Por Jose Morente
Rodolfo Valentino en una de las escenas finales de Sangre y Arena (1922) de Fred Niblo. Esta fue la película que le consagró como estrella en Hollywood. Era la segunda versión cinematográfica de la famosa novela de Vicente Blasco Ibáñez.
Las escenas naturales en el cine taurino
Las películas de temática taurina suelen incluir las antaño denominadas “escenas naturales” o sea, imágenes tomadas en directo en la plaza de toros.
Cuando los actores son toreros profesionales (Mario Cabré, Capetillo, Bienvenida, Domingo Ortega, Pepín Martín Vázquez, etc.) estas escenas no plantean problema alguno.
Cosa distinta es cuando el protagonista es un actor desvinculado del mundo del toreo. En esos casos, se recurre a documentales existentes o se acude a algún torero para que “doble” al actor y, además, para que le proporcione el adecuado asesoramiento.
Rodolfo Valentino
Esto último fue lo que se hizo en la versión cinematográfica de “Sangre y Arena” rodada en 1922 y protagonizada por Rodolfo Valentino.
Cartel de la película con sus protagonistas Rodolfo Valentino (Juan Gallardo), Lila Lee (Carmen) y Nita Naldi (la pérfida doña Sol)
Según Carlos Fernández Cuenca (Toros y toreros en la pantalla. 1ª ed,. San Sebastián, 1963), Rodolfo Valentino fue quien pagó directamente de su bolsillo, el asesoramiento del torero mexicano Rafael Palomar.
Según este autor, las escenas taurinas se rodaron en Hollywood con tres toros adquiridos en México de las prestigiosas vacadas de Miura, Veragua y Saltillo. Palomar fue quien “dobló” al actor además de darle las pertinentes lecciones de como comportarse en el ruedo para hacer más creíble su interpretación.
Sin embargo, al visionar la película las cosas resultan ser muy distintas.
Las escenas donde aparece Valentino corresponden claramente a escenas rodadas en Estudio con un decorado montando ex-profeso.
El decorado de estudio montado para las escenas donde aparece Valentino
Estas escenas están intercaladas con otras rodadas “al natural”. Aunque siempre se ha escrito que esas escenas naturales estaban rodadas en Hollywood y protagonizadas por un tal Rafael Palomar, lo cierto es que están rodadas en plazas españolas y mexicanas y protagonizadas por toreros de postín.
Las escenas mexicanas
Por lo que respecta a la plaza de toros mexicana que aparece en el film, hemos tenido una suerte tremendo pues al enviar algunas imágenes fijas a mi amigo José Francisco Coello Ugalde, uno de los mayores eruditos en Tauromaquia de ambos lados del Océano, ha sido capaz no sólo de identificar la plaza (lo que tiene mérito) sino también concretar la fecha en que se filmaron esas imágenes (lo que tiene más mérito aún.
La Plaza de toros es la Plaza de “el Toreo” ubicada en la Colonia Condesa de la capital mexicana. La fecha en la se tomaron las imágenes es la del 12 de marzo de 1922 (lo que concuerda perfectamente con el año de filmación de la película).
Imagen de “Sangre y Arena” que corresponde a la mítica plaza del Toreo de la Condesa de la capital mexicana.
Vista exterior de la plaza “El Toreo de la Condesa”
Según el profesor José Francisco Coello Ugalde, la corrida mexicana de la película tiene que corresponder bien al 12 de marzo de 1922, día en el que Juan Silveti e Ignacio Sánchez Mejías se enfrentaron a 6 ejemplares del Duque de Veragua (Festejo en honor de la Cruz Roja y de la Sociedad Protectora del Niño),o bien a la corrida del 2 de abril del mismo año, en la que los diestros antes citados estuvieron acompañados por Gaona y Belmonte con reses del mismo hierro (tarde conocida como la Corrida de Covadonga).
En ambas se colocaron las colgaduras y adornos que se ve en la película, ya que en ambas se contó con la presencia del Presidente de la República en turno, el General Álvaro Obregón (un gran aficionado).
El general Álvaro Obregón, un gran aficionado, en los toros (Del blog Romacondesa)
José Francisco se inclina por la primera de las dos fechas citadas tanto por corresponder con los detalles de las colgaduras como, además por la circunstancia de la cogida de Ignacio Sánchez-Mejías que es probablemente la que se recoge en la película de Valentino.
Las colgaduras de la barrera y, sobre todo, la cogida de Ignacio Sánchez-Mejías han sido los detalles claves para ubicar la fecha de esa filmación incluida en la película de Valentino.
Por lo que respecta a lo que ahora más nos interesa que son las imágenes taurinas filmadas en México, tengo que señalar que cuando las vi por vez primera me impresionó la forma en la que el diestro (entonces un desconocido) salía de la barrera teniendo el toro muy pero que muy cerca y se dirigía hacia el tercio. Un valiente. Demasiado valiente y osado para tratarse de un torero desconocido.
Y, en efecto, el diestro que aparece en la cinta es nada más y nada menos que Juan Silveti “El Tigre de Guanajuato” a quien vamos a poder contemplar en acción y entrando a matar con su proverbial valentía.
El estilo inconfundible del Tigre de Guanajuato. ¡Vaya manera de empezar una faena!
Entrando a matar porque la salida de la suerte corresponde (por exigencias del montaje) a la cogida de Ignacio Sánchez-Mejías que nos comentaba José Francisco Coello.
Una cogida que no es una cogida cualquiera sino el producto de aquel famoso desplante de Ignacio cuando decidió que la mejor manera de acallar a la “Porra”, que no paraba de hostigarlo, era dejándose cornear adrede por el toro. Instante este del que disponemos de esta espectacular fotografía facilitada por nuestro amigo José Francisco.
El momento previo a la cogida de Ignacio, donde el diestro está a punto de ser levantado por el toro, lo podemos apreciar en la imagen adjunta facilitada por José Francisco Coello Ugalde. A la izquierda aparece el peón de brega, probablemente Luis Suárez "Magritas" quien se acerca para intervenir en el precipitado "quite". En un segundo plano puede apreciarse al popular Monosabio" Simón Cárdenas.
Por sugerencia de José Francisco Coello, hemos volteado horizontalmente la fotografía de la cogida de Ignacio Sánchez-Mejías (pues invertir las imágenes era algo muy habitual en el revelado de negativos de vidrio). La comparación con el fotograma de la película es sorprendente. La situación de monosabio y peón la misma. Sólo faltan los dos auxiliares situados en el callejón. ¿Será la misma cogida?.
Las escenas españolas
Pero hay más.
No sé cuantos aficionados habrán visto esta versión de Sangre y Arena. Me imagino que muchos pues la película circula libremente por Internet.
Lo curioso es que nadie se haya percatado hasta la fecha (yo al menos no tengo constancia de ello) de que además de las escenas rodadas en México, y que también han pasado desapercibidas, en esta película aparecen escenas rodadas al natural en la plaza de toros de Barcelona. Concretamente, en las Arenas.
Fotograma de Sangre y Arena con la salida de los espectadores de la plaza. Se identifica perfectamente que se trata de la plaza de las Arenas de Barcelona, hoy reconvertida en Centro Comercial
Y lo tremendo es que, en esas escenas, aparecen como “extras” toreros de la talla de Maera, Enrique Ortega El Almendro, Ignacio Sánchez-Mejías, Juan Belmonte
Fotograma de “Sangre y Arena” con unos extras de lujo: Maera, Belmonte y el Almendro.
De remate Joselito el Gallo aparece como secundario de categoría, y le vamos a poder ver jugando con el toro en banderillas, toreando de muleta (a su estilo o sea, con mucho aplomo y seguridad, en los medios de la plaza) y matando (aunque eso sí, con cierto alivio)
Atención. Torea Joselito (en realidad lo lleva haciendo en el anonimato desde hace más de 90 años)
Un despiste significativo
Que estas escenas tan interesantes hayan pasado desapercibidas a tantos y tantos aficionados plantea un curioso problema.
Creo que la clave de este sorprendente y monumental “despiste”, de este olvido, puede estar en nuestra peculiar manera de ver los toros. En realidad, en nuestra peculiar manera de ver y consumir cualquier espectáculo.
Vamos a la plaza (o al cine, tanto da) predispuestos a ver lo que se supone que tenemos que ver. A que nos guste lo que nos tiene que gustar y a que nos disguste lo que nos tiene que disgustar. Hemos perdido la ingenuidad y la frescura tan necesarias para disfrutar de cualquier manifestación cultural (el toreo lo es) y, en vez de observar lo que realmente pasa en el ruedo, nos limitamos a buscar en ese espacio circular lo que, de antemano, sabemos y esperamos encontrar.
Para nosotros, los espectadores actuales, la corrida no es ya un acontecimiento mágico y maravilloso repleto de oportunidades y sorpresas sino un mero pretexto para reafirmar prejuicios, confirmar caducas teorías y exponer (a veces, a voz en grito) nuestras erráticas convicciones. Y ya puede torear delante de nuestras narices el mismísimo Joselito el Gallo que nosotros no estaremos dispuestos a reconocerlo ni a reconocerle.
No es este un problema que afecte únicamente a los aficionados a los toros pues, en eso, nos asemejamos y comportamos como el consumidor de cualquier otro espectáculo de masas, fácilmente manejable y manipulable.
Así nos va.
Posiblemente seríamos incapaces de reconocer al mismísimo Joselito el Gallo si torease delante de nuestras narices. Este curioso experimento del Washington Post confirma esa tesis.
Las escenas naturales de “Sangre y Arena”
Lo mejor será que dejemos de atormentarnos con esta (¿irreversible?) situación y nos centremos en lo que, de verdad, nos interesa que es el toreo.
Vamos a la plaza que, en este caso son dos: El Toreo de la Condesa y las Arenas de Barcelona. Y vamos a ver a Juan Belmonte, Ignacio Sánchez-Mejías, Maera y El Almendro. Toreando, veremos a Juan Silveti y a Joselito el Gallo. ¡Casi ná!
¡Silencio!…¡Se rueda!….¡Acción!
Agradecimiento.
Esta entrada no hubiera sido la misma sin la colaboración y sagacidad del Catedrático del toreo José Francisco Coello Ugalde quien, cual moderno Hércules Poirot, se mueve entre las imágenes antiguas con la misma solvencia y soltura con la que los jóvenes de hoy lo hacen en las redes sociales (o quizás más).