Por Jose Morente
Una foto poco difundida del Guerra citando de frente y con el “cartucho de pescao” (Biblioteca Nacional) |
Nota previa: Aparcada esta serie por el comienzo de la Isidrada, ya mediadada, aprovechamos que ayer fue sábado de rejones para reanudarla.
Veíamos en las anteriores entradas de esta serie, como el toro que hoy sale a las plazas tiene –en general- más edad, fuerza, resistencia, kilos, pitones y sentido que el toro que se lidiaba hace unas dos o tres décadas. Veíamos también como ese cambio en el tipo de toro había obligado a los toreros a depurar su técnica hasta extremos insospechados.
Sin embargo, a los públicos les cuesta reconocer el mérito que supone ponerse delante de ese toro o valorar la técnica que exige.
La situación no es nueva pues hace 100 años (a finales del XIX) la fiesta vivió un momento muy parecido. Fue en los años finales de la carrera taurina de Guerrita, un torero muy técnico. Vamos a recordar o conocer lo que pasó.
El sitio de Guerrita en la Historia del Toreo
Rafael Guerra Guerrita es, por su capacidad y conocimiento, uno de los toreros más importantes de toda la historia del toreo. No sólo eso, sino que también es, por sus aportaciones, uno de los más interesantes.
Guerrita fue un torero dotado de una enorme intuición sobre las reses y un dominio extremo de la técnica. Era además un torero largo y un gran banderillero (probablemente, el mejor de toda la historia del toreo) y brilló en todos los tercios y momentos de la lidia.
Su única mácula (mácula que compartía con los otros toreros de su misma cuerda como Paquiro o Gallito) fue la estocada que, aunque efectiva era rápida y de poca exposición según la crítica de la época que las calificaba de eléctricas. El Guerra, en esa suerte, no se dejaba ver por los toros.
El único punto débil del Guerra fue la estocada. En la foto citando a un toro de Don Esteban Hernández, en Madrid, el 22 de abril de 1897 (Fotografía Sol y Sombra) |
Pero si en algo acertó F. Bleu fue en situar al Guerra como elemento clave en la encrucijada del paso del toreo antiguo al moderno. El título de su libro (Antes y después del Guerra) es acertadísimo pues Guerrita fue el torero que empezó a dinamitar los cimientos del toreo antiguo y con los derribos, construir el nuevo edificio.
Y es que, Rafael introdujo innovaciones importantísimas como, por ejemplo, autorizar, en su Tauromaquia, la colocación de perfil en la verónica, con objeto de mejorar la ligazón entre lance y lance.
También parece que fue de los primeros en retrasar la pierna de salida (la pierna escondida) para darle más profundidad al muletazo (y no para tomar ninguna ventaja sobre las reses, como recalcaba on acierto F. Bleu).
Guerrita se preocupó además de torear ganado de las mejores ganaderías, la de los toros más bravos y nobles, como Saltillo, Cámara, etc. (algo que le reprocharon los aficionados conspicuos de entonces).
Guerrita fue, además, el primero en procurar que el toro llegase suficientemente picado a la muleta (¡Déjale que romanee!, decía a sus picadores en una suerte de varas sin cruceta). Entre otras cosas, porque Guerrita, al contrario que otros diestros de la época, sí sabía lo que hacer con una muleta en la mano. Por eso, Guerrita sienta las bases del futuro toreo de muleta cuya importancia acabará por desplazar a la estocada. Algo que muy pocos autores han señalado pero que el paso del tiempo nos permite apreciar y valorar.
Guerrita empieza a centrar el interés de la lidia en el toreo de muleta que desplazará a la suerte de varas y a la estocada (Fotografía publicada en Sol y Sombra en 1897) |
Pese a todas sus virtudes o quizás por esas mismas capacidades, Guerrita fue un torero menospreciado y preterido frente a otros diestros de mucho menor calidad y peso histórico pero de mejor prensa. Una circunstancia que se ha repetido demasiadas veces a lo largo de toda la historia del toreo.
En una entrada de este blog (Guerrita. Un gran torero con mala prensa) repasábamos la biografía de este diestro, donde destacaba esa sorprendente “mala prensa”, que cuesta trabajo aceptar al tratarse de unos de los mejores toreros de la Historia.
Vamos a ver cuales fueron las razones de ese desencuentro entre el Guerra, por una parte, y parte de la prensa y los públicos, por la otra.
Las razones de un desencuentro
Las desavenencias de Guerrita con los públicos empezaron muy pronto. Comenzaron cuando se atrevió a tomar la alternativa contra el consejo de Lagartijo en cuya cuadrilla militaba. Esa “indisciplina” le indispuso con las huestes Lagartijistas que nunca perdonaron la “ofensa” que con ello Rafael cometía contra su ídolo, el insigne Lagartijo.
Guerra, además, se encontró sólo sin oponente en la cúspide del toreo. Pues ni Reverte, ni Fuentes, ni Mazzantini ni el Espartero pudieron llegar nunca a ser rivales serios (¡Después de mi, naide….!)Además su carácter soberbio y grosero tampoco le ayudaba a mejorar su imagen.
Lo peor, aunque parezca un contrasentido, es que fueron sus propias facultades, su ligereza, su inteligencia y su técnica las que le granjearon la animadversión de los públicos.
El día de su alternativa, el conservador Sánchez de Neira ya reprochaba a Guerrita el que buscara los aplausos adaptando su toreo a lo que las reses demandaban y no a “esas reglas taurinas que señala el arte y que los aficionados antiguos desean mantener incólumes”. La cruz del tradicionalismo siempre ha lastrado el buen toreo.
La seguridad que transmitía su toreo, la falta de emoción que achacaban a su toreo, fue la gota que colmó el vaso, llegando a venderse ¡Pitos para el Guerra! a las puertas de las plazas. Una falta de emoción que se acentuaba especialmente si se comparaba su forma de torear con las emociones que se habían vivido durante la competencia entre Lagartijo y Frascuelo.
Con el público a la contra y enemistado el con el público (Su frase: ¡En Madrid que atoree San Isidro! es muy relevante del estado de la cuestión), el Guerra tuvo que dejar el toreo cuando todavía no se le vislumbraba síntoma alguno de decadencia.
Aunque Guerrita conseguía imponerse contra viento y marea gracias a sus excepcionales cualidades, tuvo que nadar a contracorriente de los públicos a lo largo de toda su carrera. En Sevilla le quisieron enfrentar al Espartero. En Madrid, el público consiguió aburrirle y que dejara el toreo cuando estaba en la cúspide (En la fotografía, triunfo de Guerrita en Sevilla en abril de 1897).
Un error de apreciación
El rechazo que provocan los toreros técnicos, como Guerrita, creo que procede de un temor ingenuo a que esos toreros nos engañen. Si un torero domina la técnica, si sabe tanto, pensamos que lo raro sería que no aproveche sus conocimientos para tomarnos el pelo y triunfar sin riesgo.
Por eso, siempre que se habla de la técnica en el toreo, sale a relucir inmediatamente –en contraposición- la palabra “mentira”. Se asocia la técnica a la falta de verdad. Es un error de apreciación pero pasaba cuando toreaba Guerrita y pasa también hoy día.
La seguridad que transmiten en las plazas los toreros técnicos (Guerrita, Gallito, Luis Miguel,…) induce al aficionado a suponer –de forma errónea, por supuesto- que detrás hay “truco”. En la fotografía de Sol y Sombra, un Guerrita, muy confiado y tranquilo, citando al toro de frente en la plaza de Madrid. |
Otro error de apreciación es la falta de emoción que se les achaca a esos toreros técnicos. El frascuelista Peña y Goñi lo explicaba así:
“Con Guerrita no hay drama, no hay, por lo tanto, emoción.
¿Por qué? Porque el público tiene descartada la posibilidad de cogida. He aquí parece mentira el supremo defecto de Rafael (…)
No se ve casi nunca en Guerra la dificultad vencida, es tanta la ventaja que lleva a los toros, que lo más difícil de hacer parece en él cosa natural y corriente, por lo cual, cuando él torea diríase que la Fiesta Nacional pierde en él todo aspecto de barbarie”
Esta acusación podría tener cierto fundamento. Podría tener cierto fundamento si sólo existiesen la emoción (miedo) provocada por el riesgo o la emoción (placer) que provoca la estética. Sin embargo, se olvidan quienes eso sostienen que existe otra emoción de aún mayor calado que las citadas. Se trata de la emoción (intelectual) que produce el triunfo de la inteligencia del torero sobre la animalidad del toro.
Eso explica el rechazo y desapego evidente que provocó Guerrita y que provocan y provocaran todos los toreros que basan su toreo en la técnica, el dominio y el conocimiento de las reses.
Un desapego hacia la técnica que, en nuestros días, plantea un dilema de imposible solución pues, por una parte, se piden toros más poderosos y difíciles de torear y, por otra, se exigen toreros con menos recursos técnicos para hacer frente a esos toros de forma menos predecible.
La crítica a la labor de las Escuelas Taurinas no es sino una manifestación del rechazo que algunos aficionados tienen hacia el toreo basado en la técnica. Sin embargo, las objeciones y reparos que se les suelen poner a las Escuelas pecan de parcialidad.
Un dilema de compleja y difícil solución.
Pero ¿Existe solución? Y si existe ¿Cuál es la solución a este dilema? Intentaremos aproximarnos a una respuesta a esa pregunta en la próxima entrega.
(Continuará…)
Extraordinario! Me lleva esta lectura a ves a Enrique Ponce en esta tecitura, como el Guerra en su tiempo...
ResponderEliminarBuenos días.
ResponderEliminarYo no lo veo así.
Cuando yo llevo mas de 10 años de matador y nadie me reconoce mis cualidades (ojo que no las niego) pues me lo tendré que mirar, es decir que algo no estaré haciendo bien.
No se explicará bien no se hará de forma que el público lo perciba, no lo se, pero en cualquier caso algo por parte del que vende el producto (en este caso el torero) no lo está haciendo correctamente.
Es mi opinión.
José, Gallito, ponía la espada a la altura de la sien,para matar, aun siendo dos toreros de la misma escuela,por las fotos, se ve en José, unas formas, más estilizadas que el Guerra, la historia del toreo, esta llena de ídolos, que después hay que derribar, aparte, los públicos querían ver alguna novedad, saludos , Manuel vázquez
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