jueves, 25 de mayo de 2017

Viaje a las fuentes del cante de Antonio Mairena (II) Los tangos de Faíco

Por Pepa Sánchez


Faíco (Detalle de la fotografía del bailaor trianero publicada en el libro "Las Confesiones de Antonio Mairena")
"Recuerdo la primera vez que salí cantando en presencia de otras personas. Fue en una fiesta gitana familiar. Hasta entonces ni mis padres me habían oído. Esto fue hacia el año 1920 y en una fiesta que se organizó con motivo de la estancia del bailaor Faíco en Mairena. Faíco, que era de Triana y se llamaba Francisco Mendoza, había estado en Rusia, donde le cogió la Primera Guerra Mundial, y creo que se tuvo que quedar allí hasta que acabó la contienda. Cuando volvió a España traía con él una gitana rusa, con la que se había casado. En sus buenos tiempos, Faíco fue uno de los grandes puntales del baile gitano.
MAIRENA, Antonio. " Las confesiones de Antonio Mairena (1ª ed., Secretariado de Ediciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1976. Pág. 51)

Como hija de un ilustre trianero y como amante del flamenco del arrabal sevillano, me ha tocado rememorar brevemente uno de los sustratos de los que nuestro homenajeado se nutre, a tempranisima edad, para cantar por tangos. Y en concreto, me corresponde traer al presente aquella fiesta gitana celebrada aquí, hacia 1920, en la que Antonio Mairena cantó por primera vez públicamente, sentado en las faldas de su madre, nada más y nada menos que al baile del gran Faíco. Se dice que lo entonces interpretó fueron unos tangos que Pastora Imperio popularizó en aquella época.

La pronta conexión del maestro mairenero con el universo flamenco trianero nos la desvelaba él mismo en sus memorias. Dejó escrito que su tía Pilar, que era buñolera, estaba casada con El Moreno, hermano de Faíco y de Baldomero, todos hijos de una gitana de Triana llamada Josefa Ríos y apodada La Guaracha.

Nos cuenta Rafael Pareja, que la madre de El Faíco era a su vez sobrina de un puntal en el cante trianero, el Tío Martín de Triana, y como buena trianera, fue especialista en seguiriyas, soleares y, por supuesto, en tangos.

Ese rumboso sobrenombre, La Guaracha, apunta con gran probabilidad –como bien pueden imaginar- hacia esa notable herencia negroide afroamericana que atesora desde antaño el trianero, y en especial, el gitano de Triana desde que El Muelle del arrabal se convierte en Puerto principal de Indias

Déjenme añadir, volviendo a la figura del gran Faíco, por si aún quedara algún resquicio de duda del legado “afroandaluz”, que -según las pesquisas de Ángel Vela- el insigne bailaor fue a su vez primo y compañero de escenarios de otro extraordinario bailaor gitano de Triana, llamado Manuel Ríos y apodado nada más y nada menos que Mojigongo

Antonio Mairena bebió y admiró esa herencia sandunguera de los gitanos trianeros; una herencia que fue materializándose poco a poco en contacto directo con la etnia de ascendencia africana presente en el arrabal y que culminó en el siglo XX con los que hoy se pueden englobar bajo el epígrafe de “Los Flamencos Trianeros de la Fiesta” o incluso mejor, “Los últimos de la Fiesta” como muy bien definió, en 1987, el espectáculo organizado por José Luis Ortiz Nuevo, en un intento de capturar el genio de la creación en acto. 

Antonio Mairena admiró a esos gitanos que sufrieron la diáspora de los años 60 del siglo pasado y fueron más tarde “rescatados” por la memoria flamenca. Les hablo de Juan El Tumba y su hijo, El Mani de Triana; de Manolito el de Aguasantas (padre de Curro Vélez); de Tragapanes; de El Bengala y su hija Amparo; de El Pati y su mujer Pastora La del Pati; de El Maera y su célebre esposa Esperanza la del Maera. Les hablo de Los Titis de Triana, rama gloriosa de los Cagancho (Titi el Viejo, el Titi de Triana y Carmen la del Titi), Los Filigrana de Triana (Pepa la Calzona y Manolo…), El Pioja, El Herejía, El Coco… entre tantos otros gitanos depositarios indirectos de aquellas danzas prohibidas que tanto solicitaban las señoras de las fiestas privadas de alta alcurnia. Ellos son los últimos de la cadena en la transmisión de una mezcla de ditirambos, danzas tribales, rituales de cortejo y apareamiento, sandunga y son.

Unos gitanos abiertamente receptivos a la negociación cultural y a la hibridación. Al gitano trianero no le gusta poner naftalina en los cajones para preservar intacto un tesoro que nadie disfruta. Lo saca a la calle para que lo oree la brisa que trae su Guadalquivir; una brisa cargada del aroma de otras tierras lejanas y exóticas.


Esta es, sin duda, una de las fuentes del cante de Antonio Mairena, y aunque no llegó a registrar mucha variedad de tangos trianeros, todos sabemos a ciencia cierta cuánto admiraba esta escuela flamenca. Tampoco llegó a registrar aquellos tangos que le cantara al gran Faíco. Hoy sólo contamos con una adaptación por bulerías en la voz del genial Camarón de la Isla, donde sentenciaba aquello de “Soy grande por ser gitano, yo no negaba mi ley por vida”.

Pepa Sánchez ilustrando a la concurrencia con su interesante disertación sobre los tangos trianeros, Faíco y Mairena (Fotografía de José Cenizo)
---oo0oo---


Nota de LRI. El recorrido que, a las Fuentes del Cante de Antonio Mairena, hicimos el pasado sábado 13 de mayo, se inició (en lo que a estilos se refiere) con el recuerdo de los tangos trianeros que bailaba el genial Faíco a principios del pasado siglo. A él fue a quien el maestro de los Alcores cantó por primera vez en su vida en público.

En un corralón de vecinos cerca de la Alameda donde se celebraba el Festival anual de Mairena, Pepa Sánchez Garrido (hija del gran cantaor Naranjito de Triana) nos deleitó con el texto que acabamos de reproducir. Para remate de ese mágico momento, José el Pañero, cantó y bailó por tangos, con la guitarra de Rubén Lara, como solo saben cantar, bailar y tocar los flamencos puros y con personalidad.

Palabra y cante y baile y toque -en homenaje a Triana- que fueron arte puro y puro arte. 

Tangos de Triana. José el Pañero y Rubén Lara. Cante, baile y toque, flamenquísimos (Fotografía de Carmelo Camino Camino) 


Bibliografía recomendada

SÁNCHEZ GARRIDO, Pepa "Cantes y cantaores de Triana (1ª Ed, Sevilla, Bienal de Sevilla, 2004)

Para conocer en profundidad el acervo flamenco de tonás, seguiriyas y soleares, acumulado en ese genial y flamenquísimo barrio sevillano de Triana.  resulta imprescindible la lectura del libro de la propia Pepa Sánchez, "Cantes y Cantaores de Triana". Uno de los mejores textos que sobre repertorio de cantes he leído en mi vida de aficionado. No sólo se recopilan, en esta obra, todas las variantes estilísticas de los palos citados, destripadas y desmenuzadas, sino que estas se agrupan y ordenan con el mejor criterio posible. Un libro que, a fuer de ilustrativo es, por eso, sumamente didáctico y que permite tanto al aficionado como al meramente curioso, adentrarse con solvencia en esa frondosa selva de los cantes trianeros más jondos.




Un libro imprescindible en cualquier biblioteca flamenca

Addenda cantaora, bailaora y tocaora. 

Todo recorrido o acercamiento al cante carece de sentido sin el cante mismo. Por eso, lo mejor es finalizar este post con esos tangos trianeros que, ilustrados por Pepa Sánchez, nos regalaron, el pasado sábado 13 de mayo, José el Pañero y Rubén Lara. Para los tres nuestro infinito agradecimiento.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Dos días inolvidables los que vivimos en Mairena del Alcor. La intervención de Pepa Sánchez fue magistral. En corto espacio de tiempo dijo cosas fundamentales con rigor y ameniad, como suele ser habitual en ella. Y del cante y toque de José y Rubén, ¿qué decir? Hay pocos -¡muy pocos!- artistas que puedan cantar y bailar los tangos trianeros con esa gracia y flamenquería. En el caso de José aunque es algecireño aprendió esas formas de su padre, y este a su vez del suyo, que era de Camas y estaba emparentado con dinatías trianeras como las de los Culata y Gitanillo de Triana. Y es que todo tiene una expliación. Por eso el baile de José tiene ese sabor casero tan característico.

Enhorabuena José por difundir estas joyas que explican por qué el arte flamenco cuando tiene esos aromas a clavo y canela no tiene parangón.

Ramón Soler