lunes, 27 de agosto de 2018

Carta abierta a Juan Ortega

Por Luis Miguel López Rojas

Torería auténtica


“Juan Ortega, tú sí estás en mi otoño…”

Hoy, instantes después de que Plaza 1 haya presentado oficialmente las lista de los once toreros que entrarán en el bombo de la feria de otoño, diseñado de aquel que se autoproclama “productor de arte”. Sorprende que el sorteo no esté una bola con tu nombre. Sólo te puedo decir Juan Ortega, tú sí que estás en mi otoño.

En ese sorteo, sí estará presenta la bola de la injusticia, del cambio de cromos, del mediocre sistema taurino que asfixia el toreo, la bola de la falta de sensibilidad…porque el arte no se produce señor Casas. El Arte, se tiene o no se tiene. Como la torería, la que tú, Juan Ortega, derramaste en el coso venteño el pasado día de la Paloma.  

Ya lo dijo Curro Romeroqué difícil es comer despacio cuando se tiene mucha hambre”, y que difícil debe ser después de que pasaran más de dos años desde tu confirmación y no haber vuelto a pisar su ruedo. Del olvido, de ostracismo que somete el sistema a tanto torero bueno. En tarde de canícula agosteña, del Madrid desierto, de mucho cemento, de escasa entrada y mucho turista, de andanadas cubiertas de andamios… pero también de fecha de tradición con aficionados dispuestos a paladear el toreo, el buen toreo. Tarde de jugarse el todo por el todo…

Por eso impactaste tanto, desde el primer quite, donde tu capote se mece en forma de dos verónicas. La media que esculpe y cincela tu cuerpo. Esa despaciosidad, esa mente despejada, ese aroma a toreo bueno. El reencuentro con el toreo añejo, el toreo caro, el toreo de sabor. El toreo de hoy y de siempre. Por tu forma de iniciar la faena con esos doblones por bajo,  torerísimos, además de eficacia y dar al toro la lidia que necesitaba, reunieron belleza y se convirtieron en escultura

Faena maciza. Cadencia y compás. Para saborear y paladear. Tres series con la derecha y una tanda donde los naturales surgieron cristalinos y puros.  Exquisita. Como exquisito volvió a ser el cierre por bajo. Tu corazón tras de tu espada, que quedó en todo lo alto… ¡Cómo olía a toreo en tu vuelta al ruedo con la oreja en la mano!

¡Qué pena que tu segundo no dejara redondear la tarde! Y qué ganas de volver a verte… Juan Ortega.

Por todo esto todavía doy más valor a tu actuación, que por sí sola y en otros tiempos te habría valido un buen número de contratos. Pero de lo que todos estábamos seguros, es que al menos te valdría para que tu nombre apareciese anunciado en los carteles de esta novedosa feria de otoño. La del sorteo. 

Seguramente el Señor Casas no estuvo en Madrid ese día, lo que no es disculpa, porque gente de su amplio grupo y confianza, sí estaría. Y si no, están los videos y como todos los medios taurinos de forma unánime lo cantaron. Por eso duele más tu ausencia.

Hoy retumbarán en tu mente una y otra vez ese: “tanta lucha, pa ná”, que en su día pronunció tu apoderado, Pepe Luis Vargas, con el que tantas horas de toreo de salón, de sueños, de lucha has compartido este año… 

Sé que mis palabras de poco servirán, pero cuando la temporada eche el cierre, las luces se apaguen, las plazas españolas cierren sus puertas y el invierno coja fuerza, mi mente de aficionado recapitulará para ver lo que quedó grabado en mi memoria esta temporada 2018. Eso es lo que verdaderamente distingue el arte. La inmortalidad del recuerdo que queda marcado a fuego en nuestro corazón de aficionado. Ese arte que parece desconocer el que dice llamarse “su productor”. El arte que vi y esparciste en las Ventas.

Por eso Juan Ortega, sólo te puedo decir que tú sí que estás en mi otoño.

Y yo te espero, TORERO.

Luis Miguel López Rojas.
24 de agosto de 2018.






1 comentario:

Antonio Luis Aguilera dijo...

Enhorabuena, Luis Miguel. No se puede expresar mejor el sentimiento de los aficionados que estuvimos allí, gozando con el toreo de Juan Ortega.
El productor y todos los comisionistas del torero van a lo suyo, y luego, si le ponen un micrófono delante, pretenden vendernos la moto. Juan Ortega habló donde hablan los toreros, en el ruedo. Y el lorito francés sin enterarse...