecha del torero (Fotografía de Toros y toreros facilitada por Rafael Cabrera)
Posiblemente, el mismo remate visto desde otro punto y captado por otro fotógrafo. Se ve aún mejor la posición de la pierna y el pitón. A este recorte, Don Pío lo llamó “el quite nuevo”, una especie de medias verónicas por delante que, al parecer, estrenó en Andújar. Por lo visto gustó mucho al público (Foto de Casa Alfonso publicada en el diario “El Día”)
La mejor descripción (y la mejor crónica) fue la de Barbadillo, el más equilibrado (no en balde era el favorito de Clarito) quien ponía en “El Imparcial” los puntos sobre todas las íes (incluida la excepcional actuación de Camero).
Tabacoso (cuya imagen infunde pavor) derriba a Camero. Belmonte (de azul claro y oro) al quite. José (de grana y oro) muy atento. De Camero destacaba Barbadillo uno de sus puyazos, “doblándose colosalmente sobre el palo y lastimando atrozmente a la res con la perfecta y asombrosa ejecución del arte de picar”. En general, la crítica puso por las nubes la actuación de Camero, el picador estrella de Joselito (Fotografía de Toros y toreros facilitada por Rafael Cabrera)
Joselito remata un quite. José estuvo muy bien con el capote toda la tarde (Fotografía de la Lidia)
Los toros fueron para Barbadillo, finos, bien criados, de nota buenísima. Para Tabacoso, se deshace en elogios:
“Fue el tercero un gran toro: fino, bonito, terciado, bravísimo, con la sobra de nervio del ganado andaluz de estas vacadas de primera clase; se comía la muleta; era un relámpago”
Aunque Tabacoso está ya encogido y con la lengua fuera, pues lleva una estocada de muerte, se aprecian, en la fotografía, perfectamente sus hechuras puramente saltillescas. El Conde de Santa Coloma cruzó las vacas de Ibarra con sementales puros de Saltillo. Cruza que según las malas lenguas le endosó luego –por exceso de casta- a su hermano el Marqués de Albaserrada, de donde procede lo de Victorino y Adolfo Martín
Bien claro está que, sin llegar a la fina percepción de Juan Belmonte, tanto el público como la mayoría de la crítica se apercibieron de las dificultades del toro.
Igual que con el toro, todo el mundo (o casi) valoró también el derroche de facultades y la entrega de Joselito que estuvo (como dijo Belmonte) valiente en exceso. Don Pío lo recalcaba y se exaltaba:
“Su nota de ayer fue principalmente la valentía (…) Pues ya le visteis exponer en aquel ayudado por alto, más parado que un reloj sin cuerda y de aquel inmenso natural que le siguió metiéndose temerario, valentísimo entre los pitones”
“Hubo un momento en que el Santa Coloma quedó enroscado en el cuerpo de José” (Juan Belmonte).
En Mundo Gráfico se publicaban estas dos fotografías de Alfonso (Fotos A y B) señalando que correspondían a dos de los naturales que Joselito dio a su segundo toro. No cuadra pues José a Tabacoso no le dio más que un único pase natural (aquel del que hablaba Belmonte). Por lo que caben dos posibilidades. Primera, que una de las fotos corresponda a uno de los estupendos pases en redondo de los que dio José al quinto toro o, segunda que se trate de dos fotos del mismo natural desde dos ángulos distintos. Hipótesis esta última más que creíble pues ese año (1917) a Alfonso Sánchez Portela empezó a acompañarle en tareas de reportero taurino su propio hijo, Alfonso Sánchez García, trabajando juntos pero en tendidos distintos (normalmente, en el 2 y 8, según Juan Miguel Sánchez Vigil y Manuel Durán Blázquez) para cubrir un mayor ángulo en la plaza. Lo que es evidente es que, en la segunda de las fotos, se aprecia perfectamente como el Santa Coloma se enrosca en el cuerpo de Joselito.
Después del natural vino el achuchón del toro y a continuación, lo que hoy llamaríamos un arrimón. Lo cuenta Paco Media-Luna:
“Luego se dejó atropellar por el toro y después se arrimó de un modo indecible dando manotadas en el testuz y luchando de poder a poder con el animal, hasta que este cuadró y entró el espada para cobrar una estocada definitiva que tumbó al toro”.
Barbadillo es, de nuevo, quien da en la tecla y mejor lo cuenta:
“La faena ante el tercero fue admirable. El animal embestía nerviosísimo. José empezó con un pase ayudado; siguió con un soberbio natural y, siempre entre los cuernos, como peleando de poder a poder con con aquel bravo y pegajoso toro, le hizo igualar en brevísimo tiempo, le entró derecho y le dio una estocada que hizo doblar en el acto al cornúpeto”
Después vino una faena de corte distinto, de poder a poder, que encandiló a la afición madrileña (Fotografía de Alfonso para Mundo Gráfico).
En “La Torería”, sección taurina del “Imparcial”, Barbadillo titulaba así su crónica. El relativo Himalaya era Joselito mientras que el Cerro del Pimiento en absoluto era ese día, Juan Belmonte.
Como nunca falta un roto para un descosido, la nota discordante la ponía –otra vez- el anónimo crítico de “El País” quien vio la faena de forma muy distinta:
“Muy mal no toreando despacio al 4º (sic) que era bravísimo. Pases efectistas que le aplaudieron. Lo mató de media baja ¡Qué lástima de toro!”
Lógicamente, con ese punto de vista, el crítico de “El País” tampoco pudo entender la favorable reacción del público a la faena de Joselito. Por ello, y porque no puede ocultarla, la cuenta pero la puntualiza con un exabrupto:
“Ovación enorme que le obligó a saludar desde el tercio después de dar la vuelta al ruedo. Una ovación, vuelta y petición de oreja por no torear ¡Viva San Isidro!”
Como vemos, esa forma tan sui-generis de contar las cosas que han tenido y tienen los revisteros de “El País” de esta época, viene ya de esos tiempos que los flamencos llamarían “inmemoriables”.
El Presidente de la corrida, Fulgencio de Miguel, Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Madrid en aquellos años. Otro que tampoco supo apreciar el mérito de la faena de Joselito.
Pero lo que más me sorprende es la opinión de Corrochano ya que el crítico de ABC siempre se destacó por hacer mucho hincapié en las condiciones de los toros y desde luego, don Gregorio dedicaba bastantes líneas en sus crónicas a analizar el comportamiento de las reses . Dice Corrochano de esa faena al tercero:
“Con la muleta estuvo valiente pero le faltó reposo. Le faltó dominio. Dio un gran pase natural y otro de pecho pero sin guardar relación muy movido , acosado por el toro que, cada vez estaba más bravo, cada vez más ágil, revolviéndose en un palmo de terreno no le dejaba reponerse al torero ¿Qué digo reponerse? Ni respirar. Dos toros así cada tarde acaban con la torería”
Lo curioso (y sorprendente) es que después de describir con nitidez las tremendas complicaciones de ese toro y sus dificultades y de enfatizarlas, no fuera capaz de valorar al torero en función de esas condiciones. Es más añade que:
“Como yo creo que Joselito sabe más que el que inventó el toreo, hubiese deseado más reposo en la faena y desde luego más dominio, que para estas insuperables dificultades quiero yo estos insuperables toreros”
La Crónica de Corrochano se iniciaba con una reflexión sobre Echevarría, Retana, la lluvia, Neptuno y la Cibeles. También la crítica de toros estaba empezando a cambiar en esa época”
Apuntillando a Tabacoso y apostillando a Corrochano
Lo dijo el Papa Negro: La clave está en fijarse en las cambiantes condiciones de los toros.
De ello, de fijarse en las cambiantes condiciones de los toros presumía Corrochano (como presumen muchos aficionados de ayer y hoy) pero creo que entender de toros es algo más. Hay que saber valorar lo que hace el torero en función del toro. Sin exigencias desorbitadas. En su justa medida.
La frase con la que Corrochano sentencia su crónica es muy efectista (a Corrochano le encantaba hacer frases efectistas y de ahí su fama entre los aficionados) pero su opinión no deja de ser dogmática y teorizante.
Gregorio Corrochano, crítico taurino del diario “ABC”. Con él llega un nuevo modo de hacer la crónica taurina pues abandona el relato toro por toro por una visión más general de lo que ocurre cada tarde. Le perdía su suficiencia y dogmatismo pues siempre hablaba “ex-cátedra”. Pese a todo, tenía mucho más conocimiento del toreo que los críticos costumbristas que vinieron después. Por todo ello, tuvo mucha influencia en su época. Algunos de sus conceptos mantienen su validez hoy día pero la mayoría, ya no.
Corrochano hizo una crónica muy exigente con Joselito porque ser exigente es lo que le daba (y da) prestigio y categoría de gran crítico entre los aficionados exigentes. La verdad, sin embargo, es otra muy distinta y está más cerca del equilibrio de Barbadillo que de la pomposidad y suficiencia de don Gregorio.
Don Joaquín López Barbadillo, el magnífico y ecuánime crítico de “El Imparcial”, en cuya tribuna había sustituido a Don Modesto a su muerte. Para Clarito, el mejor de aquella época.
Ya se lo dijo José a sus partidarios con Juan Belmonte de testigo (y cuidado que estos dos –Juan y José– si que sabían de toros):
“¡Lo veis ustedes como de esto no entendéis ni una palabra? ¡La guasa que tenía el animalito!”
Joselito le pudo a Tabacoso pero… ni el Presidente, ni algunos aficionados ni parte de la crítico se enteró de lo que pasaba en el ruedo.
Apliquémonos nosotros el cuento.
Joselito viendo morir a Tabacoso entre la aclamación del público de Madrid, la admiración de Juan Belmonte y la incomprensión del Presidente, de algunos aficionados y de parte de la crítica (Magnífica fotografía de Alfonso para Mundo Gráfico)
22 comentarios:
Morente vuelve a deleitarnos con Gallito de nuevo. Yo, ya lo saben, como hubiera sido "gallista", ello es condición que había de condicionarme; pero como por otra parte, he tenido tan buenos maestros en este nuestro tema de "la bendita locura" que es el Toreo, es cuestión que me lleva a no perder la razón por la propia condición -mía y de mis sénecas- de aficionadíllos; pero eso sí, tocando tanto pitón como muchos profesionales.
El aporte de la documentación fotográfica e ilustrativa de la presente entrega me obliga a comentar con ciertos tintes críticos a José Gómez Gallito; qué no todo habían de ser parabienes y orlas. Mis sénecas me enseñaron que la pasión no debe restar conocimiento. Sin dejar de reconocer, de qué sus enseñanzas tendrían su contenido crítico...
Pues verán: Tenemos la plumilla de Martinez de León en la que se ve a Gallito, así debió sentirlo el autor, clavado de talones en el natural sobre la pierna contraria, la de salida. Eso jamás lo hizo José. Se le nota la influencia en su dibujo de una etapa posterior (Curro Puya, Chicuelo, Cayetano, Félix etc). No hay documento fotográfico que lo demuestre; es más si apareciere, sería consecuencia de un accidente. Eso no le cabía en la cabeza a José. A esa quietud, aún no había llegado el Toreo con Gallito.
Por otra parte en varias de las fotografías -más abundantes en otras entradas- vemos a José por naturales ejecutando de puntillas, debemos saber que lo han sido "enmendándose" generalmente. Disculpable cuando la situación se produce consecuencia de querer alargar el muletazo intentando templar para ligar en redondo. En el natural de José, la planta de la pierna de salida estará ligeramente levantada, jamás de "puntillas". Eso le sucedía como a todos, por enmendarse.
Y si José se enmendaba, sepan que habría de hacerlo con su razón. Si algo tiene que evitar un Torero es la cogida. La sangre por la sangre, no me entra en mi condición de aficionado. Los de los Jubileos y la Nueva Era, que piensen como quieran.
Saludos de Gil de O.
Fabuloso relato y extraordinario análisis de la faena al toro de Santa Coloma, José.
Que algunos no se enteren de lo que ocurre en el ruedo es algo que sucedió siempre, sucede ahora y sucederá, yo lo achaco a los complejos y prejuicios con los que acuden a la plaza, claro que en su pecado llevan la penitencia, no podrán disfrutar de la infinidad de matices que se suceden cuando está el toro en el ruedo (no solo de buenas faenas vive el toreo).
En cuanto a lo que dice de la crítica de la época coincido plenamente con usted, es más, personalizando en la figura de Gregorio Corrochano, al que equivocadamente o no, particularmente tengo como el mejor crítico de su tiempo, no quita y añadiendo a lo que usted dice, que le perdían unas formas muy despectivas de hablar de los toreros, que terminaron pasando factura no a él, sino a su hijo Alfredo, matador de toros, al que pusieron no pocas zancadillas.
Me viene a la memoria la feria abrileña de 1917, por una serie de circunstancias, ni José ni Juan hicieron el paseillo, la feria se celebró sobre la base de toreros como Pastor, Gaona, Saleri o Martín Vázquez (que sin llegar a las altas cotas de los dos colosos, no eran moco de pavo) y Corrochano despues de criticar que no hubiera ocurrido algo que emocionase o agradase en toda la feria, escribió: "Como ustedes comprenderán el público suspira por los Gallo y Belmonte. Una feria con Saleri de primera figura. Yo me he debido de equivocar, creo que estoy en la feria de Sevilla, y va a resultar que estoy en la de Utrera". Las cosas de Don Gregorio. Claro que si hacemos caso de uno de los principales axiomas de los que hacía gala, no nos debería de sorprender, decía así: "En el toreo es modesto el que no puede ser otra cosa".
Un abrazo y hasta pronto.
Pablo Galán.
¡¡¡¡DE PREMIO!!!, Sencillamente esta entrada es de premio. No sólo por el trabajo de investigación de José a la hora de contrastar diferentes versiones de un mismo acontecimiento. En este caso una excepcional faena de Joselito en la plaza de toros de Madrid a un Santacoloma. El mérito de nuestro querido Dr. Morente, es cuestionar estos maravillosos textos que tenemos los aficionados por la biblia, para según diferentes versiones, acercarnos lo máximo posible a “la verdad”. Así que podemos dar por cierto que esta faena aconteció y cómo aconteció.
Pero lo que me resulta espectacular, es cómo ha descifrado el jeroglífico de dos fotografías de un natural de la faena de Joselito a Tabacoso. Llega a la conclusión que son del mismo pase desde diferentes posiciones. Tirando de sus amplios conocimientos, pericia e intuición, nos relata como en 1917, dos “Alfonsos”, padre e hijo, hacían tareas de fotógrafos taurinos del mismo festejo, situándose en diferentes tendidos. Circunstancia esta excepcional y que sólo se produjo este año.
Por cierto, viendo las crónicas de los diferentes críticos, vemos que Joselito tenía mucha razón la frase que podemos dar por cierta por las diferentes versiones que así lo atestiguan: “’Lo veis ustedes como de esto no entendéis ni una palabra” (Palabra de dios, perdón de Joselito). Así que recelo de aquellos críticos, periodistas o aficionados que se creen en posesión de la verdad absoluta en base a unos esquemas encorsetados e inamovibles. Cómo sentenciaría nuestro querido “Guerrita”: “De toros no entiende naide…y algunos menos que naide”. Aunque algunos sigamos sin enterarnos, ¿verdad Gil de O.?
Para terminar propongo crear un premio entre los blog taurinos de “mejor entrada del año”, donde seguro que ésta es una firme candidata.
Felicitaciones y gracias, José.
No es que sigan sin enterarse, es que no quieren enterarse.
El Guerra y sus dicharachos: yo lo quiero menos que usted (motivos tengo); de buena gana no hubiera dejado dar un paso a los hijos del Sr. Fernando. Si dura un poco más, se hubiera "cargao" el Toreo; lo puso de medio perfil; lo mangoneó hasta con los carniceros; puso jamelgos en lugar de caballos para la suerte de varas, que si bien ya desde Montes comenzó a hacerse a "caballo parao", la decisión de no soltar al toro por delante para el quite, aunque se destripen los jacos, es suya. Eso y muchas cosas más; lo que no es óbice para que sus chanzas -caso del comentario de Luis Miguel López R.- jocosidades y regalos de lengua suelta, hayan traspasado los tiempos como sentencias inamovibles; impertinencias, pues ya el Toreo que comenzaba su andadura en la Edad de Oro, no lo necesitaba.
El Fuentes, Megías Rapela y Rafaé hablaban menos y aportaban más al nuevo Toreo en su camino a seguir.
Señores ¡Que no se enteran!
Saludos de Gil de O.
Gil de O:
En primer lugar, le felicito por ese espíritu crítico que le hace analizar y cuestionar hasta aquello que más le gusta.
Entrando ya en la cuestión que plantea es evidente que, en el dibujo de Martínez de León, Joselito tiene "los dos talones" asentados en la arena.
He revisado (sin ser exhaustivo) fotos de naturales de José y sólo en una de ellas tiene los dos talones apoyados, algo que, como usted dice, corresponde a un toreo posterior pues ni siquiera en Juan Belmonte era normal esa postura. Lo habitual en Juan (y en algunas fotos de José) era el talón de la pierna derecha levantado y asentado el talón de la izquierda.
Pero, en Joselito, lo más frecuentemente era levantar levemente también el talón de la pierna de salida (que se dobla por la rodilla) pero siempre mucho menos que el talón del otro pie.
Un toreo por tanto, el de Joselito que se apoya sobre las puntas de los pies (de uno de los pies al menos), no sobre los talones, lo que provoca una sensación de ligereza y elegancia muy distinta a la que provoca el toreo actual, que se produce muy asentado el torero, muy encajados los riñones y muy hundido al apoyar los dos talones en la arena.
Forma de apoyar los pies que permite la "enmienda" en los toros complicados o revoltosos pero que (en eso difiero de su opinión) no es indicio inevitable de que la enmienda se deba producir necesariamente pues consta (ahí están las películas) que, en muchos de sus naturales, Joselito paraba como el que más.
Aunque el tema da para más (mucho más) dejemoslo aquí, por hoy.
Lo más importante, para mí, es que el público de la época aceptó, valoró y aplaudió la (esa, sí) "movida" faena a Tabacoso al considerar que el torero estuvo por encima de las condiciones del toro.
Un cordial saludo.
Pablo:
Estoy de acuerdo con usted en que los prejuicios con los que vamos a la plaza son la principal causa de que muchas veces no captemos los "infinitos matices" de lo que sucede en el ruedo.
De Corrochano es evidente que fue reputado como el mejor crítico de su época. El más influyente. El más famoso y cuyas opiniones tenían un enorme peso.
Creo también que tenía conocimientos importantes del toreo pero sus "despistes" son también muy señalados. Su valoración de Joselito con Tabacoso no pasa de ser anecdótica (aunque otros críticos si entendieron el enorme mérito de esa faena). Más grave es la poca o nula relevancia que, en su reseña, dio a la faena de Chicuelo con Corchaíto. Una faena clave en la historia del toreo (y de la que ya hablamos en otra entrada del blog).
Peor aún fue que un cuarto de siglo después -con todo el toreo a la vista- no hubiese calado la importancia del toreo ligado en redondo ni de la necesidad de dejar descansar al toro entre tanda y tanda. Quizás por seguir aferrado a sus viejos criterios.
Lo que está claro, como usted afirma, es que hijo Alfredo pagó muchas de las deudas pendientes de su padre.
Un cordial saludo,
Luis Miguel:
Muchas gracias poe el elogio y la propuesta pero el mejor premio es comprobar que estos temas puedan ser del agrado de algunos amigos y de algunos aficionaso. Esa es, desde luego, la mejor recompensa.
Esa, y lo divertido que me resulta indagar en estas cuestiones.
Un fuerte abrazo
Gil de O:
En esto disentimos de forma parece que radical.
No sé que opinará Luis Miguel López-Rojas sobre el Guerra, pero para mí es uno de los más grandes y precisamente incomprendido sobre todo por los aficionados dogmáticos de la época porque en vez de limitarse a torear como se toreaba antes de él, se empeñó en cambiar el toreo.
Puso a la verónica de perfil con lo que consiguió que se empezara a poder ligarlas.
Aumentó el castigo a los toros en varas ("déjalo que romanee") pues comprendió el primero (y Joselito después)que picar a los toros era fundamental para poder "torearlos".
Los achicó en tamaño y eliminó las arboladuras disformes ("si sigo un año más los dejo a todos mochos, repetía con excesiva jactancia) pues el toro tiene que caber en la muleta.
No gozó del favor de los público pues estos se decantan por los toreros que andan por "el filo de la navaja" no por los que hacen alarde de seguridad en la plaza y estaba muy reciente el recuerdo de Lagartijo (la incertidumbre del artista) y Frascuelo (la emoción y albur del riesgo) para que el Guerra pudiera emocionar como aquellos otros dos diestros.
Fue un torero con relativa mala prensa entre parte de la crítica y de la afición "retro" pero, visto ahora y vista la evolución del toreo desde su época a nuestros días, con una visión de futuro nada desdeñable.
Por eso, para mí, con todos los matices que se quieran poner, uno de los mejores de la historia, sin duda alguna y por encima de otros muchos más elogiados.
Un cordial saludo.
PD: Los de los hijos de Fernando no acabo de entenderlo pues Guerra ya estaba retirado cuando Rafael tomó la alternativa (1902) y además por su forma de ser Rafael nunca le hubiera hecho la más mínima sombra, y Joselito llegó al toreo muchos después.
Al contrario, fue a Guerrita a quien Fernando el Gallo pidió, en su lecho de muerte, que cuidara de su prole.
Formidable entrada!!uno se queda sin adjetivos...el mero hecho de trasladarnos a esa época del toreo merece todos los elogios.gracias !!
Me pide que “dejémosle por hoy” y en el comentario nueve arremete de nuevo al darse cuenta de que se dejaba cosas atrás, según las cuales y sus propios entenderes (buenos dónde lo haya) había diferencias importantes; no sé, si tanto con López-Rojas (en comentarios López R.) sobre todo en el tema del Guerra.
Ha de saber Dr. Morente qué, el mejor de los alumnos de Lagartijo de haber podido, todavía estaría mandando en el Toreo –precursor del Cinturón de Acero- tanto que insisto se hubiera “cargao” ésto –camino de eso estaba- de no llegar José, a quién le importó un comino que su padre (Fernando Gómez) le hubiera pedido ayuda para él y sus hermanos. El “chiquillo” (Gallito) como le decían mi Abuelo y el Pipo, bien sabía que su camino habría de discurrir por otros cauces.
Lo que hubiera “querío” José es habérselo podido echar a la cara como se echó a los Bombas y a Machaco y a toda esa generación que estuvo a punto de acabar con la Fiesta. Sin embargo José respeta, al total, a Mazzantini (otro día le hablaré de él) así como a Vicente Pastor; de Gaona nadie dice nada, -ese le preocupaba a José mucho más que Juan- siendo como era fuerte soporte del cambio del Toreo; no contaba nada más que Juan que no hizo otra cosa que desatender sus obligaciones para con el Toreo como ahora ha hecho José Tomás.
La amistad de mi abuelo con el Guerra estaba más que asentada, tanto por el buen entendimiento personal como por los negocios entrambos. En secreto Pepíco Olid le confesaba, pese a la amistad con Frascuelo, ser más de Lagartijo; sin embargo el Guerra que mamó de Rafael Molina, era más de Frascuelo, pese eliminar el liar la muleta para dar el pase de pecho que tan bien había tomado del de Chauchína.
Luego, los dos (Pepíco Olid –le vendió a Vicente Martínez treinta saltilleras y un semental viejo- y el Guerra) coincidieron con el Fuentes en sus gustos, pero eso ya “puertas adentro”.
Aquella amistad se terminó cuando el Guerra se metió por medio perjudicando los intereses que Pepíco Olíd tenía adquiridos respecto de la Corrida de Palha (cinqueña de treinta arrobas de canal y harta de habas y yeros, rematada en tierras comunales de los Cerros de Ubeda) lidiada en Úbeda, precisamente como novillada, en la que fue herido de muerte Félix Merino, año de 1927; y todavía el Guerra se metía en asuntos impropios.
Dejó sin las carnes a su dueño –Pepíco Olid ya las tenía pagadas- para dárselas a uno de los de sus muchas recuas en el taurineo. El asunto estaba pendiente de cobrar la muerte en el Ayuntamiento para pasársela a Don Fernando Palha. Pues en todo ello se cagó el Guerra.
Así que dejemos al Guerra: Un Toro cuando está romaneando, “chuminá” que quieras quitarlo. Para el Guerra el peto era el caballo destripándose. Examinémosle fríamente; se viene a cargar la suerte de varas. En la Asociación El Toro de Madrid, Tito Sandoval ha pedido picar sin petos.
Pepíco Olid, en segundo plano, era alguien en el mundo del tráfico de ganados por su seriedad demostrada. Es el gran testigo (participe) en la gran operación Doméq-D. Félix Moreno-Veragua-Jandílla-Saltillo-Vicente Martínez-Paco Arranz, punto de partida y crítico para lo bueno y lo malo acontecido en el Toro Bravo.
Era gracioso el segundo Califa. Sí, sí que lo era.
Saludos de Gil de O.
Domi:
Le agradezco enormemente su elogio, especialmente porque ese es o era el objetivo de algunas de estas entrada, trasladarnos en lo posible e intentar revivir aquellas históricas faenas.
Muchas gracias y un cordial saludo.
Gil de O:
Primero, una puntualización: El "dejémoslo por hoy" se refería (y así y ahí está dicho) a la reflexión o análisis de la posición de los pies de Joselito en el natural pues es tema que exige un estudio más detenido y sobre el que creo que por ahora con lo dicho por ambos (en análisis bastante copmplementarios) me parece que es suficiente para un comentario o dos a pie de una entrada del blog.
Sobre el Guerra, contestaba en un comentario (distinto y posterior) donde -al dar mi opinión- advertia y puntualizaba que la miama lo era "con todos los matices que se quieran poner". Esto es, invitando en cierto modo (como usted hace ahora) a seguir discutiendo sobre este torero.
Y es que creo merece la pena hablar de Guerrita largo y tendido pues es torero al que se le ha querido siempre liquidar (como a Joselito) con dos renglones y de forma harto simplificada. Se han cogido cuatro párrafos de F. Bleu el cual a su vez había utilizado un par de textos de los propios partidarios del Guerra (manipulándolos en cierto modo), para sentenciar al torero de las sentencias. Mal asunto.
No tengo yo la información privada que usted maneja y que según cuenta le llega de primera mano y por vía familiar pero que atañe más bien a los tejemanejes del Guerra en negocios que parece no eran de su incumbencia.
No es ese el tema que me preocupa y planteaba. Resulta evidente que ni Guerrita era simpático ni generó simpatías a su alrededor. Tampoco me preocupa ahora (aunque bien está que se sepan estas y otras cosas). Lo que me interesa es plantear lo raro que resulta despachar (como se viene haciendo) con dos líneas a un torero que ha jugado un papel tan importante(siquiera sea negativo para muchos y positivo para algunos) en la evolución del toreo.
Un cordial saludo.
PD: Lo del "chiquillo" referido a Joselito me parece muy esclarecedor e interesante.
Antonio Chaves "Camero" dicen aprendió a instancias de Joselito la técnica utilizada por Manuel Díaz, tentador de Miura, de adelantar la vara para sujetar al toro antes de entrar en jurisdicción y evitar los choques violentos del toro contra el caballo. Sea como fuere, ese Manuel Díaz Infante fué luego mayoral de Miura como su padre y su abuelo,y a su vez padre de Pepe Díaz (murió con Chicuelo II en accidente aéreo) y de Antonio Díaz también picador, éste padre de Antonio Díaz Herrera (desde la cuadrilla de Pepe Luís a la de Manzanares padre). No tuvo mal ojo Joselito para decirle dónde fijarse.
Además Antonio Cruz García y El Camero, fundaron una de las primeras cuadras de la historia en la primavera de 1920. Antonio Cruz sería hoy abuelo de Antonio Peña Cruz cuya cuadra es probablemente una de las mejores de España. La familia Peña y sus caballos llevan trabajando en La Maestranza de Sevilla desde 1925.
Y ya puestos, también está Joselito de trás de la banda de música de la Maestranza. D. Manuel Pérez Tejera en 1918 recibe el encargo de Joselito "El Gallo" , del cual era intimo amigo, de amenizar todas las corridas que hubieran de celebrarse en la desaparecida Plaza de Toros Monumental , cosa que el Maestro Tejera realizó durante el tiempo que la citada Plaza de Toros estuvo en activo.
Es en el año 1942 en el que pasa a ser la titular de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. El impacto de Joselito en la fiesta fué tal que llega hasta hoy, y se ve incluso en el origen de muchas de las cosas que en la actualidad perduran como estas que cuento, aunque me haya ido bastante del tema propuesto en la entrada.
Saludos.
Antonio Pineda.
Antonio:
Magnífica y oportuna la referencia a Antonio Díaz como maestro de Camero, el gran picador de Joselito.
Efectivamente, Joselito heredó del Guerra la preocupación porque los toros llegasen adecuadamente picados al tercer tercio, única manera de poder torearlos bien de muleta.
El como buen conocedor desde crío de la casa Miura se había fijado en la forma de ejecutar la suerte de Manuel Díaz mayoral de esa ganadería y tentador habitual, quien echaba el palo por delante para frenar el impetú de la becerra o, quizás, más probablemente y como opinan muchos picadores actaueles (el maestro Pepillo de Málaga entre ellos) para facilitar un amyor y mejor castigo.
Sea lo que fuere, el caso es que Camero consiguió en época sin petos que muchos toros de Joselito llegaran suficientemente picados a la muleta algo que José valoraba adecuadamente.
Muchas gracias por traernos a esta página este detallado relato de los avatares de la familia de picadores Días y de la suerte de vara en aquellos tiempos tan interesantes.
Un fuerte abrazo
PD: Una advertencia, en la que creo, coinciiremos. Que el toro llegue picado adecuadamente a la muleta no significa que tenga que llegar "cocido".
Una de las cosas en las que me gusta fijarme en la plaza es en la cantidad de castigo en varsa de la que habitualmente gustan los matadores actuales.
Tengo respecto a ello, mi propio "escalafón" (con permiso del maestro Juan Medina) que va desde el torero que normalmente suele dejar "crudo" a su toro hasta aquel al que le gusta el toro "muy picado".
No entro en si una opción tiene más mérito que otra. Curiosamente, lo he comentado con bastantes aficionados y no suele ser un aspecto en el que habitualmente se repare o al que se le de importancia pero, a mi, este detalle me dice mucho del torero y de sus planteamientos.
El narrar toro a toro fue una técnica que abandonaron algunas plumas antes de Corrochano. (No sé si ha sido comentado más arriba)
Gracias a Dios; hubo, hay y habrá voces disidentes, amigos del halago fácil, espíritus recalcitrantes, partidarios obstinados... y cabales, que también hay alguno, afortunadamente.
Saludos
Sería interesante que dedicase una entrada del blog,al escalafón de los toreros actuales referente al grado de castigo en varas.
Vazqueño:
Sobre Corrochano, recordaba en la entrada el dato de que fue el primero que, en ABC, hizo crónica de conjunto (y no toro por toro), algo que efectivamente ya hacían otros medios pero no el diario de los Luca de Tena. Al menos eso es lo que contaba don Gregorio en un artículo donde relataba sus primeros pasos como periodista taurino.
Por lo que respecta a su elogio de la diversidad de opiniones me parece perfecto pero con un matiz y es que una cosa es tener distinta opinión de los distintos aspectos opinables que puedan presentarse y la otra (como en la faena de Joselito a Tabacoso) no ser capaz de calibrar el mérito o alcance real de un hecho evidente ya sea por prejuicio (los críticos), desconocimiento (los amigos partidarios de Joselito) o prepotencia (el Presidente de la corrida).
Un abrazo
Francisco Butler:
Imposible. Para publicarlo como entrada en LRI habría que:
Primero.Hacer un seguimiento concienzudo, riguroso y objetivo durante un número suficiente de corridas. Lo otro (publicar mi subjetivo criterio particular) sería opinar a bulto lo que no me parece correcto.
Segundo. Pedrir la correspondiente autorización y "Nihil Obstat" de Don Juan Medina. Único aficionado con autoridad suficiente para validar cualquier escalafón.
Eso, sí. Se me ocurre que podría ser curioso hacer una encuesta sobre el tema entre aficionados interesados (como usted) en estas cuestiones relativas a la suerte de varas (no son muchos lamentablemente)
Un cordial saludo.
Entendí mal entonces. Aclarado queda.
No saber calibrar el mérito de las faenas es una fatalidad frecuente; luego está el caso menos común de comprender que ha sido bueno pero rechazarlo, no por prejuicio, ni siquiera por detractor, sino porque no gusta, bien por el estilo, las formas u otros aspectos de tantos que componen una faena. Puede ser que en esos casos es cuando surje la polémica en la que nos enzarzamos los aficionados eternamente.
Un abrazo
La moda de los críticos taurinos en la que ellos parecían los protagonistas del asunto, nunca ha dejado de tener vigencia.
Verbigracia, el propio Don Gregorio Corrochano; algunos años después -máximo exponente histórico- Don Antonio Díaz Cañabate; y como paladín principal Don Alfonso Navalón, éste haciéndolo a los dos aires hasta que se dió cuenta de que "toro a toro" era harto complicado el aplicar al comentario crítico modos literarios en su intento de escribir con cierto arte y alguna erudición
Nunca he creído que por el hecho de escribir de Toros fuesen estos señores los más cualificados para hacerlo; y menos aún, los que más conocieren del tema.
Me daban más confianza las crónicas de José María del Rey Caballero "Selípe" en Hoja del Lunes de Madrid que cualquier otro; independientemente de que era una forma de describir la Corrida. No olvidemos que la "descripción" en literatura no es del dominio de cualquiera que coja la pluma. Diría que es la prueba de fuego.
Me estoy dejando ver más de la cuenta. Les pido disculpas.
Saludos de Gil de O.
Vazqueño:
Estimado amigo, estoy de acuerdo con usted al 200%. Efectivamente, creo que es lícito que aún entendiendo cabalmente lo que ocurre en el ruedo lo rechacemos, no por prejuicio o desconocimiento sino por mera cuestión de nuestro gusto personal.
Algo que no sólo es lícito,como dice, sino también más frecuente de lo que creemos.
En ese caso, la polémica, muy sana pues parte de bases ciertas, está servida.
Un abrazo
Gil de O:
Exacto. Creo que desde la época de Sanchez de Neira y no sé si ya antes los críticos se han irrogado el poder de detentadores de la verdad.
No es ni bueno ni malo pero lo cierto es que tener una Tribuna pública puede confundir al menos pintado y hacerle creer que sólo por ese hecho sus asertos ganan en veracidad.
Cuantas veces hemos tenido compañeros circunstanciales de tendido, entendidos y de fino criterio y cuantas veces, al contrario, hemos visto en la prensa que algunos periodistas (como ocurrió el día de Tabacoso) no acaban de enterarse de la película.
A fin de cuentas esto del toreo es la "mar" de complicado.
Y una acotación más a lo que usted apunta sobre la diferencia entre crítica y literatura: He leido con placer y con fruición, por sus valores literarios, a algunos críticos que no merecían, por sus conocimientos taurinos, ese título.
Un cordial saludo
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