El apartado del toro (Dibujo de Jose Morente a la manera de Antonio Casero)
Esta entrada es un pequeño homenaje privado a don Luis Fernández Salcedo y a sus Cuentos del Viejo Mayoral, en los que aprendí a gustar y disfrutar de las hazañas de los toreros antiguos Hazañas que no desmerecen, lo más mínimo, las de los toreros actuales aunque estas últimas no tengan ya quien las cante.
Por la mañana en el apartado
Desde luego la cara de Antonio, el conocedor de la ganadería de Núñez del Cuvillo, esa mañana de un Domingo de Resurrección en los corrales de una plaza de toros de Málaga, era un poema. Y es que al mayoral se le cayeron los palos del sombrajo cuando el Presidente de la corrida le dijo que, lamentándolo mucho, el toro que llevaba el número 80 no pasaba el reconocimiento previo.
Para mí que el conocedor, en su fuero interno, estaba pensando que lo que el lamentaba era el sesgo que iba tomando la fiesta y posiblemente tuviera razón el vaquero pues, hace cuarenta años, Málaga (como tantas otras) era un plaza preciosa y amable donde daba gusto llevar toros en la seguridad de que los encierros se iban a lidiar completos. Pero los tiempos cambian que es una barbaridad y a mediados de los 70 y principios de los años 80 (curiosa coincidencia con el número del toro de la discordia) empezaron a soplar otros aires.
Pensaba el vaquero, en su fuero interno, que a él lo que de verdad le gustaba era estar en el campo con los toros… (Ilustración de Jose Morente que reproduce un original de Antonio Casero)
Así, donde antes se imponían la finura, las hechuras bonitas y la reata empezaron algunos a pedir kilos y pitones. La cosa tenía su explicación –y su justificación- pues los abusos de los años 60 habían sido una “desageración” como reconocía el propio mayoral cuando se le tiraba de la lengua.
Utreros sin kilos y sin pitones y lo que es peor, sin hechuras ni ganas de embestir. Pero en los años ochenta, no. En los 80, ya se había impuesto el hierro que delata la edad y el toro se lidiaba con cuatro años cumplidos.
El utrero (engordado artificialmente de los años 60). Aún hay aficionados que reivindican ese toro sólo por denostar al toro y al toreo actual.
Para acabar de arreglar las cosas (o sea, empeorarlas) los aficionados y algunos críticos seguían pidiendo el toro más grande aún, más cargado de kilos. Madrid, en eso, se llevaba la palma y es que en los tendidos de las Ventas se sentaban los mejores carniceros de la Sierra Norte… Y todo sea por el negocio. “Toro grande, ande o no ande” y, lógicamente, el toro… no andaba.
Como las cosas del Foro tienen mucha repercusión, la moda del toro enorme se había impuesto por toda España como una plaga de norte a sur.
Para colmo, ahora en Madrid se querían justificar del desaguisado que habían montado y te venían diciendo que ellos nunca habían pedido el toro grande sino el toro con trapío ¡Decir eso después de la que habían liado!
El toro de los 80 para acá no tiene nada que ver con el de los años 50 y 60.
Ahora, que eso del trapío es muy cómodo porque si un toro tiene la edad, los kilos, está sano y tiene sus defensas intactas pero a usted no le gusta sólo tiene que invocar la palabra trapío y ya tenemos el pretexto perfecto para no admitirlo. Y es que el trapío existe pero es, como dirían los letrados, un concepto jurídico indeterminado y, a veces, una coartada, que diríamos nosotros, para que quien pueda haga lo que quiera. Y eso es así, aunque lo niegue el mismísimo Tribunal Supremo (¡que a veces dice unas cosas…!)
En Andalucía, no. En Andalucía, como somos más complicados y más listos que nadie, la autoridad (que aquí le dicen la Junta) había suprimido la palabra trapío del Reglamento.
Eso sí, en vez de trapío se puso una frase tan larga y complicada como esa de que el toro tiene que tener “las características zootécnicas de su prototipo racial, de conformidad con la normativa vigente, en función de su encaste, categoría y tradición de la plaza”. ¡Ahí queda eso!
Perplejidad ante algunos artículos del reglamento taurino de Andalucía
Y en estas estábamos, en los corrales de la plaza de toros de Málaga, la mañana de un Domingo de Resurrección, con el presidente de la plaza, buen aficionado, intentando explicar al mayoral las razones de su decisión. O sea, intentando explicarle que el toro número 80, Pocarropa, no tenía el trapío suficiente. O mejor, dicho que el toro número 80, Pocarropa no tenía las características zootécnicas de su prototipo en función de la categoría de la plaza. ¡Que ya es complicado explicarlo!
- Que mire usted que le puedo jurar que el toro es de muy buena reata y a la vista está su buen tipo. Decía el mayoral
- Efectivamente el toro es un dije y, a mí, personalmente, me encanta, pero el problema es que no vale para esta plaza, le contestaba muy seriote y muy en su papel el presidente.
- Pero, vamos a ver ¿Por qué no vale para esta plaza?
- Porqué lo que dice el Reglamento. Porqué no reúne las características zootécnicas de su prototipo en función de la categoría de la plaza…
- ¿Eso dice el Reglamento? ¿Qué no tiene qué…?
- Las características de su prototipo racial
- Pues oiga, que sigo sin enterarme…
- Eso quiere decir es que este toro no se parece a los toros de su encaste, de su ganadería.
- ¿Que no se parece a los toros de mi ganadería? ¿Está usted seguro de lo que dice?… Mire. Este toro se remeda mucho a su hermano que se lidió el año pasado en Sevilla y salió cumbre y es el vivo retrato de su padre un semental que lleva seis años en funciones y da productos superiores y si me apura es el calco de su bisabuelo, un castaño retinto, que indultaron en Barcelona. ¡Me va usted a decir a mí que no se parece a los toros de la casa!
- Eso no lo dudo ni un ápice, pero el Reglamento exige no sólo que esté en el tipo, sino que ese tipo se adecue a la categoría de esta plaza…
El toro de la discordia, muy atento al diálogo de Presidente y mayoral, como si supiera que la cosa va con él…
- ¿Y que categoría es esa si puede saberse?
- Pues desde que se aprobó el nuevo Reglamento andaluz, esta plaza es de primera.
- Pues vaya faena ¿Como no va a pasar el toro, si está limpio y tiene la edad y el peso reglamentarios?
- Hablando de pesar, solo pesa 10 kilos por encima del mínimo…
- Usted lo ha dicho, ¡Por encima! Luego… cumple el reglamento. Y no sea usted estricto con lo del peso, oiga, que lo que tenemos delante es un toro, no un elefante
- No, no sólo no soy estricto sino que estoy dispuesto a darle la razón… en lo que la tenga. Mire, está discusión no nos lleva a ninguna parte. El toro es precioso y está claro que muy en el tipo de su ganadería, pero el Reglamento hay que cumplirlo. Este toro, hace 40 o 50 años y si me apura hace 10, hubiese pasado aquí sin problemas. Hoy día, no. Así que… vamos a dejar la discusión. El toro no puede pasar, aunque eso no nos guste a ninguno de los que estamos aquí…
Lo que sigue es sabido, pues esta película la vemos un día sí y otro también. Se trae a escape otro toro o se sustituye por alguno preparado al efecto y que ya estaba en los corrales o en el camión en las afueras de la ciudad. Y por la tarde todos tan contentos a los toros, como si nada hubiera pasado.
Y por la tarde en los toros como si no hubiera pasado nada en los corrales por la mañana,,,
Por la tarde en la plaza
Sólo faltaban diez minutos para empezar la corrida, cuando llega a la plaza Frasco, un muy buen aficionado visceral y apasionado como debe ser, que había asistido esa mañana, por un casual, al apartado.
Frasco llega muy acalorado y saluda aún más alterado a Pepe, su compañero de localidad, quien al ver su semblante demudado, le pregunta de inmediato por lo que le ocurre:
- ¡Chiquillo! ¡Como vienes! ¿Que te pasa? Parece que has visto un fantasma
- ¡Fantasma! Será el fantasma de la libertad… Que va, bromas aparte, lo que ocurre es que todavía no acabo de creerme lo que ha visto esta mañana en el apartado. Te creerás que han echado para atrás al toro más bonito de la corrida.
- ¡Que va, hombre! ¡Eso no es posible!
- Pues lo es. Tal y como te lo cuento. Mira, Pepe, un toro preciso, fino y muy en Cuvillo. Destacaba sobre sus compañeros. No por su tamaño pues, ciertamente, no era grande pero tampoco chico.
- Y que han dicho para justificarse.
- Pues la pura verdad. Que Málaga es ahora plaza de primera y que, por tanto y dada la categoría de la plaza el toro no vale. El caso es que, para mí, el toro hubiese dado buen juego pues tenía una cara de bravo…. O eso aparentaba. Habrá que seguirle la pista y ver donde se lidia y que juego da.
- ¡Habrá que seguírsela…!
Por la tarde en la plaza, Frasco y Pepe conversan…
En estas interviene en la conversación un tercer personaje, Remigio, otro vecino de localidad, aficionado que peina canas de los que han visto muchos toros (eso abunda mucho) y se han enterado de lo que han visto (lo que no abunda tanto). Remigio no tiene estudios superiores, ni de los otros, pero atesora más cultura en la sangre que muchos universitarios.
- Jóvenes. Eso que contáis no pasaba antes.
- ¿Antes? Eso de antes hay que matizarlo…
- ¡Antes de la televisión, claro!. Ahora todo el mundo ve lo mismo y quiere lo mismo.
- Ese proceso se llama globalización…
- No sé si se llama globanosequé o no, pero antes de la dichosa televisión cada sitio era distinto y tenía su propia personalidad.
- Se dice idiosincrasia…
- La cosa no tiene ninguna gracia… Mirad. Por ejemplo, aquí en Andalucía ha gustado siempre el toro bien hecho y bien rematado. En el norte era otra cosa pero aquí… Aquí lo que ha gustado ha sido ver al torero torear. Allí lo que gustaba era ver a un hombre pelearse a puñetazos con una fiera para comprobar los redaños del torero.
- Eso viene a ser, en el fondo, lo mismito que decía Cagancho: “De Despeñaperros para arriba no se torea se trabaja”
- ¡Pues eso…!
…Un toro con hechuras y comportamiento adecuados para realizar el buen toreo…
- ¿Pero, entonces Madrid, Remigio? pregunta el tercer contertulio
- Madrid era y es café con leche. Mitad y mitad o sea que había de todo como en botica. Buena plaza y buena afición. Allí gustaban las dos cosas. Y se veían las dos cosas. Ahora que, en lo que respecta a la presentación de las corridas, el toro de Madrid era antes más bonito. No era chico, eso no, pero las cabezas de las camadas no iban para Madrid como ahora van a veces. Iban al norte, a Bilbao, a Pamplona…
- ¡Que pena…!
- Y que faena. Porque ahora con esto de la moda, montan cada lío en los corrales…
- Desde luego. Rara es la corrida que no se descabala y pasa entera. Y al final el que pierde es siempre el espectador.
- Porque vamos a ver –puntualiza Remigio-, si esto es un espectáculo público y yo pago mi entrada, ya es cuestión del empresario presentar algo que me satisfaga. Si no, no vuelvo… No sé que pinta la autoridad ahí…
- Cambiando de tercio y por poner un ejemplo, dice Pepe, usted se imagina que el día de la final de la Copa del Rey llega el arbitro y dice que Messi no puede jugar porque no tiene… “las características del prototipo racial” de su equipo.
- Pues que tendría razón el árbitro, porque Messi, además de ser argentino y no catalán, es bajito…
- ¡Déjate de bromas, Frasco! Me gustaría ver la cara que pondrían los espectadores. ¡Y la que se armaría!
- Eso, la que se armaría.
- Pues esto es lo mismo…
Ha pasado algo más de un mes
Más de un mes después, los dos amigos, Frasco y Pepe, se encuentran un domingo por la tarde para tomar un cafelito y de paso, como no puede ser de otra forma, hablar de lo único serio que hay en esta vida, que son los toros.
- Pepe, te has enterado lo del Juli en Jerez
- Si, Frasco, creo que ha estado cumbre sobre todo con su segundo toro… Le ha cortado el rabo
- Pues el toro ha debido ser superior ya que le han pedido el indulto.
- Sí, aunque el Presidente no lo ha dado. Pero si la vuelta al ruedo.
- Oye, Pepe, ahora que lo pienso, ¿no será el mismo toro que tanto me gustó el domingo de Resurrección y que echaron para atrás?
- No lo creo, sería el colmo…
-¿Cómo se llamaba el de Jerez?
- Mira, en Internet dice que Pocarropa y que tenía el número 80.
- Anda, pues el de aquí era el 80 ó el 40, de eso estoy seguro. ¿Cómo lo comprobamos?
Pepe que, como buen taurino, tiene recursos para todo, saca su i-phone del bolsillo lo trastea y le comenta a su amigo Frasco:
- Muy fácil tengo la foto del parte que colocaron en las puertas de entrada con la lista de los toros el Domingo de Resurrección. ¡Mira! ¡Aquí está…!
- ¡Anda! Efectivamente, el 80 que se lidió en Jerez es uno de los rechazados en nuestra plaza…
- El castaño que te gustó…
- El castaño que me gustó…
- No me lo puedo creer…
- Yo sí. Y mira que el toro era bonito, Y seguro que de buena familia, reata que le dicen. Y fino, Y con buenas hechuras… Las mejores para embestir…
- Y ha embestido, vaya que si ha embestido…
- Ya lo decía el mayoral…
- Y tú, Frasco. Y tú. También lo decías tú.
- Lástima de modas…
- ¡Lástima!
- ¡Pues a fastidiarse tocan, Pepe!
- ¡Eso, a fastidiarse!
Epílogo
El toro Pocarropa, número 80, rechazado en Málaga en abril por no se sabe bien que historias reglamentarias del prototipo racial y de la categoría de la plaza, se lidió por mayo en Jerez y fue bravísimo, noble y suave. Fue tan bravo y noble que se le pidió el indulto que el Presidente, puede que con buen criterio, no concedió pero al que se le hicieron los honores de la vuelta al ruedo arrastrado por las mulillas.
El Juli con Pocarropa… ¡en Jerez!
Pocarropa le tocó en el sorteo al Juli… Suerte para el Juli, pero suerte también para el toro que cayó en sus inmejorables manos y, sobre todo, suerte para los afortunados aficionados jerezanos que pudieron disfrutar esa tarde del buen toro y del buen toreo…
La suerte que, por cierto, no pudieron disfrutar los desafortunados aficionados malagueños privados del espectáculo de la bravura de ese toro por culpa de un artículo reglamentario.
O mejor dicho, por culpa de… la moda
El palco de la plaza de toros de Málaga
Sobre las imágenes que acompañan a este Cuento apócrifo.
Todos los dibujos que se incluyen (realizados ex-profeso para esta entrada) homenajean y están directamente inspirados en los dibujos de Antonio Casero los cuales acompañaron, durante muchos años y desde las páginas del Ruedo, a los Cuentos del Viejo Mayoral, añadiendo aún más sabor –si cabe- a esos espléndidos relatos.
Sobre los textos
Los diálogos y situaciones que se describen en este Cuento apócrifo son ficticios y no reales, como no podía ser menos. Lo único real es que el toro Pocarropa de Núñez del Cuvillo fue rechazado en Málaga, un Domingo de Resurrección y que, con ese mismo toro, triunfó – un mes más tarde- el Juli en Jerez de la Frontera en la Feria del Caballo del mes de Mayo. Todo lo demás es fruto de la imaginación del autor. Los diálogos están inspirados en otros similares de don Luis Fernández Salcedo aunque sin alcanzar su peculiar gracejo e ironía. Difícilmente conoceremos lo que realmente se dijo o dejó de decir en los corrales de la plaza de Málaga, entre otras cosas porque lo que se cuece en los entre-bastidores de la Fiesta, con ser de sumo interés, no suele casi nunca trascender fuera.