Antonio Fuentes citando para un par de banderillas al quiebro |
El tercio de banderillas
Entre los partidarios del toreo de muleta (hoy, la inmensa mayoría) y los partidarios de la suerte de varas (una minoría muy activa), el tercio de banderillas se encuentra hoy relativamente ninguneado.
Salvo alguna tarde excepcional, se ha convertido en un tercio de trámite, situado entre la emoción fuerte del toro que embiste fiero al caballo y la emoción fuerte del torero que, sólo en el ruedo, aguanta la embestida del astado.
Pero no siempre fue así. Hubo una época en que todos los matadores estaban obligados (cuando el toro se prestaba a ello, por supuesto) a banderillear. Luego, llegó Juan Belmonte y trastocó un poco todo ese esquema que había permanecido inalterado durante casi una centuria.
Pero en aquel entonces, cuando los matadores cogían los palos, el tercio de banderillas, brillaba con luz propia...
Lo mejor es que eso nos lo cuente Gregorio Corrochano.
¡Matadores, maestros!
"Cuando los matadores intervenían en la suerte de banderillas, tenía otra modalidad que acabamos de escribir con el plural: ¡los matadores!. Así era la voz del tendido: ¡matadores, maestros!. Y el espada de turno, cogía banderillas y se las ofrecía a los otros espadas que sabían banderillear, con la primicia y cortesía de que fueran por delante. Con lo que aumentaba el interés por contraste y competencia -la competencia ha sido siempre la salsa del toreo-, y se descartaba de antemano la vulgaridad. Porque ningún matador se aventuraba a poner un par corriente de cuarteo, sabiendo que venía detrás otro matador a enmendarle la plana, subirle puntos y llevarse al público. Recordamos de nuestros años mozos, el tercio de banderillas de Fuentes y Quinito.
Era uno de los momentos más interesantes de la corrida. Si el toro era de Fuentes, cogía banderillas -después de pedirlo el público: matadores, maestros- y se las ofrecía a Quinito. Si el toro era de Quinito se las ofrecía a Fuentes.
Y quedaban en una pareja de banderilleros excepcionales que ponían cuatro pares. Los dos banderilleaban al quiebro, y los dos tenían distinta personalidad. Antonio Fuentes era más elegante, más garboso, más adornado, más lucido, más banderillero que Quinito.
Se preparaba el toro a cuerpo limpio de manera vistosísima. Para esta preparación aprovechaba las querencias, de las que sacaba efectos sorprendentes. Llamaba al toro, que no acudía porque tenía querencia contraria y ya lo sabía. Entonces se pasaba a favor de querencia y decía con la voz y con la mano: "Vamos", y el toro se le arrancaba, y él iba por delante jugueteando; cuando quería pararle, se metía contraquerencia y adelantando el brazo de las banderillas, le mandaba pararse y el toro se paraba. Toda esta preparación se acompañaba de ovaciones de sorpresa porque parecía que tenía al toro amaestrado, y que hacía cuanto el torero se proponía.
Y lo hacía; no porque el toro estuviese amaestrado, sino porque conjugaba los terrenos y las querencias, para lo que hace falta, ser lo que era Fuentes: un gran torero. Y cuando se hartaba de jugar con el toro. le colocaba en el tercio, salía hacia atrás, colocaba el pañuelo en los medios y pisando el pañuelo le quebraba".
Gregorio Corrochano. "¿Qué es torear-Introducción a la Tauromaquia de Joselito?" (1ª ed., Madrid, Revista de Occidente, 1953. Páginas 184-185)
Aunque hay viejas películas donde torean Fuentes y Quinito, no he encontrado ninguna que recoja a alguno de los dos banderilleando. Sin embargo, si tenemos la suerte de disponer de algunos tercios de banderillas de aquella época en los que alternan dos matadores.
En la primera película, veremos a Joselito el Gallo con su hermano Rafael en el tercio de banderillas del toro "Caballero" de Moreno Santamaría, el toro de de su alternativa en Sevilla en septiembre del año 12.
En la segunda, un año después, el mismo Joselito ofrece los palos a Bombita. Y ello, contra el deseo del diestro de Tomares que le había pedido expresamente a Joselito que no lo sacara a banderillear en ese último toro de la tarde. Una petición que Joselito, rabioso contra Bombita, desoyó. No sabemos lo que José le pudo decir a Ricardo cuando le ofreció los palos pero si podemos ver lo que ambos hicieron en ese tercio.
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