domingo, 24 de mayo de 2015

Echar las patas para atrás





Lenguadito en varas, levantando las patas traseras (echando las patas para atrás).Un detalle (otro más) de los que tuvo de toro bravo. La bravura no consiste sólo en arrancarse de largo al caballo.

Hemos dicho antes que la bravura tiene también sus signos externos (...) Para muchos aficionados (incluso grandes críticos taurinos) el toro que va de lejos al caballo es bravo solamente por esto. Cuando los problemas se presentan tan sencillos, da gusto. Sin embargo, no es así.

El concepto está lleno de matices, algunos difíciles de apreciar o al menos, de describir. Verbi gratia, son notas desfavorables: tardear para tomar la vara, cangrejear, escarbar, echar la cara al suelo, limitarse a topar, quitarse el palo, salir suelto, tirar coces, etc. Son, en cambio tantos a favor: arrancarse de lejos, galopar hacia el caballo con el rabo enhiesto, meter los riñones, tirar cornadas, derribar, dormirse en la suerte, buscar en el suelo al picador, cornear con furia al caballo, empujar al picador hasta las tablas, echarle al callejón, dar caídas de latiguillo, hacer la pelea en el mismo tercio, esperar el momento del cite permitiendo una lidia ordenada, etc,

(...)

Hay algunos detalles magníficos que todavía pasan más inadvertidos para el gran público. Uno de ellos, que podríamos llamar por analogía "echar las patas para atrás" cuando el toro toma una vara. Esto es lo contrario de "echar las manos por delante" que es lo que hacen los toros mansos ante el capote.

Si nos fijamos bien, veremos que esta actitud es de susto, de recelo, de desconfianza,. Su contraria postura tiene que significar (y de hecho significa) el polo opuesto. El toro carga todo su peso sobre el primer par de extremidades y consecutivamente, levanta las dos patas. 

Esto lo hacen muy pocos toros. "Sanluqueño", premiado en 1961, lo hizo una o dos veces. El bravísimo toro de Carlos Núñez, con lápida en el Batán (creo recordar que se llamaba "Lunero") lo hizo muy ostensiblemente y de ello no se habrán olvidado los conspicuos toristas.

Luís Fernández Salcedo en "Media docena de rollos taurinos" (1ª ed., Madrid, 1964. Pags 181-182)

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