James Cagney en la escena final de ¡Uno, dos, tres! de Billy Wilder (1961) |
En una entrada muy reciente y a raíz de unas opiniones de Rafael Ortega sobre la estocada, planteábamos la cuestión de cuantos tiempos se compone una suerte del toreo. Cuestión nada baladí pues la matemática y, sobre todo, la geometría impregnan ese arte. O, al menos, eso es lo que podemos pensar si hacemos caso de los griegos que sostenían que la belleza se encontraba en la armonía, en la proporción y en el número.
Rafael Ortega, que no era griego pero toreaba como si lo fuera por la belleza interior que destilaba su toreo, decía que los tiempos de la estocada eran tres, pero si sumamos el remate, que el diestro de la Isla excluía, resultaban ser, en realidad, cuatro. En esa forma de contar (¡pura matemática!), coincidía con uno de los articulistas del Ruedo que ilustraba ese mismo tema con imágenes de una estocada de Vicente Pastor.
La tesis de Ortega (Rafael), contradice el cómputo de los tratadistas tradicionales para quienes los tiempos de la suerte son (incluido el remate) tres y nada más que tres.
Nosotros mantenemos ese mismo criterio por dos razones: primero, porque en el fondo, somos mucho más tradicionalistas de lo que algunos piensan y, segundo, porque eso mismo es lo que sostenía Luís García Berlanga en Bienvenido Mister Marshall. Y es que Berlanga era mucho Berlanga.
Según el cineasta valenciano, tres son los tiempos de las suertes del toreo como tres son los tiempos del baile flamenco por sevillanas.
Según el cineasta valenciano, tres son los tiempos de las suertes del toreo como tres son los tiempos del baile flamenco por sevillanas.
No se si la prueba es concluyente pero me parece poco discutible.
Me recuerda Miguel Ángel Barud que una disertación genial sobre este que podríamos llamar Teorema de los tres tiempos, es la de Gabriela Ortega que a sus dotes declamatorias y a la profundidad de los argumentos del poema de Manuel Benítez Carrasco, une otra cualidad singular que la acredita. Su pertenencia a la casa de los Ortega. Aquí la tenemos:
Por si algún espíritu rebelde todavía no hubiera quedado convencido con las dos pruebas anteriores, vamos a aportar otra más (esperemos que esta sí que sea ya concluyente y definitiva).
Por si algún espíritu rebelde todavía no hubiera quedado convencido con las dos pruebas anteriores, vamos a aportar otra más (esperemos que esta sí que sea ya concluyente y definitiva).
Se trata de la opinión de Billy Wilder manifestada a través de James Cagney. en la conocida película "Uno, dos, tres" (1961). No cabe mayor autoridad en la materia (la materia aquí es el tiempo, el ritmo... la matemática en síntesis) que Billy Wilder.
Concluyendo: Tres son los tiempos de las suertes, tres los tiempos del baile... y tres, las razones que convierten un argumento o una orden en inapelable.
!Genial!, !Genial!, !Genial!.
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