martes, 19 de junio de 2018

¡Que no me etiqueten como aficionado!

Por Jose Morente

1907. El público. Lo mejor de la fiesta.
El integrante de la peña que alborota en el tendido de sol de la Plaza de Pamplona no ve la misma corrida que el elegante aficionado (¿quizás un torero retirado?) que se sienta en una barrera de la Maestranza sevillana. Como tampoco ven la misma corrida el adusto espectador del "Tendido 7" madrileño provisto de su pertinente pañuelo  verde o  el integrante de una de las ruidosas "porras" de la plaza México.

1898. Palco en Valencia
La misma faena, al mismo toro y en la misma plaza, la ven de forma harto distinta el ganadero y el Presidente; el torero y el crítico; el aficionado y el que asiste de forma ocasional. Pues hay tantos puntos de vista como espectadores.

Gran parte de la afición (y casi todos los críticos) hacen hoy una valoración global muy negativa del toreo actual. Por eso, hablan continuamente de falta de casta y presencia de los toros y del "destoreo" que, según ellos invade los ruedos. Afirman además que la fiesta atraviesa un periodo de "decadencia" que lleva inevitablemente a su desaparición.

1904. Tendido 2 Pamplona
No comparto ninguna de estas opiniones pues, siempre, la mayoría de los aficionados (y los críticos) han tenido una percepción muy negativa de sus propias épocas (sólo hay que acudir a las hemerotecas para comprobarlo). El toreo de hoy, al contrario, tiene tantas cosa buenos o malas como malas o buenas tenía el toreo de cualquier época anterior.

Nada ni nadie es perfecto (y no lo es el toreo actual que tiene muchas cosas que mejorar sobre todo, en lo que se refiere a los aspectos estructurales de la fiesta) pero pienso que esta visión tan negativa se puede deber, en parte, a la manera tan simplista con la que los aficionados (y los críticos) "ven" el toreo. A su peculiar "punto de vista".

1917. Señoritas en barrera
Y es que, señoras y señores, el toreo es sumamente complejo y no es nada fácil valorar con justicia lo que el torero hace en la plaza, entre otras cosas, porque el comportamiento del toro es variopinto e impredecible. Y el de los toreros, más.

Tengo para mí que las tres principales cualidades que deben adornar a un torero son el valor, la técnica y el arte. Valor y arte son fáciles de apreciar por los profanos. No así la técnica. Por eso, los públicos se encandilan siempre con los alardes de valor de los toreros valientes y con las formas elegantes de los toreros artistas pero difícilmente se entusiasmaran con la demostración de poderío y mando de los toreros técnicos.  Y ello, sencillamente, porque para poder apreciar el mérito de una faena técnica hace falta un conocimiento, de las reses y de las suertes, que no es fácil adquirir.

1947. El público de Madrid
Como no es fácil, muchos aficionados (y no pocos críticos) buscan atajos que les permitan titularse como "entendidos" (la máxima categoría en este "Planeta de los Toros"). Los atajos principales son, para mí, dos: El "truco de los hierros" y el "truco de los cánones". Ambos muy sencillos y que voy a explicar

El "truco de los hierros" consiste en valorar al toro no por su comportamiento en la plaza sino por el hierro (la ganadería) a la que pertenece. El "truco de los cánones" consiste en valorar al diestro no por el mérito real de sus faenas sino por su adecuación a las normas o códigos "establecidos" (normas sacadas del toreo de otras épocas y que se mezclan, sin empacho, en curioso batiburrillo).

Si el toro pertenece a una ganadería considerada "comercial" ya podrá tirar veinte gañafones por minuto que el aficionado conspicuo de turno lo comparará (¡sin rubor y en cruel ironía!) con el "borreguito de Norit". Si el torero no adelanta la pierna de salida, como se hacía en los años 30, ya podrá conducirse con firmeza y jugarse la piel, que le acusaran de ventajista y tramposo.

1972. Lima aficionado protestón
Nunca el toro ha sido como los toristas dicen que ha sido. Nunca se ha toreado como ahora nos dicen algunos que se debe torear. Valorar el toro y el torero actual mediante tópicos y clichés propios no ya de otras épocas, otros modos y otras modas sino a partir de nuestros prejuicios (que eso es lo que ahora se hace) conduce a una percepción muy negativa e injusta, además de distorsionada y falsa, del actual toreo moderno.

Posiblemente, ahí esté la clave del éxito de estas fórmulas. No sólo porque la simplificación que se hace es muy cómoda para el aficionado (y el crítico) sino, sobre todo, porque en este mundillo en particular (y en nuestro país, en general) consigue, antes, mayor caché y prestigio, el demagogo visceral (que todo lo ve mal) que el ecuánime y  ponderado (que intenta explicar  las cosas con objetividad).

Por todo eso, si  se considera "aficionado" (como viene siendo habitual desde que el toreo es toreo) a aquel que va a la plaza provisto de escuadra y cartabón, para medir los milímetros en que un lance se desvía de la ortodoxia; de lupa, para apreciar el más mínimo error de colocación de un torero y de "cánones" para, con exagerado espíritu examinador, juzgar con intransigencia (que no valorar con ecuánime benevolencia) el comportamiento de las reses y la actuación de los diestros; entonces, ¡por favor!, no me etiqueten como "aficionado" pues no me identifico con ese modo de proceder. Prefiero considerarme sólo un mero espectador. Parte del público, que dijéramos.

2010. Protesta del "Tendido 7" de Madrid
Por el contrario, si ser "aficionado" es apasionarse por el toreo sin filias ni fobias; asistir con entusiasmo a cuantas corridas sea posible sin perjuicios dogmáticos; leer y releer, tanto las crónicas actuales como las antañonas tauromaquias, con objetividad, para entender mejor este difícil arte y, sobre todo, para intentar enjuiciar, con optimismo  y equidad, el comportamiento de los toros y los toreros de hoy día, disfrutando, en suma, de todo lo bueno (¡que es mucho!) que tiene el toreo actual (como lo tenía el toreo del pasado), entonces, y sólo entonces, sí que les agradeceré que me adjudiquen la etiqueta de "aficionado"

Y a mucha honra.

Aficionado, sí... pero según y como y con quién.

lunes, 11 de junio de 2018

¿Estamos llegando tarde? (Descabello y puntilla)

Por Juan Guadalupe

La puntilla... tantas veces fallida
Sobresaltado como si de un mal sueño me despertara, me doy cuenta de que empieza una nueva temporada taurina y me decido a no dejar pasar esta ocasión, como las anteriores por falta de diligencia, sin expresar desde mi insignificancia pero también con todas mis fuerzas y los medios a mi alcance, lo que vengo sintiendo desde hace algunos años. Hay que modificar y adaptar las normas y las formas de lo que considero una barbaridad, como es, en los festejos taurinos, el uso y abuso del descabello y la puntilla. Creo a mi juicio, tener elementos y argumentos para decir esto y los desarrollaré a continuación.

He cumplido 80 años y desde los 4 o 5 estoy viendo toros de la mano de mi padre y a partir de unos años, por libre. Disfruté y lloramos en familia a Manolete, sobre un periódico con las fotos de su muerte, extendido sobre la mesa de camilla de mi casa de Granada. Tenía 9 años pero lo mantengo vivo en mis recuerdos. Dos años antes, en el 45 lo había visto triunfar, cortando hasta una pata en una corrida donde el impacto mas grande no fue esto, sino la tremenda doble cogida de Parrita, al que el toro corneó al lanzarlo y recogerlo cuando caía. Se salvo milagrosamente. Alternaban con Pepín Martín Vázquez.

La cogida de Parrita en Granada el 1 de junio de 1945, alternaba con Manolete y Pepín (Fotografía publicada en El Ruedo el día 6 de junio)
El 17 de enero del año siguiente, El Ruedo informaba que Parrita se había operado de la cornada de Granada. Estuvo todo el año toreando con la herida abierta, tras reaparecer el 29 de junio en Alicante, corrida en la que fue cogido Manolete
Estuve y obtuve premios de las célebres rifas que se celebraban, a veces con más tirón que el propio evento taurino, en la vieja Plaza de Toros de El Triunfo, "La Chata". Perdió las andanadas por un ciclón que atravesó la ciudad. Cerró en 1948, para siempre y se demolió. Hasta entonces había dos plazas dando toros, esta y la nueva en la Avda. Doctor Oloriz.

Antigua fotografía de la Plaza de toros de Granada "El Triunfo" (Blog "Te recuerdo")

He visto pues muchos festejos y conocí a algunos célebres toreros, Arruza que era amigo de mi tío Antonio y me dedicaba sus fotos en postales (que perdí con el tiempo) y al característico Rafael "El Gallo", que iba a ver a otro Rafael, Mariscal, torero granadino de su gusto y del mío, pues me recordaba a Manolo Gonzalez, por su tipo y sus formas toreras.

Mariscal formó terna con otro buen torero granadino, Miguel Montenegro, que dieron muchas tardes de gloria a la afición española tanto de novilleros, como de matadores. De Montenegro fue el primer capote que cogí en mis manos cuando mi padre me apuntó a la Escuela Taurina, dependiente del Club Taurino de Granada, pero mi paso en ella fue corto, porque yo mismo "no me veía".

A Mariscal le dieron la ultima pata que vi otorgar, en dos corridas del año 54 en Granada. En las corridas celebradas el 12 y 26 de septiembre de ese año, Mariscal cortó 7 orejas, 2 rabos y 1 pata, Miguel Montenegro 8 orejas, 4 rabos y 1 pata y el malagueño Manolo Segura, 2 orejas. Y según mi entender, en adelante empezaron a producirse las primera decisiones lógicas para suprimir y modificar algunas costumbres que empezaban a chocar con los tiempos que venían.


Fotografía del paseillo y reseña de los trofeos cortados en la novillada del 26 (Información publicada en El Ruedo el día 30 de septiembre de 1954)
Reglamentos y decretos, como el de marzo de 1962 promulgado por el Ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, prohibía "terminantemente el corte de patas" y dejaba a juicio del Presidente que, en casos excepcionales, concediera el rabo de la res, amén de una o dos orejas.   

Artículo 68 del Reglamento Taurino de 1962
   
He visto muchos caballos -con el peto antiguo- heridos y con el mondongo fuera, pasarlos al patio para meterselos en el estómago, coser y volverlos al ruedo. Sucesivas reglamentaciones han ido proporcionando a este tercio, de inicio el más antipopular de la corrida, una casi total protección de los equinos, como asimismo adaptando las puyas al justo formato para su función. Otro paso mas hacia el sentido común del momento.

Se han modificado las banderillas, acortando los arponcillos y cambiando la rigidez de los palos, en beneficio tanto del toro como de los profesionales que ejecutan este tercio. Nuevo paso en positivo, para todos.

Como decía al principio "he estado dormido" y creo que, como yo, muchos aficionados, cuando permanecemos impasibles ante la masacre que suponen el descabello y la puntilla. ¿Como no somos conscientes de su nefasta influencia en nuestro entorno general, taurino o no? ¿Como está permitido, y no prohibido y fuertemente penalizado, dañar los morros del toro, cuando no humilla, haciéndoles sangrar abundantemente? Y es que, con relativa frecuencia, vemos multiplicarse los intentos de descabello.

¿Y la puntilla? Dicen que ya no se puede practicar ni en los mataderos, como antes. Está prohibido. O sea que se prohíbe en el matadero y no en la plaza ante miles de personas. Personas que, en su inmensa mayoría, vuelven la cara con pesar y desagrado, mientras que otros cuentan en voz alta y con tono de mofa, los golpes fallidos.  

Creo que no estamos a la altura de los tiempos. Pienso que tenemos que reconocer la realidad y es que, en general, la sensibilidad hacia los animales ha cambiado (algunos, en eso, se pasan). La razón, la lógica de los tiempos y si cabe, el sentido práctico, hacen que sea conveniente buscar soluciones.

Es mi criterio, aunque con frecuencia hable en plural. Propongo una solución en base a un artilugio en forma de verduguillo al que se le acople una porra eléctrica/láser (igual para la puntilla), que produzcan la caída de la res por aturdimiento y pueda ser atronada de inmediato por el puntillero con total efectividad y sin riesgo para él. Otras sugerencia de profesionales mas expertos, pueden aportar ideas que lleven a buen fin el cambio. No se trata de "dulcificar" sino adaptarse a los tiempos pues quizás aún sea posible llegar a tiempo.

Y. por otra parte, me pregunto ¿Cuántos grandes triunfos se han visto empañados por ese final fallido que, realmente, no tiene trascendencia ni en la lidia ni en la suerte suprema?. ¿Que aportan el descabello y la puntilla de arte, estética y belleza al toreo? Mi respuesta es que nada.

Pero sobre todo, alimenta o, mejor dicho, proporciona un banquete a los anti, que no podemos ni nos debemos permitir.

Por Juan Guadalupe (Aficionado Práctico)



El mensaje antitaurino se basa en imágenes vinculadas al momento del descabello y la puntilla
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Nota de LRI. Se dice que hay tantas opiniones diferentes como aficionados existen y creo que es cierto. Abrir el debate de la modificación del reglamento en cuestiones que atañen a la muerte del animal parece ser hoy muy complicado. Para muchos aficionados (y para los toreros como afirman algunos de ellos en el vídeo que hemos insertado) modificar el reglamento no es lo más deseable por su evidente complejidad y consecuencias (salvando las distancias, sería como modificar la Constitución). Se empieza modificando el descabello y la puntilla y se acaba cuestionando la muerte del toro. 

Dicho esto, la sangría que suponen el descabello y la puntilla y, sobre todo, el desagrado que provocan en la mayoría de los aficionados y espectadores, esos frecuentes intentos fallidos merecen una reflexión en profundidad. Del descabello siempre se ha dicho que era suerte de matarifes y que el acierto o desacierto en el desempeño de esa suerte no debía modificar la valoración de la faena. Es evidente que no es eso lo que pasa. También esta actitud merece nuestra reflexión.







sábado, 9 de junio de 2018

Mi nombre es Eloise Lemmon Lissen

Por Lorena Muñoz Limón (texto del VII Pregón de la Tertulia Taurina Macarena) 

Aunque la foto carece de calidad, el testimonio gráfico es impagable por su alto valor histórico y es que, aunque muchos incrédulos han dudado de la veracidad del personaje, esta es la prueba gráfica de su existencia pues en la instantánea podemos ver a Eloise Lemmon Lissen entre Rafael el Gallo y Joselito el Gallo, en una fiesta en Pino Montano, probablemente en la primavera del año 20. La vida es sueño...
Mi nombre es Eloise Lemmon Lissen. Nací en Nueva York pero mis antepasados son españoles. Mi familia emigró primero a Cuba y se instaló en la isla hasta que dejó de ser española en 1898. La vida y el destino los llevaron a Nueva York. Los negocios prósperos de mi padre, me han permitido viajar a Europa a cumplir mi sueño. Llegué a Sevilla en septiembre de 1919. Quería conocer a Joselito, aquel niño que a pesar de que lo sabía casi todo del toreo, lloró la primera vez que se vistió de torero.

Tenía que conocer al hombre por el que José Julio Lissen Hidalgo, primo de mi madre, un próspero empresario sevillano había emprendido una obra colosal que cumplía su sueño: la construcción de una plaza de Toros Monumental con capacidad suficiente no solo para acomodar a la afición sino para poner, con precios más bajos que los de la Maestranza, el espectáculo  taurino al alcance de toda Sevilla.

La Monumental de Sevilla. Neoclasicismo en vena. Una plaza monumental para un torero monumental, como ha dicho, y con toda la razón, el diestro Morante de la Puebla, otro filósofo del toreo.
Cuando desembarqué en Sevilla, la ciudad estaba inmersa en la preparación de una Exposición Iberoamericana. La idea llevaba gestándose desde hacía diez años pero seguía sin fecha de celebración. La situación económica del país era mala, la Gran Guerra en Europa había afectado a la vida en España y varias circunstancias hacían de Sevilla una ciudad tan maravillosa como atrasada para la época, que intentaba dejar atrás el siglo XIX y entrar de lleno en el XX. 

Con la idea de saberlo todo sobre el toreo y en especial sobre ese torero al que todos llamaban Gallito, llegué a Sevilla septiembre de 1919 para asistir a la Feria de San Miguel en la Plaza Monumental, en aquella plaza que se había inaugurado el año anterior y que había construido mi tío.

Paseillo en la Monumental sevillana. (Foto del libro "La Monumental de Sevilla-La dignidad de un proyecto" coloreada por Julio Carrasco)
Le seguí a todas las plazas como si fuera un revistero, un crítico taurino, dispuesto a escribir de sus faenas con la diferencia de que lo que yo quería era aprender. Lo seguí en las veinte corridas que toreó en el año de 1920. Estuve tres tardes en la Maestranza y otras tres en La Monumental en el mes de abril, luego viajé a Madrid, a Murcia, Játiva, Andújar, Jerez de la Frontera, Bilbao, Barcelona, Écija y Valencia. 

Quise aprender todo sobre el arte del toreo siguiendo al Rey de los Toreros, al más grande de esos héroes imaginarios de mi infancia, al que, hecho realidad, vi morir en la plaza. Un año después de llegar a Sevilla, creo que es el momento de contar lo que vi, lo que escuché, y sobre todo, lo que sentí cuando me adentré en el mundo taurino. No se me ha ocurrido mejor forma que escribirle una carta a Rafael el Gallo. Una carta que no sé si algún día me atreveré a enviarle.

Carta a Rafael el Gallo

Apreciado don Rafael:

Cuando llegué a Sevilla hace un año, no tenía fecha de vuelta. Pretendía quedarme el tiempo que hiciera falta hasta aprenderlo todo sobre el toreo. Ahora me doy cuenta de que habría necesitado más de tres vidas para conseguirlo ¡Qué atrevida es la ignorancia, maestro! Pero por aquel tiempo creía que para lograr mi objetivo, lo mejor sería seguir los pasos de su hermano, que había sido un niño prodigio del toreo, el mejor y más grande de los toreros hasta entonces conocidos. Eso decían los entendidos, los toreros ya retirados, los toreros en activo, la afición y hasta la crítica taurina.

(...)

La Monumental

En esta Sevilla que conocí, pronto me di cuenta de que la presencia de mi tío José Julio Lissen, un millonario empresario maderero, era incómoda en el mundo de los negocios sevillanos. Era un “nuevo rico” y esa circunstancia no era aceptada del todo por parte de la antigua sociedad sevillana. En definitiva, que su plaza de toros, este gran proyecto de construir la Monumental resultaba antipático en ciertos sectores sociales. En eso, don Rafael, mi país era bastante distinto.

Banquete en homenaje a José Julio Lissen (Publicado en España y América en junio de 1917)
Y por fin fui a conocer la plaza, en la calle Monterrey. Construida entre 1915 y 1918, era realmente imponente. Mi tío el comerciante había comprado varias huertas en este barrio donde había construido el complejo fabril “la Esperanza” en la que se hacían hilados y se almacenaban aceitunas. Y al arquitecto que había construido este complejo fue al que le encargó la plaza: José Espaiu y Muñoz. Los planos fueron obra de Francisco Urcola Lazcanotegui aunque realmente intervinieron varios arquitectos e ingenieros. 

La Monumental era de hormigón armado levantada “con severidad clasicista” con diseño de circo taurino y un armonioso y elegante exterior de edificio público propio de los ensanches urbanísticos. Su capacidad doblaba a la de la Maestranza con 23.055 espectadores. Pero a mí, lo que más me gustaba de la plaza era la banda de música que dirigía el maestro Manuel Pérez Tejera.  Tejera, cofrade y gran aficionado, además de amigo íntimo de Gallito, había recibido el encargo de José de amenizar todas las corridas que se celebrasen en la Monumental. Era maravilloso disfrutar de la música mientras contemplabas una faena en el ruedo. Para mí, no había mejor complemento. Y además la banda de Tejera sonaba a Gloria.

Por el contrario, como usted ya sabe, desde el primer momento hubo ruido y oposición a que la plaza de toros Monumental se construyera y aunque no lo podía entender, se sucedieron los problemas. Como bien sabe, la plaza de toros de Sevilla no era ni es propiedad del gobierno sino de la Real Maestranza que ha mantenido su fuero sobre la fiesta taurina. Y muy astutamente en esta época se ha asegurado la fidelidad de Belmonte. Aunque yo no pudiera entenderlo, había visto las evidencias, don Rafael. La fecha de apertura de la plaza estaba prevista para la temporada de 1917 tras quince meses de trabajo en los que mi tío se vio involucrado en complicados trámites legales sobre la construcción y la tasación de terrenos. 

Y luego vino lo de aquella prueba de resistencia una semana antes de la fecha prevista para primeros de abril de 1917. Cada sector de la plaza se cargó durante 24 horas con 500 kilos de peso por metro cuadrado. Era un reto llevar a cabo esta prueba con sacos de arena y planchas de plomo en una plaza con capacidad para más de 23.000 espectadores. Pero antes de que pudiera terminarse, el 11 de abril de 1917 Sevilla se estremeció con la noticia de que la Monumental se había hundido. Los promotores del proyecto se lanzaron a reconstruir el edificio que pudo ser inaugurado el 6 de junio de 1918 con un cartel con Joselito, Curro Posada y Fortuna y reses de Juan Contreras.

Hundimiento en la Monumental (Publicado en Toros y toreros)
Y también, don Rafael, estaba lo de aquellas crónicas y artículos. Don Criterio, influyente crítico taurino de El Liberal, mostró siempre su opinión contraria a la existencia de dos plazas y la preferencia por la exclusividad maestrante. Y en el periódico ABC, don Gregorio Corrochano, un partidario de Gallito, también era contrario a que Sevilla tuviera dos plazas de toros. Hasta el punto de que la crónica a la corrida del 30 de octubre de 1919 la tituló: ‘Joselito torea en el patio de su casa' donde le dedicó duras palabras al diestro que admiraba: “desde que en Sevilla hay dos plazas de toros, no se puede ver torear en Sevilla... El público si no es dependiente también del torero, lo parece por su rendimiento incondicional... Yo no he visto más cosas que tuvieran que ver menos con el toreo y con el toro; pero aparte de eso, nos divertimos mucho... No ligó ni un pase... Pero no quedó una persona que no aplaudiese...”.

Estuve en esa corrida, don Rafael, y no creo que fuera para tanto. Pero sí me daba cuenta de que algo pasaba. Nadie decía abiertamente que estaba en contra de la plaza hasta que leí una entrevista al conde de Santa Coloma, que firmó el crítico taurino de ABC, el 5 de marzo de 1917. “¿Es verdad que se ha negado usted a dar toros para la Plaza Monumental de Sevilla? A lo que el conde de Santa Coloma le respondió:  -Sí señor. Yo soy maestrante y no puedo contribuir a que se perjudique la plaza de la Maestranza, que es la Beneficencia de Sevilla. Gallito me pidió toros y le contesté: “Están a tu disposición todos mis toros para que los mates tú solo, en cualquier plaza, menos en la Monumental de Sevilla”.

Esto me pareció increíble pero creo que fue mucho peor la crónica de don Gregorio  del 22 de abril de 1920 en la que el afamado crítico taurino se dedicó a describir cómo se perdió en la plaza de toros sin ver nada. Qué quiere que le diga, don Rafael, la plaza era grande, pero no como para perderse.
“No os dejéis seducir por el nombre pimpante de plaza Monumental, que quiere decir plaza de grandes dimensiones, de localidades excesivas que permite abaratar los precios y dar cabida a todo lo que lo solicite. Pues es un error. En Sevilla, una vez que cesó la competencia, cuesta lo mismo ir a la Monumental que ir a la Maestranza y además aquello es tan grande y tan destartalado... Hay localidades que no encuentran ni los acomodadores... Empecé a dar vueltas por las amplias galerías como el que se mete en un laberinto... Corrí a la primera puerta y me asomé. No pasaba nada, Joselito estaba con la muleta, en medio de un silencio sepulcral. Una faena vulgar que a nadie interesaba...”.
Un muletazo monumental de Gallito en la Monumental. Y eso que don Gregorio decía que en la Monumental no se podía ver torear por la vulgaridad de las faenas... (Detalle de una fotografía publicada en el blog "Recortes y Galleos")
Corrochano, no me lo explico, llegó a decir que se fue de la plaza sin encontrar el tendido 1. Después de leer estas cosas en la prensa para mí había una cuestión clara. Juan Belmonte se decantó por la Maestranza y José Gómez Ortega por la Monumental, lo que creó en el ambiente taurino el descontento pronosticado por la prensa: la afición, don Rafael, quería ver a los dos diestros torear en la misma plaza. Juan Belmonte, solo hizo dos paseillos en el albero monumental y no lo pisó por primera vez hasta el 22 de abril de 1920: en el 18 no actuó en España y en el 19 tuvo que anular un contrato por un percance. 

Joselito toreó en dieciséis ocasiones, la última vez un día después: el 23 de abril de 1920. Cosechó un gran triunfo ante los toros de Miura, el hierro de la A con asas, que tenía una leyenda negra: eran toros más difíciles de torear de ahí que Bombita pidiera un incremento de 1.000 pesetas por estas corridas. Don Criterio tituló su crónica “Una tarde de Joselito”. Aquel día, por primera vez, se abrió el palco real de la Monumental para la Reina Victoria Eugenia.

La reina inaugura el palco de la Monumental

La pasión era manifiesta y el interés por verlos torear juntos era más que evidente. Y no solo en este tiempo en el que la gente hacía cola en las casas de préstamo para poder pagar las entradas de los toros. En esto de querer abaratar los precios y que todo el público pudiera acceder a la plaza de toros, José llevaba mucha razón. Aún pienso en lo que usted me contó sobre el interés que despertaban ambos ya de novilleros. Para la primera novillada del 23 de junio de 1912 se empeñaron más de 800 relojes en las casas de préstamos y el Monte de Piedad de Sevilla. Y los reventas fueron detenidos por multiplicar por diez las dos pesetas que costaba la entrada. ¿Qué era eso de la reventa?  Y cómo es que se permitía, me preguntaba. Lo que parecía lógico es que había que acabar con esa práctica. 

Expectación máxima en una tarde de toros en la Monumental. No es extraño que a la vista de tanta asistencia de público, los reventas hicieran su agosto
También tenía muy claro que la Plaza Monumental de Toros de San Bernardo que habían impulsado con tanta ilusión mi tío y su admirado Joselito supuso una verdadera amenaza para la Maestranza. Y la realidad, es que la Real Maestranza sufrió los efectos de la competencia. Porque ese mismo año de 1919 en el que llegué a Sevilla, recibió dos ofertas de compra de la plaza: una del mismo propietario de la Monumental y otra de la Taurina Sevillana, la empresa que organizaba sus propias corridas.

(...)

Eloise Lemmon regresó a Nueva York en el Infanta Isabel, en el mismo barco en el que -un par de años antes- había viajado Joselito para su periplo por tierras americanas
De vuelta a Nueva York

Por eso cuando me marcho a América pienso en cómo será la Fiesta a partir ahora. Este siglo ha comenzado con una revolución, en la que se ha cambiado la forma de torear pero ha traído otros problemas a los que había en el XIX. ¿Será cuestión de un cambio de época? ¿Será cosa de las modas? No puedo evitar preguntarme si dentro de un siglo los toreros serán como ahora. ¿Mandarán igual que mandó Joselito? ¿Vivirán por y para el toro? ¿Será el público tan apasionado y partidario de uno y otro torero como lo han sido con Joselito y Belmonte? ¿Será la Fiesta el principal y más atractivo espectáculo para los públicos? ¿Evolucionarán los ganaderos hacia ese tipo de toro que buscaba Joselito para el nuevo toreo que ha nacido con este siglo XX? ¿Mantendrá el hierro de Miura su legendaria leyenda? ¿Tendrán los empresarios los mismos conflictos de intereses con los toreros que ahora? ¿Podrá mandar tanto un torero como para elegir quién le acompaña o no en un cartel? 

Todas estas preguntas me las llevo de vuelta en la maleta. Me gustaría conocer las respuestas a todas ellas, tanto como que la Monumental de Sevilla siga siendo la plaza de toros que Joselito soñó, aquella que iba a acercar el espectáculo taurino a toda Sevilla. No sé qué pasará. Quién sabe, don Rafael, en este último año he descubierto que este arte del toreo es tan grande, que cualquier cosa es posible. Por eso, ahora mismo, en este barco que me aleja del lugar en el que nació José y yo he conocido el toreo tengo unas ganas incontrolables de mirar al mar, más allá del horizonte, pensar en el futuro y gritar:

¡Qué viva Sevilla!
¡Que viva el toreo! 


Eloise Lemmon Lissen (a) Lorena Muñoz Limón... o viceversa

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Nota de LRI. La Tertulia Taurina Macarena, tuvo el acierto de elegir para su VII Pregón taurino, celebrado el 12 de abril de 2015, a la aficionada y periodista Lorena Muñoz Limón. 

Lorena transfigurada en la imaginaria, pero emocionante, Eloise Lemmon Lissen, invitó a los asistentes a viajar en el tiempo para glosar la figura del mejor de los toreros, Joselito el Gallo, dando a conocer su obra. Una obra entre la que destaca su idea de las plazas Monumentales.

Hoy, 6 de junio de 2018, justo cien años después del centenario de la corrida inaugural de la Monumental sevillana, se ha presentado en el Ateneo un espléndido libro sobre las vicisitudes de esta magna y digna empresa. Su título "La Monumental de Sevilla-La dignidad de un proyecto". En el acto, de una gran categoría, participaron, además del Presidente de la Institución sevillana, Ignacio Sánchez-Mejías, prologuista; Manolo Grosso, epiloguista; los autores Fidel Carrasco, Julio Carrasco y Carmen del Castillo, arquitectos e ingenieros y el diestro José Antonio Morante de la Puebla, verdadero filósofo del toreo moderno y antiguo. Sus intervenciones cautivaron y entusiasmaron a los asistentes.



Una presentación de categoría superior
Pero sobre el libro y sobre el acto de presentación del libro, hablaremos en otra entrada de este blog. Hoy nos ha parecido oportuno recuperaren homenaje a Gallito, el magnífico texto del pregón de Lorena Muñoz Limón. Concretamente, la parte dedicada a la plaza de toros Monumental de Sevilla.




sábado, 2 de junio de 2018

Prevaricación

Por Jose Morente

El Presidente José Magán, en el palco de las Ventas, a punto de provocar un altercado de orden público por mor de su incompetencia y desconocimiento.
Artículo 82 del vigente Reglamento de Espectáculos Taurinos

1. Los premios o trofeos para los espadas consistirán en el saludo desde el tercio, la vuelta al ruedo, la concesión de una o dos orejas del toro que haya lidiado y la salida a hombros por la puerta principal de la plaza. Únicamente, de un modo excepcional, a juicio de la Presidencia, podrá ésta conceder el corte del rabo de la res.

2. Los premios o trofeos serán concedidos de la siguiente forma: los saludos y la vuelta al ruedo los realizará el espada atendiendo, por sí mismo, a los deseos del público que así lo manifieste con sus aplausos. La concesión de una oreja se realizará por el Presidente a petición mayoritaria del público; la segunda oreja de una misma res será de la exclusiva competencia del Presidente, que tendrá en cuenta la petición del público, las condiciones de la res, la buena dirección de la lidia en todos sus tercios, la faena realizada tanto con el capote como con la muleta y, fundamentalmente, la estocada.
(...)

Artículo 33.7 Los espectadores, mediante su exteriorización tradicional, podrán instar la concesión de trofeos a que se hubieran hecho acreedores los espadas al finalizar su actuación.


Definición de prevaricación (de Wikipedia)

La prevaricación, o prevaricato, es un delito que consiste en que una autoridad, juez u otro servidor público dicta una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial a sabiendas de que dicha resolución es injusta y contraria a la ley. Es comparable al incumplimiento de los deberes del servidor público. Dicha actuación es una manifestación de un abuso de autoridad

Está sancionada por el derecho penal, que busca la protección tanto del ciudadano como de la propia Administración. Para que este delito sea punible, debe ser cometido por un servidor o juez en el ejercicio de sus competencias.

La misión de los jueces es la de aplicar el derecho vigente al caso concreto. El ejercicio de esa función se denomina «jurisdicción», es decir, la esfera o el ámbito en el cual se puede desenvolver un funcionario judicial. Cuando un juez se aparta voluntariamente de la aplicación del derecho al caso concreto comete un delito del derecho penal que se denomina prevaricato.


Declaraciones del presidente José Magán tras la corrida del 11 de mayo 
(El País-Alejandro Martinez))

Para mí, no había mayoría y creo que la faena no era de oreja”. Así explica el presidente de la plaza de toros de Las Ventas, José Magán Alonso, su decisión de no conceder la oreja a Saúl Jiménez Fortes tras la faena al sexto toro del cuarto festejo de la Feria de San Isidro, celebrado este viernes en el coso madrileño. Su decisión no solo fue muy contestada en la plaza, con una fuerte bronca de gran parte del público, sino también en muchos medios de comunicación taurinos y en las redes sociales.

Pero Magán Alonso, inspector jefe de la Policía Nacional, no se arrepiente: “Soy consciente de la decisión que tomé y estoy convencido de que era lo que tenía que hacer”, ha afirmado en declaraciones a EL PAÍS. “La plaza de Las Ventas da mucho y creo que hay que mantener su identidad. No es lo mismo dar orejas en Madrid que en Guadalajara, Toledo o Aranjuez. Madrid tiene que ser más exigente. Así lo entiendo y trato de hacerlo”.





Poco que añadir

La verdad es que el tema da poco de sí. El reglamento vigente establece taxativa y claramente que la primera oreja la concede el presidente a petición mayoritaria del público. No hay más. Ni la calidad de la faena, ni la categoría de la plaza, ni el comportamiento del astado, ni cualquier otra circunstancia entran o pueden entrar en liza. Gustará o no, pero eso es lo que estipula el reglamento a cuyo cumplimiento están obligados los presidentes de las plazas de toros.

El 11 de mayo pasado, la faena de Saúl Jiménez Fortes al sexto toro de la tarde concitó la admiración y entusiasmo de los espectadores de las Ventas que, de forma mayoritaria, solicitaron la concesión de la oreja para el diestro malagueño. Oreja que el Presidente denegó. En su descargo, el señor Magán adujo en entrevista a Alejandro Martínez de El País dos argumentos: Que no había mayoría y que la faena no era de oreja.

Lo primero (que no había mayoría), no se sostiene a la vista de lo expresado mayoritariamente por el público en la plaza (que no es sólo y necesariamente exhibiendo pañuelos, como aclara el reglamento actual pues tan tradicionales son ya los gritos de júbilo y demanda de trofeos como el sacudir de moqueros blancos, prendas ya en desuso) y los revisteros en la prensa (de forma unánime). Lo segundo (que la faena no era de oreja), menos aún pues sólo prueba la incompetencia y desconocimiento del toreo por alguien a quien se le encomienda la delicada misión de presidir una corrida.

Lo grave es que los motivos aducidos: la valoración del mérito ("la faena no era de oreja") o la función autoasignada de defender la supuesta categoría de la plaza ("Madrid tiene que ser más exigente") son inaceptables e indefendibles pues van contra la letra y el espíritu del reglamento.

En ese contexto solo hay dos opciones: O el presidente desconoce el reglamento taurino, lo que lo inhabilita directamente para el cargo por incompetente (incompetencia que avala el crítico de El País, Antonio Lorca), o bien desdeña, desecha, menosprecia, subestima, posterga y se burla de ese reglamento que, en teoría, tiene la obligación de aplicar, como se deduce de sus propias declaraciones, lo que presupone, lisa y llanamente, que incurre en prevaricación. Así de sencillo. 

Otra cuestión es la de los intereses espurios de quien nombra y mantiene en el cargo a este tipo de Presidentes. Eso sí habría que investigarlo.

La repulsa al hecho que comentamos ha sido unánime. Tan unánime que hasta la Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de Toros de España (ANPTE) se lamentaba de lo sucedido en las Ventas el día 11 de mayo y cuestionaba los criterios de nombramientos de presidentes taurinos en la Comunidad de Madrid.
Epílogo. No hay dos sin tres.

Lo peor es que el Presidente era reincidente pues ya en su debú en el cargo, el día 8 de abril, negó otra oreja mayoritariamente solicitada al novillero Carlos Ochoa.

Y como no hay dos sin tres, el sábado 26 de mayo, también a otro novillero, Francisco de Manuel, el Presidente de ese día (Gonzalo de la Villa  Parro) le privó de la salida a hombros por la Puerta Grande de las Ventas al negarle la primera oreja de su segundo novillo pues ya había cortado otra al tercero, la tarde de los interesantes novillos de Fuente Ymbro). Fuimos testigos.