Por Jose Morente
Toro, torero y público. Los tres elementos claves de la corrida del viernes dignos de un análisis taurino… y psicológico (Foto de Javier Arroyo para Aplausos)
Primera. Todo es según el color…
Piensa el torista que todos los errores los comete el torero. Piensa el torerista que todos los problemas los causan las dificultades de los toros.
Ambos tienen parte de razón, aunque es más probable que la segunda hipótesis esté algo (no mucho) más cerca de la verdad, pues el aficionado (no digo ya el público) hace tabla rasa de las cambiantes condiciones de los toros y, además, los toreros de hoy día, atesoran una técnica depurada que, quizás, no tenían los toreros de antes cuyo aprendizaje se producía en dehesas, tapias y capeas.
Pero si el criterio general lo aplicamos a la novillada del sábado en Madrid, habría que matizar dos cosas. Primero, que no se puede exigir a un novillero como si se tratara de un torero hecho y con bagaje amplío.
Y, segundo y sobre todo, que varios novillos del Ventorrillo sacaron esa casta que muchos se obstinan en no reconocer a las reses del encaste Domecq pero que hubiera traído por la calle de la amargura a la mayoría del escalafón actual…
…Del escalafón actual de los novilleros y, probablemente, del escalafón actual de los matadores de alternativa.
Por eso, aunque Madrid no les dio el placet, me gustaron y mucho los tres novilleros: Javier Jiménez (dando todas las ventajas a sus novillos), Diego Fernández (con menos oficio pero con mucha pinturería) y Juan Ortega (quien evitó que acabara en debacle la lidia del complicadísimo sexto de la tarde).
Quede constancia.
Javier Jiménez, el que demostró mayor oficio de la terna novilleril, se dejo crudos a sus novillos. No se lo agradecieron.
Segunda ¡El Cid torea!
Que el Cid había estado bien en Sevilla no lo creían nuestros amigos madrileños pues son muchos los buenos toros que se le han ido a este torero en los últimos años, toros que hubiera cuajado en otras épocas de su carrera.
Sin embargo, el viernes, al Cid no se le fue Verbenero (¿O se escribirá Berbenero como ponía en el Programa Oficial?) un nobilísimo toro de Victoriano del Río. Un toro que lo tenía todo para propiciar el triunfo de cualquier torero en Madrid. Bonita estampa, magníficas hechuras, un comportamiento de bandera y (en Madrid el tamaño importa)… dos descomunales pitones.
El Cid, cuya suerte en los sorteos es ya proverbial, vio clara la calidad del toro desde el primer momento. La plaza lo descubrió algo después, tras el valiente y buen quite de Fandiño.
El de Salteras toreó de muleta acompañando la franca embestida con desmayo y elegancia, lo que no es poco. Madrid, en consecuencia, se relamía con la alada faena de uno de sus toreros “consentidos”.
Sin embargo, al final no hubo premio ni para el torero (quien perdió la puerta grande pues otra vez, y van cien, mató mal) ni para el toro (a quien sin embargo, hay que achacar la mayor parte del mérito de lo que acabábamos de presenciar)
¡Una lástima!
Un toro con el trapío perfecto para Madrid (fue aplaudido en su salida) y, entre otras cosas, mucha cara que es lo que –por lo vista- más gusta en esta plaza. Verbenero, además, mantuvo un tranco constante en sus embestidas a lo largo de toda su lidia. Mucho ritmo y mucha clase. Y, lo mejor (para el torero) fue esa tendencia a abrirse en las suertes, a no apretar, a no molestar nunca el lance. El toro salía del engaño sin reponer lo más mínimo en ningún momento (Foto de Javier Arroyo para Aplausos)
En el segundo quite del Cid, la plaza descubrió la clase del toro, muy humillado y entregado en los engaños. El Cid ya lo había visto antes, muy pronto, desde su salida.
Muy relajado y desmayado, el Cid encandiló a la plaza de Madrid con un concepto del toreo, formalmente muy alejado del suyo habitual.
La técnica del moderno toreo en redondo permite diversas expresiones formales, como se puede comprobar en este natural del Cid ante el excepcional toro de Victoriano del Río. Un natural vertical y erguido que se desarrolla en línea natural, en paralelo, sin apreturas, sin molestar el viaje del toro. Toreo de reunión que no de expulsión.
El remate. El Cid vacía ligeramente hacia dentro (en este caso sin exageración alguna) el viaje de un toro que iba muy largo al final del muletazo, por propia inercia, permitiendo al torero mantener su colocación sin necesidad de perder los pasos.
(Serie de fotografías de Javier Arroyo para Aplausos)
Tercera. Con el valor en Madrid no basta.
Si hablamos de valor, lo más evidente de la tarde del sábado, fue lo de Joselito Adame, al que propinó una soberana paliza el toro del Puerto al que, antes, había ido a recibir a portagayola.
Pero nadie en la terna del sábado (ni Ritter el día anterior) se quedó a la zaga. Decidido y torero estuvo Alberto Aguilar a quien no le echaron cuentas y valiente y dispuesto estuvo Saúl Jiménez Fortes quien, a veces, atropella demasiado la razón.
No hubo toros del gusto de esta afición y la valentía no parece ya bastar en Madrid para darle contenido a una tarde que la plaza vivió desde el desinterés y la somnolencia.
Cuando el toreo era toreo o, mejor dicho, cuando Madrid era Madrid, bastaba (y sobraba) con una terna de valientes para justificar una buena tarde de toros… fuesen (valga la paradoja) como fuesen los toros.
Hoy parece que el valor no basta.
La cogida de Joselito Adame. El pitón sale por la hombrera de la chaquetilla y no le cala pero de la paliza salió con conmoción cerebral y fractura de peroné. Y eso que el toro moderno no tiene peligro…
Cuarta. La torería de Ferrera
Fandiño no estuvo, ni siquiera, a la altura del viernes y Castaño se perdió en un mar de dudas pero Ferrera puso el domingo pica, no en Flandes, sino en los medios de la plaza de Madrid y se adueñó de esos terrenos que, normalmente, son del toro.
Desde allí, desde los medios construyó sus faenas, entendiendo como faena no sólo el alicorto toreo de muleta sino la lidia toda del toro. Desde que sale (capote dominador y recogedor abajo) hasta que muere (con el torero sentado en el estribo en alarde de conocimiento y arrojo).
A aquellos que, en vez del toreo y el toro, se fijan sólo en el torero, no les acabó de gustar la apuesta toreadora y quizás algo teatral del extremeño.
Pero para aquellos que pensamos que existen muchos modos de torear, Ferrera consiguió entusiasmarnos con el capote (quites de poder a poder, por chicuelinas, a un palmo del caballo del picador), con las banderillas (pisando con solvencia aquellos terrenos que sólo pisaba Ignacio Sánchez Mejías), con la muleta (alargando las embestidas del cuarto de la tarde. El único toro medio salvable de un mal encierro de Adolfo Martín) y, también, con el estoque (muy contundente y seguro, el torero, en sus dos toros).
Lidia total.
Impresionante quite por chicuelinas de Ferrera a un Adolfo y a la salida del caballo (Foto de Tierras Taurinas, bajada del blog “Toro, Torero y Afición”)
Postdata. Correr detrás del toro
Le preguntaban a Rafael el Gallo si prefería el toro manso o el bravo y contestaba, sin atisbo de ninguna duda, que para él era mejor el manso.
¿El manso? ¿Por qué –inquiría extrañado el periodista-?
-¡Pues porque es mejor correr uno detrás del toro a que sea el toro… el que corra detrás de uno!
Pues eso. Empezamos la feria de otoño con los novillos corriendo detrás de los novilleros y acabamos el domingo con un torero (Ferrera) corriendo detrás de un manso, lo que –según el genial criterio del Divino Calvo- es y será siempre preferible
Tomemos nota.
¡Correr detrás del toro…Será preferible a que el toro corra detrás de uno!. En la foto del archivo José Sanchez-Mejías Herrero, “espantá” de Rafael el Gallo.
José, he visto parte de la feria por la televisión. (la que he podido y "he aguantado", porque como bien señalas, el ambiente en contra y parcial hacia determinados toreros, invitaba a aprovechar estos fabulosos rayos de sol, que nos está regalando este inicio del otoño). Estoy de acuerdo, a grandes rasgos e incluso en los detalles, solamente una objeción; ¿la técnica que hoy día se aprende (de un tiempo a esta parte, en la escuelas taurinas)y que como bien dices es depurada, es mejor que la aprendida en "dehesas, tapias y capeas"...?
ResponderEliminarEn ese sentido yo discrepo... Aunque se podría hacer un debate muy amplio, creo, que partiendo de unos cánones, o normas básicas para dominar a los toros y después crear arte (de forma muy escueta y resumida, es lo que para mi es el torea) creo que la técnica, independientemente de dónde se adquiera, puede ser muy personal y pongo un ejemplo;los maestros Ponce y El Juli (que son entre otras mil cosas muy técnicos), se hicieron torero de forma diferente (Ponce, más bien en el campo de Jaen, aunque fuera a la escuela y el Juli, en la escuela de Madrid y quizá en México). Lo que quiero decir con todo esto es que no importa dónde se adquiera, si nó, que la asimiles e incluso que dentro de unos cánones básicos puede existir una técnica diferente, según la personalidad y el concepto de cada torero.
Un saludo, José.
Alberto Marcos Morante
Alberto:
ResponderEliminarEvidentemente es diferente hacerse torero en una familia de toreros o en una Escuela de Tauromaquia que es lo habitual hoy día que hacerse torero "a salto de mata" en el campo o las capeas.
NO digo que sea mejor o peor un sistema u otro pero está claro que los resultados son muy distintos.
Antonio Bienvenida era torero de escuela, como Manolete o Joselito el Gallo. El Cordobés, Belmonte o Paco Ojeda son toreros hechos en el campo y las capeas. La personalidad de los últimos es indiscutible. El conocimiento del oficio de los primeros impresionante.
Hoy hay menos toreros del segundo tipo y abundan los del primero. Antes era al revés. NO creo que sea mejor o peor sino que los tiempos (dentro de un orden) cambian.
Fomentar la personalidad y la diferencia creo que es la clave para compensar el tecnicismo del toreo actual.
Pero si nos empeñamos en que todos los toreros tienen que torear igual como se toreaba hace 50 años y negamos a aquellos que apuestan por cosas distintas (como Ferrera en Madrid) estamos ahondando las diferencias entre esta época y las pasadas. No creo que ese sea el buen camino.
Un fuerte abrazo.
Josè, totalmente de acuerdo con lo que dices sobre Aguilar (que trazò unos naturales magnificos, pero que no tuvieron la debida repercusiòn), sobre Ferrera por su lidia y toreria y sobre los toros de hoy que segun algunos no tendrian peligro.
ResponderEliminarPero menos de acuerdo estoy con lo que dices sobre el Cid ya que tu defiendes el echo que hay varias formas de interpretar el toreo y no creo se puedan poner muchos "peros" a la que vimos el viernes. Por ejemplo porque matizar lo de "acompañar" la embestida? Es acompañar citar de lejos y al natural como hizo desde el principio El Cid y varias veces luego? Es acompañar templar la embestida del toro como lo hizo? Es acompañar rematar los muletazos detras de la cadera como hizo muchas veces (aunque no todas) el de Salteras?
Si lo es (o si lo fuera), entonces aqui tambien se tendrà que decir que hay "canones" que valen y otros que no.
Un saludo,
Paolo
"Fomentar la Personalidad y la diferencia (creo que) es la clave para compensar el tecnicismo del toreo actual". Esta frase tiene miga y ahí estoy totalmente de acuerdo, como lo estoy en que Ferrera, ha apostado por cosas distintas (eso también es para mi "lidia total")y está sacando un fondo "Muy torero": Personalidad y capacidad en un torero de hoy día (por lo menos para mi, el otro día en Madrid). Ese sería el equilibrio, cada uno con sus formas, su concepto, estilo, etc...
ResponderEliminarY volviendo a la técnica, José, me ha gustado el matiz "depurada", al aprendizaje en las escuelas, pues yo creo que hoy día (no es una crítica a las escuelas, que hacen una labor extraordinaria, simplemente es una apreciación) enseñan a los chicos una técnica de cara a la "pulcritud" y al "aseo", de cara a salir airoso ante las dificultades y a pasar los mínimos apuros, lo que veo positivo, hasta cierto punto. Lo que quiero decir, es que normalmente, ves a los chicos con una seguridad con los novillos, que, pienso, le resta emoción y no digo que tengan que torear como José Tomás, que es uno de los toreros que menos "asegura" los muletazos y lances.
Un abrazo, Alberto Marcos Morante
Paolo:
ResponderEliminarComo ya he dicho (y creo que estamos de acuerdo) le he visto faenas bastantes mejores y de más enjundia. Con un toreo más hondo.
Podemos analizar y polemizar todo lo que queramos pero para mí y aunque me encantó, lo vuelvo a repetir, la faena tuvo más belleza visual que hondura, si bien esta es una apreciación muy subjetivo y personal.
En resumen, faena de dos orejas (sin duda) ...pero no la cumbre del toreo actual que nos han cantado algunos.
Un cordial saludo
Alberto:
ResponderEliminarCreo que ha planteado el problema en sus justos términos.
Si los chavales en las Escuelas aprenden una técnica correcta que garantiza mayor seguridad en la cara de las reses y salir airosos de los trances ¿como conseguir que no se pierda la emoción que provoca la incertidumbre?
No sé cual es la respuesta (no sé si hay "una" respuesta: ¿La emoción del arte? ¿Mayor incertidumbre en el comportamiento de las reses?
Quede pues planteada la cuestión...
Un fuerte abrazo
Las cuatro palabras sobre Madrid que primero me salen:
ResponderEliminarHasta las mísmisimas narices...
Tengo la desgracia (en parte) de estar abonado en la andanada del 7 y de tener cerca al "cogollo" de la "sabia" afición madrileña.
Cada vez se me hacen más insufribles la obsesión por la colocación del torero, las palmaditas de tango, el sadismo con los novilleros, las voces extemporáneas y los prejuicios de esta gente.
La forma de tratar a Ferrera fue de tratamiento psiquiátrico.
Es verdad que no hubo petición mayoritaria, ¿pero qué culpa tiene el torero de que el presidente conceda la oreja? Con el agravante de que Ferrera, (excepto en dos pares de banderillas) estuvo sensacional.
Me recordó a Esplá en la forma de lidiar y en la puesta en escena, pero toreando con más belleza y profundidad que el alicantino y sin la bula de la que este gozaba .
No me quiero imaginar cómo habría reaccionado la "afición" si hubiera hecho Esplá lo que Ferrera el otro día: "maestro", "torero", "lidiador" ...
En cuanto a Joselito Adame, creo que el valor inconsciente combinado con la incapacidad para dominar al toro no puede tener otro resultado que la cornada.
A mí me produjo más conmiseración que admiración, la verdad. El valor como medio para torear es de agradecer. El valor para estar a merced del toro efectivamente no basta.
Me encantaron unos doblones torerísmos de Juan Ortega de pitón a pitón muy difíciles de ver en esta época.
Sobre el Cid no tengo más que añadir a lo comentado en el tema anterior. Sólo que me considero muy afortunado por haberlo visto en directo y en la plaza.
Un saludo.
Mosquete
Ese "...y quizá en México" de Alberto Marcos Morante cuando habla de Juli me ha sentado fatal. Creo que ni el mismo Julián actual se atrevería a negar lo que aprendió en mi país y la importancia que éste tuvo en su formación taurina. Está visto que el chovinismo, el solipsismo y la falta de memoria e información siguen gozando de cabal salud en la España más profunda. Gastón Ramírez Cuevas.
ResponderEliminarMosquete:
ResponderEliminarCoincido con usted en todo. Por cierto, me alegro que destaque (creo que es al primero al que se lo leo) el toreo por bajo, magnífico, espectacular y desusado de Juan Ortega. No sé quien decía esa noche que siempre toreaban igual los novilleros, que nunca cambiaban de registro. Un error a la vista de lo visto.
Sobre Ferrera, coincido también con usted. Igual que Esplá (idéntico concepto lidiador) pero con la diferencia (¡abismal!) en la muleta de torear con los pies asentados de verdad en el albero (algo que al de Alicante sólo le ví un par de veces en toda su carrera).
Si creo que debería bastar el valor. No para el torero (sería un suicidio esgrimir el valor como único argumento) pero si para el público. Si añoramos los novilleros de antaño dispuestos a todo por triunfar, atropellando la razón, no tiene sentido que, al ver estos toreros valientes, nos pongamos exquisitos, creo.
Con lo del Cid, también de acuerdo. Estas cosas hay que verlas en la plaza y comentarlas luego en las tertulias que se forman después en los bares de los alrededores... Y es que cuando Madrid se olvida de fobias (o torea un torero de su gusto) da gusto estar en Madrid... ¡Que se repita!
Un cordial saludo
PD: Lo del 7 (y algunos otros lugares de la plaza) no tiene nombre. Lo digo y lo repito: para mí, es un problema de educación...de falta de educación...
Gastón:
ResponderEliminarCreo que exagera en su regañina.
Entiendo que el "quizás en México" de Alberto Marcos Morante, está más que justificado en cuanto dictado por la prudencia del que, viviendo en España, no puede juzgar (por no conocerla de primera mano) la influencia que el periplo mexicano del Juli pudo tener en su toreo.
Intuimos que grande, como grande ha sido "quizás" la influencia de México en otros toreros españoles, Capea, Talavante, José Tomás...
Magnífica influencia...
Un fuerte abrazo
Efectivamente, José. No se enfade, señor Gastón y disculpe esa ofensa. Yo no sé hasta qué punto, el Juli, se hizo como torero en la escuela de Madrid y hasta donde llega su influencia de México, no tengo una ningún instrumento que pueda medirlo. La influencia mexicana, es evidente, sin embargo lo que he querido decir es que aprendió "las primeras letras del toreo" en la escuela de Madrid y posteriormente, al no contar con la edad reglamentaria se fue a México, dónde entre otras cosas (muchas, no lo dudo, pues los mismos maestros afirman que es un aprendizaje continuo) adquirió un abundante repertorio de quites con el capote (que por cierto, cada vez practica menos). Espero que quede claro, pues me refería al lugar donde se adquiere la técnica o por lo menos los primeros y fundamentales "pasos". Un saludo y ¡viva Mexico!
ResponderEliminarAlberto Marcos Morante
Hola a todos. Me interesa el debate sobre el aprendizaje, la capacidad técnica y la necesidad de fomentar la personalidad.
ResponderEliminarVamos a ver si sintetizo: El dominio de las técnicas es vital para que el artista pueda expresar su mensaje y crear una obra personal. Ningún torero ha sido grande en su tiempo sin el completo y total dominio de la técnica desarrollada hasta el momento en el que le tocó vivir.
Ahora bien, si alguien no tiene nada que decir, nada dirá y de nada servirá que tenga un gran dominio de las palabras.
En este sentido, las escuelas facilitan el conocimiento de la técnica.
A mi juicio el aprendizaje en la tapia siempre es más limitado en la cantidad de conocimiento aprendido pero puede ser más efectivo ya que se llega al conocimiento no por transmisión sino por descubrimiento. No se si transmito con claridad lo que quiero explicar porque si hay una diferencia sustancial en la forma de asimilar el conocimiento técnico aprendido.
En todo caso no es relevante como se adquiere la técnica sino lo imprescindible -antes decía vital -que resulta llegar a su completo dominio.
La personalidad sin embargo no depende del torero.
Va con el hombre, cada uno tiene la suya y evoluciona con la persona.
Pero sí puede fomentarse el estudio y el conocimiento de la personalidad de los maestros y con ello ofrecer a los aspirantes a toreros un abanico de modelos más amplio.
Y de esto creo que están muy cortos los novilleros de hoy. Beben de pocas fuentes y todas muy uniformes. Eso les empobrece.
En todo caso creo que está claro que la arrogancia de Sánchez Mejías no es algo que se pueda ser objeto de transfusión. ¡Ojalá se pudiera con la falta que les hace a algunos!
Un par de cuestiones, José:
ResponderEliminarCreo que el toreo del Cid más que de "desmayo" al estilo de Joselito fue de "abandono", mucho más natural que el del madrileño. El toreo desmayado de Joselito, paradójicamente, siempre me pareció algo forzado.
Otra cuestión interesante para debatir sería aclarar que es la "hondura" en el toreo.
Me sorprende que se diga que el toreo del Cid no fue "hondo" o "profundo".
¿Cómo algo carente de hondura puede llegar al fondo del alma?
Sobre la frialdad con Adame, creo que se debe a un cambio en la sensibilidad del público no solo de Madrid, sino de todas las plazas.
Los pitos del otro día después de la cogida se debían a la sensación de impotencia que transmitía el torero; en parte expresaban exigencia y en parte súplica de que no matara al toro para evitar una desgracia mayor.
No es que no se apreciara la valentía del torero, sino que la gente no quiere "pasarlo mal", y, por tanto, no agradece ni el "exceso" de valor (esto lo pude apreciar en la segunda tarde de la reaparición de José Tomás en Madrid) ni ver al matador a merced del toro.
Un abrazo.
Mosquete
F. Romero:
ResponderEliminarPoco se puede añadir a su magnífico resumen sobre la técnica, el aprendizaje y la personalidad del torero.
Quizás sólo matizaría dos cosas.
Primero, un tema que ya hemos comentado en alguna ocasión en este blog y es que el torero técnico (con independencia de la mayor o menor personalidad qye atesore) está penalizado por público y aficionados en cuanto a ambos parece molestar la sensación de seguridad que transmite este tipo de diestros.
Puede que ésta sensación de dominio y falta de riesgo (y no la ausencia de personalidad) sea el principal motivo del reproche que hoy se hace a los novilleros de escuela.
Y segundo, no creo que los novilleros de hoy beban en pocas fuentes. Al contrario, la información de que disponen es mucho mayor que la que tenían los toreros de otras épocas. Quizás lo que ocurre es que sus modelos y referentes no son los mismos que los que tenemos los aficionados.
Un cordial saludo.
Mosquete:
ResponderEliminarSi, me parece que tiene razón en calificar el toreo del Cid como de desmayo y no abandono (estilo Joselito). Es quizás un pequeño matiz pero creo que de cierta importancia.
Sobre la falta de hondura, y auqnue es un concepto subjetivo creo que el propio torero lo reconoce en cierto modo cuando señala, en la entrevista concedida a ABC de Sevilla que no fue una faena "de las habituales mías"
Y añade que "Soy un torero que
arrastra más la muleta, los muletazos suelen ser más largos. Pero vi que el toro no me humillaba mucho y sabía que no le podía hacer ese tipo de toreo. Necesitaba un toreo más acompasado, acompañado; más artístico".
Esa sensación de que "acompañaba" al toro, creo que le dí a la faena una enorme dimensión artística pese a que le quitaba hondura (en mi opinión).
Pero, como usted señala, quizás lo primero debería ser empezar por definir los términos de hondura, profundidad, plasticidad, trazo del muletazo, movimiento de cintura, etc, etc., etc.
Finalmente, por lo que respecta a Joselito Adame, creo que se comete el mismo error (salvando las distancias) que se cometió en su día con José Tomás en su segunda tarde en las Ventas.
Evidentemente, el público de hoy "no quiere pasarlo mal" pero Madrid es Madrid y no una plaza cualquiera y su historia está hecha de tardes épicas protagonizadas por toreros que, aún disponiendo de otros argumentos como la torería, el conocimiento, la técnica o la estética, apostaron en un momento determinado por jugar, casi como única baza, la del valor extremo.
Eso también es torear, aunque al timorato público de hoy no le agrade ni lo aprecie.
Un cordial saludo