domingo, 18 de febrero de 2018

Cuando y porqué hemos perdido el sentido de la realidad (de Belmonte a Manolete)

Por Jose Morente
Igual que Don Quijote perdió el sentido de la realidad leyendo libros de caballería, así ocurre con algunos aficionados que han perdido el sentido de la realidad leyendo literatura taurina (En la imagen, ilustración de Gustavo Doré para una edición del Quijote)
En nuestra entrada de ayer, revisamos las opiniones de Rafael Ortega sobre cómo se debe torear. Mientras que para Domingo Ortega (referente de muchos aficionados actuales) la clave estaba en cargar la suerte, Rafael (otro referente) relativizaba ese movimiento y ponía el acento en el cite. Creo que el de la Isla de San Fernando tiene bastante más razón que el de Borox pues, se cite como se cite, para hacer posible un buen muletazo habrá necesariamente que plantear correctamente ese momento inicial del cite. Si no se inicia correctamente el muletazo luego todo será ya más difícil.

Es cierto que su cite con la muleta adelantada es muy diferente (al menos en la teoría pues las imágenes le desmienten) del manoletista cite de muleta atrasada pero es también, y eso es lo importante, un cite en quietud.

Y es lógico pues el maestro Rafael Ortega se forma como torero en la época de Manolete (Ortega tomó la alternativa tardíamente con 28 años en 1949) una época en la que el paradigma de la quietud, el torear parado, vino a sustituir el necesario y contínuo movimiento del toreo antiguo.

Manolete sustituye el movimiento contínuo del toreo en ochos por la quietud del toreo en redondo donde el torero se planta como eje vertical alrededor del cual gira el toro. Hoy no se concibe ni se admite torear sin quietud y, sobre todo, citar sin quietud. Hoy el público exige citar parado, sin menear los pies o sea, teniendo estos completamente anclados en el albero en el momento que el toro entra en jurisdicción.

Todas los argumentos de los defensores del toreo en movimiento (Gregorio Corrochano, Díaz Cañabate, Joaquín Vidal, Alfonso Navalón, etc.) quiebran ante esa evidente realidad del toreo en quietud, del toreo parado impuesto por Manolete cuya importancia y cuyas consecuencias no supieron entender ni valorar. Su defensa del toreo en movimiento (cargar la suerte adelantando la pierna de salida después de que el toro inicie su arrancada) no tiene nada que ver con lo que hoy se exige y se premia en las plazas.

Por eso sus seguidores, aquellos aficionados que han aprendido el toreo leyendo los libros, los artículos y las crónicas de los autores citados, dificilmente podrán disfrutar y comprender el toreo parado y en redondo de nuestros días, un toreo que es herencia genial de Joselito, Chicuelo y Manolete y los diestros que les siguieron.

De lo que no se han percatado esos aficionados es que su contínua frustración no tiene su origen en aquello que los toreros hacen en los ruedos sino en esas teorías que anidan en sus cabezas. Les ocurre lo mismo que a Don Quijote, a quien la lectura de los libros de caballería le hizo perder el sentido de la realidad

El mayor problema de nuestros días no está en los ruedos sino en esas erráticas y confusas teorías que pueblan nuestras mentes de aficionados.


1 comentario:

enrique carbonell ons dijo...

buenas tardes he leído con interés la publicación, que ademas de un placer , es una continua enseñanza. De gran magnitud. salud