viernes, 16 de septiembre de 2022

Almería XXV Pregón del toro de lidia 2022: Una historia del toreo a través del cante

 XXV PREGÓN DEL TORO DE LIDIA 2022. ALMERÍA

UNA HISTORIA DEL TOREO A TRAVÉS DEL CANTE

Toreros y flamencos forman una gran familia. El torero, pariente rico, ha celebrado tradicionalmente sus éxitos en el ruedo con fiestas flamencas. No es extraño el trasvase entre uno y otro arte. Toreros que han sido flamencos (Centeno, Aurelio de Cádiz, el Almendro, El Bengala, Tío José el Granaíno, etc.) y flamencos que han toreado o querido torear (Silverio, Onofre, el Mellizo, Camarón, etc.)

Por esa larga relación entre unos y otros, es por lo que se puede recorrer la historia del toreo a través de los cantes flamencos. Ese ha sido el contenido del XXV Pregón del toro de lidia 2022. La historia del toreo a través del cante. Cantes acompañados de sus correspondientes imágenes, ya sean grabados, fotografías o películas.

Una historia del toreo que se inicia, de la mano de Pepe Marchena, recordando desde los tiempos remotos de Pepe-Hillo, Pedro Romero y Costillares, la época goyesca y de la primera competencia de la historia, hasta los de Guerrita y el Espartero, pasando por los toreros del XIX, Bocanegra, El Marinero, Hermosilla,…

Historia que seguía con la trágica muerte en Ronda del legendario Curro Guillén (“Bien puede decir que ha visto/ lo que en el mundo hay que ver/quien ha visto matar toros/ al señor Curro Guillén”) en una escena tremenda donde el toro sale de la suerte con Curro Guillén en un pitón y en el otro con su peón Juan León, en un quite inútil pero heroico, convertido en lámina de la Lidia. Canta por rondeñas, Curro de Utrera (“Plaza de toros de Ronda/Triste recuerdo pa´ Utrera/Curro Guillén su torero/Con un toro de Cabrera/Perdió la vida en tu albero”). En todo caso, cuando se habla de Ronda es obligatorio recordar al maestro de maestros Antonio Ordoñez.

Ese arrojado Juan León aparecía de inmediato en Madrid, esa ciudad que merecería ser andaluza por su afición a los toros y al flamenco, acompañado de Cúchares (su discípulo) y el Tato (yerno de Cúchares) en el Café de la Unión. Tertulia torera recordada en el estribillo de los caracoles de don Antonio Chacón, aquellos que comienzan por “Como reluce/la gran calle de Alcalá/cuando suben y bajan/los andaluces”. Evidentemente, los andaluces que suben y bajan por la gran calle de Alcalá, no son otros que los andaluces aficionados que iban a ver toros en la plaza vieja de Madrid, la que estaba donde ahora está el Palacio de los Deportes.

Del Café de la Unión, Cúchares, el genial heterodoxo, se fué a la Habana a torear toros “yankees” y allí muere del vómito negro. A su muerte y recuerdo le canta por tanguillos (tangos de carnaval) de las Viejas Ricas, el no menos genial ni menos heterodoxo Pepe Marchena (“Con el mar revuelto y brusco/Y a la Habana fuimos a parar/Visitamos los sepulcros/De Cúchares inmortal”).

Pero el siglo avanza de forma trepidante, tan trepidante como esas bulerías dedicadas a Lagartijo y Frascuelo, de la mejor cantaora (y me atrevería a decir cantaor) de la historia: Pastora Pavón “La Niña de los Peines”. Una competencia la de Rafael y Salvador, a cara de perro, sin concesión alguna. La gran competencia, una lucha que duró un cuarto de siglo y que sus partidarios dirimían a bastonazos. Pasión en el ruedo y en los tendidos. Bendita pasión.

Tras ellos, viene Guerrita, tras el nadie y después de nadie Antonio Fuentes. Aunque el interregno está dominado por Bombita y Machaquito (en realidad dominado por los ganaderos) en el fondo de ese cuadro de principio de siglo destaca la figura armoniosa de dos toreros elegantes: Antonio Fuentes y Rodolfo Gaona. Fina estampa.

Pero el pulso de la fiesta se recupera (¡Y de qué manera!) cuando Joselito el Gallo irrumpe en los ruedos y deslumbra a los públicos y, en particular, a los buenos aficionados. A Joselito le canta (“Maestranza de Sevilla/la del luminoso albero/la que huele a manzanilla y a capote de torero”) otro maestro Antonio Mairena. Ambos gitanos y ambos muy profesionales, una curiosa combinación que deshace el tópico. Joselito lo domina todo. Capote, banderillas y muleta. Domina las reses y las suertes. En resumen, el mejor torero de la historia, con permiso de Juan Belmonte quien fue su primer gran partidario (todos los toreros fueron partidarios de José y el que más, Juan). Joselito es el toreo mismo. El maestro de maestros, dentro y fuera de las plazas. ¡Qué torero!

La edad de plata que sigue a su muerte fue tremenda. Muchos y buenos toreros intentaron avanzar por la senda marcada por Joselito y Belmonte, tan complicada. Época de muchas cogidas y muchas muertes (Granero, Varelito, Sánchez Mejías…). Uno de las más lloradas fue la Curro Puya, Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”. Lo mata un toro de Graciliano en la plaza de Madrid. Antonio el Sevillano le canta por alegrías (“Tenía Triana un torero/Curro Puya se llamaba/el que asombró al mundo entero/con su toreo de capa”) recordando, al final a su hermanillo Rafael que remata un quite en Madrid a paso de baile por bulerías: “Siempre lo recordaré/Siempre lo recordaré/Como nunca “olvío”/El arte gitano/de su hermano… Rafael”.

Tras la Guerra y bebiendo en las fuentes del toreo en redondo de Joselito y Chicuelo, Manolete “el Monstruo” crea la faena moderna, la que ha llegado a nuestros días y cuyo epicentro y eje se encuentra en el pase natural. Un pase natural elevado a la enésima potencia y que Manolete convierte en santo y seña de su toreo, puro, muy puro. Manolete torea al natural a todos los toros ¡hasta los gazapones! Lo nunca visto. Manolete, mito en España, en México fue dios. Su entrega en todas las plazas, en todas, fue proverbial. Al final, cuando pensaba en retirarse, le mata en Linares un toro de Miura (la leyenda continúa) hace ya 75 años. Su íntimo amigo Manolo Caracol, un genio, hijo de Caracol el del Bulto mozo de estoques de Joselito, le canta, deberíamos decir le llora, por zambras(la melodía es la de “Carcelero, carcelero”): “El as de los ases fue/Mezcla de gitano y moro/Manolete el cordobés/Dejó su vida en el toro”. Impresionante.

El toreo es tragedia, pero también fiesta desbordante y apasionada entrega. El público más apasionado sin dudas el de México. Y a esa tierra mágica nos acercamos para ver torear a Paco Camino entre el clamor del público mexicano y con los comentarios en directo del mejor crítico taurino de la historia, el que vino a poner todos los puntos sobre todas las íes: Pepe Alameda, un español exiliado en aquellas tierras. El fondo musical lo pone Pericón de Cádiz por tanguillos algo ripiosos (“Ay, Paco Camino/Eres el mejor/Porque llevas en tu cuerpo/El embrujo que Dios te dio”), pero no importa, el toreo de Paco Camino, enseñando a embestir a un manso de Santo Domingo, es oro de muchos quilates tanto en la forma como en el fondo  ¡Viva México!

La época de Paco son los 60, la época del Cordobés otro heterodoxo genial. También la época de Rafael Vega “Gitanillo de Triana” (el hermano pequeño de Curro Puya),Curro Romero, y Antoñete. A mediados de aquellos años 60, el Montepío de toreros decide grabar un disco de villancicos con ese magnífico cartel. Para grabar, Antoñete recogía a Gitanillo quien consideraba necesario -para hacer voz- tomarse una copita de aguardiente. Que no era una, sino varios. Cuando los dos llegaban al estudio -donde esperaba paciente Romero sobrio pues había hecho promesa de no trasegar alcohol-no estaban en condiciones de cantar y no grababan. Así una vez y otra. Al final aquello no se pudo aplazar más y grabaron… como pudieron. Gitanillo con la voz pastosa recitó “Son las cinco de la tarde/abre marcha alguacilillo/que aquí estamos tres toreros/para hacer el paseíllo”. Curro canta y, por cierto, bastante bien: “Ole con ole mi niño/ole con ole y olé” y ¿Antoñete?… Antoñete torea. Vemos torear al Antoñete de su feliz su reaparición en los años 80. Se merecía el reconocimiento que tuvo.

Llegamos a nuestros días. Si hay un torero que ha marcado nuestra época por su entrega, es José Tomás. Resulta casi increíble que haya podido torear después de Aguascalientes y lo está haciendo, siquiera sea con cuentagotas. Pero no importa. José Tomás se ha ganado el derecho de torear donde, cuando y como quiera. Como el mismo dice: “Donde te pones no se pone, torero alguno, ni se pondrá/No hay nadie como tú en el ruedo, ni tan honrado, ni tan verdad/Podrían con otros compararte, pero tú eres, lo saben ya/El más grande de los más grandes, torero caro, y universal (…) Citas, te entregas y entrelazas, tu vida en cada plaza, y no dudas jamás/Cuelga tu nombre en los carteles, y vuelan los billetes, por verte torear/Eres orgullo de tu gente, el príncipe valiente, allá en Galapagar/Eres de España un estandarte, un caballero andante, eres José Tomás”. Las imágenes de Nimes y Barcelona ponen el mejor contrapunto torero a su mensaje.

Hemos llegado al final de una historia, la del toreo cuyo mejor resumen se encuentra en la edad de oro. La época de Joselito y Belmonte. Ambos cierran un siglo y comienzan otro. El toreo de hoy bebe en el toreo de ambos. A ellos, a Joselito y a Belmonte. A José y Juan les canta por tientos copleros Juanito Valderrama:

Quién inventará la copla
que eche al aire aquel recuerdo.
Quién la cantara una noche
en voz baja, como un rezo.

Que mujer se pondrá triste,
que hombre se ha de sentir viejo,
y quién abrirá la jaula
de los pájaros del tiempo.

Tarde de toros y sol,
parece que lo estoy viendo,
Joselito y Juan Belmonte
con seis, con seis de Pablo Romero.

Si un día me quedo ciego,
mis ojos quisieran ver
aquel gran tercio de quites
que hicieron Juan y José.

Para asistir a la fiesta,
vino un aire marismeño
y se escuchó en el “tendío”
la pro, la profecía del viento.

“Tú José tendrás la muerte
que sueña siempre un torero.
Y tú Juan tendrás el vino
que beben los caballeros”.

En José será podía,
y en Juan será ya no puedo,
pero tendrán igual pena
uno vivo y otro muerto

Quién inventará la copla
que eche al aire aquel recuerdo.

Esta historia del toreo que es historia de entrega, grandeza, triunfo y tragedia tiene por escenario privilegiado la plaza de toros. Cada plaza, cada público con su propia personalidad e idiosincrasia. En algunas, como Sevilla, el toreo se vive como un rito, con unción casi religiosa. En otras, como Madrid, el público se inviste toga de catedrático y examina con rigor, más justiciero que justo, a los toreros. En otras, finalmente, como en México, el toreo es una fiesta de pasiones entregadas y júbilo exultante cuando surge el toreo, el buen toreo.

Así es también la plaza de Almería. Una plaza del sur, una plaza andaluza, donde el toreo se vive como rito ancestral y mágico y también como examen de un público dispuesto a premiar a cualquier torero que se lo merezca, pero donde, sobre todo, el toreo se vive como una fiesta. La verdadera fiesta:¡La fiesta de los toros!

Almería. Interior de la plaza de toros. Ambiente festivo como corresponde a nuestra fiesta.

Nota: El texto que se incluye en esta entrada es un resumen del XXV Pregón del toro de lidia que sirvió de pórtico a la feria taurino de Almería y que, con el título "Una historia del toreo a través del cante", me cupo el honor de pronunciar invitado por el Foro Cultural 3 taurinos 3 y la Diputación de Almería, representada por Ángel Escobar. Este resumen puede leerse también aquí en la web del Foro Cultural 3 taurinos 3 con imágenes del acto. 

Mi agradecimiento a mis amigos Juan Jose Torres mi presentador al que agradezco -aunque excesivos- sus elogios, Juan Aguilera, organizador y alma mater del acto y de nuestra estancia en Almería, Eloísa Cabrera, mi Delegada favorita y gran aficionada, Juan Manuel Pozo, mi compañero en todas las bregas taurinas, Paolo Mosole y los miembros del Club Taurino Italiano, incansables defensores del toreo en el mundo mundial, también por supuesto a mis familiares presentes, en particular mi mujer, correctora y editora de todos mis textos, y, en general, a todos los asistentes al acto. 

Una jornada y las que le siguieron, en esa tan acogedora ciudad de Almería, realmente inolvidables. 



martes, 6 de septiembre de 2022

Ampliando nuestra biblioteca taurina (VIII) Pepe Alameda

Por Jose Morente

Si hay un autor taurino cuyos libros es obligado leer (y releer) ese no es otro que Pepe Alameda cuya visión no se basa en el tópico sino en el conocimiento real de las claves del toro y del toreo.

Si hay un escritor taurino al que sea obligado leer, ese es José Alameda, seudónimo de Carlos Fernández Valdemoro, también conocido como Pepe Alameda.

Pepe Alameda nació en Madrid en la calle Goya y aunque se dice que fue en 1912, el dato no es preciso. De niño conoció a Joselito en Marchena y, más tarde, llegó a torear en el campo con Juan Belmonte. Vivió en México desde 1940 donde murió en 1990.

Periodista, polemista, escritor, poeta. Pepe Alameda es quien más y mejor ha escrito de toros. En sus libros fue poniendo poco a poco todos los puntos sobre todas las íes, desentrañando aquellas claves del toreo que no supieron ver quienes, como Corrochano, Cañabate o Clarito, nunca se pusieron delante de un toro.

El toreo arte católico y Disposición a la muerte (Edición del Casino Español, 1953)

El primer libro de Pepe Alameda El toreo Arte Católico, incorpora un artículo "Disposición a la muerte" publicado en 1944 en la revista El hijo pródigo.

Ese ensayo es muy interesante primero porque ahí se esboza la idea que luego plasmaría en su célebre slogan radiofónico "el toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega" y, segundo, porque siendo partidario de Joselito, el artículo hace una apasionada defensa de  Belmonte, refutando las tesis del libro "El arte de birlibirloque" de José Bergamín que acababa de reeditarse en México.

El cuerpo principal "El toreo arte católico" recoge el contenido de una conferencia publicada el 23 de marzo de 1953 en el Casino Español de México. La tesis que sostiene, quizás explique la inquina que el puritanismo anglosajón claramente protestante viene manteniendo contra la fiesta de los toros. 

Los arquitectos del toreo moderno (B. Costa-Amic, México, 1961)


Portada de la 1ª edición.

Portada de la reedición de Bellaterra (Barcelona, 2010)

La publicación de este libro (aunque poco conocido en España), provocó una fuerte reacción del belmontista Luís Bollaín en su obra última "El toreo". Alameda se dio cuenta que Belmonte no podía ser el "inventor" de la faena en redondo por naturales porque siempre (salvo muy escasas ocasiones) toreó en ochos. Como quiera que fue Chicuelo el primero que triunfó en México engarzando y ligando naturales en redondo, a él atribuyó el invento. La respuesta de Bollaín, gurú del belmontismo fue muy dura contra Alameda y contra Chicuelo:

«No he conocido un caso de chicuelismo igual que al de ese buen escritor taurino de España, aunque enraizado en Méjico que firma sus trabajos con el seudónimo de José Alameda. Hace unos años escribió un libro de exaltación chicuelista: Los arquitectos del toreo moderno. Y como sin duda le parecieron flacos y pobretones los estereotipados elogios a la “gracia”, la “pinturería”, el “donaire”, el “duende”, la “vista torera”…, que en verdad merece en justicia más que nadie este gran artista de la “Alameda” de por aquí –la de los Hércules sevillanos–, el “Alameda” de por allá se echó a buscar un elogio original gordo y sonoro, y encontró este: Chicuelo –vino a decir– es el verdadero arquitecto del toreo moderno, el que halló solución al problema planteado por Belmonte y que Belmonte no supo resolver, el verdadero revolucionario del arte de torear»

No creo, en eso coincido con Bollaín que Belmonte se planteara un problema que no supo resolver, y no lo creo porque su toreo iba por otra línea (la del toreo cambiado o en ochos). Lo que sì está hoy muy claro para los tratadistas imparciales es que Belmonte no pudo ser arquitecto del toreo moderno en redondo, sencillamente porque ese modo de torear le era completamente ajeno. Sus aportaciones son otras. 

Por lo que respecta a Chicuelo, Alameda matizaría su papel en esa historia del toreo moderno en sus postreros libros, pasándolo de inventor a genial transmisor.

Los heterodoxos del toreo (Grijalbo, 1979) 



Uno de los libros más interesantes de Pepe Alameda y un canto a la inventiva y la creatividad en el toreo, algo que suele ser denostado por los puristas. 

El comienzo "Sobre la olla podrida de la crítica" es un ataque demoledor contra la crítica de los años 70 aquella que, por motivos inconfesables y espúreos, se convertía en protagonista y que, por su desconocimiento simplón, tanto daño ha hecho a la fiesta.

Como los ensayistas y periodistas taurinos suelen formar parte de la afición más dogmática e intransigente, la literatura taurina conviene leerla con prevención. Disconforme con los planteamientos tradicionales, Alameda ensalza en este libro a los grandes heterodoxos que en el toreo han sido: Cúchares, El Espartero, Reverte, Rafael el Gallo, Belmonte, Carmelo Pérez, La Serna, Arruza, Procuna y el Cordobés. La lista puede ser discutible (y lo fue) pero lo importante es la tesis principal del libro y su defensa de la heterodoxia.

Eso sí, el final es un emocionante epílogo ortodoxo dedicado a aquellos otros toreros -los ortodoxos- que sostienen el toreo. 
"A pesar de la literatura belmontista (que, de hecho, es contra Gallito) la figura de José emerge y se robustece cada día. A pesar de la literatura antimanoletista (esta sí, declarada) no se desdibuja el perfil de Manolete"

Bingo.


La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo (Grijalbo, 1980)

En la pantorrilla de Florinda, Alameda reúne diversos ensayos sobre los que volverá en posteriores publicaciones. 

En el primero, dividido en dos capítulos y cuyo tema da título al libro, ahonda en algunas de las tesis mantenidas ya en su conferencia "El torero arte católico" y, en concreto, analiza el origen bélico del toreo. 

En "La voz de los toreros" evoca a Joselito, Belmonte y Rafael el Gallo, Gaona y Manolete. 

El capítulo que sigue "Toreros graves y toreros leves" recoge uno de esos análisis geniales de Alameda y el elogio a aquellos toreros que, frente a la hondura -tan glosada- se elevan al torear: Chicuelo, Pepe Ortíz, Pepe Luis Vázquez. 

El libro lo remata con un capítulo dedicado a Goya y otro a Lorca. Entre medias un "Apunte a la tradición mexicana en el toreo".

Podemos oír a continuación la voz de Pepe Alameda leyendo el texto "La voz de Joselito":


Crónicas de sangre (Grijalbo, 1981)


Si se habla de toros, la sangre y la muerte no pueden obviarse -guste o no guste-. Alameda hace inventario de esa tremenda lista de cogidas mortales y también de aquellos que pudieron serlo y no lo fueron.

Termina, no podía ser de otra forma con un soneto dedicado a Manolete que luego recogerá en su siguiente libro y que finaliza así:

Fiel a tí mismo, de perfil te veo
como te verás eternamente
esqueleto inmutable del toreo.

Seguro azar del toreo (Salamanca ediciones, 1983)

Su primer y único libro en verso dedicado a los toros. Un lujo y una maravilla.

Como muestra, copio el dedicado a Joselito:

Encomio de Joselito
(Para Andrés Gago, que alcanzó a verlo)

Fue Joselito el primero
en oficio, el más seguro
y fue también el más puro
por su entrega de torero

¡Qué prodigio en el albero
que dominio el del doncel
qué natural, qué verónica!

(... que maravillosa crónica
si yo fuera en el papel
como en la arena era el)

Historia verdadera de la evolución del toreo (Bibliófilos taurinos de México, 1985)

Si el más conocido es el siguiente libro, el Hilo del Toreo, su germen está en este otro publicado por la Unión de Bibliófilos Taurinos de México. Un libro que tuvo muy poca difusión (era una tirada limitada) aunque a España llegaron -por suerte- algunos pocos ejemplares. 

Capítulo a capítulo, Alameda repasa la historia del toreo, desmontando tópicos y clichés y abriendo a la luz la verdadera historia de nuestra Fiesta. No hay un título más acertado en un libro que puso todos los puntos sobre todas las íes. 

Cuando lo lees y yo tuve la fortuna de leerlo relativamente pronto, las piezas del puzle encajan. El toreo aparece como es, con total claridad y desaparecen las contradicciones entre lo que se ha dicho y la realidad de lo que ocurre en el ruedo.

Flipante es el capítulo dedicado al toreo moderno en redondo pues Alameda encuentra en una vieja película de Achucarro la pieza que le faltaba. En ella aparece Joselito toreando en redondo a uno de los toros la tarde de los siete toros de Martínez. José gustaba de torear al natural en redondo, y muchas tardes iniciaba así sus faenas tras un pase por alto, algo que no había sido suficientemente valorado ni por historiadores ni por ensayistas, hasta que lo reveló Alameda. Un valiente intelectualmente hablando, pues solo los valientes con capaces de rectificar errores.

Muerto Joselito, la literatura belmontista borró a Gallito y colocó a Belmonte como único inventor del toreo moderno. Una falacia que no resiste el más mínimo análisis. pero que haría fortuna. Perdido el hilo del toreo, la afición -aleccionada por una crítica equivocada- iba a demonizar el toreo que, desde Manolete, se viene haciendo en las plazas.

Un galimatías sin arreglo posible porque los eslóganes simplones (y el de Belmonte inventor del toreo moderno lo es) funcionan mejor y calan más que las verdades complejas. Pero el toreo no es simplón, sino complejo como sabía y explicó Pepe Alameda.


El hilo del toreo (Espasa Calpe. 1989)


El culmen de su bibliografía. La obra donde Alameda compendia y recoge todo lo que había ido plasmando en sus artículo anteriores. 

Es la obra fundamental para entender de verdad la historia del toreo y lo que se ha escrito sobre el toreo, corrigiendo yerros y desafueros. El libro de Alameda, "limpia, fija y da esplendor" al entendimiento del toreo desde la praxis y no desde la teoría falsa que es aquella a la que nos habíamos acostumbrado leyendo a quienes nunca se habían puesto delante de un toro. Para disfrutar del toreo no hace falta haber toreado, pero para explicar y desentrañar el toreo, sí. No lo digo yo, sino que lo dijo Domingo Ortega en una entrevista con Cañabate muy difundida en Internet.

Y hablando de Ortega, Alameda desentrañó el meollo de la Conferencia del Ateneo, que tanto daño ha hecho. Ortega puso el acento en la acción de cargar la suerte como piedra angular del toreo, pero Alameda desvela el truco:
"(...) No se comprende que el conferenciante lo redujera todo al movimiento inicial de echar la pierna de la salida hacia adelante, como base de una técnica opuesta al toreo enhilado o paralelo del cordobés [Manolete]. 
El toreo de Ortega era mucho más que aquel primer movimiento. Limitado a él como si el torero después debiera quedarse inmóvil esperando a que el toro volviese por su terreno, es una simpleza, es lo que hacen todos los que se creen que torean como Ortega.

Pero lo importante del toreo de este era la continuación de los pasos, para ir tomando el terreno que el toro iba dejando al pasar, al andarle al toro o andar con el toro. No los pases, sino los pasos (...)

Domingo fue un gran apasionado.

Aunque no lo pareciera, podía en él más el corazón que la mente. No escribía el hombre de análisis, sino el hombre de lucha. Seguro, por intuición, de que una sola idea corta y repetida como un solo clavo sobre el que se remacha, una bandera, un eslogan, en un momento preciso de acción, puede más que el desarrollo de una teoría."

Lo sorprendente es que tantos y tantos aficionados, críticos y ensayistas cayeran en ese error. Más sorprendente cuando ahí están las películas de Domingo Ortega toreando donde hace lo contrario de lo que dice.

Todavía no entiendo como tras la publicación de "El hilo del toreo" los ensayistas no se han lanzado a reescribir de manera inmediata la historia del toreo que, hasta entonces, nos habían contado, rectificando sus errores.

Por suerte para nosotros, para sacarnos del error, para poder entender cabalmente el toreo.... existió Pepe Alameda. 

 

 Addenda. 

Y para rematar, citemos dos obras más. 

Una del maestro (su biografía "Retrato inconcluso" de 1982) y otra sobre el maestro (el libro de Clarinero "La apasionada entrega de Pepe Alameda" de 1993)







domingo, 4 de septiembre de 2022

¿Por qué los toros hacen el avión?

 Por Jose Morente


Decíamos en anterior entrada que el toro de clase es el que embiste con elegancia y ritmo haciendo el avión al humillar, pero nos surge una duda ¿Por qué los toros -algunos toros- hacen el avión cuando humillan?

La respuesta tiene mucho que ver con la mirada del toro, elemento clave en su embestida, y la disposición de sus ojos y más concretamente en la visión monocular y binocular del animal.

No me voy a extender en preliminares, explicando como funciona lo de la visión mono y binocular. Creo que es suficiente con remitir al excelente trabajo de F. Romera "La mirada del toro" publicado el martes, 21 de enero de 2014 en su excelente blog Taller de Toros. Puede leerse pinchando aquí.

Resumiendo, cuando un objeto está en la zona de visión monocular del toro, este no percibe bien las distancias. Por eso, necesita mover la cabeza, colocar la cara, situando el objeto (capote, muleta o banderillero) dentro de la zona binocular.

Para poder calcular la distancia a la que está el objeto y poder iniciar la embestida, el toro necesita que el objeto se sitúe dentro de su zona de visión binocular. Para ello moverá la cabeza, colocando la cara en dirección perpendicular a ese objeto y posteriormente orientará todo su cuerpo en esa dirección iniciando la embestida (Imagen de Taller de Toros)

En vertical ocurre lo mismo. Cuando el toro humilla el cono de visión binocular baja, lo que permite centrar la embestida en la muleta.

Cuando el toro humilla el ángulo de visión binocular se reduce (Imagen de Taller de Toros)

El problema es cuando humilla "demasiado". En ese caso el cono de visión binocular se reduce al mínimo.

Cuando el toro humilla al máximo, el campo de visión binocular se reduce al mínimo (Imagen de elaboración propia).

Por eso, para poder ver mejor el objeto el toro muy bravo y muy humillador gira la testuz, bajando el pitón del lado del torero (en realidad el ojo de ese lado), haciendo el avión, con lo que consigue aumentar lateralmente su ángulo de visión binocular y enfocar mejor la muleta.

Así de simple.


Cobradiezmos haciendo el avión (Foto: Heraldo de Aragón)

domingo, 28 de agosto de 2022

¡Que ganas tengo de que llegue octubre!

 Por Jose Morente

16 de agosto del fatídico 1947. Matías Prat entrevista a Manolete en el callejón de la plaza de toros de San Sebastián

- ¡Que ganas tengo de que llegue octubre!

Eso le decía un hastiado y agotado Manolete a Matías Prat, en el callejón de la plaza de San Sebastián el 16 de agosto de 1947, tan sólo unos días antes de lo de Linares.

Manolete había estado sensacional en su primer toro, bravo y noble, cuajando una gran faena, de la que destacaba una tanda de cinco naturales rematados con un sensacional pase de pecho. Pero su segundo había sido manso y como el decía en otra entrevista ese mismo verano: 

- Lo más probable es que el año que viene no me vista de torero en España. Y a lo peor al siguiente tampoco (...) Estoy disgustado, amargado,... El público está cada vez más exigente conmigo. Y yo hago todo lo humanamente posible para quedar bien. En las corridas del norte he podido comprobar cómo la gente que cuando ve a un torero apurado porque su toro no se presta al lucimiento, se limita a decir: "¡Mátalo!", a mí me silba. Créame usted que si no fuera porque ya están firmados los contratos, y parecería una deslealtad o una cobardía no cumplir los compromisos pactados..., ahora mismito lo dejaba todo y no volvía a vestirme más de torero.

Manolete, agotado y exhausto tras la lidia de sus toros. Gijón, 24 de agosto.

El caso es que el verano del 47 fue un verano muy incómodo para Manolete. El público chillón le exigía cada vez más y más, la mayor parte de las veces sin motivo. Una campaña de prensa orquestada en su descrédito iba consolidando un ambiente hostil en contra de unos de los toreros más honrados que ha dado la historia. La primera piedra la había lanzado Corrochano cuando en una corrida de feria de Sevilla a la que acudió Manolo de espectador dijo que parecía un banquero más que un torero. 

Gregorio Corrochano o el poder de la Prensa. El influyente crítico siempre estuvo detrás de todas las espurias campañas de prensa contra los mejores toreros de cada época (Gallito, Manolete, etc...). A don Gregoria le encantaba ejercer el poder que da la pluma sobre todo cuando se ejerce desde un medio tan influyente como el diario ABC.

No solo don Gregorio. Hubo otros muchos críticos que secundaron a Corrochano poniendo al público en contra del maestro cordobés. Y consiguiendo que, como decía Manolete, "la gente está más pendiente de lo que gano que de lo que hago".

Un buen ejemplo es el de este artículo aparecido en el Ruedo el 28 de agosto, precisamente el mismo día que Islero cogía mortalmente en Linares a Manuel Rodríguez Manolete.

Este artículo publicado en el Ruedo el día 28 (¡el mismo día de la cogida de Linares!) es un buen ejemplo de la inquina de la prensa empeñada en criticar al torero siquiera fuera de modo indirecto. Aunque no lo nombra, el artículo es un ataque frontal al diestro cordobés. 

La muerte de Manolete en la plaza de Linares acalló las injustificadas críticas contra su figura. De hecho, solo una semana después del artículo antes citado, en el número extraordinario que el semanario el Ruedo dedicó a su muerte, se reconocía sin matices la grandeza e importancia de Manolete en la historia del toreo.

Una tregua en la guerra contra Manolete que, por desgracia, solo sería temporal.

En el extraordinario de El Ruedo del día 4 de septiembre, se reconocía la grandeza e importancia de Manolete en la historia del toreo y su esencial aportación al toreo de muleta. Una tregua temporal en el sistemático ataque contra el Monstruo. No pasaría mucho tiempo para que volvieran los ataques (injustificados) contra su figura por parte de una crítica desorientada y desorientadora.


viernes, 26 de agosto de 2022

El comportamiento del toro: La clase

 Por Jose Morente

Cobradiezmos. Clase a raudales (Foto: Diario de Sevilla)


La clase de los toros. Definición tradicional: Los distintos tipos de embestida

Tradicionalmente se ha utilizado el término "clase" referida al toro de lidia para distinguir los distintos tipos o matices de su comportamiento. Un toro pertenece a la clase de los bravucones, igual que otro pertenece a la clase de los "revoltosos", etcétera...

Luis Nieto Manjón en su Diccionario Ilustrado de Términos Taurinos (1987), lo define así:

"Clase. Distinción o categoría que diferencia a los toros, atendiendo a su comportamiento

Y copia un párrafo de la Tauromaquia de Paquiro (1836). Este:

"Los toros no son tan exactamente iguales que no puedan hacerse de ellos varias clases, asignándoles a cada una su carácter distintivo, y cuyo conocimiento es indispensable para la ejecución de las suertes, que como veremos más adelante no todas pueden hacerse con toda clase de los toros. Los divido pues en boyantes, revoltosos, que se ciñen, que ganan terreno, de sentido y abantos

Toro manso condenado a banderillas de fuego (foto publicada en el Estoconazo)

Para el torero es crucial discernir y diferenciar estos matices de la embestida para poder encarar la faena con unas mínimas garantías de éxito.

Es posible que al aficionado, a algunos aficionados, estas definiciones y matices les traigan al pairo y prefieran no complicarse la vida con estas disquisiciones, pero deberían importarles si es que quieren ser justos a la hora de valorar el mérito de cada faena. Un mérito que está en función de las condiciones y dificultades de cada res, como sostenía y enseñaba con acierto don Gregorio Corrochano.

Dejando al margen a Cazarratas y ejemplares de similar ralea, el comportamiento del toro es el que tiene que servir de referencia para determinar el mérito de lo que se hace en la plaza (Foto de Ana Escribano)

El toro de clase. Segunda definición: Una embestida superior

Si inicialmente el término clase implicaba diferentes comportamientos, posteriormente se empezó a usar de forma menos genérica para designar una categoría concreto, caracterizada por un modo concreto de embestir. Y se empezó a definir como toro de clase aquel que tiene una embestida superior

Luis Nieto Manjón (1987) lo resumía así:

"Actualmente se dice toro de clase, con clase o que tiene clase al que demuestra buenas condiciones durante la lidia; destacando especialmente, por su bravura y nobleza".

Para Álvaro Domecq "La clase es la forma de realizar la embestida, ya que cada toro tiene la suya, condición inherente, propia de la buena raza." y precisaba:

"El toro de clase no trota cuando se arranca, sino que galopa. No cornea cuando llega al caballo; se entrega, empuja con los riñones y no cede. El toro de clase mete siempre la cara en el capot, en la muleta en el peto del caballo y hasta cuando se le banderillea. Emite a veces un quejido, que no berrido, tras del capote o la muleta que lo incita. Vuelvo a repetir que la clase supone una distinción de la raza."

Para don Álvaro el toro de clase es el que tiene una embestida superior, sin defectos, es aquel que presenta una calidad superlativa en su embestida, cuyos matices define.

Álvaro Domecq Díez con Manolete


Un debate en las redes.

Hoy son tantos los matices que se valoran y distinguen en la embestida del toro (obligados por la precisión del toreo actual) que la definición anterior (una muy buena embestida definida por un conjunto de cualidades positivas tan amplio como los que proponía el ganadero jerezano) me resulta demasiado ambigua e imprecisa

Parece necesario concretar cuándo se entiende que un toro tiene clase. Por eso, en la anterior entrada de este blog, preguntamos a lectores y amigos qué consideran que es un toro con clase o cuando podemos considerar una embestida como enclasada

Son varios los buenos aficionados que nos han respondido (Federico, Joaquín, Alberto, Juan Manuel, Luis Miguel, etc.) a través del blog o de las redes sociales, con diversas opiniones todas sagaces y de mucho interés. Voy a intentar resumirlas.

En un grupo de wassap, uno de esos aficionados considera que "un toro con clase es un toro bravo, la bravura trae nobleza, acude a todos los tercio galopando dejándose ver su calidad". Otro aficionado del mismo grupo opina, no sin fundamento que: "si la clase del toro no va acompañada de casta genera falta de emoción".

Ambas opiniones están en línea con lo que opinaba Álvaro Domecq (incluida la necesidad de que la embestida del toro tenga transmisión).

Un lector de este blog define el toro de clase como "un toro que humille, noble, fijo, con recorrido, que no reponga, que no de cabezazos y no de malas miradas al torero". Y añade: "Como un carretón". Conclusión final (la del carretón) que parece presentar un matiz negativo. Como si reunir tantas buenas cualidades no fuera virtud sino defecto.

Joaquín López del Ramo, aquel gran conocedor del toro bravo decía -a quien quería oírle- que el toro de clase es el que hace el avión (balancear el testuz) al embestir. Una definición sencilla, pero que encierra una gran verdad pues el toro que hace el avión suele reunir otras grandes cualidades además de colocar bien la cara. Por ejemplo, humillación, nobleza, longitud de la embestida y ritmo.

Joaquín López del Ramo

De hecho, otro lector y amigo, citando una conversación que tuvo con Joaquín López del Ramo, nos comenta que: "Tuve la ocasión de hablar de esto con Joaquín Ramos (Q.E.D.P.), concluí que la clase del toro está en la forma de colocar la cara (hacer el avión), de llegar hasta el final (con recorrido) y sin puntear los engaños (nobleza), todas estas son características de la bravura, pero no las únicas ya que a los toros bravos, hoy también se les exige la codicia, repetición, cierta fiereza, duración, en definitiva transmisión. Nada fácil pero a veces ocurre." 

Pero no hay dos aficionados que opinen lo mismo sobre lo mismo. Por eso, otro lector de este blog matiza lo de la nobleza: "La nobleza no tiene nada que ver con puntear o no al final del muletazo. Nos hemos olvidado del gran libro de Álvaro Domecq, El Toro Bravo, y lo que decía Ortega y Gasset, sobre el concepto de nobleza en el que ambos coincidían, nobleza es embestida recta, por tanto previsible. Sí el torero no confía en esa embestida previsible a la muleta y no al cuerpo (nobleza), sería imposible el toreo".

La clase sería -en cualquier caso- condición necesaria pero no suficiente de la bravura. No bastaría con tener clase sino que al toro de lidia le pediríamos algo más para poder considerarlo bravo.

Si bien, en general, se acepta la definición de Joaquín López del Ramo (hacer el avión) como punto de partida, a lo que se añaden o deben añadir otras cualidades, el debate no está cerrado. Otro buen amigo y aficionado fetén considera, por ejemplo, que "El toro que hace el  avión lo que tiene es profundidad".

Balancear el testuz no siempre es sinónimo de clase. En la imagen, una res en las Ventas embiste balanceando el testuz de modo exagerado, pero sin humillación. 

La definición de clase en la RAE

Si vamos al Diccionario de la Real Academia, encontramos las siguientes definiciones de "clase":


La primera y la segunda coinciden con la definición tradicional: conjunto de reses que presentan elementos comunes (un tipo similar de embestidas). 

La octava me parece muy interesante en relación al tema que hemos planteado. La clase entendida como distinción o categoría sería equivalente al estilo, al buen estilo. Así se dice que una persona tiene clase cuando tiene elegancia o distinción en su manera de comportarse y moverse. Una embestida con clase sería una embestida con estilo, una embestida elegante. Tendría clase el toro que, al embestir, lo hiciera con elegancia, con buen ritmo (algo que suele ir unido casi siempre a ese movimiento de la cabeza de hacer el avión al que se refería López del Ramo).

Si ha habido un torero con clase y elegante en el vestir, ese ha sido Manolete


El toro con clase, según Raúl Galindo

Esa definición de clase (estilo o elegancia) es la que propone Raúl Galindo en su magistral libro El toreo, en teoría (2014):

"Clase. Condición del toro cuya conducta rebasa la mera toreabilidad por su humillación, ritmo y obediencia, para alcanzar en su embestida cierto tipo de elegancia." 

Y añade: "Es un atributo casi poético y, por tanto, difícil de definir. Para ver un toro con clase, es necesario apreciar en él todas y cada una de las condiciones positivas de la embestida que hemos definido, pero no es suficiente. Aunque la clase de un toro es un atributo que reside en gran medida en el ojo del aficionado, podemos concretar relacionándola más directamente con dos de las condiciones de conducta descritas, con las que se intuye que tiene mucho que ver: la humillación y el ritmo"

Una definición que estimo define con bastante precisión y acierto lo que es la clase.

A la vista de las anteriores opiniones, tan diversas, sobre un concepto tan concreto, es evidente que no existe excesivo consenso en el significado de algunos de los términos que definen el comportamiento del toro y su embestida. Sería interesante que existiera una especie de Real Academia de la Lengua Taurina que pusiera orden y unificara criterios... Aunque quizás fuera peor el remedio que la enfermedad.

Pero no divaguemos y cerremos el debate (siquiera sea provisionalmente). Resumiendo todo lo anterior y, en mi opinión, un toro con clase sería el que acomete colocando la cara (humillando) y con ritmo (estilo) en su embestida.

¡Casi nada!

El misterio de la embestida es el misterio de la bravura


POSTDATA. La tesis se confirma (27/08/2022)

Finalizada y cerrada esta entrada del blog ayer viernes 26, andaba yo hoy buscando fotografías de Manolo y  Pepe Luis Vázquez en viejos números de la gran revista Cuadernos de Tauromaquia. En uno de esos número Álvaro Acevedo dedica un artículo a la ganadería de Rocío de la Cámara y, hete aquí que, en sus declaraciones, la ganadera define así la clase:

"La clase está más relacionada con el ritmo y con la manera de colocar la cara en el engaño, que con el recorrido del animal. Es una forma armoniosa de tranquear persiguiendo las telas, de humillar, buscando la muleta pero siempre un poco por fuera, buscando los vuelos del engaño".

Una opinión que corrobora nuestras conclusiones. De la bravura áspera del XIX hemos llegado a lo que Rocío define como la bravura enclasada. 

martes, 23 de agosto de 2022

El lenguaje taurino y el comportamiento del toro

Es innegable la influencia del lenguaje taurino en la sociedad, tal y como sostiene numerosos autores (Portada del libro de Carlos Abella "Derecho al toro-El lenguaje taurino y su influencia en la sociedad")

Como dice Andrés Amorós, en su obra Toros, cultura y lenguaje (1999:172):

"No hace falta ser un experto lingüista para advertir su carácter más evidente: no es un lenguaje intelectual, abstracto. Todo lo contrario: nace de la experiencia inmediata. Es visual, intuitivo y muy pintoresco. Por eso lo adopta tan ampliamente el pueblo: porque rima a la perfección con su gusto por la expresividad"

Joaquín Vidal denunciaba en el País ("El rajao", 18.08.1997) el empobrecimiento de ese lenguaje:

Hay una nueva jerga taurómaca creada por banderilleros malos y apoderados analfabetos que ha convertido el riquísimo vocabulario taurino en palabrería inútil. No se crea, sin embargo, que ha sido éste un fenómeno gratuito. Las nuevas definiciones se corresponden a los nuevos conceptos del toreo con exactitud matemática.

El vocabulario taurino clásico daba voz a las múltiples circunstancias del toro y de la lidia -que siempre tenían su aquel, mientras en la tauromaquia moderna toro y lidia se definen con cuatro palabras pues no hay nada más que contar: el toro sirve o no sirve; la lidia ni existe.

No comparto la insultante opinión de Vidal (empeñado siempre en denostar el toreo moderno elogiando el antiguo que no conoció). Es cierto que el vocabulario de antes daba voz a las circunstancias de la lidia de entonces, pero no lo es menos que el moderno vocabulario taurino da voz a las circunstancias del toro y la lidia de ahora.

Expresiones antiguas han dejado de usarse y han aparecido otras nuevas, en un proceso lógico pues no se usa lo que no sirve y, por contra, son necesarias nuevas expresiones para designar comportamientos y suertes nuevas. Al contrario de lo que afirma el revistero del País, no son cuatro, ni mucho menos, las voces que hoy se necesitan para definir el complejo comportamiento del toro actual en la plaza.

Vamos a analizar someramente esa evolución lingüística para comprobar que Vidal se equivocaba en sus apreciaciones. Revisemos la Tauromaquia de Hillo, el primer tomo del Cossío y el libro el Toreo en teoría de Raúl Galindo.

Tauromaquia de Pepe-Hillo (1789)

Hillo distingue en su Tauromaquia los siguientes tipos de toros en función de su comportamiento en la plaza:

- Toro franco, boyante, sencillo o claro
- Toro que se ciñe
- Toro que gana terreno
- Toro de sentido
- Toro revoltoso
- Toro abanto o temeroso

No voy a entrar en esas seis definiciones que supongo harto conocidas. Si me parece oportuno señalar que Montes en su Tauromaquia mantiene esa misma clasificación (quizás con más matices y precisión en su análisis), pero incorporando reglas para la lidia de los toros burriciegos.

Lo que aconsejaba Hillo para los toros de sentido (Lámina XII de la edición de 1804 de su Tauromaquia). Hoy eso sería inaceptable.

El Cossío. Tomo I (1947)

José María de Cossío también analiza el modo de acometer las reses pues, de ellas, deduce los principios fundamentales del toreo, siguiendo en eso a Hillo y Montes.

Cossío considera que el poder del toro (o la ausencia de poder) es determinante para su comportamiento. Al margen de esa circunstancia (que, como indico, para él es determinante), considera los siguientes matices o diferencias en la forma de embestir.


La evolución del toreo que se produce desde la época de Paquiro hasta el año 1947 obliga a introducir nuevos términos taurinos que maticen las diferencias del comportamiento del toro que pueden ser relevantes para la lidia de ese momento histórico.

Una imagen ilustrando el análisis del comportamiento del toro y sus posibles consecuencias publicada en El Cossío (edición de 2007. Tomo 4-p. 229)

El toreo en teoría de Raúl Galindo (2014)

Casi 70 años más tarde, la evolución del toreo de muleta ha traído la necesidad de enriquecer la jerga taurina con nuevos términos que permitan matizar el comportamiento del toro, fundamentalmente en la muleta.

Por lo que respecta a la conducta del toro, Galindo analiza los siguientes aspectos o matices de la misma:

- Fijeza
- Recorrido
- Humillación
- Jurisdicción
- Apertura
- Obediencia o franqueza
- Repetición
- Reposición
- Velocidad
- Ritmo
- Sentido
- Entrega
- Desentendimiento
- Asiento
- Dureza
- Duración
- Fondo 
- Aflicción
- Clase
- Continuidad

Son 20 (y no 4 como afirmaba Vidal) los términos necesarios si queremos definir con precisión el comportamiento del toro de nuestros días 

Algunos de esos 20 términos ya se usaban en los años cuarenta. A veces, con el mismo sentido y otros con sentido diferente (p.e. la dureza). Otros son novedosos y han venido de la mano de un mejor comportamiento del toro en la plaza. Un comportamiento que de la errática y dudosa bravura (hablo en general) del pasado ha llevado a la bravura adobada con nobleza (sigo hablando en general) del presente. O dicho, más sencillamente, cada vez los toros son menos mansos y más bravos (hoy día los toros condenados a banderillas negras son prácticamente inexistentes, mientras que son legión los indultados por su noble bravura).

Lo que está claro es que el lenguaje taurino no se ha empobrecido con el tiempo, como sostenía Vidal, sino que, por el contrario, se ha enriquecido con nuevos términos nacidos de la necesidad de matizar, con mayor fineza en el análisis, el comportamiento del toro y el toreo de nuestros días.

El toro de Cuvillo con el que Emilio de Justo reaparecía el pasado domingo 21 de agosto en Almería. Un toro enclasado, bravo y noble, al que Emilio le cortó las dos orejas.

Adenda. ¿Que es la clase?

Propongo un juego. Definir qué se entiende por clase o toro enclasado. La solución en la próxima entrega de este blog. Se admiten definiciones...


domingo, 17 de julio de 2022

Apuntillando por detrás

 Por Jose Morente



La foto no es buena porque está sacada de una película de la Filmoteca Zaragozana (cuya copia me facilitó Diego de León). Estamos en Castellón la tarde del 14 de marzo de 1915, corrida de la Magdalena. En el cartel Rafael (Rafael es el Gallo), José (José es Joselito) y Salerí II que sustituía a Juan (Juan es Belmonte). Los toros, todavía con el pelo de invierno, fueron de D. Vicente Martínez (una de las ganaderías preferidas por Joselito, especialmente desde la tarde de los 7 toros de Madrid) .

Joselito estuvo sensacional. Entre otras cosas, a su segundo toro le dio 5 naturales seguidos... (buena muestra de ese toreo en redondo que andaba perdido y que recuperó el hijo menor de la Gabriela). 

El Gallo también tuvo una gran tarde con capote y muleta. Uno de sus toros (el que recoge la imagen) tardó algo en doblar y Joselito saltó al ruedo, junto al peonaje de Rafael, en su ayuda y en labores de director de lidia. Cuando el toro se echa, el puntillero de Rafael va a descabellar por detrás (como se hacía entonces y, de forma incomprensible, no se hace ahora). Joselito se coloca delante de la res tapando la cara con el capote, sin exageraciones. Rafael observa la escena.

Apuntillando por detrás. Eran otros tiempos.