Por Jose Morente
¡Arrimarse!
Comentábamos en una entrada anterior, la contradicción aparente que suponía el hecho de que el toro bravo y noble (a priori, el más fácil) fuera tan difícil de torear. Y es que, torear bien es difícil, muy difícil.
Resulta además que, según la opinión de cualificados diestros, ese toro no sólo era el más difícil sino el que más riesgo entrañaba. No por su peligro intrínseco (en el que le gana la partida indudablemente el toro fiero y complicado) sino porque es el toro en el que el torero (el buen torero) apuesta y se arriesga de verdad.
Hasta tal punto que, dicen los toreros, que sólo ese toro te debe coger.
Casi agotados los comentarios a esa entrada, mi gran amigo Luis Miguel López Rojas, me envía este artículo de 1998, debido al puño y letra del propio José Tomás quien manifiesta una opinión similar a la de los otros toreros que hemos traído a estas páginas.
Sirva este texto, del diestro de Galapagar, para apuntillar y cerrar el tema.
Dice José Tomás:
El toro que te tiene que coger –según se ha dicho toda la vida- es el bueno: El malo nunca.
[Aunque] ya he demostrado a menudo que también soy capaz de jugármela con el malo.
Cuando hay verdad,hay emoción,esto falta hoy día,por la poca movilidad toro,ahora bien,José Tomás,no pasará a la historia,como un torero,dominador,pues basa su estrategia, en una lucha,con el toro,de un solo encaste,nunca ha matado una corrida de Miura,y de Adolfo,mato uno sólo en Madrid,por tanto le falta conocimiento de la lidia,siendo un gran toreo. Manuel Vazquez
ResponderEliminarManuel Vázquez:
ResponderEliminarCuando al toro le falta movilidad, es más difícil que surja la emoción pues todo lo tiene que poner el torero. Pero no estoy de acuerdo en que hoy día falte la verdad,
Se torea un toro más parado (por su mayor edad y sentido) que en los años 60 y, por tanto, con menos movilidad pero se torea con verdad o sin ella según sea la apuesta de cada diestro o de cada tarde.
Sobre las limitaciones de José Tomás, coincido con usted en que unas verdadera lástima que, como el resto de toreros de su generación no toree toros de encastes minoritarios o singulares. También en que no es un torero lidiador pues su concepto pasa por imponer su toreo a los toros y no adaptarlo a ellos (con la salvedad de la tarde de Nimes) pero su precisión en el manejo del engaño y su entrega y valor le convierten en un referente para el resto de los toreros.
Pero lo anterior, en mi opinión, no le quita un ápice de grandeza a este torero. Lo importante de ese torero (y de todos los toreros) son sus cualidades (sus virtudes), no sus carencias. Siempre que aquellas compensen sobradamente a estas.
Saludos