Por Juan Antonio Polo
Pamplona. Tendido de sol una tarde cualquiera
Da gusto ver una plaza de toros llena de gente feliz y contenta, como estaba esta tarde el coso de Pamplona… y como lo seguirá estando con toda probabilidad durante los próximos siete días.
Lo triste es tener que preguntarse “a qué” viene esa gente a los toros, una pregunta que me hice a mí mismo unos minutos más tarde, cuando un valentísimo Miguel Abellán recibió a su primer toro, de rodillas, con dos limpísimas largas cambiadas, se lo llevó después a los medios con unas soberbias verónicas y cerró la serie en el mismísimo platillo con media verónica de rodillas… mientras la solanera, ajena a cuanto ocurría en el ruedo, se divertía cantando a voz en grito “El Rey” y “La chica ye-yé”, que son las únicas canciones que se escuchan en la plaza desde hace treinta años.
Una auténtica falta de educación y de respeto al toreo y a unos hombres que se están jugando la vida. Y aunque he mentado a la solanera, conste que la sombra tampoco está libre de pecado: apenas unas tímidas y escasas palmas premiaron la labor de Abellán. Comprendo que haya toreros que se nieguen a venir a Pamplona.
La corrida de Torrestrella, que lució distintos pelajes y unas arboladuras de impresión, estuvo bien presentada, aunque algunos espectadores, enamorados del toro grande y cuanto más grande mejor, dijeran que sólo “se tapaba” con la cara. Lo malo es que algunos toros tuvieron poca fuerza y que tres de ellos presentaran ciertas complicaciones.
El mejor toro fue indiscutiblemente el quinto. Un gran toro con el que Abellán, visiblemente mermado de facultades a causa de una lesión de abductores sufrida en el segundo, construyó una meritoria, larga y trabajada faena, de menos a más, en la que trazó algunos muletazos muy limpios y de muy buen son, que le permitieron cortar la única oreja de la tarde.
Buen toro también el sexto, permitió que un animoso Daniel Luque, muy bullidor en quites toda la tarde, dibujara unos magníficos naturales en el tramo final de una también muy trabajada y adornada faena, aunque sus reiterados fallos con el verduguillo –debió dejar que el toro doblara– le hicieran perder una oreja que ya tenía en el bolsillo.
Ferrera no tuvo su tarde. Se le vio espeso, incluso con las banderillas, y no supo entenderse con su aceptable primer oponente, tras un inicio de faena realmente prometedor. Ferrera, al igual que sus compañeros de cartel, despachó a sus toros de sendas estocadas. No es corriente ver liquidar una corrida a estocada por toro, aunque varias de ellas fueran traseras, como suele acontecer con demasiada frecuencia.
Prefieres el publico de francia que te dice "¡cállate!" cuando hablas con tu vecino de tendido ?!!!
ResponderEliminarClément
ResponderEliminarNo soy el autor del artículo pero voy a dar mi opinión.
He defendido y defenderé siempre al público festivo que va a los toros a divertirse y pasarlo bien.
Dicho esto, conviene precisar que la diversión a la que me refiero es anárquica e individual y tiene, sobre todo, que partir del ruedo.
La juerga organizada al margen de la corrida y de espaldas a ella ni la comprendo ni la comprenderé nunca.
Acostumbrado a ver los toros pendiente y atento a lo que ocurre en el ruedo, personalmente me molesta mucho menos el silencio impuesto (aunque tampoco me entusiasme) que la algarabía desatenta y ruidosa.
Saludos.
Pero esto José es porque eres del sur y has vivido la fiesta de otra manera. ¿Significa esto que hay muchas maneras de vivir nuestra fiesta? Claro. ¿Y cual es la buena? Pues en cada ciudad la suya, la que refleja su personalidad y su costumbre.
ResponderEliminarEn algunas partes del norte las fiestas son fiestas de exageración, de desborde, no hay medida ni en el cantar ni en el beber ni en el comer. Son fiestas de bacanal. No se concibe el ferial, la caseta, el traje y la corbata. Es fiesta de alpargata, de piel y de sudor. Es fiesta de cuerpo a cuerpo y del toro y el pueblo en la calle. Es la fiesta total. ¿Qué clase de peña es esa que no tiene pancarta, charanga y vino en el local para todo el que llegue?
He vivido esto desde niño. Y empieza en Teruel, sigue por Soria, Burgos, Logroño, Vitoria, Zaragoza y tantos sitios. Y créeme, no se falta al respeto ni al toro ni al torero. En las plazas con peñas la solanera se entrega a sus toreros con devoción completa. Pero sólo a aquellos capaces de hacer algo extraordinario, exagerado, algo fuera de la medida normal. Hay un público en el sol para el que el derechazo y el natural no son suficientes si faltan el rodillazo, el alarde, el desplante. Un martinete es mejor que el cartucho del pescao, en fin, es otra cosa. Es un público que sólo entiende de emoción, desatento pero sincero, que no se las da de entendido, un público al que no verás censurar al torero ni su colocación ni su ortodoxia, pero que no le perdonará que se guarde algo, que no se entregue o que mate mal.
Es como es y hay que vivirlo.
Entiendo eso que dices de "ni lo comprendo ni lo comprenderé nunca" pero estas fiestas y estas tardes de toros a mi me han dado recuerdos que "ni los olvido ni los olvidaré nunca".
El error sería pensar en una fiesta homogénea o querer trasladar costumbres de unos sitios a otros. ¿Te imaginas en Málaga preparando para ir a los toros un baúl con 10 o 12 melones, cecina y bocadillos para todos y 30 o 40 litros de vino? No tendría sentido y sin embargo para nosotros, de chavales, esto era "lo normal". ¡Qué tiempos José, qué tiempos!
Felipe Romero
ResponderEliminarLa fiesta de la que hablas la comparto y me entusiasma porque a fin de cuentas toma como punto de partida lo que pasa en el ruedo.
La que no comparto ni compartiré es la Fiesta que nace en el Tendido, discurre en el Tendido y cobra protagonismo el Tendido "al margen totalmente" de lo que ocurre en el ruedo. Al margen del toro, del torero y del toreo.
Esa deriva me parece preocupante. Tan preocupante como le parece a Juan Antonio Polo quien lleva 40 y tantos años asistiendo con asiduidad al encierro de Pamplona.
Ir a los toros a divertirse, no me parece mal en absoluto. Al contrario, me parece refrescante.
Un fuerte abrazo