domingo, 18 de junio de 2017

Amarga cultura

El 13 de mayo de 2014, tras una dura trayectoria profesional, Iván Fandiño abría por fin la Puerta Grande de las Ventas
Salíamos de la plaza de las Ventas, de la corrida de la Cultura, cuando saltaba la noticia en todos los móviles. Un toro había matado a Iván Fandiño en una plaza francesa.

Un rato antes habíamos visto torear a uno de esos toreros que saben torear, Ginés Marín. Pasabamos, casi sin transición, de la euforia de la gran faena y de una buena tarde de toros en Madrid, a la amargura del azar de la cornada mortal.

Cuando la mente se nubla y afloran los sentimientos, te lo cuestionas todo. ¿Porqué se asumen esos riesgos que, tantas tardes, olvidamos que existen? ¿Con qué derecho matamos y morimos? ¿Cual es la ética del toreo? ¿Cual su razón de ser? 

Me niego a aceptar que la ética del toreo esté en el hecho de que el torero pueda morir en la plaza por muy heroica que pueda ser esa forma de dar la vida. Tampoco acepto que el riesgo asumido por el torero, la posibilidad de su muerte, sea lo que justifique ninguna muerte. Ni siquiera la muerte del toro.

Creo que la ética del toreo es de un calado mucho más hondo, más ancestral, más telúrico y que está más allá de lo que esta bienpensante sociedad entiende como bueno y como malo.

Al toro se le trata como su natural condición fiera y agresiva exige. El torero se entrega y arriesga tal y como el mismo se obliga por su propia y heroica condición.

Es una sencilla cuestión cultural, de esa cultura que se lleva en la masa de la sangre y no se aprende en los libros, una cultura enraizada en la naturaleza, una cultura nada urbana. Amarga cultura.


Once meses después

Hace 11 meses pasábamos también por unos duros momentos a raíz de la muerte en otra plaza de toros de Víctor Barrio. Al final de nuestra reflexión en esos momentos, pedíamos sólo una cosa: que la muerte de ese torero no fuese vana. En el toreo de nuestra época, decíamos, los toreros asumen iguales, sino mayores riesgos, que los toreros de antes. Sólo la cirugía moderna evita más desgracias. Algo que, muchos, olvidan. Pedíamos, por ello, más respeto a los toreros por parte de los de fuera y también por parte de los dentro.

Vano empeño, pues once meses después seguimos igual. Unos, los de fuera aullando su absoluta mala baba cada vez que surge una de estas desgracias. Otros, los de dentro, olvidando -tarde tras tarde- que aquí se muere de verdad.

Once meses después, y por desgracia, tenemos que seguir pidiendo lo mismo que entonces pedíamos: Más respeto a los toreros.

¿Sabrán algunos lo que la palabra "respeto" significa?

No hay comentarios:

Publicar un comentario