lunes, 4 de septiembre de 2017

Cuaderno de notas (CXXVII) El toreo por una rendija

Por Antonio Lorca
Juan Mora torea en Reservatauro la finca -santuario del toro bravo- de Rafael Tejada en Ronda (Fotografía de Jon Nazca-Reuters)
Ese que ven ahí, a lo lejos, a través de esa rendija, es un torero, un artista, un maestro; aunque vista un ajado pantalón vaquero y camisa celeste de manga larga en lugar del reluciente y vistoso traje de luces. Se le ve en el porte, la apostura, la naturalidad, la cadencia… Aunque solo muletee a una noble vaquilla en el tradicional examen campero en el que se prueba a las llamadas a ser madres de fieros y encastados toros bravos.

Eso que ven ahí es torería, por las formas y el fondo de quien acaricia la muleta y la fijeza bondadosa del animal.

Pero todo es pequeño, o se ve diminuto, a través de esa rendija de una pesada puerta metálica que luce un cerrojo de grandes dimensiones que no se sabe si está cerrado o abierto.

Pero es el tentadero —espejo de la fiesta de los toros— el que parece enjaulado, como una metáfora de la pretensión de quienes consideran la tauromaquia una práctica bárbara y execrable.

Pero no debe de ser esa la intención del autor de la fotografía, que se ha limitado a buscar un ángulo diferente para que, al final de ese túnel verdoso de un ventanuco, destaque la grandeza del toreo.

Dan miedo el portalón de hierro y el vistoso picaporte, pero no sirven más que para resaltar la intimista ceremonia que sucede solo unos metros más allá, en la que un animal nacido para la emoción se somete a la prueba de bravura que lo convertirá, sin duda, en cimiento y simiente de la ganadería. ¿Y el torero?

Es un hombre maduro, digno y cabal, artista de los pies a la cabeza, un modelo para las nuevas generaciones. Sigue en activo, aunque no se prodigue ante los públicos. Pronto se cumplirán siete años de aquel 2 de octubre de 2010, cuando, en poco más de seis minutos, embelesó y cautivó a la plaza de Las Ventas, sublimó el toreo y dictó una inolvidable lección de catedrático emérito del toreo.

Y ahí sigue. Hasta en un tentadero, a través de una diminuta rendija, se vislumbra la gracia innata de quien nació torero. Su nombre, Juan Mora

Este artículo de Antonio Lorca fue publicado en el blog de El País, el pasado 17 de agosto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

de acuerdo,con la foto y el comentario de Antonio Lorca,¿que un torero de estas características, no lo podamos ver? sólo en tentaderos, y un festejo en Melilla, da idea,la falta de imaginación, afición, del empresariado actual, esto así, se acaba, abrazos, Manuel Vázquez