miércoles, 19 de agosto de 2020

Cuaderno de notas (CXLII) Ortega y la conferencia del Ateneo

 Por Pepe Alameda

Iván Redondo, el propagandista de moda. El objetivo de la propaganda está en conseguir la máxima difusión de un mensaje, sin importar su veracidad.

 

"Importante fue de hecho la conferencia de Domingo Ortega en el Ateneo de Madrid sobre el arte de torear, editada por Revista de Occidente, debido a la influencia inmediata que ejerció sobre la crítica y la afición.

Pero me parece que se perdió ahí la gran oportunidad de que Ortega hubiera explicado cabalmente su toreo, un toreo único, en el sentido de radicalmente distinto a todos.

Quizás fuera aquella su idea primera a juzgar por el título, pero la limitó y redujo, sin duda por la pasión polémica, todavía entonces muy viva, ante la figura de Manolete, no nombrada pero latente en toda la disertación.

Manolete, a quien no se nombra, omnipresente en la conferencia de Ortega.

De otra manera no se comprende que el conferenciante lo redujera todo al movimiento inicial de echar la pierna de la salida hacia delante como base de una técnica opuesta al toreo enhilado o paralelo del Cordobés.

El toreo de Ortega era mucho más que aquel primer movimiento. Limitado a él como si el torero después debiera quedarse inmóvil esperando a que el toro volviese por su terreno, es una simpleza, es lo que hacen todos los que se creen que torean como Ortega.


Corrochano y Vidal: Dos de los críticos que se creyeron (o quisieron hacernos creer) que en cargar la suerte estaba todo el toreo. Sus descripciones del pase natural (en ¿Qué es torear? El toreo es grandeza respectivamente) todavía confunden a muchos aficionados.

Pero lo importante del toreo de éste era la continuación de los pases, para ir tomando el terreno que el toro iba dejando al pasar, el andarle al toro o andar con el toro. No los pases, sino los pasos. Su toreo, como hemos dicho, no se limitaba ni se encerraba en pases determinados, acuñados, iba siempre más allá, en constante interdependencia con el toro. Y esto es algo mucho más importante que el simple movimiento de adelantar una pierna. Adelantar una tras otra en sucesión armónica entre ellas, y sobre todo, con el toro. De lo cual resulta que mientras todos los demás buscan el temple en el ritmo de los brazos y de la cintura. Ortega era el único que templaba con los pies; llevaba el "duende" en las zapatillas. Es lo que hubiéramos querido que Ortega describiera y explicara.




















El toreo de Domingo Ortega. Lo que Ortega tenía que habernos contado y no nos quiso contar era que su toreo consistía en una sucesión de pases y, sobre todo, de pasos, siempre en continuo movimiento hacia el rabo del toro. Nada que ver con la interpretación que -de su forma de torear- nos han dado quienes sabrían leer y escuchar (Corrochano, Vidal, Cañabate,..) pero no sabían mirar.


Este tendría que haber sido el título del libro de Ortega: "El arte del toreo... en movimiento". Así no hubiera habido engaño.


Pero la pasión polémica de aquel tiempo pudo más y nos quedamos sin la explicación cumplida que Ortega pudiera habernos ofrecido.

Domingo fue un gran apasionado.

Aunque no lo pareciera, podía en él más el corazón que la mente, No escribió el hombre de análisis, sino el hombre de lucha. Seguro, por intuición, de que una sola idea corta y repetida como un solo clavo sobre el que se remacha, una bandera, un eslogan, en un momento preciso de acción, puede más que el desarrollo sereno de una clara teoría".

ALAMEDA, Jose. El hilo del toreo (Madrid, Espasa Calpe, S.A., 1989, páginas 264-266)

En el propagandista Ortega pudo más conseguir difundir al máximo su eslogan de que el toreo se reduce a echar la pata 'alante que explicar su verdadera forma de torear. Ortega en la conferencia del Ateneo miró más a Manolete, al que no nombró, que a sí mismo. Como todas las propagandas que ocultan, manipulan o tergiversan la verdad, sus teorías han causado un daño enorme a la fiesta.

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