Por Pepe Alameda
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Pero me parece que se perdió ahí la gran oportunidad de que Ortega hubiera explicado cabalmente su toreo, un toreo único, en el sentido de radicalmente distinto a todos.
Quizás fuera aquella su idea primera a juzgar por el título, pero la limitó y redujo, sin duda por la pasión polémica, todavía entonces muy viva, ante la figura de Manolete, no nombrada pero latente en toda la disertación.
Manolete, a quien no se nombra, omnipresente en la conferencia de Ortega. |
De otra manera no se comprende que el conferenciante lo redujera todo al movimiento inicial de echar la pierna de la salida hacia delante como base de una técnica opuesta al toreo enhilado o paralelo del Cordobés.
El toreo de Ortega era mucho más que aquel primer movimiento. Limitado a él como si el torero después debiera quedarse inmóvil esperando a que el toro volviese por su terreno, es una simpleza, es lo que hacen todos los que se creen que torean como Ortega.
Pero lo importante del toreo de éste era la continuación de los pases, para ir tomando el terreno que el toro iba dejando al pasar, el andarle al toro o andar con el toro. No los pases, sino los pasos. Su toreo, como hemos dicho, no se limitaba ni se encerraba en pases determinados, acuñados, iba siempre más allá, en constante interdependencia con el toro. Y esto es algo mucho más importante que el simple movimiento de adelantar una pierna. Adelantar una tras otra en sucesión armónica entre ellas, y sobre todo, con el toro. De lo cual resulta que mientras todos los demás buscan el temple en el ritmo de los brazos y de la cintura. Ortega era el único que templaba con los pies; llevaba el "duende" en las zapatillas. Es lo que hubiéramos querido que Ortega describiera y explicara.
Este tendría que haber sido el título del libro de Ortega: "El arte del toreo... en movimiento". Así no hubiera habido engaño. |
Pero la pasión polémica de aquel tiempo pudo más y nos quedamos sin la explicación cumplida que Ortega pudiera habernos ofrecido.
Domingo fue un gran apasionado.
Aunque no lo pareciera, podía en él más el corazón que la mente, No escribió el hombre de análisis, sino el hombre de lucha. Seguro, por intuición, de que una sola idea corta y repetida como un solo clavo sobre el que se remacha, una bandera, un eslogan, en un momento preciso de acción, puede más que el desarrollo sereno de una clara teoría".
ALAMEDA, Jose. El hilo del toreo (Madrid, Espasa Calpe, S.A., 1989, páginas 264-266)
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