Por Jose Morente
Pepe Luis Vázquez Garcés, con su primer traje de luces. Corría el año de 1937 y el torero tenía 15 años (Foto de Novoa publicada en el libro de Santiago Arauz de Robles)
Hemos dicho repetidas veces que las principales condiciones que debe tener un torero son valor, técnica y arte. Pero no necesariamente en este orden y no con una jerarquía determinada pues cada torero tiene su propio concepto del toreo donde estas cualidades juegan un diferente papel.
Para los toreros artistas, tal que un Pepe Luis Vázquez, y sólo para ellos, el valor debe ser sólo el necesario para ponerse delante del toro y mediante la técnica poder dominarlo y, a partir de ahí, una vez dominado, crear belleza que es el objetivo último de su toreo.
Vamos a ver como y con que matices juegan estos tres componentes en el toreo de Pepe Luis Vázquez Garcés.
El objetivo del torero de arte no es tanto torear con ajuste sino componer adecuadamente la figura. Pepe Luis en un pase por alto sin estrecharse pero con la planta muy erguida (Del libro de Santiago Arauz de Robles “Pepe Luis-Meditaciones sobre una biografía” pág. 97)
Las (peligrosas) etiquetas
Adjudicamos a un torero la etiqueta de cobarde y ya puede colgarse de los pitones del más fiero toro de Palha o Miura que nada ni nadie cambiará nuestro criterio. Motejamos a otro de zafio y, aunque ande por la plaza mejor que andaba Lagartijo, nuestra opinión no se alterará nunca un ápice.
Una de las etiquetas más repetidas que ha acabado por convertirse en tópico es el de la gracia de los toreros andaluces, en general y, de los sevillanos, en particular. Torero nacido a la vera del Betis tiene que tener arte sí o sí. Y, sin embargo, como dijera Vidal, alguno de los de aquí parece nacido en Suecia.
Nada de sueco, salvo el pelo, tenía el “Rubio de San Bernardo”, don José Luís Vázquez Garcés, el maestro Pepe Luís, Pepe Luis a secas, pues no ha habido un torero que haya encarnado mejor que él, el concepto que, por estos lares, se tiene del toreo donde gustan los diestros que además de intención aporten temple y que estén tocados por la gracia y el compás.
Pleno de arte, gracia y compás, puro estilo sevillano, es este airoso remate a pies juntos (y sobre las puntas) de Chicuelo… a un Miura (La foto se publico en The Times en 1923)
Tocado por la gracia y el compás, nacía Pepe Luis Vázquez, quien falleció la pasada semana con 93 años, en el barrio de San Bernardo de Sevilla, el barrio del Matadero y el de la plaza Monumental de Joselito el Gallo. Y ya desde el primer momento, el chaval llamaba, por su airosa figurilla, la atención de quienes le veían jugar al toro por las calles cuando por las calles se jugaba, entre otras cosas, al toro: –¡Este chaval será torero… y de los buenos!, profetizaban. Y no se equivocaron.
Cierto es que era medroso. Algo que el propio torero reconocía. Como dijo una vez a un amigo que le aconsejaba ir a torear en avión para que el viaje no se le hiciese muy pesado, el diestro (a quien aterraba volar) le contestó:
-¡Para eso estoy yo! ¡Para gastarme el valor viajando en avión!
Catalogado de artista, Pepe Luis se quedó, con el cliché de artista, para los restos. Y así, como torero artista y un tanto medroso, pasará a la historia. Y sin embargo, Pepe Luis era mucho más que pellizco y arte.
Se admiten comparaciones (esta vez nada odiosas) con la fotografía anterior ¿De quien se trata ahora?¿Chicuelo otra vez? ¿O, quizás, Pepe Luis? Da igual, que sea uno o el otro. Lo importante es que ambos fueron algo más que meros toreros de arte o de pellizco…Mucho más.
Pepe Luis decía de Chicuelo y, en realidad, estaba hablando también de si mismo, de su concepto del toreo, que: “El torero que haya sido figura como lo fue Chicuelo, no puede serlo únicamente por la gracia y el adorno. Hay que haber toreado los toros con profundidad. Chicuelo llegó un año a Madrid [se refiere a 1928], y tenía firmadas tres corridas. Toreó un toro de Graciliano Pérez Tabernero [Corchaíto] y le pegó cincuenta muletazos, bajitos y con la mano izquierda. Si no hubiera hecho más que cosas por la cara, no hubiera firmado ochenta corridas ese año”.
Mucho más que pellizco
En efecto, como había reparado Marcial Lalanda, quien durante una época fue su apoderado y con quien había toreado algunas veces, Pepe Luis tenía una cabeza privilegiada, una de las cabezas más privilegiadas de la época, tanto que, para Marcial, después de Joselito el Gallo, el de San Bernardo era el más grande lidiador, el diestro con más inteligencia lidiadora, que había llegado a conocer.
Pepe Luis, en el callejón de la Maestranza, con Marcial Lalanda, cuando este le apoderaba. Marcial dijo en una entrevista con François Zumbiehl que Pepe Luis era “el torero más perfecto” que había conocido y que, después de Joselito el Gallo, el que “ha tenido el mejor conocimiento de los toros”
Y es que, su trabajo en el matadero había afinado su inmensa intuición natural y le aportó un conocimiento de las reses que pocos han tenido y en el que poco se ha reparado.
Pepe Luis tenía una inmensa intuición natural para entender el comportamiento de las reses. En la foto, con el novillo de Miura que toreó en la Maestranza (junto a otro de Guadalest), a puerta cerrada antes de debutar sin caballos vestido de luces en Algeciras, corría el mes de mayo de 1937.
Por ese conocimiento de las reses, Pepe Luis las calaba nada más salir al ruedo y, por eso, muchas veces, renunciaba a la pelea cuando pensaba (sabía) que no iba a poder torear como a él le gustaba torear.
Los públicos, no entienden esas cosas (y hacen bien) y achacan la inhibición e irregularidad del torero artista a falta de ganas (¡Es que no ha querido! ¡Si Pepe Luis quisiera!). Es cierto en parte pero no es sólo un problema de voluntad sino una manera de entender el toreo.
Manolete, decía Pepe Luis, tenía el concepto opuesto y se había metido en el callejón sin salida de estar bien todas las tardes y en todos los toros por lo que los públicos cada día le exigían más y más.
Manolete se metió en el callejón sin salida de estar bien todos los días. El mismo en el que, antes que él, habían entrado Guerrita y Joselito. En la foto toreando por naturales en Sevilla (El Cossío. T. 28/30. pág. 209)
Sin embargo, a Pepe Luis, los públicos podían esperarle cuatro, cinco o seis tardes malas, en el convencimiento de que el día que estuviera bien, aunque fuera en un simple quite del perdón…
¡La espera habría merecido la pena!
Zaragoza, 1942. Pepe Luis con Manolete en el callejón siguiendo atentamente las incidencias de la lidia. Sus conceptos del toreo eran muy distintos igual que sus planteamientos. A Manolete los públicos le exigían todas las tardes y en todos los toros. A Pepe Luis, al contrario, le esperaban corrida tras corrida y, a veces, le bastaba con un sólo quite para ganarse el beneplácito de los espectadores.
Un solo quite le bastaba…
(sigue…)
1 comentario:
Magistral post!
Y eterno como el toreo de Pepeluis
Gracias
paolo
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