Por Jack Coursierix y Jose Morentix
NOTA PREVIA: Como hay quien se cree todo lo que lee (por ejemplo, los aficionados integristas) conviene advertir que esta entrada es PURA IRONÍA... y el que no lo entienda así ¡Que se abone al 7!
|
En tiempos del Imperio Romano ya existía un toreo primitivo hecho a base de recortes a cuerpo limpio. A partir de ahí todo lo que ha venido después ha sido degeneración y decadencia. |
Que el toreo está hoy en decadencia es una verdad irrefutable que sólo puede ser negada por quien sea un miope o un optimista incorregible, no por el aficionado conspicuo y docto en la materia.
Para comprobar que esa acusación es cierta, sólo hay que volver la vista atrás, recordar el glorioso pasado de la tauromaquia y compararlo con nuestra triste y deprimente realidad actual.
La verónica como Dios (y los cánones) mandan
Una muestra de esa decadencia de la que hablamos lo tenemos en la forma de ejecutar hoy el toreo. Tomemos, por ejemplo, la verónica.
En un número de la revista francesa “Le midi taurin” de 1919, se explicaba como había que ejecutar correctamente ese lance que, como vemos en los dibujos, debe hacerse empinado el torero sobre las puntas de sus pies y levantando mucho las dos manos en el remate.
|
El remate de la verónica ortodoxa con las manos en alto y sobre las puntas de los pies. |
Las actuales verónicas de manos bajas son, en puridad, una perversión de las auténticas verónicas de manos altas, las que se han hecho siempre desde los albores del toreo a pie, allá por el año 50 a.d.C., cuando el famoso diestro Astérix, ya utilizaba esa forma de mover los brazos.
Unas formas que, aunque hoy nos puedan parecer anacrónicas, responden a los verdaderos cánones del toreo de capa (¡los sacrosantos!).
Un toro que humilla, con el hocico por el suelo, y una verónica ortodoxa de manos altas, tal y como establecen los cánones del toreo puro
Es la verónica que siempre se ha realizado en los ruedos hasta que irrumpió en ellos el toro actual flojito y sin casta y ese corruptor de menores (taurinos) que se llamaba Juan Belmonte, cuyo heterodoxo estilo (manos desemparejadas, una arriba y otra abajo) hizo, por desgracia, escuela. |
Los encastes antiguos
Pero hay muchas más cosas que han ido degenerando con los tiempos.
Como dicen los buenos aficionados, si algo distingue al emocionante toreo antiguo frente al monótono toreo moderno es la variedad de encastes. ¡Entonces (y sólo entonces) si que había diversidad de encastes!
Bueno, variedad de encastes y… de razas, porque en aquellos tiempos se lidiaban toros pero también toda suerte de animalejos, como jabalíes, elefantes y cualquier otro animal salvaje.
A la historia del toreo han pasado los nombres de ganaderías que ya son míticas como Miurix, Adolfix, Prieto de la Calix o Escolarix. Ganaderos íntegros donde los haya.
Nada que ver con los modernos hierros de Gaarcigrandix, Zalduendix, Nuñez del Cuvillix o cualquier derivado de Juan Pedro Domecquix. Ganaderías comerciales y despreciadas por los buenos aficionados.
Un cárdeno. No hay nada comparable a los jabalíes cárdenos aunque este (¡Nadie es perfecto!) sea del hierro de Domecquix. Y, por tanto, se trata de un animal domesticado e inofensivo. Pese a su pelo cárdeno (una rareza en su encaste) se diferencia claramente de otros encastes más agresivos por su apariencia. Poco ofensivo por delante, con morro de rata, muy perfilado, que parece trompa y, sobre todo, ese remate de culipollo que supone el mayor desarrollo de los cuartos delanteros sobre los traseros.
Eran, las de entonces, reses de verdad. Con trapío y con casta. Y con problemas. Nada de animales bobalicones, como los de ahora, con los que los toreros puedan sentirse a gusto, sino toros-toros de los que dan miedo hasta a los espectadores que se ubicaban en la summa cavea (que eran las gradas altas de entonces).
Bueno, lo de toros-toros no pasa, en realidad, de ser un eufemismo, ya que deberíamos mejor decir elefantes-elefantes como estos del hierro de Fernando Cuadrix que, dicho sea de paso, no han variado mucho de hechuras en todos estos milenios.
Manada de toros-elefantes de Cuadrix. Los de hoy siguen teniendo hoy las mismas tremendas hechuras que los de los tiempos de Astérix.
Los tiempos cambian… pero no tanto Aunque en tantos siglos ha habido muchos cambios (todos a peor) hay que reconocer que también algunas cosas siguen siendo iguales a como lo eran en los tiempos primigenios (¡Los buenos!).
Para empezar y por poner otro ejemplo, ya entonces, un diestro excelso Rafael el Gallix, hizo famosa una frase que aún hoy conserva toda su validez. A la pregunta de si eran preferibles las reses bravas o las mansas, este diestro histórico contestaba, sin dudarlo, que las mansas. Y es que, como el decía:
- ¡No es igual que vaya uno detrás de la res….
Jabalíes mansos de Zalduendix (¿De quien si no?)
…a que la res sea la que vaya detrás de uno!
Un encastado toro de la ganadería de Victorinix (¿De quien si no?)
La crítica sigue igual
Lo que no ha cambiado (ni cambiará nunca, por desgracia) es la crítica.
Siempre ha habido aficionados (por no hablar de los profesionales de la pluma) que han acudido a los cosos, armados de escuadra y cartabón, dispuestos a buscar el más mínimo fallo en el diestro o la menor flaqueza en las reses.
La prueba la tenemos en este documento de la época romana que acredita que ya entonces había aficionados y críticos que iban a los toros con su correspondiente lupa.
El crítico Joaquín Vidalix del diario El Paix Romano. Defensor máximo de la utilización de la lupa en las plazas de toros.
En la imagen superior su lupa sobre el coso de Armórica.
Los toreros. Siempre igual
Y otra cosa que tampoco ha cambiado es el afán de los toreros por procurarse comodidades en una profesión que debe ser incómoda (¡Cuanto más incómoda mejor!).
Y es que tenemos pruebas gráficas que demuestran que la moda de ahora, de no celebrar sorteo y llevar cada torero sus propios jabalíes bajo el brazo, no es nueva.
Los diestros Asterix y Obelix (este último conocido como “El Gordito de Armórica”), cada uno con sus propios jabalíes de Garcigrandix, bajo el brazo y dispuestos a NO celebrar sorteo. Y encima se ríen de los sufridos espectadores. En todas las ápocas, cuecen habas.
Una época heroica
Pese a la poca vergüenza de los toreros (algo recurrente a lo largo de la historia), las denuncias constantes de los aficionados, siempre atentos y vigilantes para mayor gloria del toreo, consiguieron que, en el pasado, el toreo pudiera vivir edades doradas.
Y se llenara de fechas épicas como el encuentro de Hércules con el jabalí de Erymanthe que ha pasado a los anales de la Fiesta.
Una faena histórica. Hércules cargando la suerte (pata ‘alante) con el jabalí de Erymanthe. ¡Eso si que eran verdaderas corridas y no las de ahora!
Una tarea (la defensa de la integridad de la fiesta y la vigilancia de sus corruptelas) importante pero ingrata que casi nadie parece agradecer y que los aficionados ejercen de forma tan generosa como altruista.
Aunque nadie les haya llamado a esa tarea, nunca agradeceremos suficientemente la actitud expectante y vigilante de los aficionados integristas por recuperar el toreo antiguo. Por recuperar la verdad, la pureza y la autenticidad que impregnaban la Fiesta de los jabalíes (Perdón, quería decir la Fiesta de los toros).
El necesario retorno a los orígenes
Después de este pequeño repaso a la historia del toreo, creo que queda demostrado lo que se quería demostrar.
Es importante que la afición cabal extreme su celo en la vigilancia de la Fiesta no permitiendo el menor desvío de sus normas tradicionales. Es necesario que vuelva a las plazas el toro antiguo, el torero antiguo y el toreo antiguo. El toreo de diestros como Astérix y Obelix.
Porque esa es la única verdad del toreo.
Lo de hoy se tiene que acabar ¡Ya!
El toreo puro, El diestro Astérix lancea a la verónica a un toro de Dolores Aguirrix como mandan los cánones: ¡Con las manos por alto!
Después de ver las anteriores imágenes de ese toreo antiguo viril y ejecutado conforme mandan los cánones tradicionales, siento algo de pudor por traer aquí esta media verónica modernista. Pero lo estimo necesario para enseñanza de las nuevas generaciones y como ejemplo del destoreo que nunca debería permitirse en una plaza de toros. Veo esta imagen y me dan ganas de llorar comprobando como ha degenerado el toreo moderno.
¡Que poca vergüenza y que poca torería en la estampa de los toreros de ahora comparada con la gallardía y apostura de los toreros antiguos!
¡Con ese toro no cárdeno sino descolorido en prueba de degeneración!
Y, sobre todo, ¡Qué imagen tan deprimente la de esas manos por debajo de la cintura!