Por Fernando Cámara
José Tomás paseando por la arena con la naturalidad de un dios del Olimpo
Aquel héroe épico se pasea por la arena con la naturalidad de un Dios por el Olimpo. Consciente y capaz de cualquier cosa, su trágica y misteriosa figura somete voluntades animadas e inanimadas, su enorme personalidad hace estremecer hasta los viejos ladrillos que rodean la arena. Llena espacios con su sutil devaneo por el ruedo de la muerte, e impacta en la mente de los que no somos más que simples espectadores de su frio idilio con el oscuro personaje de la guadaña.
Ocupa el espacio de todos los toreros de la historia y hasta el del rey de la fiesta, el toro. Roba el protagonismo a todo artista y destroza el simbolismo de la fuerza mítica del cornúpeta en un íntimo mano a mano contra si mismo, enamorado de la muerte y con la gracia del cielo en sus muñecas.
Este José Tomás trasciende a lo humano a lo lógico y hasta a la razón para dibujar impetuosos trazos de un surrealismo divino. ¿Como hace tanto de forma tan sutil?
La fuerte convicción de José Tomás, somete la voluntad animal a su antojo y cuando se coloca, la suerte está echada, ya tiene en la mente lo que hará y con una increíble pero sabia tozudez, aparece la magia de lo imposible. Su fuerte torera determinación acaba realizando lo que su mente imagina y así, surge la obra y la sorpresa, impactando firmemente en el sentido de sus numerosos y fervorosos feligreses que lo admiran con total fascinación.
Los feligreses fascinados
El Mesías del toreo, el Dios de los ruedos, el Profeta de los toreros. A lo mejor nos hemos vuelto locos todos los que vamos a presenciar la danza con el miedo de José Tomás y vemos musas en el aire, pero lo que es tangible, es que José Tomás impacta en las mentes del que participa en su religioso arte.
Se coloca totalmente convencido y sin dudas, sin esperar lo peor ni tampoco lo mejor de su fiel oponente, pero resuelto al más mínimo ajuste de su técnica hasta la última décima de segundo donde se refugia el miedo, estremece los corazones, desata la sorpresa y se asoma al abismo donde al fondo se presume la eterna luz.
José Tomás, el más mítico y misterioso también es el más generoso, casi tanto como el Dios que pudo poner su propio sacrificio en los pitones del quinto de la tarde.
El sacrificio del Dios
Fotografías de esta página: Santana de Yepes para Mundotoro
Y el tiempo se detiene, inmortales, fuera de tiempo, de todos los tiempos, segundo eterno.
ResponderEliminarDonde nunca estuvimos, y siempre volvemos, gracias al torero.
Sonia:
ResponderEliminarGracias al torero y a los buen@s aficionad@s que saben apreciarlo.
Un saludo