José Tomás. Detalle de un cuadro de Gustavo Gil Campos
Ser torero
Está claro que, para ser torero, lo más importante es la capacidad que tenga cada cual de ponerse delante de un toro y aguantar con firmeza sus acometidas bien para demostrar valor, bien para crear belleza o bien para probar que la inteligencia del hombre es capaz de imponerse a la astucia del animal.
José Tomás delante del toro. Valor, técnica y arte
Sin embargo, ser torero no acaba ahí y no se reduce sólo al momento en que el hombre se enfrenta con el toro. Ser torero es, también, una actitud ante la vida que implica -en el que la tiene- un concepto muy peculiar de la propia existencia que se considera tan sagrada como la del toro pero que, sin embargo, se arriesga con peligro de muerte de forma aparentemente contradictoria.
La vida es sagrada pero se arriesga contradictoriamente
Sólo por eso, ser torero es (en mi opinión) de las pocas cosas dignas que se puede ser en este mundo nuestro de hoy día.
Ser torero es una de las pocas cosas dignas que se pueden ser hoy día
Culto al pasado
Uno de los cosas que hacen grande a la fiesta (“El toreo es grandeza” que dijera, en acertada expresión, Joaquín Vidal) es su culto al pasado.
En los toros, no hay memoria histórica que recuperar pues los toreros, los buenos toreros, nunca la perdieron pues nunca han dejado de honrar a los que les precedieron. De recordarlos en un lance, en un gesto o en tal o cual momento de la lidia.
Cualquier gesto puede evocar la memoria de otros toreros. De otros tiempos.
Y es que en el toreo, la evolución se produce de modo natural, pues se agradece, como un don bendito, la herencia que se recibe y se hacen nuevas propuestas que abren caminos inexplorados a los toreros que vendrán después.
En eso, en ese respeto y cuidado (que no imitación servil) con la herencia recibida creo que consiste lo que llamamos torería.
Torería es –para mí- reinterpretar la historia respetándola
Torería que se evidencia de muchos modos. No escribiendo ni hablando, como hacemos nosotros, pues no es ese el cometido de un torero, sino primordialmente toreando que es su labor propia.
También se manifiesta la torería en los pequeños detalles, algunos muy visibles como, por ejemplo, la manera o estilo de ejecutar un lance y otros, aparentemente irrelevantes, pero que también tienen su importancia, como la forma de vestir o de estar en la plaza.
El detalle de un gesto, como la forma de estar en la plaza, también tiene su importancia en el toreo.
Y son esos detalles menores aquellos que el torero elige –a veces- para manifestar, clara y públicamente, su admiración, devoción o afinidad por aquellos otros toreros que le precedieron.
Emblemático es, en ese sentido, el capote de paseo negro de Joselito el Gallo cuando vistió de luto a la muerte de su madre. Aquel capote mítico que luciera Antonio Bienvenida en su postrera tarde en la plaza de Vista Alegre un día de 1974, regalo de Antonio Ordoñez, y del que Rafael de Paula compañero de terna no podía apartar la mirada durante el paseíllo.
Joselito el Gallo con el capote negro. Joselito (a la derecha) hace el paseíllo en la Monumental de Barcelona con Belmonte y Camará para lidiar reses de Gamero Cívico un 16 de junio de 1919.
Un diseño emblemático
Antonio López Fuentes “El sastre”
Mucho menos conocido es lo que cuenta Antonio López Fuentes “El sastre” (el hermano del famosísimo Fermín) quien -hablando sobre los trajes de torear de José Tomás- señalaba que:
“En cuanto al dibujo tiene predilección por un dibujo que se conoce como “corazones belmontinos” y que se había dejado de hacer porque es muy pesado y trabajoso; pero que José Tomás descubrió en un traje que Juan Belmonte dejó en Acho y allí lo vio.
Se trajo la manga y me la enseñó y me dijo que quería un vestido con ese dibujo para su presentación en la Maestranza”.
Uno de los trajes de Juan Belmonte conservados en el Museo taurino de la plaza de Acho, Lima.
La predilección de Tomás por ese diseño es manifiesta. De hecho para la temporada 2008, Tomás le encargó al sastre los siguientes trajes:
“Un verde esperanza con un dibujo de dobles círculos, un berenjena, un rosa, un marino, un grana, un burdeos y un grosella. O, lo que es lo mismo en términos de muestrario, un 26, un 5, un 31, un 34, un 17 y un 45. Del grosella no recuerdo el número.
Y todos, con corazones belmontinos y cabos blancos”
Todo esto lo cuenta Carlos Abella, en su excelente biografía sobre José Tomás reeditada estos días.
Portada del libro de Carlos Abella “José Tomás-La leyenda continua” (Madrid, Alianza Editorial, 2008. 3ª ed. 2012)
El trasfondo de la historia
Lo importante, el trasfondo, de esta pequeña historia es que aquí no se ventila el tema de la mera elección del color o el diseño de un vestido de torear sino que, en ella, subyace algo más importante pues se trata, en realidad, de proclamar de forma discreta y simbólica el vínculo y la admiración que une a un torero de nuestros días con un torero del pasado.
La elección del vestido de torear tiene una carga simbólica superior a la que, a primera vista, pudiera uno suponer. En la foto Joselito el Gallo se prueba un traje en la sastrería de Jesús Uriarte, el popular sastre Uriarte.
La elección, por José Tomás, de corazones belmontinos para sus vestidos de torear no es baladí ya que, no en balde, José Tomás es –en el fondo- torero de la cuerda belmontista, esa que (cuestión de estilos aparte) nace en Triana, pasa por Córdoba y llega hasta Galapagar. Y es que estos tres diestros (Juan, Manuel y José) son toreros cuyo concepto se basa en imponer su toreo al toro.
Tres toreros en una foto. José Tomás por manoletinas. En el traje, el dibujo es de corazones belmontinos
Pero, además, comparten los tres un repertorio voluntariamente reducido pero enormemente exquisito y técnicamente depuradísimo. Y también un modo de torear en el que la emoción la pone el diestro y no necesariamente el toro.
Fueron además, en sus respectivas épocas, verdaderos revulsivos del toreo de su tiempo, toreo al que pusieron literalmente “patas arriba”.
José Tomás, revulsivo del toreo actual, en una de sus actuaciones en la plaza de Málaga.
No es casualidad, por tanto, que José Tomás devore con avidez cuanto se escriba o diga del gran torero muerto en Linares ni tampoco es casualidad.que el traje predilecto del madrileño sea un traje limeño de Juan Belmonte formado de corazones a los que, en honor del trianero, hemos convenido en llamar “corazones belmontinos”
No tiene nada de casualidad…
“Corazones belmontinos” en el traje de José Tomás el 15 de junio de 2008 en Madrid (y en todos sus trajes de esta entrada). Corazones belmontinos en el traje y, quizás, corazón belmontista (a fuer de manoletista) en el pecho del torero.
Te has planteado escribir un libro? (taurino, por supuesto. Yo desde aquí te animo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Alberto.
ResponderEliminarGracias. La verdad es que mi amigo Tomás anda empeñado en que publiquemos una recopilación de algunas de las entradas del blog.
Como es muy persistente, seguro que acaba convenciendome.
Un fuerte abrazo
Don Jose,
ResponderEliminarLe paso al costo un párrafo de la entrevista que me concedió el Rey David allá en el 2002.
Creo que le puede interesar a sus lectores.
DAVID SILVETI: "Volviendo a la última tarde en que José Tomás toreó aquí en la Santa María, lo vine a ver con mucho gusto. Y pasó una cosa que te juro por mis hijos que es cierta, llegué a desearle suerte y me paró y me dijo: “Maestro, le quiero decir una cosa. Yo me he visto nada más en dos toreros, en Manolete y en usted. Nada más que usted tiene más arte y más clase que yo. Y le voy a pedir un favor, no se separe de mí en toda la tarde”. Me impresionó mucho porque él no habla con nadie. Estuve toda la tarde atrás de él, junto con Corbacho, su apoderado."
Un abrazo, y ¡ENHORABUENA por sus magníficos escritos!
Esta entrada me ha parecido pura poesia, he disfrutado hasta el ultimo parrafo. Un abrazo. Esther.
ResponderEliminarHablando de detalles, José. ¿Te has fijado en el paseíllo del año 19 en Barcelona? Tras los matadores van nada menos que trece banderilleros y once picadores. Ese gran volumen de cuadrillas se debe a que entonces había libre contratación, desde una base mínima. Por eso Sánchez Mejías se permitió la broma de sacar a Rafael Alberti vestido de torero en un paseíllo en La Coruña. Entre los de a pie, cada matador, sobre todo si era figura, llevaba un puntillero que sólo ejercía como tal. En el caso de la cuadrilla de Gallito era el infalible Josele, ese torero menudo que va a la derecha de El Cuco. José le pagó sus honorarios enteros de una corrida, creo que en Málaga, por apuntillar jugándose el tipo a un toro que estuvo a punto de dejarse vivo.
ResponderEliminarY ese gran número de picadores se debe a que en cada cuadrilla iban tres, que estaban en la plaza antes de que saliera el toro: el más nuevo, a la izquierda de chiqueros para llevarse el primer tumbo; los dos más cuajados, en la contraquerencia. Y a esos tres piqueros por cuadrilla había que sumar los dos reservas, normalmente aprendices, que ponía la empresa. Esta costumbre de los reservas duró hasta primeros o mediados de los años ochenta, si mal no recuerdo.
PACO AGUADO
Gastón
ResponderEliminarMagnífica anécdota la de Tomás con David Silveti pues ilustra muy bien lo que quería explicar en la entrada. Que los toreros son quienes mejor saben honrar a otros toreros.
Un fuerte abrazo
Esther:
ResponderEliminarLa verdad es que yo he disfrutado mucho escribiendola y además me ha permitido revisar centenares de fotos de José Tomás (lo que siempre es un placer) buscando corazones belmontinos en sus vestidos de torear.
Gracias
Paco:
ResponderEliminarEfectivamente, multitudinario, pero además, como en la Monumental el paseíllo se hacía (¿y se volverá a hacer algún día?) en ángulo recto, he tenido que recortar la foto original para que quedaran los tres toreros a tamaño razonable.
O sea que es posible que, incluso, las tijeras se hayan llevado por delante algún picador y su montura. Desde luego monosabios y mulilleros han ido a la papelera de reciclaje.
Pensé también enmarcar sólo la figura de José con el capote negro pero el sabor que tenía la foto con los otros diestros (nada menos que Juan Belmonte y Camará) me hizo desistir.
En cualquier caso, este paseíllo pudiera ser un referente de como se debería salir de la "crisis económica" que es dando trabajo al mayor número posible de personas (aunque sea de "picadores reservas") y no al revés (¡Digo yo!)
Un fuerte abrazo
José: "Nihil novum sub sole". Los toreros se ven en los de su tiempo, o en los de otros, consciente o inconscientemente (a veces más de esta manera) para oficiar en el ruedo y por qué no, también para vestir.
ResponderEliminarEn la entrada anterior (creo que es la anterior), pones una fotografía de un natural de Morante de la Puebla, con un vestido negro, bordado de hilo blanco (tomada aquí en Aguascalientes, por cierto), que es una derivación de los vestidos que eran "la enseña" de Lorenzo Garza. "De cruceta" les llamamos aquí.
Sin que venga al caso, lo que me intriga, es la Estrella de David en varios vestidos de Sebastián Castella. ¿Qué significado tendrá?
Un abrazo.
Xavier:
ResponderEliminarEste vestido de "cruceta" como le llamas, me fascina. No sólo por su vinculación a Lorenzo Garza sino porque me resulta un vestido antiguo pero, al mismo tiempo ultramoderno. Algo así es lo que entiendo por tradición.
Lo de la estrella de David en Castella habrá que indagarlo, no sé si es mero gusto estético o responde a algo más.
Un fuerte abrazo
¡A ver si va a ser un guiño a México, tan querido por el torero y donde este bordado se utiliza con mucha frecuencia!
ResponderEliminarUn abrazo.
Antonio Pineda.
Antonio:
ResponderEliminarPues va ser que sí (o eso parece)
Un abrazo
Catedrático, fíjese el el bordado del traje de luces de Fernando Cruz que de manera tan trágica ha sido hoy prendido por el toro. ¿Corazones belmontinos? Pronta recuperación al torero #FuerzaFernandoCruz
ResponderEliminarClaudio
ResponderEliminarEfectivameente. Parece que el traje que Fernando Cruz llevaba el día de su tremenda cornada en Madrid tiene como motivo el de los "corazones belmontinos"
Un fuerte abrazo