Por Clarito
Tras la salvadora ovación del público a la muerte del toro anterior, el agradecimiento del diestro brindando el sexto de la tarde a la afición sevillana (Fotografía de Carlos Núñez-Mundotoro)
A la muerte del quinto
Mal andaba la tarde a la muerte del quinto toro pues el detalle de Jose María Manzanares, de encerrarse en solitario con seis toros en la plaza de Sevilla, parecía que no iba a dar fruto alguno.
Y es que las cosas habían empezado torcidas desde el principio. O, quizás, desde antes del principio pues los espectadores imparciales que estuvieron en la plaza el Domingo de Resurrección ya pudieron percatarse que la actitud de Manzanares en esa corrida no era la actitud del Manzanares que, en San Miguel, cerraba triunfalmente su temporada del año pasado, pletórico de fuerzas y ganas.
No sé si por motivos físicos o psicológicos, pero el Manzanares del Domingo de Resurrección o el del sábado 13 parecían una sombra del Manzanares que pasó por Sevilla el pasado año.
Hubo bastantes momentos en que Manzanares dejó traslucir un cierto cansancio físico y/o psicológico (Foto de Marca.com)
Un error de planteamiento
Creo, además, que ya el planteamiento de la corrida era erróneo. Y no me refiero al tipo de encastes de las reses elegidas ni a su trapío, correcto en mi opinión, sino a la falta de variedad o repertorio tan necesario cuando en los carteles se anuncia un único espada.
A pesar de algunos lances aislados de exquisita factura, en la tarde se echó en falta mayor variedad en el toreo de capa (Foto de Aplausos)
Confiar el albur del resultado a la boyantía de las reses elegidas no me parece lo más adecuado. Esperar, toro tras toro, aquel que permita hacer faena, como hizo el Niño de la Capea cuando se encerró con seis victorinos en Madrid, me parece un craso error. Y eso que, en el caso del Capea, hubo suerte pues, en Madrid, una faena de dos orejas le permitía salir a hombros por la Puerta Grande y salvar la tarde. En Sevilla, hace falta bastante más pues hay que estar bien o muy bien en varios toros para poder abrir la Puerta del Príncipe y, sobre todo, para convencer a su afición.
Pero ni aún así. Y es que el toro, por muy seleccionado que esté, sale como Dios le da a entender. Por eso, la única manera de afrontar con garantías de éxito estas corridas es aunando el conocimiento de las reses al de las suertes, vieja fórmula magistral que siempre da (o debería dar) resultado.
Encarando así la corrida, da igual, que salgan los toros como salgan. Y también da igual el resultado numérico del festejo (me refiero al número de orejas cortadas) pues a partir de la variedad en el repertorio, del planteamiento equilibrado de los tres tercios y de dar a cada toro lo que cada toro pide, se evita la monotonía, que es el gran peligro de estas corridas con un único matador, y sale encantado el aficionado y satisfecho el público aunque no haya habido lucimiento en la muleta.
“Dar a cada toro, lo que cada toro pide” es fórmula antigua pero infalible. Si Manzanares con el Victorino no acabó de dar el paso adelante (dicho sea en sentido metafórico pues a estos toros conviene torearlos en línea y sin cruzarse), lo cierto es que tampoco lo dio hacia atrás (Fotografía de Aplausos)
Manzanares contaba de antemano con el fervor de la mayoría de la plaza pero Sevilla, que puede ser a veces muy apasionada con sus toreros predilectos, fue justa y como no hubo motivos para aclamar al torero, la tarde transcurría en silencios sólo rotos de forma esporádica.
Uno de esos momentos fue el increíble e inapelable tercio de banderillas que firmó Juan José Trujillo en el toro de Victorino. Un toro que (siempre se ve algo nuevo en las plazas) había pasado momentos antes, limpiamente, ¡por debajo del caballo del picador!.
Juan José Trujillo andando hacia terrenos muy comprometidos. Enfrente le espera el toro de Victorino Martín (Foto de Álvaro Pastor Torres para Ambitotoros) al que propinó dos soberanos pares (Foto de la web de la empresa).
El momento clave
Pero la faena no llegaba y al torero se le veía cada vez más abatido como el boxeador a punto de ser noqueado. Sin embargo, cuando los areneros rastrillaban la plaza, tras la muerte del quinto, algunos espectadores de sol empezaron a aplaudir. Pronto, se unía el resto de la plaza. El público se ponía en pie y daba al torero una ovación imponente, clamorosa y unánime. Impresionante ovación que impresionó también al diestro.
Puede que el torero se emocionara con la actitud del público sevillano. En todo caso, se vino visiblemente arriba y con paso muy firme y resuelto se marchó hacia la puerta de toriles. Se hincó de hinojos. Musitó en voz baja una jaculatoria y le ordenó al torilero que abriera el “portón de los sustos”.
Manzanares, “con paso firme y marcial” se dirige a la puerta de toriles a la salida del sexto toro (Fotografía de Carlos Núñez para Mundotoro)
…musita una oración… (Fotografía de González Arjona para Aplausos)
…y recibe al toro “a porta gayola”. Manzanares, siguiendo el inteligente ejemplo del Juli, se colocó dos o tres metros detrás de la segunda raya de picadores para esperar la salida del toro (Foto de la web de la empresa).
Lo que vino después es historia, el toro de Juan Pedro Domecq, muy fino, muy vareado, pero muy justo de fuerzas recibió el castigo justo y el trato justo (dos capotazos de Trujillo –Trujillo otra vez- tuvieron la enjundia de la mejor lidia) por lo que llegó a la muleta en impecables condiciones: noble, alegre, repetidor. Tanto que pidieron para él la vuelta al ruedo.
El sexto toro, que se vino arriba gracias a la buena lidia de la cuadrilla del torero, llegó a la muleta galopando, arrancándose de largo, pronto, noble y repetidor. Con una gran clase. Manzanares lo toreó con primor (Fotografía de la web de la empresa)
La faena de Manzanares ya la ha podido ver todo el mundo en Internet. Estuvo bien, incluso yo diría que muy bien. Algunos pases fueron de una increíble lentitud. Su elegancia cuando está en vena, acompañando la embestida del toro, es proverbial. Mató bien y le dieron las dos orejas.
Manzanares cortó dos orejas pero la tarde dejo sabor agridulce. pues no llegó el triunfo esperado por la afición sevillana tan partidaria de este torero (Fotografía de Carlos Núñez-Mundotoro)
Pese a ello, la tarde dejó un sabor agridulce en el ambiente, de derrota más que de victoria, pues los muebles se habían salvado “in extremis”. Por la campana, que dicen. La campana fue, el sábado, la actitud del público sevillano y el alegre galope del toro de Domecq.
No sé lo que masculló el torero ante la puerta de toriles. Si sé que yo en su lugar, de vuelta camino al hotel, le hubiera rezado, agradecido, a Sevilla y a Juan Pedro.
Al final, mientras sus detractores (los menos) salían chasqueados de la plaza pues el desastre no se consumó, sus partidarios (los más) lo hacían bastante más animados de lo que lo estaban al final del quinto toro aunque mucho menos que al comienzo de la corrida.
¡Vamos! Algo así como sevillistas y béticos la noche anterior.
Al final del paseíllo (cuando las espadas estaban en alto y la expectación no había empezado a decaer) se guardó un minuto de silencio por la ganadera Dolores Aguirre.
Excelente cronica,amigo Jose!!!
ResponderEliminarJesús:
ResponderEliminarGracias y un abrazo
Si alguien tuvo la suerte de ver "lo de Morante" de ayer, ruego encarecidamente que lo cuente, si es que es posible hacerlo con palabras, claro.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Mosquete
¿¿¿ ???
ResponderEliminarMosquete:
ResponderEliminarPor desgracia estoy como usted y no lo vi pero creo que el mejor comentario es el hecho por Emidio Santarelli en facebook:
"Solo un genio puede hacer algo así. El toreo de Morante ayer en Sevilla fue algo que no se puede contar. Solo hay que verlo, y verlo, y volver a verlo, mil veces, sin podertelo creer..."
Saludos
Solo hemos podido ver algunas imagenes en los portales de internet....pero que manera de torear por dios!!me he emocionado viendo esa media....
ResponderEliminarYo sí estuve allí; Manzanares no estuvo a la altura, sobre todo porque pretendió triunfar con cinco gilitoros, algunos invàlidos. Con el victorino ni quiso ni pudo; esos toros tienen su lidia, Pepemari, y no es con la muleta a media altura y el corazòn a media asta
ResponderEliminarCurro:
ResponderEliminarLe agradezco que precise usted que "no estuvo allí". Pues esa circunstancia acota claramente el alcance de sus opiniones.
Dicho esto y por lo que respecta a las mismas es cierto que el diestro no mostró la actitud de otras tardes. Precisamente, creo que esa (y no los toros como usted sostiene) fue la clave de que (sin fracasar) no triunfara.
Saludos
Queridoo José,
ResponderEliminardado que presencié los dos festejos a que te refieres (Resurreciòn y encerrona), no comparto lo que quieres decir cuando escribes:
- "Manzanares contaba de antemano con el fervor de la mayoría de la plaza"
- "los espectadores imparciales...ya pudieron percatarse que..."
Creo esos terminos no das la idea correcta del ambiente que habia en Sevilla esos dos dias. Para el 13, aùn habiendo grande expectativa y logica gana de triunfo, no hubo un "fervor" desmesurado con manzanaristas haciendo la ola antes del paseillo, como ocurre en otras plazas. Por ejemplo nì tocò la musica en las dos primeras faenas, cosa que ocurriò otras tardes para mucho menos. Sì es verdad que hubo cariño y generosidad al final en las dos orejas del sexto, pero fervor no. Ademàs creo la expectaciòn fue tanta que muchos esperaban de Manzanares seis faenas apoteosicas como las de Arrojado.
Ni creo sea oportuno decir que algunos espectadores que defines como "imparciales" vieron (y sentenciaron) en Resurrecion que Manzanares ya no estaba (otros, "imparciales" obviamente, dicen que ni lo esperan...): en este estupendo e imprescindible blog siempre se ha dicho que nadie es posesor de una verdad absoluta (e imparcial). Esto presumir de "imparcialidad" creo choca con esta filosofia (o al menos me parece). Ademàs me consta que asiduos lectores (y por ende buenos aficionados) de este foro tengan ideas opuestas al respeto (y no creo sean "parciales").
Por el resto coincido bastante con tu analisis de la tarde (salvo una mayor y mas justa analisis a la faena del complicado victorino): no fue la tarde soñada ni esperada.
Para hablar del magistral artista Morante que tuve la suerte de ver en las dos tardes sevillanas, harìa falta una entrada propria (si las palabras pueden transmitir algo de esa magia).
Un saludo,
paolo