jueves, 19 de junio de 2014

Cuaderno de notas (XXIX) La neurosis de los vociferantes

 

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Una bronca en 1921. Los espectadores saltan al ruedo para protestar. Hoy día es raro que esto ocurra. Sin embargo, el nivel de virulencia verbal que alcanzan las protestas de los vociferantes (dentro y fuera de la plaza) es altísimo (Del blog Aportaciones Histórico-taurinas mexicanas).

 

La neurosis de los conocedores vociferantes es harto interesante por el proceso que desatan y que, lejos de curarlos, los amarga todavía más. Ellos no asisten a la plaza a distraerse, sino a escarnecer, a destruir, con tal de alimentar su ego hambriento.

Como dice Robert Ludhum: la gente histérica siempre se aferra a cualquier cosa que no sepan los demás para darse importancia.

Tan pronto como perciben el primer “error”, saltan materialmente en cuerpo y voz para señalar el fallo y confirmar su sapiencia: “He aquí un conocedor que no se deja engañar”.

Las figuras mandonas son estanques propicios para refrescar en sus aguas abundantes el juego psicológico de tales bañistas. Es un pequeño divertimento de poder que se enciende al primer desliz del torero y que puede ir, desde la corbata mal colocada o un traspiés en la arena interpretado como miedo, hasta el terreno de los pecados mayores: echar la pierna atrás o matar arteramente.

La oportunidad prende la conexión y arranca su influencia alrededor. Si en ese momento el espada despierta en el público una expectativa, los rumores de la esperanza menguan la prominencia del “exigente”,  y si el artista o el valiente realiza en el ruedo algo torero, el sonido del ole hunde la incipiente autoridad proclamada por el “experto”.

Horrible medicina para el psicópata en ciernes, que desgraciadamente no alivia sino, al contrario, sumerge al paciente involuntario en la desesperanza y en la aflicción. Lo único positivo del episodio es que tal despechado de la realidad, regresará devoto a la plaza con el vivo anhelo de triunfar sobre el hereje victorioso.

Los mandones siempre necesitan de estas virutas para avivar la hoguera.

 

Guillermo H. Cantú. Manolo Martínez-Un demonio de pasión (1ª ed., México D.F., Editorial Diana, 1990. Pág. 185)

 

Aviso a navegantes. “Lo importante de los textos es lo que dicen no quien sea el autor” (Proverbio Syldavo)

9 comentarios:

  1. Conste don Jose, que no hago esto con ánimo de molestar, pero creo que hace falta una pequeña parábola que le haga comprender que algunas cosas no están sujetas a discusión, que existen verdades incontestables, aunque no nos gusten.
    Así pues, en otro ámbito distinto del taurino, en el mundo de los cocineros, hace poco ocurrió lo siguiente: en el popular programa Master Chef España, una aspirante confundió la carne de ñu con la de canguro. Uno de los jueces se lo reprochó y la señora le espetó algo más o menos así: "Yo he ido al restaurante mengano, he comido canguro y esto que cociné es canguro ¡faltaba más!" Un juez le dijo: "Mire usted, eso que preparó es carne de ñu y no está a discusión, son muy distintas, no se les puede confundir." La concursante le miró con sorna y algo de conmiseración y terminó la conversación con un: ¡Bueno, esa es su opinión!
    Matar mal y arteramente por sistema, torear siempre para afuera y otras lindezas, son defectos y ardides que bien merecen la sonora desaprobación del público. No hay manera de opinar acerca de ello amparándose en lo subjetivo del caso, puesto que no lo es. Un suculento filete de ñu no es igual a la mítica entrecôte del canguro, lo siento mucho, y por ende la trampa es la trampa y no hay modo de verle el lado bueno. Dicho sea lo anterior con el debido respeto. Le mando un cordial abrazo. Gastón Ramírez Cuevas.

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  3. Estimado Gastón:

    En efecto. Hay buen y mal toreo. Eso me parece evidente PERO esa NO es la cuestión.

    La cuestión, que denuncio con ese texto de Cantú, el de aquellos que pretenden erigirse en árbitros y denuncian a voces en la plaza (pero también fuera de ella) lo que a ellos personalmente no les gusta.

    Y es que se nos proponen como verdades indiscutibles cosas que NO lo son y aforismos que no pasan de ser meras opiniones subjetivas y personales y, por tanto, que pueden (y deben) ser sometidas a discusión.

    Y que discutimos en este blog, mal que les pese a los dogmáticos, pero no oponiendo dogma a los dogmas sino desmontando los tópicos más trasnochados mediante documentación (mucha documentación) y argumentación (mucha argumentación)

    Que es lo que NO hacen quienes nos discuten y aceptan como verdades absolutas las normas tradicionales simplemente por ser tradicionales, simplemente por ser "lo-que-siempre-se-ha-dicho-y-hecho"

    Algo que (con el debido respeto) no es de recibo

    Un cordial saludo

    PD. La "sonora desaprobación" del público se llama, no siempre sino en los casos que denuncio, falta de educación taurina y de la otra.

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  4. Bien argumentado, don Jose, bien argumentado.
    Pero recuerde usted el viejo proverbio bordurio: "Preferible es comulgar con jamón de ñu que con ruedas de molino". Le aclaro que pocas veces me verá/escuchará vociferar en las plazas. Y llegada la ocasión sólo utilizo las palabras mamarracho, tramposo o payaso.
    Reciba también un cordial saludo desde la tierra de Manolo Martínez, el taimado precursor de ciertos toreros españoles que roban más que Celestino Panza en "El Secreto del Unicornio". Gastón Ramírez Cuevas.

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  5. Hay muchas maneras de vociferar.

    En mi opinión, mientras no se modere el lenguaje que utilizamos fuera de las plazas, habrá muchos dentro de ella que se creerán con derecho a insultar impunemente a los que se visten de luces.

    Por mí, que cada cual haga lo que le plazca pero que no se pretenda que, además, les demos la razón (incorpórea, por supuesto)

    Un abrazo

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  6. Realmente, mi grito favorito es el de ¡Fuera, fuera! Mismo que he podido usar con alegría en La México, en La Maestranza, en DAX y hasta en Las Ventas. Para no herir susceptibilidades, don Jose, no le diré los nombres de los toreros que se han hecho acreedores a dichas terribles imprecaciones tan poco políticamente correctas, pero uno de ellos es el Divino Semi-Calvo... Atentamente, Gastón Ramirez Cuevas.

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  7. Lo que pasa es que algunos confunden el gusto (opinion) con la realidad (la ciencia y arte del toreo.) Yo recuerdo el cuento de los dos amigos que, al pasar por la vitrine de una tienda, uno dijo, "Mira ese queso!" Su amigo le dice, "?Queso? Imposible! Es un gran jabon." Se quedaron discutiendo un largo rato, cada uno aferrado en lo suyo. Luego paso una mujer (siempre las mas sabias) y les dijo, "?Porque discuten tanto? Entran a la tienda para averiguar que es." Entraron los amigos, y al rato salian y el segundo decia, "Pues si, es un queso, pero con sabor de jabon."
    Jim Verner

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  8. Gastón Ramírez Cuevas:

    Todo depende del momento y la oportunidad pero ese interés (¿neurosis?) por gritar ¡Fuera, fuera! me parece que desentona en su manera de comportarse. En Dax y México, no lo sé pero en la Maestranza, los gritos (no las protestas) creo que están fuera de lugar.

    Saludos

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  9. Jim Verner:

    Pues eso... que, en efecto, muchos confunden sus gustos personales con la realidad.

    Y lo peor, que están empeñados en imponerlos a los demás en una especie de cruzada persistente aunque poco pertinente.

    Un abrazo

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