viernes, 28 de agosto de 2020
lunes, 24 de agosto de 2020
La tauromaquia de Guerrita (I) La verónica
Por Jose Morente
Guerrita (fotografía publicada en el blog Plaza de la Lagunilla)
Si la historia tiene interés es porque en el pasado se encuentran muchas de las claves que explican nuestro presente. Revisar viejas fotografías y añejas películas, leer o releer libros antiguos merece la pena porque nos permite relativizar nuestras opiniones sobre el toreo de nuestros contemporáneos y aclarar y entender lo que hoy se hace en las plazas.Pero, si nuestra aproximación al pasado se convierte en un ejercicio de falsa nostalgia con el objetivo de buscar argumentos para denigrar el presente, entonces mejor olvidarnos de los toreros y los toros de antes porque solo conseguiremos confundir y confundirnos.
Si queremos acercarnos al pasado, lo tendremos que sin prejuicios ni clichés y sin tergiversar lo que dicen esos textos antiguos. Contextualizando lo que dijeron quienes escribieron de toros en esas otras épocas. No podemos leer bajo el mismo prisma los textos de los escritores dogmáticos de la cuerda de F. Bleu o Sánchez de Neira, por ejemplo, que las oportunas y razonadas disquisiciones de aficionados tan sagaces e inteligentes como Pepe Alameda o Uno al Sesgo.
Haciéndolo así, si que merece la pena acercarse a esos viejos tratados taurinos, tratados entre los que la Tauromaquia de Guerrita brilla con luz propia.
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La verónica antigua.
En la verónica antigua se citaba de frente y presentando el capote cuadrado al toro, tal y como se ve en esta Lámina de la Tauromaquia de Pepe-Hillo (ed. 1804) y en esta fotografía de estudio de Manuel Domínguez.
Se le llama verónica por la semejanza entre la forma de presentar el capote y la del lienzo en que la Verónica, de acuerdo a los Evangelios apócrifos, enjugó el rostro de Jesús.
La Verónica mostrando la Santa Faz a la Virgen y San Juan, de Juan Antonio Vera Calvo (1864).
Después del cite, en el lance, el torero levantaba ostensiblemente ambos brazos como se ve en esta fotografía del Papa Negro.
La verónica antigua en este caso interpretada por el Papa Negro. Las dos manos suben hasta el infinito para expulsar al toro del terreno del torero.
La secuencia completa de la verónica antigua se representa en estos dibujos publicados en la revista francesa Le midi taurin” (número del 9/08/1919)
La tauromaquia de Guerrita.
Aunque textos anteriores ya preconizaban cambios en la forma de torear, será la Tauromaquia de Guerrita la que mejor sintetice la transición a los nuevos modos que estaban por venir.
A Guerrita se le conoce como un torero frío, cerebral y muy poderoso. Frente al arte de Lagartijo y al valor de Frascuelo, el Guerra representa la inteligencia y el conocimiento. Pero sobre su aportación a la evolución de la técnica del toreo se ha dicho y escrito demasiado poco.
La Tauromaquia de Guerrita. Muy poco se ha hablado de su sorprendente modernidad.
Recapitulemos sobre los cambios que propone Guerrita en la ejecución de la verónica respecto al modo antiguo de realizar esta suerte. Son estos dos:"Se ejecuta en la forma siguiente: se coloca el diestro de costado, en la rectitud del toro y á la distancia que le indiquen las facultades de su adversario, que procurará esté paralelo á las tablas; le citará tendiendo la capa, que tendrá sostenida con ambas manos; le dejará venir por su terreno, y cuando llegue á jurisdicción, le cargará la suerte empapándole bien en el capote y lo vaciará trayéndose la mano izquierda al costado derecho, y alargando el brazo derecho, ó viceversa, según del lado de que se practique, procurando que la res quede derecha y no atravesada".
"En la posición referida, encontrándose el diestro de costado al bicho, y no de frente, tiene más facilidad para dar la salida y para repetir la suerte sin moverse de medio cuerpo abajo. La suerte practicada en esta forma, resulta de más lucimiento y más parada que cuando el lidiador da la cara al toro, situándose de frente, porque para repetirla tiene, por lo menos, que dar una media vuelta girando sobre los talones".
La verónica antigua: Cocherito de Bilbao |
La verónica de transición: El de arriba es Bombita Chico y el de abajo, Lagartijo Chico (1902) |
La verónica pre-moderna de Gaona (1911) |
La verónica cuasi-moderna de Antonio Fuentes. |
Otra verónica de Juan. Cite de tres cuartos y mano de salida algo más baja, pero nunca por debajo del hombro. |
La verónica de Juan con aires de escultura. La figura forzada en el quiebro de la cintura transmite tensión y dramatismo. |
La verónica de Rafael Guerra Guerrita |
miércoles, 19 de agosto de 2020
Cuaderno de notas (CXLII) Ortega y la conferencia del Ateneo
Por Pepe Alameda
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Pero me parece que se perdió ahí la gran oportunidad de que Ortega hubiera explicado cabalmente su toreo, un toreo único, en el sentido de radicalmente distinto a todos.
Quizás fuera aquella su idea primera a juzgar por el título, pero la limitó y redujo, sin duda por la pasión polémica, todavía entonces muy viva, ante la figura de Manolete, no nombrada pero latente en toda la disertación.
Manolete, a quien no se nombra, omnipresente en la conferencia de Ortega. |
De otra manera no se comprende que el conferenciante lo redujera todo al movimiento inicial de echar la pierna de la salida hacia delante como base de una técnica opuesta al toreo enhilado o paralelo del Cordobés.
El toreo de Ortega era mucho más que aquel primer movimiento. Limitado a él como si el torero después debiera quedarse inmóvil esperando a que el toro volviese por su terreno, es una simpleza, es lo que hacen todos los que se creen que torean como Ortega.
Pero lo importante del toreo de éste era la continuación de los pases, para ir tomando el terreno que el toro iba dejando al pasar, el andarle al toro o andar con el toro. No los pases, sino los pasos. Su toreo, como hemos dicho, no se limitaba ni se encerraba en pases determinados, acuñados, iba siempre más allá, en constante interdependencia con el toro. Y esto es algo mucho más importante que el simple movimiento de adelantar una pierna. Adelantar una tras otra en sucesión armónica entre ellas, y sobre todo, con el toro. De lo cual resulta que mientras todos los demás buscan el temple en el ritmo de los brazos y de la cintura. Ortega era el único que templaba con los pies; llevaba el "duende" en las zapatillas. Es lo que hubiéramos querido que Ortega describiera y explicara.
Este tendría que haber sido el título del libro de Ortega: "El arte del toreo... en movimiento". Así no hubiera habido engaño. |
Pero la pasión polémica de aquel tiempo pudo más y nos quedamos sin la explicación cumplida que Ortega pudiera habernos ofrecido.
Domingo fue un gran apasionado.
Aunque no lo pareciera, podía en él más el corazón que la mente, No escribió el hombre de análisis, sino el hombre de lucha. Seguro, por intuición, de que una sola idea corta y repetida como un solo clavo sobre el que se remacha, una bandera, un eslogan, en un momento preciso de acción, puede más que el desarrollo sereno de una clara teoría".
ALAMEDA, Jose. El hilo del toreo (Madrid, Espasa Calpe, S.A., 1989, páginas 264-266)
martes, 18 de agosto de 2020
La estocada de Frascuelo
Por Jose Morente
Empuñadura damasquinada de un estoque utilizado por Frascuelo. |
Decía Pepe Alameda que era muy poco lo que sus contemporáneos nos habían explicado sobre el modo de torear de Salvador Sánchez Frascuelo.
El torero de Churriana de la Vega pasa por haber sido el más valiente de los valientes. Un rango muy meritorio pues en ese peculiar escalafón de los diestros más arrojados encontramos nombre del calado y la importancia de Diego Puerta o Maoliyo el Espartero.
Diego Puerta ha sido uno de los diestros más valientes de la historia del toreo. Por eso Luís Bollaín decía que le veía muchas veces "fantasías de aficionado" con la cara de Frascuelo. |
Sonada fue su competencia -larga y dura- con Lagartijo. Todo ello explica que Frascuelo haya pasado a la historia del toreo como uno de sus nombres más míticos.
Sin embargo, Frascuelo, gran estoqueador, no alcanzó las mismas cotas toreando y su aportación al toreo es, vista con la perspectiva que da el tiempo, bastante reducida. Como decía Pepe Alameda y recogíamos en la anterior entrada, hay diestros que, siendo importantes, no dejan huella histórica al margen de su fama y Frascuelo es posiblemente uno de ellos. Y si su nombre es recordado todavía hoy, quizás lo sea por su papel de contrapunto de Lagartijo quien si que marcó un nuevo rumbo en la fiesta. Con el diestro de Córdoba, la estética, la apostura y la elegancia empiezan a cobrar carta de naturaleza y se imponen como referentes frente a la mera valentía.
En cualquier caso, si no toreando, donde Frascuelo hizo punto y aparte fue en la estocada, la suerte que caracteriza a los toreros valientes. Hay que ser muy decidido para perder de vista los pitones del toro cuando estos cruzan por debajo del cuerpo del torero. Y en la estocada, en la suerte de matar, la memoria de Frascuelo sigue intacta y sus estocadas son todavía recordadas y glosadas, hasta el punto que seguimos llamando estocada frascuelina a aquellas en las que el torero se juega el todo por el todo entrando en corto y por derecho y hundiendo el estoque hasta la bola.
La definición de la estocada frascuelina según Peña y Goñi (Guerrita, 1894. Pág. 148) |
Como no hemos visto a Frascuelo no podemos saber como eran esas estocadas. Para intuirlas o soñarlas solo nos cabe leer a sus contemporáneos.
La estocada de Frascuelo según F. Bleu
F. Bleu seudónimo de Félix Borrell Vidal. Ejemplo de aficionado radical de finales del XIX. |
Como toro y torero arrancan a la vez, las estocadas del Negro Frascuelo entran en la categoría de estocadas "a un tiempo". Sus matices nos los describe con mucha precisión F. Bleu, el boticario de la Puerta del Sol, en su libro "Antes y después del Guerra" (Madrid, 1914, páginas 209-210):
"Como todos los buenos matadores que han existido, Frascuelo necesitaba de antemano tener el toro perfectamente igualado y pendiente de su muleta (...). Lo primero lo lograba quebrantando con pases de tremendo castigo en redondo y de pecho, y lo segundo colocándose a la distancia inverosímil de que ya se ha hecho mención, y de la cual, repito, no hay ejemplo en lo moderno, ni acaso en lo antiguo.
Situado a un metro de la cabeza, en el centro de la cuna, entre los dos ojos, acababa de fijar la vista del toro por medio de un movimiento ondulatorio de la muleta. Después de liar en el extremo del palo, armado con la mano derecha a la altura del nacimiento del pecho, sin perfilarse ni meter el hombro izquierdo, empinado sobre los dedos de los pies y estirado el cuerpo, apuntaba calmosamente con la espada y adelantaba las dos manos, bajando la izquierda.
A esta especie de desafío, el toro acudía, y simultáneamente avanzaba Salvador, o más bien, se dejaba caer despacio, llevando brazo y cuerpo en una masa detrás del estoque y emparejando con imponderable desprecio del peligro y con extraordinaria exactitud.
Como acogotaba a los toros con la izquierda, forzándolos a descubrirse, el estoque no entraba tendido. Como no hería de muñeca ni con la mano alta, no caía perpendicular. Como miraba al morrillo, no se apartaba de la recta y llegaba donde hay que llegar, se burlaba de las bajas, de las atravesadas y de las delanteras. Como hería con el cuerpo más que con el brazo, no había que temer que las estocadas se quedasen a la mitad (...)
Las estocadas altas, hondas y derechas de aquel legítimo fenómeno, avaloradas por unos preparativos y un estilo de entrar a matar que no pueden llamarse más que frascuelinos, se citarán siempre como lo más grandioso y sensacional de un espectáculo que, despojado de lo sensacional y lo grandioso, no tiene más remedio que quedar reducido a piruetas de music-hall"
Al margen de excesos partidistas, la estocada de Frascuelo, tal y como la describe Bleu tuvo que ser una estocada formidable y tremenda, un encontronazo brutal de toro y torero, eléctrico y emocionante, por lo que no me extraña que, en aquella época, arrancase el alarido de los tendidos y pusiera a los públicos en pie.
Tremendismo en la ejecución aparte, su cite (tal como lo describe Bleu) resulta singular y diferente. Anotemos las siguientes características diferenciales:
1º. Frascuelo no se perfilaba, como han hecho hoy y siempre siempre casi todos los toreros, sino que se mantenía de frente al toro y así arrancaba.
Antonio Fuentes "perfilándose" para matar. El título lo dice todo. La colocación de perfil es la habitual en el cite de la estocada. |
También de perfil para citar se colocan Emilio Bomba y el Algabeño. |
2º. Frascuelo se colocaba en corto y por derecho o, como dice Bleu, a un metro de los pitones y en el centro de la cuna. Hoy y siempre, aunque hay excepciones se suele citar desde más lejos y el torero se coloca en la pala del pitón derecho.
Dos excepciones de categoría: Machaquito y Pastor. El recuerdo de Frascuelo - y aún más, el de Mazzantini- citando entre los pitones estaba todavía muy cercano. |
Pero lo habitual es colocarse algo más lejos y en la pala del pitón derecho. |
3º. Frascuelo citaba al toro echando por delante ambas manos y dejándose caer al mismo tiempo. Así es como mataba Mazzantini. Sin embargo, hoy y siempre casi todos los toreros arrancan antes de que el toro se de por aludido.
Una duda razonable
Sin embargo, me entra la duda de si esa descripción es o no fidedigna. No tengo claro si lo que Bleu relata responde a la realidad o está idealizado por el recuerdo. No me refiero a la emoción que provocaban las estocadas de Frascuelo sobre lo que no dudo, sino a la forma de ejecutarla. Es la misma duda que le entró a Joselito el Gallo al que sus amigos le contraponían continuamente el ejemplo de Frascuelo.
Es también la misma duda que tenía Pepe Alameda y que transcribíamos en la entrada anterior de este blog:
"Sólo hay ciertos análisis de su estocada. Pero son contradictorios, no sólo ellos entre sí, sino con la realidad que reflejan las pocas fotografías de la época, donde Frascuelo está colocado al revés (o casi) de lo que cuentan sus devotos".
Veamos esas pocas fotografías que nos han llegado. He encontrado solo estas dos.
La primera, muy poco conocida, es este cite en la Maestranza de Sevilla:
La segunda, mucho más vista, corresponde a una estocada en la plaza de Madrid el día de la corrida del Gran Pensamiento. |