Cuando Madrid era Madrid. Plaza de toros vieja de Madrid (Postal antigua)
La importancia de Madrid en el toreo viene de antiguo. De cuando un diestro puntero toreaba aquí 17 o 18 corridas por temporada (¡Es cierto, los hubo!) y cuando, por no haber televisiones, la prensa era la que contaba lo que pasaba por el mundo y resultaba que la prensa de Madrid llegaba a todas partes.
Hoy día, todo ha cambiado radicalmente y la información que disponemos de lo que pasa en cualquier rincón perdido del planeta es mayúscula. Sin embargo, Madrid, quizás por pura inercia, sigue siendo la primera plaza del mundo y su repercusión en todo el orbe taurino sigue siendo tremenda.
Desde que hay televisiones todo ha cambiado… (En la foto fotograma de la película “Nuevo en esta plaza” de Pedro Lazaga con Sebastián Palomo Linares como protagonista)
Demasiado tremenda, quizás, pues Madrid se ha convertido en plaza de aluvión y de públicos transeúntes, donde conviven los buenos aficionados con los dogmáticos, los burócratas con los menestrales. Público que, pese al importante número de abonados, cambia de un día para otro y donde el aficionado conservador y radical (todo un personaje en el Foro) sigue teniendo su plaza fuerte.
Y es que hace tiempo que a un importante (en número) sector de aficionados madrileños se les paró el reloj del tiempo taurino y siguen empeñados en analizar y valorar el toreo de hoy con pautas y criterios del toreo de antes (de antes de ayer). Hoy por hoy, en Madrid se pretende la faena imposible con un toro imposible. Ni disfrutan ellos ni, lo que es peor, nos dejan disfrutar del buen toreo a los que no comulgamos con sus tópicos.
Este proceso no es de ahora sino que comenzó hace ya un buen número de años cuando una crítica joven y radical se lanzó a defender una fiesta realmente maltrecha por los abusos de las épocas anteriores.
Alfonso Navalón en 1970.
Los críticos radicales de los 70 reaccionaban a una situación extrema o difícilmente sostenible. Hoy cuando las cosas han cambiado nadie parece capaz de poner estas en su justo término medio.
Entre este grupo de críticos, la pauta la marcó Joaquín Vidal, en el Diario el País. Su visión radical de la fiesta, basada en unos escasos y esquemáticos conocimientos técnicos que, objetivamente, no resisten el más mínimo análisis, hizo sorprendentemente furor.
Sus crónicas, dotadas de cierto gracejo costumbrista pero sostenidas en la utilización del tópico repetitivo y machacón y adobadas con un lenguaje tremendamente duro y despectivo, calaron hondo en la generación de aficionados bisoños recién llegados a la fiesta que adoptaron, como dogma de fe, todos y cada uno de los postulados del crítico santanderino.
El País cabecera del archivo digital de su edición impresa. El mensaje de Vidal llovía sobre mojado y fue, para muchos, el mejor modo de justificarse y acallar su propia mala conciencia, ante un espectáculo socialmente tan criticado ya entonces.
Lo más grave es que, consecuencia de todo esto, en la Plaza de Madrid hace tiempo que se perdieron las buenas formas y la educación. Puede ser signo de los tiempos pero, personalmente, no me gusta nada ni me hace pizca de gracia (no la tiene) el lenguaje, despreciativo e insultante, que se viene utilizando con toreros y ganaderos, en espiral que va en aumento.
Vidal cruzó la raya de la mesura y el buen gusto, llegando al colmo en esta tendencia de crítica despectiva en la crónica a la primera despedida de José Miguel Arroyo “Joselito” que se produjo en Sevilla el 26 de septiembre de 1998 (corrida a la que corresponde la Fotografía). El siguiente párrafo, de la crónica que hizo a esa corrida, no tiene desperdicio: “El de Zalduendo, una especie de novillejo sin presencia ni aliento, se lo brindó a un paisano al que invitó a salir al ruedo. Joselito hizo el brindis de costado, sin mirarle a la cara, con imperceptible movimiento de labios y soltando las palabras por una comisura. Parecía que le estaba vendiendo una papelina”.
El supuesto“paisano” a quien José Miguel Arroyo Joselito brindaba el toro no era, en absoluto, un desconocido para el crítico ni para nadie, sino el apoderado y padre adoptivo del torero, Enrique Martín Arranz. Pese a su evidente mala baba, este tipo de textos eran recibidos con jolgorio por los adictos lectores del crítico y consideradas sólo como simpáticas “gracietas” sin mayor importancia cuando no necesarias. El problema es que ese estilo hizo escuela.
Consecuencia de esos modos, es que hoy vocifera el aficionado madrileño y se desgañita en la plaza hasta perder la compostura y vocifera también fuera de la plaza, machaconamente, alentado por parte de la Prensa y por las soflamas de los blogs de internet (donde encuentra su coartada ideológica), tronando iracundo y vehemente contra lo que no le agrada de la Fiesta actual… que suele ser casi todo.
Protestantes madrileños en esta Feria de San Isidro de 2012. El bocinazo del espectador en la plaza tiene su apoyo ideológico en el despectivo lenguaje que se ha hecho habitual en parte de la prensa madrileña (y no madrileña) tanto profesional como amateur.
Consecuencia de esos criterios es que, en Madrid, no gustan, muchas veces, las cosas que gustan en las demás plazas (aunque su ejemplo cunde y contagia) y por el contrario, el público madrileño se entrega y solaza, a veces demasiado ingenuamente, con cosas que, en otras plazas, causarían cuando menos perplejidad.
Como perplejidad causó la frialdad con la que se recibió a Sebastián Castella en su segunda actuación después de la cornada que había recibido pocos días antes en la misma plaza. Castella cogido en su primero se negó a ingresar en la enfermería hasta matar a su segundo oponente.
Formas aparte, lo peor es que, a causa de esa arcaica y caduca manera de enjuiciar, en Madrid hoy por hoy se “desjerarquiza” el toreo y se invierte el orden real de las cosas. Madrid trata a las figuras como patanes y a las medianías como figuras. A las ganaderías punteras se las califica de desecho y a los desechos se les da trato de ganaderías señeras. En proceso que se viene arrastrando en esa plaza desde hace ya varias décadas.
Vista del tendido de las Carracas de la plaza de Sevilla (Fotografía de 1909 de la revista “Los toros”). La pancarta colgada en la barandilla de la delantera de grada pedía la “Guerra a los malos toreros”. Bien está siempre que tengamos claro –lo que hoy por hoy no sucede en Madrid- quienes son los buenos toreros…
…Como, por ejemplo, el Juli, a quien vemos en la fotografía y que, sin embargo, concita la inquina y desdén de parte del público de las Ventas o el silencio cómplice del resto.
Por eso y solo por eso, creo que es la única plaza del mundo donde parte del público disfruta con el fracaso de un torero o de una ganadería (si es que no lo provoca) pues ese fracaso les permite corroborar sus preconcebidas teorías.
Y es que el aficionado madrileño radical acude a la plaza, cada vez más, con la faena hecha, como los malos toreros, lo que no es bueno. No es bueno ir a la plaza dando por sabido lo que se va a ver (aunque esa suficiencia sea muy propia del carácter madrileño ¡Chulapo mío!) pero menos bueno intervenir en la corrida, reventándola, para que su resultado acabe confirmando nuestros deseos.
Sobre todo, cuando esa afición se pretende y autoproclama cátedra…
Curiosa cátedra –sin embargo- donde el examinador se dedica, por todos sus medios, a poner nervioso al exanimando para que este suspenda (si o si) el examen.
El aficionado madrileño ha sido siempre adusto y de respeto y, muchas veces, injusto pero sus conocimientos taurinos eran inobjetables lo que no ocurre hoy día. Y, puesto que su rigor se ha extremado injustificadamente, y quizás por eso, ya casi nadie reconoce a Madrid como la Catedral del Toreo (Fotografía publicada en 1897 en la revista Pan y Toros)
Por todas esas cosas, Madrid es rara avis en el universo taurino. Con una influencia desmedida para los actuales y escasos merecimientos de una afición despistada que perdió el norte hace algunos años y cuyo comportamiento, causa perplejidad cuando no indignación en los aficionados cabales. Aunque muy pocos se atrevan a decirlo en voz alta.
Merece la pena que, al hilo de lo que vaya ocurriendo esta feria, hablemos –por ello- de Madrid.
Interior de la plaza de las Ventas en día de corrida (Foto del blog “Blog de toros”)
Para terminar. Breve comentario sobre algunos topicazos.
No es cierto que la Fiesta necesite una plaza como la actual de Madrid.
No es cierto -tampoco- que si el 7 no existiera habría que inventarlo.
Estos tópicos, tan habituales, son radicalmente falsos. Si la Fiesta estuviera necesitada de un contrapoder ante los desmanes de los taurinos y los abusos que se puedan cometer, ese debería venir de una afición, una crítica y una autoridad (Presidentes y veterinarios) sensata, conocedora, ecuánime y ponderada no de radicalismo alguno que a nada sirve y a ninguna parte conduce.
Por el contrario, el perfil del aficionado radical es el que mejor cuadra a los intereses espurios de los empresarios taurinos pues abarata costes.
Y es que lo malo cuesta menos que lo bueno.
Un toro del Cura de Valverde en el campo (Del blog “Hasta el rabo todo es toro”)
12 comentarios:
Esta entrada me recuerda lo que escribe en su grandioso libro Domingo Delgado "Avatares historicos del toro de lidia" donde dice que la plaza de Madrid "disfruta con el desastre" y que està plaza despues del triunfalismo de los 60-70 cayò en los problemas opuestos por culpa de los Vidales y Navalones. A proposito, aquì tienes un ejemplo de lo que el periodista (y ganadero) salmantino daba de "comer" a los aficionados hace una decena de años: todo una muestra de elegancia y sabiduria...
"...Lo malo es que muchos críticos dicen que José Tomás es la pureza del clasicismo cuando sólo es un imitador de Manolete. En aquella época, buenos aficionados decían que Manolete era un torero ventajista Hemingway escribió que "fue un gran torero de trucos baratos". Su originalidad consistió en copiar a los toreros cómicos como 'Llapisera', que fue el inventor de la ¡manoletina! Ahora nadie se atrevería a decir nada parecido de José Tomás, que sólo es una mala copia de Manolete. Al menos aquél tenía una estampa patética y una efigie de gran personalidad. Manolete se ponía una venda en la mano derecha. José Tomás usa un preservativo de cuero para entrar a matar. Y encima se paraliza la lidia para acoplarse el artilugio. Podía llevarlo puesto desde el hotel, porque para los enganchones y los desarmes no creo que le quite 'sensibilidad' en la muñeca. El toque de muñeca ha sido siempre el privilegio de los grandes toreros artistas. Y es el secreto del temple. Cuando no hay muñeca viene el barrigazo y el traje emporcado de sangre como una menstruación. Manolete, con todos sus defectos, ni se despeinaba ni menstruaba la taleguilla, porque no toreaba tan rígido como el de Galapagar. Cuando se hace el poste y se busca la verticalidad, desaparece el fundamento del compás abierto que es requisito imprescindible para 'cargar la suerte'..."
Saludos,
Paolo
Paolo:
Habrá que pensar un día en hacer una "Antología del disparate taurino" al estilo de la que en los 60 publicara el catedrático de mi Instituto de Málaga, Luis Diaz Jimenez. Y es que estos textos taurinos ganan en surrealismo a las delirantes contestaciones de los alumnos de Martiricos.
En surrealismo y en mala educación pues el texto que copia usted no tiene desperdicio.
Y aprovechando: Que pena que algo tan bello y tan necesario, según y cuando, como es "cargar la suerte" lo estén convirtiendo algunos aficionados (por lo reiterativo y fuera de lugar) en algo tan... "cargante"
Un abrazo
Hola, soy Alberto de Salamanca. Me ha encantado el análisis y sobre todo me parece valiente por tu parte, José, pues probablemente muchos de los "discípulos" de esa corriente "destructiva" hacia las figuras, te van a poner a parir. Ya era hora que alguien pusiera las cosas en su sitio.
Por otro lado, respecto a Navalón (a Joaquín Vidal apenas lo seguí), pienso que era un tío muy listo y que sabía mucho de toros, pero sus fobias hacia determinados toreros y su imparcialida visceral, lo perdían.
Un saludo, Alberto Marcos
Sr Morente: De igual forma que le he felicitado en innumerables ocasiones, esta vez tengo que decir que no me ha gustado la entrada. Siempre desde la más sincera cordialidad, intentaré explicarme de la forma más breve posible.
Percibo unas reflexiones sesgadas que tratan de una pequeña minoría, acusadas entre líneas de la desoladora situación actual y del pobre resultado del presente ciclo isidril, algo que a mi entender se aleja de la realidad.
Hay problemas mucho más importantes que los que usted trata en esta entrega, problemas que se vienen gestando desde hace algunos años y se extienden por todo el territorio nacional.
Me sorprende que nos rasguemos las vestiduras con la intrensigencia que sufren algunas figuras porque es asunto secular en Madrid como usted bien sabe y nos ha enseñado; los toreros más grandiosos que dio este noble arte sufrieron desmanes, falta de reconocimiento y sonoras broncas por el complicado público madrileño. Volviendo a la actualidad, no creo que hoy sea de mayor dureza que en tiempos pasados ni que este año se haya tratado a las figuras con especial intransigencia. Ellos son y serán quienes acaparen mayor presión por parte del público; así debe ser.
No quisiera aburrir y entrar a analizar otra serie de factores que también influyen como es el político a la hora de redactar el pliego, la empresa en su vital labor por la salud de la plaza, las figuras y los toreros en su compromiso con la autenticidad y los ganaderos en la cría de reses de casta; que cada palo aguante su vela. Pero si me gustaría hacer una última reflexión, dónde está la afición de Madrid, por qué esta merma de aficionados cabales que daban categoría a la plaza y que principalmente se ubicaban en los tendidos de sombra; aquellos que sabían ver faenas que pasaban desapercibidas en cualquier plaza, que premiaban con justicia lo que se hacía bien, que censuran con vehemencia lo que estaba mal y, llegado el caso, abroncaban con más virulencia que los tendidos de sol. Me han contado y he leído que las broncas de la sombra eran muy jodidas, eso significa pasión, conocimiento y, por ende, afición. Dónde están esos aficionados... buscando esta respuesta encontramos muchas otras...
Un abrazo.
Alfonso Navalón Grande, decía lo que ocurría en el ruedo, y eso podía gustar o no gustar al torero de turno. No era un sobre cogedor como muchos que hoy superviven , todo lo contrario, sus crónicas instruían a los lectores. Por eso será recordado junto con Vidal como el MAESTRO de la crítica taurina.
Hoy en día el "critico turino" desinforma al lector.
así están las cosas
Saludos,
POCHO
Estimado Vazqueño:
También desde la más estricta cordialidad (no podía ser menos) le contesto.
Primero. Evidentemente el comportamiento grosero al que aludo en la entrada se refiere a un sector del público de Madrid, no a toda la plaza. Pero hay un matiz maticesimportante y es que cuando llegué a Madrid en 1975 ese sector era super reducido (un grupito en la andanada del 8 y pare usted de contar) mientras que hoy esa actitud se está generalizando
Segundo. No critico que se critique a las figuras (Estaría bueno. cada cual es digno de criticar lo que quiera) sino la forma en que se hace.
Siempre (siempre) ha habido broncas. Madrid ha sido plaza muy agria a lo largo de su historia pero nunca (NUNCA) ha ocurrido lo que hoy pasa.
Cuando los toros han sido malos o los toreros no han estado a su altura y han pegado un petardo se les increpaba pero cuando los toros han embestido y los toreros han toreado se ha aplaudido.
Hoy, en Madrid, no. Vemos que el trato a algunos toreros parece prefabricado y se les abronca en situaciones que nunca hubieran provocado la repulsa de los aficionados (otra cosa es que determinados diestros o conceptos del toreo nos gusten más o menos)
Tercero. Lo que si es cierto es que lo que digo en la entrada es mi visión personal. Lógico que su percepción desde dentro sea distinta (aunque quizás no tanto pues al final añora usted también a los aficionados antiguos) pero así es como veo yo a la plaza de Madrid hoy.
Mal que bien venía aceptando (y aveces intentando justificar) el extravagante comportamiento de ese público pero mi anterior entusiasmo madridista se enfrió considerablemente la tarde de los 6toros de Perera en las Ventas.
Un fuerte abrazo
Pocho;
Sin perjuicio de que muchos aficionados actuales consideren maestros a Navalón y a Vidal, en mi opinión, el primero entendía de toros pero el segundo mucho menos.
No entro en si aceptaban o no sobornos, lo que digo (y he dicho en la entrada) es que su estilo (con conocimiento taurino o sin él) no es aceptable ni elegante y que las formas utilizadas por ambos (muy groseras en Navalón, aparentemente menos en Vidal) están en el origen del trato despectivo que muchos aficionados madrileños y no madrileños dan hoy a los toreros y los ganaderos en la plaza de las Ventas (y en otras plazas del mundo) pues, en eso coincido con usted, han creado escuela.
Un fuerte abrazo
Coincido otra vez con lo que dices, José.
Yo no sé si Navalón era el unico puro en un mundo de sobrecogedores, que por cierto hoy siguen existiendo (y siempre han existido).
Pero todo el mundo sabe el origen de los lotes de vacas y sementales que fueron formando su ganaderia, que para colmo se afeitó, como él mismo tuvo que reconocer.
Ahora los resultados de la escuela de tal maestro (que presumia de ser el mas puro de los puros), son tristemente evidentes como bien dice José.
Un abrazo,
Paolo
Leído, comprendido y de acuerdo en práctimente todo Sr. Morente, pero insisto, hablamos de una minoria que mudó de la andanada del 8 al tendido 7 y creó escuela de intransigencia, nada más que eso, unos cuantos en un abono de 18.000 personas (ahora imagino que menos pues 1000 abonos han quedado libres), lo que a mi me preocupa de verdad es la pérdida de aficionados serios y cabales en el resto de tendidos de la plaza, especialmente en la sombra que anda muy perdida estos últimos años. Entrar en análisis daría para un intenso invierno en los blogs porque entran en juego los gustos de la sociedad de hoy, la podredumbre de empresas y medios de comunicación taurinos, los ganaderos y por supuesto toreros y figuras.
Tampoco creo, ni mucho menos, que sin el sector radical de la plaza esta Feria de San Isidro hubiera sido de más éxito.
Un abrazo.
Las llamadas figuras dicen que el público de Madrid "no los deja torear".Sencillamente desprecian lo despreciable y aplauden lo que tiene mérito.
La prensa taurina adulona no cumple con su fin,que es decir la verdad.Todo lo malo siempre es culpa del toro,jamás de los toreros y no mencionan sus errores,miran para otro lado.
La fiesta está necesitada de cimientos íntegros para sustentarse,del buen aficionado,no el conformista,espero que los futuros aficionados encuentren una fiesta mejor.
T.G.B.
T.G.B.
No sólo las figuras sino también muchos aficionados pensamos que hoy por hoy es muy complicado y fatigoso torear en Madrid.
No creo suficiente justificación aducir que en Madrid "se desprecia lo despreciable y se aplaude lo que tiene mérito" por dos motivos:
Uno, porque dejando aparte que quien vitupera es un sector y no la mayoría de la plaza,no parecen correctas las formas empleadas en las protestas y
Segundo porque la justificación de que Madrid "desprecia lo despreciable y aplaude lo meritorio" no es concluyente ni suficiente. Lo que es despreciable para un aficionado puede ser meritorio para otro. Nadie (ni siquiera el aficionado madrileño) creo que pueda jactarse de estar en posesión de la verdad absoluta. Máxime en materia tan resbaladiza y complicada como la de los toros.
El adejetivo "despreciable" me parece también excesivo y poco ajustado. Nada de lo que un diestro hace en una plaza de toros creo que se deba considerar despreciable. Aconsejo leer lo que sobre ese mismo tema dice Gregorio Corrochano.
Cuestión distinta es la crítica necesaria y precisa, que (ahí coincidimos) debe hacerse diciendo la verdad (lógicamente la de cada uno, no la suya ni la mía, claro) y que podrá ser mejor o peor según el nivel de conocimientos y la honestidad de los profesionales del gremio. Lo que tengo muy claro es que la crítica sistemáticamente negativa no es garantía absoluta de imparcialidad y acierto. Sino más bien al contrario.
Si coincido con usted en que la fiesta necesita cimientos integros pero no creo -es mi opinión- que esos cimientos se puedan fundar sobre posturas intransigentes, sino en el conocimiento profundo de la técnica. Creo que es este conocimiento el que diferencia al aficionado del espectador meramente interesado en el espectáculo.
Y desde luego, pienso que no es buen cimiento empeñarse en convencernos que los buenos toreros son mediocres (y viceversa). Es lo que yo vengo llamando desjerarquización de la fiesta.
Creo que es uno de los males (aunque efectivamente existen muchos más) de nuestra época. Eso, si que no había pasado nunca en la historia del toreo con los aficionados de antes. Se lo aseguro.
En cualquier caso, y con independencia de las diferentes opiniones que podamos tener sobre estas cuestiones, le agradezco que exponga sus comentarios en este blog.
Un abrazo
Paolo:
No creo que haya que cargar las tintas en lo que hiciera Navalón como ganadero (aunque no es malo que se sepan estas cosas) y es que la realidad acaba poniendo a todos en su sitio.
Es fácil, muy fácil, criticar. Cuestión distinta es hacer las cosas medio bien.
Si a todos los que critican les exigieran en su trabajo con el mismo rigor que ellos practican, empezarían a sobrar puestos de empleo en este pais.
Un fuerte abrazo
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