Por Jose Morente
Cúchares y el Chiclanero disputando matar el primer toro de la tarde (Lámina de la Lidia del 10 de mayo de 1886). Hoy, por el contrario, todos quisieran un telonero por delante.
Hace casi dos años (¡dos años ya!) publicábamos en una de las primeras entradas del blog una reflexión sobre las dos principales líneas del toreo: Aquella que propugna la primacía del conocimiento de las reses frente a la que defiende que lo importante es, por contra, el conocimiento de las suertes.
Fue ese el principal tema de debate de la controversia (En toros, a las controversias se les llama competencias cuando se dirimen en los ruedos) que sostuvieron, mediados el XIX, el Chiclanero y el Cúchares y sobre la que hablábamos en la entrada citada.
No voy a volver sobre aquella disputa histórica (de vigencia plena en la actualidad) sino que me limitaré a insertar, en nuestra modesta Tauroteca, unas viejas imágenes filmadas que ilustran muy bien esos añejos y eternos conceptos.
Joselito el Gallo. Conocimiento de las reses
Si se considera que lo más importante, para el torero, es conocer y entender el comportamiento del toro, parece inevitable disponer o exigir en el diestro un amplío repertorio de pases con los que resolver las cambiantes condiciones de aquellas.
Por eso, los toreros de esta escuela, defensores de la importancia del conocimiento de las reses (Como Costillares, Paquiro, Guerrita o Joselito el Gallo) han sido toreros largos y capaces de adaptar su toreo al toro, eligiendo de entre aquel repertorio la suerte que más se acomodaba a cada momento. Y, sobre todo, ejecutando esas suertes no de un modo sistemáticamente igual sino (y esto es lo importante) en la forma y con los matices que cada toro demandase.
Joselito con Barrabás, en una larga cordobesa de remate de uno de los quites de los muchos que dio la tarde de los 7 toros de Martínez (Fotografía del archivo particular de la familia Sánchez-Mejías Herrero publicada en facebook recientemente)
Juan Belmonte. Conocimiento de las suertes
Pero el toreo no es sólo técnica sino que también es o puede ser arte. Por eso, algunos toreros han preferido sacrificar la eficacia de las suertes a su plasticidad.
En esta línea del toreo, la de los toreros que priman el conocimiento de las suertes sobre el de las reses (Pepe-Hillo, El Chiclanero, Belmonte), la forma de ejecutarlas prevalece sobre la finalidad dominadora pues lo importante –para estos toreros- es la expresión personal que ponen en su toreo.
En este concepto del toreo, que busca la perfección en la ejecución de las suertes, que se imponen y no se adaptan a las condiciones de las reses, estas derivan por lo general hacia un único modo de realizarse. Las suertes pierden así los matices de los que antes hablábamos, se acaban convirtiendo en canon y sólo se admiten como variaciones las derivadas del acento personal que cada torero pueda poner en su ejecución.
Todo el sentimiento y expresión personal del toreo de Juan Belmonte en esta excepcional verónica. Las manos van muy altas para lo que se estila hoy pero el toreo de Juan luce también a gran altura.
Tauroteca. Joselito y Belmonte frente a frente.
Lo mejor es ver estas cosas en la práctica. Por ello, vamos ejemplificar estos dos conceptos antagónicos del toreo trayendo a nuestra Tauroteca dos ejemplos de dos grandísimos toreros. Cada uno de ellos, referente máximo de su forma de torear. Se trata nada más y nada menos que de Joselito el Gallo y Juan Belmonte frente a frente.
Y lo de frente a frente tiene, en este caso un carácter nada simbólico y es que, en la segunda de las películas, vamos a ver a Juan Belmonte en una tarde en la que toreaba mano a mano con Joselito en Sevilla. De hecho veremos a José fugazmente al pie de la imagen junto a la barrera mientras Juan recibe al toro. Luego el de Gelves se bebe un vaso de agua que le facilita -probablemente- Jaime Quirós y se dirige a intervenir en un quite que, por desgracia, no se filmó o no nos ha llegado.
Sevilla. Mientras Belmonte recibe de capa a su toro, Joselito se refresca junto a la barrera.
Pero vayamos al grano.
Torea Joselito
En la primera parte, podemos ver a Joselito la tarde de los siete toros de Martínez. Le vemos recibir al quinto toro (Nevadito, negro zaino, bizco del izquierdo) con su habitual eficacia. Tres verónicas, un farol, una navarra y un recorte. Luego le vemos en un quite a su picador Pinto, rematado con una espectacular larga doble, donde no sólo es de reseñar la gracia capotera de José sino su capacidad lidiadora pues el toro queda perfectamente colocado en suerte para la siguiente vara.
Un inciso terminológico. Aunque nos pueda sorprender hoy, Paco media Luna en el Toreo llamaba navarra al lance que Joselito daba después del farol. Un lance que no tiene nada que ver con la suerte que hoy conocemos con este nombre sino con la descrita en las Tauromaquias clásicas. Se trata pues de la verdadera navarra. Quede hecha la precisión sobre un lance al que dedicaremos una próxima entrada.
Joselito ejecuta una navarra. Nada que ver con el lance que hoy conocemos con este nombre. En la navarra antigua (la descrita en las viejas tauromaquias), el giro se da en sentido contrario al del viaje del toro, como vemos que hace el diestro de Gelves. En la actual, es justamente al revés.
Y, en segundo lugar, la larga doble de remate que Paco Media-Luna denominó (quizás con menor fortuna) “larga afarolada por bajo” probablemente por no saber que nombre ponerle. La denominación utilizada por el revistero del Toreo no parece correcta pues el farol y los afarolados se ejecutan por definición por encima de la cabeza. En cualquier caso, una preciosidad de lance.
Joselito remataba su quite con una exquisita larga doble de la que aquí vemos su inicio.
Pero, atentos, que tocan a banderillas. Joselito cita desde el tercio e intenta cerrar al toro que lo ignora ostensiblemente. Cuando el burel le vuelve, por segunda vez, la cara, José, a la vista de eso, le cambia los terrenos y se dirige a la querencia de un caballo muerto. Allí (¡que sabiduría la de este torero!) el toro se le arranca con presteza y la suerte se consuma con la facilidad y lucimiento propias en él.
José cita a banderillas. Nevadito no se da por enterado.
…Pero en la querencia de un caballo muerto, ya no dará problemas.
Torea Juan Belmonte
La segunda parte corresponde a los lances de recibo y un quite de Juan Belmonte en Sevilla alternando como hemos dicho con Joselito. Es probable que se trate de uno de los mano a mano del año 15 en los que tanto destacaron ambos, aunque no lo podemos asegurar.
Juan recibe a su toro (un toro muy bien presentado y gordo) en el capote, con su peculiar estilo parado y magnífico. También intercala un farol entre las verónicas y de propina (¡Vaya propina!) no una sino dos de sus famosas medias verónicas. Impresionantes en verdad los lances de recibo del trianero.
Impresionante media verónica de Juan Belmonte. Aquí por partida doble.
La primera vara es brutal pues el toro (un buen mozo) derriba con estrépito y, tras el leve puyazo delantero, viene el quite de Belmonte que es sensacional.
El toro empujando con mucha fuerza va derribar estrepitosamente a caballo y jinete.
Otro farol y otra media verónica marca de la casa pero –y aquí la diferencia con Joselito- el toro sale suelto hacia las tablas (quizás por un peón inoportunamente colocado) mientras Juan (despreocupado de la res) marcha jacarandoso hacia la barrera recogiendo los merecidísimos aplausos dirigidos a su fenomenal estética (que no a su diligencia lidiadora). Está claro que los tiempos estaban ya cambiando.
Una curiosa escena. Belmonte remata su quite con una sensacional media verónica marca de la casa pero el toro, en su salida, hace por un peón mal colocado que se defiende tirando el capote. Mientras tanto Juan, al margen de todo ello, se dirige muy ufano a recoger los aplausos (merecidos) del publico. Al toro habrá que volver a llevarlo ante el caballo. La estética prima ya sobre la eficacia. Nuevos tiempos…
Lo vemos.
Conclusiones.
El toreo no es (no puede ser) monolítico ni uniforme. Durante toda la historia del toreo las disputas entre aficionados sobre que modos debían primar han sido recurrentes y lógicas. Y es que no existe (ni puede existir) una respuesta única como muchos pretenden hacernos creer. Y tampoco existe (ni puede existir) una única forma válida de torear.
Una de las cosas que más sorprende del discurso del sector más radical de la afición actual (un discurso cada vez más radical y cada vez menos actual) es quizás, precisamente, la contradicción que supone pedir, por un lado, variedad de encastes y comportamientos de las reses (petición que se manifiesta en una desaforada inquina –ya casi patológica- contra todo lo que huela a Domecq) y, por otra en cambio, exigir que se toree siempre de una única y determinada manera (La manera supuestamente “ortodoxa” de la muleta adelantada, la “pata ‘alante” y el remate detrás de la cadera) a esos mismos y diversos toros.
A ver quien explica esto.
Exigir que se practique el mismo tipo de toreo actual a todos los toros como se exige ahora es absurdo. En la foto de Arjona para Aplausos, Diego Urdiales cogido por un Victorino muy complicado en la Feria de Bilbao del pasado año. El riojano estuvo sensacional ese día.
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Postdata: La película que hoy se incluye en nuestra peculiar Tauroteca se preparó expresamente (junto con otras muchas imágenes más tanto cinematográficas como fotográficas) para la charla que dimos en Antequera el pasado viernes día 15 de febrero, con motivo de la presentación oficial de la Asociación de aficionados prácticos taurinos de esa ciudad. A ellos, encabezados por su Presidente, José Ignacio Manzanares, a mi buen amigo Daniel Herrera, también miembro de la Asociación, y al Alcalde del simpático municipio malagueño, Manuel Barón, que nos honró con su presencia, como suele decirse y en este caso de verdad, mi total agradecimiento que hago extensivo a todos los asistentes al acto.
Una conferencia sobre Joselito y Belmonte en un marco incomparable (y tampoco es tópico), la Sala Antequerana de la Biblioteca San Zoilo de Antequera. Y una magnífica compañía, Manuel Barón y José Ignacio Manzanares.