Joselito el Gallo toreando en redondo en la plaza de Madrid. El torero como eje. La muleta va muy atrás para que a este natural le pueda seguir otro.
Del pase al muletazo
Planteaba Fernando Cámara en un fino análisis publicado no ha mucho en este blog, el salto enorme que había entre el toreo antiguo en que el torero se limitaba a hacer pasar al toro (lo que no era poco con aquel toro) y el toreo moderno donde los muletazos (que ya no pases) marcan un trazo que busca continuidad en el siguiente de la tanda.
En el toreo antiguo el torero con mayor o menor elegancia (En el caso de Antonio Fuentes, evidentemente, con mucha) se limitaba a hacer pasar al toro.
El comentario de Fernando no tiene desperdicio pero creo además que es de mayor calado del que aparenta pues no solo el matiz que señala es cierto, sino que además pienso que en ese proceso se encuentra la clave de la evolución que ha vivido la fiesta de los toros pues marca la diferencia que va del toro fiero y el toreo lucha a la época actual donde la estética tiene valor primordial.
A lo largo del siglo XIX y principios del XX, el protagonismo de los varilargueros se fue desplazando paulatinamente hacia los toreros. Todavía en Bayona, en 1905, el público (en parte infantil, por cierto) sigue atentamente los avatares de un espectacular tercio de varas.
Y no es para menos. En la brutalidad del encontronazo se ha tronchado la garrocha del picador quien perdida su defensa va -junto a su caballo- camino del callejón.
Mientras la atención de los espectadores se centraba en la suerte de varas y en la estocada, los dos momentos más aparentes del toreo primigenio, los toreros estaban explorando nuevos caminos y reivindicando para ellos el protagonismo que antes detentaban varilargueros y matadores.
El público acogía alborozado esos experimentos mientras que, por contra la crítica y la afición integrista y dogmática se dedicaba (y ello durante todo el siglo XIX y parte del siguiente) a reprochar esas “monerías” que a nada conducen. O sea, a reprochar todo aquello que les pareciera (a ellos, claro) innecesario y superfluo según los añejos cánones iniciales.
Los toreros mientras tanto iban a lo suyo e intentaban que el toro siguiese el trazo del muletazo (“mandar”) para lo que estarse quieto (“parar”) y acompasar la embestida (“templar”) eran fundamentales.
En la foto, que me parece sumamente reveladora, se observa con mucha claridad como Antonio Montes, el más inmediato precursor de Juan Belmonte, aunque con estética todavía incipiente, procura “dirigir” la embestida del toro con intención de obligarle a seguir el trazo del muletazo. De aquí al toreo de Juan Belmonte hay (aunque no lo parezca a primera vista) muy poco trecho.
Y esta es la prueba. Muchos han querido negar la influencia de Antonio Montes en el toreo de Juan Belmonte con el argumento de que si Juan no lo vio torear difícilmente pudo coger algo del toreo de su antecesor. Sin embargo, aquí está Juan en Gijón, hacia el año 15, toreando al estilo de Montes. Y es que influencia no significa copia servil. Juan depuraría bastante las formas de su predecesor (por cierto que la “correa de transmisión” aparece en la foto vestido de peón y observando atentamente el toreo del discípulo. Calderón se llama)
Fue Juan Belmonte el torero que mejor representaría esa nueva manera de concebir los muletazos. Por eso, a los preceptos citados, se les denominó “trilogía Belmontista”.
Ello no significa que Belmonte “inventara” ese toreo como el mago que saca un conejo de una chistera y como sostienen sus panegiristas (todavía hoy 100 años después en una reciente biografía se le llama curiosamente “el elegido” y se le describe como “el depositario de una verdad revelada”), sino que fue el torero capaz de concretar y perfilar lo que se venía intuyendo antes de él.
El mago sacando el conejo de la chistera. Juan Belmonte toreando al natural en Madrid. La estética ha mejorado mucho y el torero está más erguido pero el concepto técnico de este pase es similar al de Antonio Montes. El torero intenta “dirigir” la embestida del toro aunque (al contrario que en el caso de Joselito) lo hace “hacia afuera” pues a este natural le tiene que seguir un pase por el otro pitón.
Del muletazo a la tanda
Sin embargo, este nuevo concepto con representar un avance tan primordial no podía satisfacer la sed de toreo de los buenos toreros. Por lo que una vez conseguido alargar el trazo del pase (como veíamos en la foto de Joselito que iniciaba esta entrada del blog) lo siguiente –en pura lógica- era darle continuidad a estos muletazos engarzando unos con otros.
En el toreo más tradicional, eso se hacía combinando los muletazos por un lado con los muletazos por el lado contrario. Así está definido en la tauromaquia de Pepe-Hillo y así se construían las faenas antiguas. Una sucesión de pases que se daban siempre por el mismo terreno (el de afuera si el toro era boyante y el de dentro si el toro era manso) y, por tanto, faenas construidas a base de un pase por un pitón y el siguiente por el pitón contrario.
Los pases se ligaban (toreo ligado era el de Belmonte, sin ir más lejos) pero había que esperar a que el toro volviese sobre sus pasos, por lo que por mucha continuidad que se le diese lo habitual era que el espectador percibiese cada muletazo como algo aislado.
Página 327 del libro de uno de los últimos panegiristas del trianero, Salvador Balil Forgas (Belmonte en la soledad de dos atardeceres). Como señala su autor la estructura de la faena belmontista se basaba en ir alternando los pases por cada pitón del toro como en el toreo más tradicional. Los muletazos se perciben todavía como algo aislado.
La única opción de darle continuidad real a los muletazos era la de no dejar que el toro abandonase los vuelos de la muleta al final de este y, por tanto que a un natural siguiese otro.
No fue Joselito a quien se le ocurrió, después de un pase con la mano izquierda, dar otro por el mismo lado pues la cosa era tan lógica que venía de antiguo y las viejas crónicas han reseñado intentos decimonónicos de torear ligando series de naturales (Ahí está el hito que marcó Cayetano Sanz en Madrid) y pase en redondo se llamaba al conjunto formado por tres naturales seguidos pues cerraban el circulo en derredor del torero.
Sólo que antiguamente este pase se daba cuando las condiciones del toro eran las adecuadas, cuando el toro lo “pedía”. El torero antiguo en síntesis, se limitaba a esperar a que el toro quisiera volver sobre sus pasos.
Cayetano Sanz (Lámina de la Lidia). Cayetano marcó un hito histórico en el toreo al natural
A Joselito fue a quien se le ocurrió que, en vez de esperar al toro, se le podía “obligar” haciéndole tomar el camino alrededor del torero que le marcase el propio torero. Y convirtiendo lo que era un “raro acaso” en un sistema aplicable a casi todas las reses.
Sin embargo, este sistema planteaba varios problemas. El primero que había que cambiar los terrenos de un pase a otro (de las afueras a los adentros) y el segundo que el toro aprendería al engañarle varias veces seguidas por el mismo lado.
Por ello y para para que la cosa funcionase había que mandar mucho en el toro, llevándole muy toreado y, sobre todo, sujetándole al final del pase (como me comentaba Xavier González Fischer hace unos días). Y lo más importante (como puntualizaba Fernando Cámara en su artículo) que se necesitaba un toro que lo permitiese. Un toro que se dejase mandar y obedeciese en los engaños. Un toro bravo pero dócil.
Joselito en redondo con la izquierda (Del libro de Pepe Alameda, “Historia verdadera de la evolución del toreo”). Aquí no hay engarce entre dos o más pases distintos sino sucesión de los mismos pases. El espectador percibe las tandas como algo continuo. A un natural, sigue otro y otro y otro y…
Joselito, como decía Cossío, gustaba de torear al natural en redondo con mucha frecuencia. Y llegó a convertir estas series de naturales en el punto fuerte (y obligado de sus faenas). Pero estas tenían muchas más cosas.
Será Chicuelo quien acabará estructurando y dando forma ya (casi) definitiva a la faena moderna al construirla casi exclusivamente a base de tandas de muletazos. El momento (histórico) tiene también fecha (24 de mayo de 1928) y lugar (la plaza de Madrid). Chicuelo toreó a Corchaíto –un toro de almíbar de Graciliano Pérez-Tabernero- a base de tandas de naturales con la izquierda.
Había nacido el toreo actual y se había cumplido una vieja aspiración de todos sus predecesores en la historia del toreo.
Chicuelo toreando en redondo el día de su consagración en Sevilla (20 de abril de 1920) con un toro de Rincón. El más aventajado discípulo de Joselito torea al natural como su maestro, rematando el pase atrás. Se cierra el circulo.
(Continuará…)
5 comentarios:
Otro artículo de orejas y rabo: ¡Enhorabuena, Jose!
Pienso que la inmovilidad de Belmonte y años más tarde la de David Silveti, obedecían no tanto a la voluntad de quedarse quietos sino a la imposibilidad de quitarse. Caso distinto el de los diestros que eligen plantarse y ligar para ejecutar el toreo que exigen el toro y el público modernos.
De cualquier manera, me gusta pensar que, desde Pedro Romero hasta José Tomás, los grandes momentos de la lidia de un toro bravo han estado marcados por la fuerza y el dramatismo aunados a la voluntad de crear arte.
Un abrazo.
Magnifico y muy claro relato de de una época muy importante para el toreo actual, con un sentido critico muy personal que comparto practicamente en su totalidad con tigo.
Gastón:
Gracias.
Sobre Belmonte. Se ha dicho que su forma de torear era producto de sus facultades físicas(incluso lo insunuó el mismo).
Pienso que además de eso también debió influir:
-Los relatos que le hicieron (Calderón el primero) de como toreaba Antonio Montes
-El hecho de haberse iniciado torendo en el campo y de noche ganado de media casta.
-Su carácter personal. Su manera de ser.
Pero es defícil afirmarlo sin haberle visto torear.
Desde luego, sus contemporáneos no llegaron a entender del todo de "donde" venía aquello (¡Lo nunca visto!)
Por lo que respecta a su última opinión, la comparto plenamente. Es más, estoy totalmente convencido que el toreo ha sido lo que es por la "voluntad" de los toreros de "proponer" nuevas fórmulas. De sorprender al espectador con alardes de valor, técnica y arte.
Un abrazo
Juanito:
Evidentemente, las opiniones vertidas en esta entrada no responden a los parámetros ni a los criterios habituales. Pues como dice son meras opiniones personales que -sin embargo- me alegra que podamos compartir.
Un abrazo
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