Pablo Aguado. Toreando con los vuelos de la muleta |
Juan Ortega. Toreando con la mano derecha sin ayuda ¡también con los vuelos! |
Morante en Córdoba, siempre puro arte, arte puro. |
Pablo Aguado. Toreando con los vuelos de la muleta |
Juan Ortega. Toreando con la mano derecha sin ayuda ¡también con los vuelos! |
Morante en Córdoba, siempre puro arte, arte puro. |
Por Don Quijote
Le Corbu en El Escorial (1928) |
¿De qué le hablaré al lector? Hay que andarse con pies de plomo... ¡Pues ¡ea! le hablaré de El Escorial!
No te alarmes querido lector; voy a hablarte de El Escorial y hasta de un arquitecto moderno de fama universal; más sin que por ello nos alejemos del tema taurino: ya lo verás.
Le Corbusier -el arquitecto francés a que he aludido- estuvo el año pasado en España. "Venía -cuenta el admirable escritor Manuel Abril- a enaltecer una arquitectura de precisión y de justeza", la arquitectura novísima, cubista, de que es paladín; y se encontró -continúa Abril- con "un ilustre antepasado español de la arquitectura presente: el Monasterio de El Escorial, fábrica pura, prodigio de singular modernidad"...
El Escorial |
De la imponente mole geométrica de San Lorenzo, milagro de granito, que abruma y pasma, escribía yo hace poco en estos términos: Sencillez magnífica; austeridad desnuda; inmortal majestad de la piedra escueta; armonía de la fuerza; rígida hermosura; descomunal exactitud...
Pues bien, esta casualidad de la exactitud, de la grandiosidad, de la justeza y de la sencillez, fue lo que asombró a Le Corbusier en España, respecto de dos casos: El Escorial y el toreo.
Cuando vió lo que eran los toros, exclamó:
- ¡Yo no tengo nada que decir a este pueblo!
En efecto, el venía a predicar en sus conferencias sobre arquitectura moderna la precisión y la justeza, "y se encontraba -continúa Manuel Abril- en un pueblo, cuyo juego favorito era de una precisión que no admite ni un segundo, ni un milímetro de error, sin que vaya en el error la vida misma. ¿Que mayor matemática aplicada que el cruce en el volapié, que el juego de los brazos y los pies en el cuarteo y el de la cintura en el quiebro? En todo momento igual, y en todos gallardamente, sin perder la compostura, ni la línea, ni la gracia.
¿Cómo venir a descubrirle la justeza a un pueblo que juega así?
Cuando vió el Monasterio de El Escorial, corroboró la impresión y el juicio formado en los toros. Allí estaba, y ¡de qué modo!, realizada, en arquitectura, la misma ley de preciso clasicismo que le había sorprendido en el toreo..."
(...)
La justeza de visión de Le Corbusier no la ha tenido, posiblemente, ante el magnífico e impresionante espectáculo, ningún otro extranjero.
Don Quijote, "El Escorial y el toreo"
(publicado en la Fiesta Brava, nº 168, Barcelona, 17 de enero de 1930)
Adenda incorpórea
La condición que le Corbusier (Charles Edouard Jeanneret era su verdadero nombre) puso a Fernando García Mercadal para venir a España a impartir dos conferencias sobre arquitectura, fue que le llevaran a una corrida de toros.
Le Corbusier con Fernando García Mercadal en El Escorial. Mercadal fue quien invitó a Le Corbusier a España y le llevó también a los toros. |
Como Le Corbu llegó a España el 8 de mayo de 1928, podemos soñar que la corrida a la que llevaron fue a la de la faena de Chicuelo a Corchaíto.
Aunque también puede que viera a Gitanillo de Triana o a Cagancho o, quizás, a Antonio Márquez...
Entradilla del artículo de Don Quijote, publicado en La Fiesta Brava. Un natural de |
Por Zabala de la Serna
Juan Ortega en Jaén |
En un solo quite por chicuelinas Juan Ortega había borrado toda la tarde. Toda la crónica. Todas las letras del abecedario. Ido el sol, caída la noche, la luz se hizo. Fue la escultura a Chicuelo y su deslumbrante broche un anuncio, el momento exacto en que Ortega sacó la escoba. Y luego brindó al público la gloria. Pues gloriosa fue la faena. Desde que acarició por alto los ayudados. Que barrían sedosos el lomo de Basurilla, el toro más fino, el más lindo, el de más clase. A calidad más calidad. Y esa brotó de las muñecas paroxísticas de Juan. Para inmortalizar el toreo, reducirlo a las esencias de la naturalidad. Donde todo es cadencia, y lentitud, y armonía. Había poesía la torería desnuda de toda alharaca. La ligazón del natural con el de pecho, tal como los cantaba Belmonte, vertían el cuenco de las maravillas. Qué despacio discurrió todo y qué pronto pasó. Después de tanta espera. Después de tanta nada. Al fin, el todo.
Juan Ortega enterró la espada en el segundo viaje. Y estalló la plaza, desgañitada, afónica ya por entonces. Ronca de jalear el sueño del toreo. Cayeron las dos orejas con una fuerza atronadora, borrando todos los demás trofeos conquistados. Y los recuerdos amargos con el hondo toro tercero que se agarró a la tierra como un buque varado. Ortega barrió todo con su escoba. Como el lomo de Basurilla, arrastrado en una vuelta al ruedo por el pañuelo azul.
Zabala de la Serna, "Hasta que Juan Ortega sacó la escoba" en El Mundo. 17.09.2020
La gran estocada de Juan Ortega a Basurilla de Victoriano del Río |
El toreo de Juan Ortega en Jaén
Música: Adagio en G menor. Albinoni / Imágenes: Movistar plus
Por Jose Morente
Guerrita (fotografía publicada en el blog Plaza de la Lagunilla)
Si la historia tiene interés es porque en el pasado se encuentran muchas de las claves que explican nuestro presente. Revisar viejas fotografías y añejas películas, leer o releer libros antiguos merece la pena porque nos permite relativizar nuestras opiniones sobre el toreo de nuestros contemporáneos y aclarar y entender lo que hoy se hace en las plazas.Pero, si nuestra aproximación al pasado se convierte en un ejercicio de falsa nostalgia con el objetivo de buscar argumentos para denigrar el presente, entonces mejor olvidarnos de los toreros y los toros de antes porque solo conseguiremos confundir y confundirnos.
Si queremos acercarnos al pasado, lo tendremos que sin prejuicios ni clichés y sin tergiversar lo que dicen esos textos antiguos. Contextualizando lo que dijeron quienes escribieron de toros en esas otras épocas. No podemos leer bajo el mismo prisma los textos de los escritores dogmáticos de la cuerda de F. Bleu o Sánchez de Neira, por ejemplo, que las oportunas y razonadas disquisiciones de aficionados tan sagaces e inteligentes como Pepe Alameda o Uno al Sesgo.
Haciéndolo así, si que merece la pena acercarse a esos viejos tratados taurinos, tratados entre los que la Tauromaquia de Guerrita brilla con luz propia.
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La verónica antigua.
En la verónica antigua se citaba de frente y presentando el capote cuadrado al toro, tal y como se ve en esta Lámina de la Tauromaquia de Pepe-Hillo (ed. 1804) y en esta fotografía de estudio de Manuel Domínguez.
Se le llama verónica por la semejanza entre la forma de presentar el capote y la del lienzo en que la Verónica, de acuerdo a los Evangelios apócrifos, enjugó el rostro de Jesús.
La Verónica mostrando la Santa Faz a la Virgen y San Juan, de Juan Antonio Vera Calvo (1864).
La verónica antigua en este caso interpretada por el Papa Negro. Las dos manos suben hasta el infinito para expulsar al toro del terreno del torero.
La secuencia completa de la verónica antigua se representa en estos dibujos publicados en la revista francesa Le midi taurin” (número del 9/08/1919)
La tauromaquia de Guerrita.
Aunque textos anteriores ya preconizaban cambios en la forma de torear, será la Tauromaquia de Guerrita la que mejor sintetice la transición a los nuevos modos que estaban por venir.
A Guerrita se le conoce como un torero frío, cerebral y muy poderoso. Frente al arte de Lagartijo y al valor de Frascuelo, el Guerra representa la inteligencia y el conocimiento. Pero sobre su aportación a la evolución de la técnica del toreo se ha dicho y escrito demasiado poco.
La Tauromaquia de Guerrita. Muy poco se ha hablado de su sorprendente modernidad.
Recapitulemos sobre los cambios que propone Guerrita en la ejecución de la verónica respecto al modo antiguo de realizar esta suerte. Son estos dos:"Se ejecuta en la forma siguiente: se coloca el diestro de costado, en la rectitud del toro y á la distancia que le indiquen las facultades de su adversario, que procurará esté paralelo á las tablas; le citará tendiendo la capa, que tendrá sostenida con ambas manos; le dejará venir por su terreno, y cuando llegue á jurisdicción, le cargará la suerte empapándole bien en el capote y lo vaciará trayéndose la mano izquierda al costado derecho, y alargando el brazo derecho, ó viceversa, según del lado de que se practique, procurando que la res quede derecha y no atravesada".
"En la posición referida, encontrándose el diestro de costado al bicho, y no de frente, tiene más facilidad para dar la salida y para repetir la suerte sin moverse de medio cuerpo abajo. La suerte practicada en esta forma, resulta de más lucimiento y más parada que cuando el lidiador da la cara al toro, situándose de frente, porque para repetirla tiene, por lo menos, que dar una media vuelta girando sobre los talones".
La verónica antigua: Cocherito de Bilbao |
La verónica de transición: El de arriba es Bombita Chico y el de abajo, Lagartijo Chico (1902) |
La verónica pre-moderna de Gaona (1911) |
La verónica cuasi-moderna de Antonio Fuentes. |
Otra verónica de Juan. Cite de tres cuartos y mano de salida algo más baja, pero nunca por debajo del hombro. |
La verónica de Juan con aires de escultura. La figura forzada en el quiebro de la cintura transmite tensión y dramatismo. |
La verónica de Rafael Guerra Guerrita |
Por Pepe Alameda
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Pero me parece que se perdió ahí la gran oportunidad de que Ortega hubiera explicado cabalmente su toreo, un toreo único, en el sentido de radicalmente distinto a todos.
Quizás fuera aquella su idea primera a juzgar por el título, pero la limitó y redujo, sin duda por la pasión polémica, todavía entonces muy viva, ante la figura de Manolete, no nombrada pero latente en toda la disertación.
Manolete, a quien no se nombra, omnipresente en la conferencia de Ortega. |
De otra manera no se comprende que el conferenciante lo redujera todo al movimiento inicial de echar la pierna de la salida hacia delante como base de una técnica opuesta al toreo enhilado o paralelo del Cordobés.
El toreo de Ortega era mucho más que aquel primer movimiento. Limitado a él como si el torero después debiera quedarse inmóvil esperando a que el toro volviese por su terreno, es una simpleza, es lo que hacen todos los que se creen que torean como Ortega.
Pero lo importante del toreo de éste era la continuación de los pases, para ir tomando el terreno que el toro iba dejando al pasar, el andarle al toro o andar con el toro. No los pases, sino los pasos. Su toreo, como hemos dicho, no se limitaba ni se encerraba en pases determinados, acuñados, iba siempre más allá, en constante interdependencia con el toro. Y esto es algo mucho más importante que el simple movimiento de adelantar una pierna. Adelantar una tras otra en sucesión armónica entre ellas, y sobre todo, con el toro. De lo cual resulta que mientras todos los demás buscan el temple en el ritmo de los brazos y de la cintura. Ortega era el único que templaba con los pies; llevaba el "duende" en las zapatillas. Es lo que hubiéramos querido que Ortega describiera y explicara.
Este tendría que haber sido el título del libro de Ortega: "El arte del toreo... en movimiento". Así no hubiera habido engaño. |
Pero la pasión polémica de aquel tiempo pudo más y nos quedamos sin la explicación cumplida que Ortega pudiera habernos ofrecido.
Domingo fue un gran apasionado.
Aunque no lo pareciera, podía en él más el corazón que la mente, No escribió el hombre de análisis, sino el hombre de lucha. Seguro, por intuición, de que una sola idea corta y repetida como un solo clavo sobre el que se remacha, una bandera, un eslogan, en un momento preciso de acción, puede más que el desarrollo sereno de una clara teoría".
ALAMEDA, Jose. El hilo del toreo (Madrid, Espasa Calpe, S.A., 1989, páginas 264-266)