“Los ‘genios’ de cerca-Belmonte visto por un belmontista”. Portada del libro de Luis Bollaín (1957)
Hemos visto en entradas anteriores como la faena moderna, el toreo en redondo, nace con Joselito, se estructura con Chicuelo y alcanza su definición con Manolete.
Curiosamente en esa relación de nombres no aparece por ninguna parte el de Juan Belmonte. Sin embargo, la historia del toreo, que nos han contado, lo sitúa como el diestro clave del toreo moderno. El que acaba con una etapa e inicia otra.
Algo no cuadra en esa versión, por lo que tenemos derecho a preguntarnos cual es la correcta. La oficial, con un Belmonte creador ex-nihilo de todo el toreo moderno o esa otra, que venimos comentando, con un Belmonte que se queda al margen del proceso de construcción de las faena moderna.
Vayamos por partes. Belmonte es pieza clave indiscutible (pero una más, no la única) del toreo que vino después pues desarrolló como nadie la técnica de irse al pitón contrario y sentó las bases de una nueva estética, tanto que a partir suyo la expresión personal empieza a ser valor predominante frente a la técnica lidiadora. Pero de ahí, a querer convertirle en único referente (incluso en lo técnico) del toreo posterior va un trecho que no deberíamos saltar en aras de la verdad.
Retrato de Juan Belmonte, novillero por Julio Romero de Torres. Juan siempre estuvo un poco al margen del toreo y más cerca de literatos y artistas.
¿Cómo toreaba realmente Juan Belmonte?
Lo mejor es que conozcamos de primera mano cómo toreaba en realidad Juan Belmonte.
Las imágenes que veremos a continuación van a sorprender a más de uno. Pues la literatura belmontista y la no belmontista han acuñado la idea (equivocada, por cierto) de que Juan Belmonte es origen y raíz única de todo el toreo actual y, por tanto, lo que uno piensa que va a ver en esas viejas películas es el germen de ese toreo moderno.
Esperamos encontrarnos a un diestro, quizás algo más arcaico y menos depurado, pero con algún atisbo de cómo se torea hoy día. Sin embargo, nada más lejos de la realidad pues lo que vamos a ver es… otra cosa.
Aquí tenemos a Juan en una faena histórica, el día de su reaparición en Nimes en 1934. La película es sensacional porque recoge con mucha calidad de imagen una faena del trianero. Faena que, además, es muy representativa de su forma de torear. Belmonte ese día estuvo muy bien y muy en Belmonte, según dijo la prensa, por lo que estas imágenes nos vienen como anillo al dedo.
Lo vemos.
Belmonte torea con su peculiar estética. Esa sí, innovadora. Buscando, siempre, el pitón contrario, arrastrando mucho los pies. Patinando, dijeron, en un deslizarse, muy suyo, de forma inconfundible. Paradójicamente, muy parado pese al continuo movimiento de piernas pues intenta alargar mucho el muletazo por lo que, taurinamente hablando y para el concepto de la época, se puede definir como toreo de brazos.
Eso, por lo que hace al trazo de sus lances.
Pero lo importante, para el tema que nos ocupa, es que Juan alterna los muletazos por un pitón con los muletazos por el pitón contrario. Es por tanto una faena construida al estilo antiguo (el mismo estilo que veíamos a Guerrita o al Bomba en las viejas películas que recuperamos en anterior entrada de este blog). Juan torea como aconsejaban las más añejas tauromaquias que se debía torear: Un pase para acá y otro para allá.
Ningún atisbo del toreo en redondo pues incluso el propio trazo del muletazo es sesgado y hacia afuera. En resumen, un toreo muy puro en la línea del toreo contrario o cambiado, según la nomenclatura que venimos utilizando, pero una forma de torear que (estamos hablando del modo de construir la faena, de enlazar un pase con otro) no tiene nada que ver con el toreo en redondo de Joselito o Chicuelo.
El modo de torear de Belmonte tendrá fecunda descendencia pero desde luego a la vista de las imágenes no será de índole estructural (ni siquiera lo fue en los años inmediatos posteriores a la “revolución” belmontina) pues su toreo no tiene nada que ver con el toreo de la mayoría de los toreros que le siguieron en el tiempo. Juan torea alternando los muletazos por un pitón con los muletazos por el pitón contrario (por la derecha y por la izquierda; por alto y por bajo; por arriba y por abajo; al natural y cambiado). Por ello, se copiará su estética y se asimilará su forma de citar yendo al pitón contrario pero no se copiará ni se seguirá su modo de construir las faenas.
Ojo. No se trata, aquí y por ahora, de tener que elegir entre uno u otro concepto del toreo (natural o cambiado. En redondo o en “ochos”) sino de constatar un hecho inobjetable: Juan Belmonte, supuesto origen y paladín del toreo moderno, construía (contradictoriamente) sus faenas al estilo antiguo. ¿Cómo se explica esto?
¡Triana! ¡Tenemos un problema!
Las imágenes que acabamos de ver tienen su importancia, porque cuando ya el toreo en redondo se ha asentado definitivamente (la faena de Nimes es de 1934) Juan sigue erre que erre, y se mantiene fiel a su forma inicial de torear. La que tenía en los años de su competencia con Joselito. Construyendo sus faenas al estilo antiguo.
El toreo de Juan era trasunto del toreo de algunas de las viejas tauromaquias. Por eso se dijo que más que revolucionario, Juan había sido restaurador del toreo eterno (donde dice eterno, debe leerse “antiguo”). Texto de la Tauromaquia de Paquiro donde aconseja que después del pase natural el torero de un pase de pecho. Paquiro, pues, se erige primer valedor del toreo cambiado, al contrario que Pepe-Hillo.
Esto planteó a los ensayistas taurinos un curioso problema porque chocaba frontalmente con la imagen de diestro innovador que se quería proyectar de él.
Hoy día, nos cuentan la milonga de los herencia belmontista en el toreo moderno tal como nos la han contado y nos la creemos (nadie más crédulo para ciertas cosas que el aficionado a los toros). Pero en aquellos años la cosa era tan evidente y estaba tan a la vista que, decir (cuando Belmonte toreaba como acabamos de ver que toreaba) que “todo” el toreo moderno venía de Juan Belmonte, exigía –como mínimo- una explicación.
La estética de Belmonte si es moderna (¡Y magnífica!), pero no así su técnica. Juan en un pase cambiado (de pecho) en 1934 en la plaza de las Ventas.
Vamos a ver como han justificado esta contradicción los escritores y críticos taurinos.
Luis Bollaín. Defensa a ultranza
Juan Belmonte de tertulia y cháchara con su incondicional amigo Luis Bollaín (Fotografía del libro de éste antes citado “Los genios de cerca”)
El primero que se planteó este problema y quiso darle respuesta fue el notario belmontista Luis Bollaín.
Bollaín era belmontista en una familia de belmontistas. Partidario confeso, acérrimo y pasional del trianero. Su contertulio en los últimos años del torero en el bar los Corales en la sevillana calle Sierpes. Quien más libros ha escrito sobre Juan.
Bollaín ve con mucha claridad lo que se está discutiendo y replantea el debate con una pregunta muy clarificadora: ¿Qué es preferible? ¿El natural y el de pecho o los naturales y el de pecho?
Página 447 del libro “El Toreo” de Luís Bollaín (1ª ed., Madrid, 1968. Existe re-edición reciente) Yo diría que: “No es lo mismo dar un pase que dar dos”.
Como era previsible, Bollaín se decanta claramente por el toreo en “ochos”, alternando el natural con el de pecho, que es el toreo de Juan Belmonte.
Pero don Luis no sólo prefiere este modo de toreo (lo que sería legítimo) sino que, además, pretende demostrarnos que esa opción es la mejor y la única aceptable, la que encierra más mérito y riesgo (lo que ya no es de recibo).
Para convencernos incluye este curioso gráfico en su libro (gráfico que ya reproducíamos en su día y que volvemos a reproducir ahora):
Según Bollaín, Juan no torea en redondo pero su toreo (El de “ida y vuelta”. El llamado toreo “en ochos” por la trayectoria que describe el toro (que dibuja en la arena un signo de interrogación) es superior en calidad y mérito al toreo en redondo. En la imagen (reproducción de la página 450 de su tratado “El Toreo”) Bollaín explica geométricamente el porqué es preferible el toreo en “ochos” frente al toreo en redondo intentando convencernos.
El texto tiene truco porque en el toreo “en ochos” la posición del diestro no es estática, como da a entender el gráfico, pues en ese tipo de toreo, el torero muda constantemente su posición como veíamos hacer a Belmonte en Nimes (y como veremos hacer a Domingo Ortega en Madrid).
Por el contrario, en el toreo de línea natural, el torero mantiene su posición a lo largo de la tanda (con los mínimos ajustes necesarios para dar sitio al toro). Por ello, la posición del torero en la trayectoria “A” (al hilo) es tanto o más arriesgada que la del torero que cruza al pitón contrario (Trayectoria “B”) aunque a veces pueda no parecerlo a simple vista.
Por cierto, que la trayectoria “B” nos lleva de Juan Belmonte a Paco Ojeda, casi directamente, sólo que este último (torero de purísima línea cambiada) no se enmendaba lo más mínimo. Su toreo impactó a los públicos causando la lógica perplejidad.
Bollaín además divulgó sus ideas en libros y artículos. Reproducimos aquí uno de ellos. Un artículo rescatado de las páginas del Ruedo y que han desempolvado en el blog del Aula taurina de Granada.
Imágenes del blog Aula Taurina de Granada. Entrada sobre el toreo en redondo
La cosa tiene enjundia y sobre lo que dice don Luis habría mucho que hablar, pero no es el momento de analizar si el notario Bollaín tenía razón o no (en mi opinión, no la tiene). Lo importante es destacar la contradicción que existe en proclamar a Juan como base del toreo moderno para luego y a la vista de que el toreo moderno (toreo en redondo) es ajeno al trianero, negar o cuestionar el toreo moderno y decantarse (y preferir) la faena al estilo antiguo.
Chicuelo, este sí verdadero arquitecto del toreo moderno, en otro de los naturales que dio a Dentista (Foto facilitada por Xavier González Fisher)
Lo peor no fue eso, sino que cuando Pepe Alameda proclamó a Chicuelo como “arquitecto del toreo en redondo” (El crítico afincado en México todavía no había descubierto el papel jugado por Joselito en la la faena de muleta moderna), Don Luis se enfadó muchísimo porque ¿Cómo podía osar nadie comparar a un genio como Belmonte con un torero “simplemente preciosista” como Chicuelo?
Pero, en todo caso, Bollaín había visto muy claro el dilema y la necesidad de dar una respuesta clara y contundente.
El principio del lío: Gregorio Corrochano
Última fotografía de Gregorio Corrochano, tomada en la Feria del Libro de Madrid de 1961, cuando firmaba ejemplares de su libro “Cuando suena el clarín”. El famoso crítico NO afinaba demasiado –en mi opinión- como analista taurino. Sin embargo no es dejado un repertorio impresionante de aforismos y definiciones con gran calado entre los aficionados.
Lo de Bollaín tenía (ya que no coherencia) cierta lógica. Por amistad, por partidismo visceral y por cercanía en el tiempo. Lo que no tiene lógica, ni coherencia es la posición que, sobre este tema, adopta Gregorio Corrochano.
Frente a Bollaín, Corrochano se definía como afamado crítico y amigo del llorado Joselito. Sin embargo, su postura (que explica en su libro ¿Qué es torear-Introducción a la Tauromaquia de Joselito?) ante el dilema planteado es confusa y ha traído no poca confusión a la fiesta.
De entrada, me resulta cuando menos curioso que Corrochano, supuestamente partidario de Joselito, sólo alcance a ver en este a un magnífico lidiador del estilo antiguo y que ignore totalmente su aportación al toreo moderno. Incluso en algún párrafo, Corrochano da a entender que José toreaba al natural en redondo en tan contadas ocasiones como Belmonte (¿?). Lo que no era cierto.
José María de Cossío, otro insigne Joselista, tampoco fue capaz de profundizar y entender el alcance de la apuesta torera del diestro de Gelves en sus análisis históricos, pero al menos fue quien dejó constancia notarial del gusto de Joselito por el toreo al natural y en redondo.
Lo grave es, que el tema técnico de fondo que venimos analizando, Corrochano ni lo intuye.
A Corrochano, pese a su declaración dogmática a favor del toreo ligado, sólo le interesa el pase aislado. Por ello, no se plantea el dilema que si había sabido ver y plantear Bollaín sobre cómo debían ligarse unos pases con otro (toreo en redondo frente a toreo en “ochos”).
Por eso, cuando el crítico de ABC describe el pase natural (descripción en la que se adivina el toreo de Juan Belmonte y no el de Joselito el Gallo) y llega al final del pase dice lo siguiente:
Página 235 del libro de Corrochano, “¿Qué es torear?-Introducción a la Tauromaquia de Joselito”.
Para Corrochano daba casi igual ligar el natural con otro natural o ligar el natural con el pase de pecho (aunque muestra su preferencia por lo segundo). Lo curioso es que –Ojo. No se trata, aquí y por ahora, de tener que elegir entre uno u otro concepto del toreo (natural o cambiado. En redondo o en “ochos”) sino de constatar un hecho inobjetable: Juan Belmonte, supuesto origen y paladín del toreo moderno, construía (contradictoriamente) sus faenas al estilo antiguo. ¿Cómo se explica esto?proclamándose partidario de Joselito, se decante por la forma que práctica Belmonte, no José.
El análisis de Corrochano es erróneo pues mezcla dos conceptos del toreo, dos modos de torear totalmente antagónicos, como si fueran lo mismo.
En efecto, si se liga el natural con el de pecho, si se practica el toreo cambiado, el toreo de expulsión, ganándole terreno al toro de pase en pase, como hacía Juan Belmonte y como hacía Domingo Ortega, es casi imprescindible cargar la suerte avanzando la pierna de salida.
Por el contrario, cuando se torea en redondo. Cuando el torero se convierte en eje que trae el toro hacia su terreno, lo que es muy arriesgado y expuesto, la suerte se carga con el movimiento de brazos, no con el de las piernas. En ese caso, buscar el pitón contrario, cargar la suerte avanzando la pierna sería –además de contradictorio- una ventaja.
Pero no debemos cargar las tintas (que no la suerte) contra Corrochano pues el crítico lo que hizo fue asumir (o eso pensamos) las tesis que expuso en su conferencia del Ateneo madrileño el diestro Domingo Ortega.
Corrochano quedó fascinado por el discurso de Domingo Ortega, sin percatarse que las teorías de este diestro sobre “cargar la suerte” eran aplicables la forma de torear del de Borox y a la forma de torear de Juan Belmonte, pero que no eran generalizables –ni aplicables, ni coherentes, ni exigibles- a la forma de torear de Joselito, Chicuelo o Manolete cuando toreaban en redondo.
Domingo Ortega, en su conferencia “El Arte del Toreo” dictada en el Ateneo madrileño el 29 de marzo de 1950, defendió que ·”cargar la suerte” era la piedra angular del toreo queriendo generalizar su particular concepción de este y convertirla en verdad universal. Ortega pensó (ingenuamente) que sólo se podía torear como el toreaba. Por desgracia, su tesis hizo escuela. Hoy día la aplicación indiscriminada del concepto de “cargar la suerte” a todo tipo de toreo (incluido el toreo en redondo al que le es ajeno) es causa de la enorme confusión que sobre estas cuestiones técnicas padecen muchos aficionados y, de rebote, del trato injusto que reciben muchos toreros. En el trasfondo todo se reducía a una crítica velada del toreo de Manolete ya muerto en Linares. La pelea que no pudo ganar en los ruedos, la ganó Ortega en el Ateneo, cuando ya el de Córdoba no podía darle réplica.
Lo mejor no es decir, sino mostrar. De muestra, una faena del maestro de Borox, Domingo Ortega.
Son imágenes de 1956, Domingo Ortega vestido de calle torea en el homenaje a Nicanor Villalta. Ortega torea alternando los pases por los dos pitones, andando al novillo de Escudero Calvo con mucha elegancia y suma suavidad. Lo importante es que- en esa forma de torear- avanzar la pierna de salida no sólo es lo correcto sino necesario.
Un modo el de Ortega magnífico, pero que tampoco tiene nada que ver con el toreo moderno. Lo que resulta sorprendente y eso fue lo que Domingo Ortega no dijo, en su conferencia del Ateneo madrileño, que su sistema (cargar la suerte) es aplicable cuando se torea como toreaba el (de acá para allá, alternando pitones), pero que no es aplicable ni coherente cuando se toreo en redondo.
Ortega quiso convertir en verdad universal lo que era una regla particular, la suya. Confusión que tantas confusiones ha traído después. El primer confundido, Corrochano. Otros le seguirían en esta ceremonia. El más confundido y el más importante (por su repercusión entre los aficionados) fue el crítico del Diario El País, Joaquín Vidal.
Joaquín Vidal siguió a pies juntillas lo que dijeron Corrochano y Domingo Ortega por eso, como los malos estudiantes que copian en un examen, su descripción del pase natural efectuada en su libro “El toreo es grandeza” reproduce los mismos errores que había cometido el crítico de ABC.
La descripción que Vidal hace del natural sigue casi literalmente (aunque con más belleza literaria) a la que hizo Corrochano. Y repite el error de considerar compatible la cargazón de la suerte con el toreo en redondo. Lógicamente, a la acción de cargar la suerte se le reviste de la máxima importancia.
El texto de Vidal en su libro “El toreo es grandeza”. El crítico confunde un sistema o modo concreto de torear con “todo” el toreo. El colmo es que llega a afirmar que torear sin cargar la suerte “no es torear”.
Conclusión
El que Juan Belmonte fuera ajeno al moderno toreo en redondo y practicara el antiguo toreo en “ochos” no fue óbice para que sus partidarios más acérrimos siguieran considerándole (pese a la evidente contradicción) paladín y origen del toreo actual.
La magnífica estética del toreo cambiado de Juan Belmonte. Escultura de carne y hueso. Esa sí, fuente inagotable para el toreo posterior.
Un grave error, aunque más grave es la falta de claridad de ideas, a la hora de analizar los modos del toreo, que han tenido críticos importantes y supuestamente sagaces como Gregorio Corrochano o Joaquín Vidal. Vaya en descargo de ambos la fascinación intelectual que, sobre ellos, ejercieron las deslumbrantes teorías de Domingo Ortega, tan claras y cómodas de aplicar como erróneas, pues no podemos (o no deberíamos) por coherencia, conceder validez universal a unas reglas de toreo que son aplicables sólo a un sistema o modo de torear determinado.
Pepe Alameda si fue consciente de la existencia de dos modos de torear contrapuestos y con objetivos distintos. El magnífico crítico decía que “lo que vale en un sistema no es necesariamente válido en el otro”.
Lo malo no es que Corrochano o Vidal no se enteraran de esto (de cómo se torea realmente) que no matizaran o distinguieran entre toreo natural y cambiado (tema que ni siquiera se plantearon, como hemos visto), sino que su confusión técnica y sus dogmáticos planteamientos se han utilizado desde entonces como coartada para cercenar, perseguir, denunciar y desacreditar injustamente a todos los toreros de línea natural o, más sencillamente, a todos los toreros que no son del gusto del aficionado de turno.
Lo que no es de recibo
Negar validez al toreo natural es suprimir y decapitar de un tajo media historia del toreo. No es admisible, y creo que ningún crítico ni aficionado tiene derecho a ello, enviar al Limbo taurino a toreros de la talla de Pepe-Hillo, Cúchares, Cayetano Sanz, Lagartijo, Joselito, Chicuelo o Manolete, impunemente. En la foto (del blog ganaderos de lidia), aparece uno de los damnificados por esa visión parcial (y partidista) de la Historia del Toreo que venimos sufriendo desde lo albores de la fiesta, el sevillano Pepe-Hillo.
(Continuará…)
7 comentarios:
José: El desenvolvimiento de una teoría del toreo implica, como en todo, avances y retrocesos. Cada quién va a interpretar lo que ve de acuerdo a los fundamentos que ha adquirido y que, como decía un profesor mío de mis tiempos de estudiante de Arquitectura (carrera de la que "destripé"), nos dejan en el subconsciente cosas que luego sacamos como si fueran "ideas propias".
Guillermo H. Cantú, que ha escrito sobre Silverio Pérez y Manolo Martínez principalmente (con un marcado acento chauvinista, debo reconocer), plantea una interesante teoría del "toreo en ochos" a propósito de la tauromaquia del segundo de los que aquí menciono, apoyado, dice, en estudios de un Ingeniero Industrial y sería, a partir de tu desarrollo, la "re-evolución" del toreo en redondo.
La obra en la que lo hace y lo explica gráficamente es "Manolo Martínez. Un demonio de pasión". Voy a buscar esos gráficos, para el caso de que no tengas en tu poder el libro, puedas observar la manera en la que presenta ese desenvolvimiento de algo que ya era.
Un abrazo.
En mi concepto, el toreo que llena a los hondones, es aquel en el cual el torero manda. Se manda si el torero está bién colocado y carga la suerte, para así poder hilvanar el siguiente pase.
Si eso se hace frente a un toro encastado, fiero y noble, miel sobre hojuelas.
José, y qué te parece el concepto de Alfonso Navalón, sobre este tema tan vital?
POCHO PACCINI
Pocho:
Comparto tu opinión que el toreo que llega es aquel toreo en el que el torero manda sobre el toro. No aquel en el que el torero está a merced del toro.
Toreros de mucho mando fueron Belmonte y Domingo Ortega (toreros de línea cambiada)pero también Joselito y Manolete (toreros de línea natural).
No tengo tan claro que para poder hilvanar bien los pases "deba" cargarse la suerte, más bien al contrario. Pero, por supuesto, esto no pasa de ser una opinión más.
Un abrazo
PD: No conozco las teorías de Navalón sobre este tema. Intentaré localizar sus textos.
Xavier:
Como quiero seguir con el tema del toreo en ochos y del toreo en redondo, voy a procurar no extenderme demasiado en la contestación. Sin embargo, me gustaría añair que el planteamiento del toreo en redondo como más moderno que hago en esta entrada tiene un punto de afán polémico. Ambos toreos realmente vienen de origen, si bien el toreo al natural necesitó más tiempo (y un toro más dócil) para cuajar.
Lo que no quiere decir que el toreo en redondo sea el toreo en ochos mejorado pues creo que responden a conceptos y planteamientos distintos de los que ya hablaré.
Por eso mismo, tampoco creo probable que el toreo en ochos sea la evolución o mejora del toreo en redondo, como sostendría la teoría que comentas.
Sin embargo, no conozco el texto que citas por lo que creo interesante acceder a él. Voy a intentar localizarlo.
En cualquier caso, los gráficos que comentas pueden tener un punto de interés porque al final, en mi opinión, esto del toreo es (ya se ha dicho hasta la saciedad) pura geometría.
Un abrazo fuerte.
Interesantísima la nueva entrada y el tema de debate que nos plantea José.
Antes que nada, felicitar a nuestro Morente, porque nos expone sus teorías y lo que es más importante, sus porqués. En este caso haciendo una “crítica” a grandes críticos-teóricos taurinos, Bollaín, Corrochano, Vidal… perfectamente razonada y fundamentada. Alcanzando unas cotas de profundidad en el estudio del toreo espectaculares. A la altura de estos. Dicho queda.
Bajo mi humilde punto de vista, el problema de muchas teorías, de cualquier ámbito, es su creencia de verdad absoluta. El error en el que caen los Belmontistas acérrimos, es la consideración como máxima certeza, que Belmonte fue el único y exclusivo artífice del “toreo moderno”. Seguramente impulsados por la amplia literatura que existe sobre la figura del trianero.
El toreo, como toda actividad humana, ha sido fruto de una evolución continua, en el que todos han aportado su granito de arena, si bien es cierto, unos más que otros. Conviene citar la teoría de Santi Ortiz, sobre los toreros verticales (aquellos que hacen evolucionar el toreo y llegar a terrenos inexplorados) y toreros horizontales (aquellos que perfeccionan y profundizan sobre los pasos dados por los anteriores). Pero TODOS aportan.
La clave nos la da José. Hay que distinguir entre lo que se denomina “toreo moderno”, lo que sería un concepto general, en que la influencia de Belmonte junto a Joselito, es pilar fundamental y la “estructura de la faena moderna”, que sería una evolución en la ejecución del toreo. En este punto, el toreo en redondo (natural) se impone. Aquí Belmonte pasaría a un plano muy secundario, al ser un torero cuyas faenas siguen el patrón de toreo antiguo (cambiado o en “ochos”).
Vuelvo a reiterar que en mi opinión, muy particular y no sé si acertada o no, la importancia de la revolución belmontina está, en que el toreo, se convierte en un ejercicio espiritual (“para torear hay que olvidarse del cuerpo”). Novedad. Unido al hecho de que en Belmonte, la línea de toreos basados en el conocimiento de las suertes se acentúa especialmente. Su concepto del toreo (forma de enfrentarse al toro), prima sobre la condición de las reses. Es decir, imposición de su toreo a cualquier tipo de toros. Con ambas premisas, y por el gran impacto que tuvo en el público, llevan a sus seguidores a la falsa creencia de que Belmonte es el exclusivo creador del “toreo moderno”. Nada más lejos de la realidad, como bien expone José.
Seguramente, los amplios conocimientos de la reses que tenía Joselito, hizo que pasara desapercibida, para el gran público e incluso para grandes estudiosos del toreo, la verdadera importancia de la “revolución gallista”. El toreo en redondo. Y la influencia que tendría sobre la evolución posterior del toreo. O puede que “Bailaor”, la tarde de Talavera, dejara inacabada para siempre la obra de Joselito, que podría haber culminado con la fusión perfecta de los términos anteriormente señalados.
La “estructura del toreo moderno” y el “toreo moderno”. Joselito en Belmonte. Belmonte en Joselito.
Habría que esperar unos años, para que fundiera el “torero moderno” de Belmonte, entendido como imposición de su concepto a todo tipo de toros y “la estructura de la faena moderna”, toreo en redondo, cuyos pilares fundamentales han sido Joselito “el Gallo” y “Chicuelo”, en un torero. El Monstruo de Córdoba, Manolete. A lo que muchos han negado el pan y la sal, por las confusiones o gustos personales en el entendimiento que cada cual tiene de “cargar la suerte”. En este aspecto, nada que añadir a lo que de ello dice José.
José, con esta entrada, otra “muesca” en tu revolver.
Felicidades.
Un saludo.
Joselito es el padre de la criatura.Amén.
Nosurca.
Nosurca.
Pues eso mismo pienso, yo.
Un abrazo
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