lunes, 18 de mayo de 2020

Divagaciones sobre la quietud en el toreo (I)

Por José Morente

Último tercio del siglo XIX. Frascuelo esquiva la acometida del toro. Si no te quitas, te quita el toro". El toreo antiguo era un toreo en continuo movimiento:  (O eso dicen)
Dicen quienes saben de esto

Dicen quienes saben de esto, que el toreo antiguo era un toreo en continuo movimiento, mientras que el toreo moderno, el de nuestros días, se caracteriza por la absoluta quietud del diestro ante el toro.

Dicen quienes saben de esto, que esa quietud, antes desconocida, la trajo al toreo un diestro llamado Juan Belmonte, quien convirtió la quietud en un pilar fundamental ("parar") de su famosa trilogía.

Dicen quienes saben de esto, que Manolete llevo a su punto álgido eso de la quietud, consumando así la senda que había iniciado el trianero.

Eso dicen...

Belmonte en su última época. El torero ha citado de frente y acompaña la embestida del toro en el embroque con el quiebro de la cintura sin menear los pies como prueban esos dos talones asentados en la arena. Un buen ejemplo de quietud de la buena (Por cierto: ¿no nos habían dicho que lo ortodoxo -y lo que Juan hacía siempre, siempre- era "cargar la suerte"? ¿En que quedamos?)
Cuando empecé como aficionado.

Cuando empecé como aficionados, los dos dogmas más repetidos (esos que algunos llaman "cánones") eran:
  • "Parar, templar y mandar", la trilogía belmontina. Entendiendo "parar" como esperar quieto la arrancada del toro.
  • "Cargar la suerte". Entendiendo "cargar" por adelantar la pierna de salida tras la arrancada del toro.
De entrada, algo ya no cuadra, pues -así definidos- "parar" y "cargar" son términos antitéticos. O se para o se carga la suerte. O el torero está quieto antes que el toro inicie su arrancada o se mueve adelantando la pierna de salida tras esa arrancada. Las dos cosas a la vez, no es posible.

Puntualicemos que, para los puristas -está escrito-, la suerte se carga cuando el movimiento de la pierna tiene lugar tras la arrancada del toro.

Según opinión mayoritaria, solo se carga la suerte cuando el avance del pie de salida se produce tras la arrancada del toro (Valga por todas, esta cita de Joaquín Vidal. del libro "El toreo es grandeza", Ediciones Turner, Madrid, 1987, página 38)
El caso es que a mí, igual que a casi todos los aficionados, esas contradicciones me traían al pairo. Los cánones son los cánones y uno no va dejar de "creer" en ellos, por más absurdos e imposibles que sean, máxime cuando son muchos los que los defienden a pies juntillas, con ardor digno de mejor causa y como si en ello les fuera la vida. Al fin y al cabo, somos españoles y eso, queramos o no, imprime carácter.

Lo peor vino después.

Así que yo seguía en mis treces, en mis trece años, atento más a mis convicciones que a buenas razones, cuando un día cayó en mis manos un libro más que interesante: "Los toros desde la barrera" (Ediciones RIALP S.A., Madrid, 1966) de un francés, Claude Popelin, al que, como buen francés, se le entendía todo lo que escribía.


La cosa tenía su miga, mucha miga. Un libro escrito por un francés para iniciar en el toreo a los franceses, se sumergía en sus primeras páginas (página 17 del Capítulo II "Qué es torear") en el proceloso y complejo mundo de la técnica más depurada. 

Lo que no se encontraba en los libros escritos por españoles estaba ahí en ese libro. Una explicación razonada de la técnica del pase natural, pero, y esto es lo importante, de la técnica verdadera, no de la teórica. Y es que Popelin, además de francés y aficionado, toreaba, así que no se limitaba a repetir lo mismo que siempre habían dicho y repetido todos los que habían escrito de toros, pero nunca se habían puesto delante de un toro, sino que explicaba el toreo desde su propia experiencia

Claude Popelin toreando... de verdad

Ganar el pitón contrario. 

Y entre las muchas cosas que decía, una de las que más me llamó la atención fue como Popelin explicaba, con esa sencillez propia de su pueblo, la importancia de cruzarse o ganar el pitón contrario del toro. 

La clave, decía, estaba en la forma de embestir del toro:
"Los animales al embestir, aumentan progresivamente su velocidad, lo mismo que un Renault 4-4 pasa de la primera a la segunda, y después a la tercera. Pero, una vez embalados, su peso les impide rectificar la dirección y, por tanto, no consiguen alcanzar al enemigo que se aparta de ellos en diagonal. Desde jóvenes, pues, adquieren la costumbre de observar el punto hacia el cual se desplaza su adversario, con objeto de embestirle cortándole el camino, tal como hace un cazador cuando apunta a la cabeza del venado"
Para que quedase claro como se aplicaba eso al toreo, incluía un sencillo esquema. Este:


Si, en el pase natural, el torero avanza hacia el punto A, le indica al toro la salida y será cogido irremisiblemente. Retroceder supone echarse al toro encima. Que es, en el fondo, lo mismo que aconsejaba Domingo Ortega cuando decía que el único que puede ir para atrás es el que abre la puerta del toril.

Por el contrario, si el torero avanza hacia el pitón contrario, hacia el punto B, hace creer al toro que esa es la dirección que va a seguir y lo orienta hacia un punto al que no llegará, puesto que se parará antes. Y añadía Popelin: 
"Esta técnica básica, el famoso ir al pitón contrario, no debe iniciarse demasiado pronto, ya que si se hace así, da una ventaja demasiado grande al hombre, y al mismo tiempo perjudica la precisión del pase".
Para mí fue una especie de revelación, pues ya me encajaba aquello de parar y cruzarse. El torero se cruza al pitón contrario, pero se para antes de llegar a ese pitón, desplazando el toro hacia un punto que no alcanzará nunca. 

Eso es lo que se ve en las viejas películas de Juan Belmonte y Domingo Ortega y de todos los que en aquellos tiempos toreaban en ochos. Un continuo movimiento de avance y retroceso. Curioso concepto de la quietud en quienes no paran de moverse.

El toreo de Domingo Ortega se basaba en un continuo movimiento de avance y retroceso, metiendo la pierna al toro. Es el mecanismo del regate que tan bien describen las tauromaquias clásicas. La misma técnica que utilizaba Juan Belmonte y que suelen utilizar los toreros que han aprendido a torear en los cerrados, en las capeas, en las marismas... ante reses resabiadas o corraleadas. Un toreo de tinte claramente defensivo y en movimiento.
Pero lo sorprendente es que, leído y pienso que comprendido todo esto, un servidor todavía seguía pensando que cargar la suerte era lo máximo en el toreo. Hasta tal punto estábamos influenciados por tópicos y dogmas y, sobre todo por esas lecturas taurinas de tan doctos y sesudos escritores que nos hablaban de las vías del tren y del mérito de meterse en el camino del toro, en curiosa y rara unanimidad.

No sería hasta muchos años después, cuando empezamos a comprender que cruzarse, ganar el pitón contrario, cargar la suerte no es más que un recurso. Recurso válido para determinado modo de torear o necesario en determinados momentos y para determinados toros, pero recurso a la postre. Entonces todavía faltaba mucho para que pudiera llegar a comprender lo grande, lo grandioso que había sido  el toreo de Manolete, descalificado y crucificado por los santones de la crítica... ¡por no cruzarse!

Pero esa es otra historia. La historia de la verdadera quietud.

Manolete torea al hilo, sin acudir al recurso de cruzarse.

6 comentarios:

  1. Otra vez, Jose, has dicho la verdad. Canones pendejas son pendejadas, y los que entienden del porque y del como los toros embisten lo saben. Los que definan su "sabiduria" por los mitos de los canones, se creen muy sabios pero solo demuestran su ignorancia. Cada toro es un individuo: algunos hay que enganar mas que otros, pero el peligro es mayor (casi siempre) cuando "se desplaza" menos el viaje del toro.

    ResponderEliminar
  2. En el cite de frente, al decir acompaña la embestida del toro:significa que no está toreando propiamente dicho?
    Es decir, que no lleva toreado( dominado) al toro?
    Saludos.
    Francisco Butler

    ResponderEliminar
  3. Me parece entender que se está refiriendo al primer natural de la primera tanda en el que normalmente se cita en larga distancia.
    Los siguientes cites de las siguientes tandas pienso requieren matizar lo dicho.
    Un saludo.
    Francisco Butler

    ResponderEliminar
  4. Jim:

    Gracias.

    Has dicho algo que es muy importante, que la clave está en como embiste el toro.

    Fijarse y entender el comportamiento del toro, permite entender el toreo.

    Así de simple. Así de complicado.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Francisco Butler:

    No. El comentario no tiene segunda intención. En vez de "acompaña la embestida del toro" podría haber dicho perfectamente "torea" o "lleva toreado al toro" sin más.

    Lo que quería resaltar es que, en ese muletazo frontal, Belmonte no desplaza al toro como cuando se carga la suerte. Hay muchas fotos de Juan, en esa postura. El dogma que crearon sus partidarios y, sobre todo, Domingo Ortega, que dice que sin cargar la suerte no se puede torear, lo desmiente cabalmente esta (y otras muchas) fotos del genial trianero. Belmonte torea y muy bien con los talones asentados sin echar la pata alante.

    Me hubiera gustado que se hubiesen conservado películas de Juan toreando en su última etapa de luces pues lo último que conozco (con cierta calidad de imagen) es su reaparición en Nimes.

    Un saludo.



    ResponderEliminar
  6. Francisco Butler:

    Los panegiristas de la suerte cargada echando la pata 'alante (Vidal, Corrochano, etc.) defienden que eso hay que hacerlo en todos los muletazos: el primero y los siguientes.

    En realidad, como usted bien dice, el primer muletazo es muy diferente del resto de la serie.

    Un saludo.

    ResponderEliminar