Fotos: Andrew Moore
Dicen de la estocada que es la Suerte Suprema, empecemos pues por la estocada |
Obviemos de Miguel Ángel Perera el que, junto con Fernando Cepeda, forma posiblemente el tándem más independiente e íntegro del actual panorama taurino. Obviemos que este torero se viste por los pies. Obviemos que su carrera se ha hecho a sangre y fuego. Obviemos también que, después de cada cornada, Perera reaparece más seguro, más valiente, más hecho como torero. Obviemos que Perera sabe torear y no sólo que sabe sino que sabe hacerlo con una rara precisión y extraña perfección pues Perera, esto es obvio, torea perfecto. Obviemos todo eso, que no es poco...
Lo que no podemos obviar es como vino este torero el sábado a las Ventas. Su predisposición, su decisión y su entrega desde el primer capotazo hasta la estocada a su segundo toro conformaron una apabullante muestra, de firmeza, de claridad de ideas y de capacidad lidiadora. Esa decisión es la que le llevó a su contundente e inapelable triunfo.
Hablemos, por ejemplo, de su capacidad lidiadora. El sábado en las Ventas, Perera estuvo atento y acertado en los quites a los toreros de las otras cuadrillas, como sólo lo están los grandes maestros, los buenos lidiadores. Por si fuera poco, no permitió que nadie diera un sólo capotazo a sus toros antes de banderillas. Hasta ese tercio sólo él, el sólo, llevó la lidia. Una lidia perfecta, medida y magistral sin un capotazo de más ni uno de menos. Toreando para el toro y no para el público. Así fue haciendo, poco a poco, pase a pase y lance a lance, a sus dos toros, que acabaron sacando ese buen fondo de nobleza y entrega que permitió esas dos excepcionales faenas de muleta. Las faenas de muleta medidas y perfectas que ambas reses requerían.
La colocación del torero fue perfecta en todo momento. Como perfecta fue también la manera de presentar la muleta y el acierto en los toques -siempre justos, precisos y oportunos-. Hubo temple y suavidad en el manejo de los engaños pero también firmeza y rotundidad cuando el toro lo requería. En las distancias -siempre en función de las condiciones de sus dos toros- Perera dio otra lección magistral. En su segundo (cuarto de la tarde) nos regaló un recital de cites a larga distancia que nos evocaba a los toreros de los 50. En las distancias cortas, tragó sin alardes, todo lo tragable. Hubo un grandioso toreo en redondo, de ensueño, pero también un increíble e inverosímil toreo en ochos de genuino corte ojedista.
La distancia |
Todo en Perera fue el sábado torero, pulcro, medido y exacto.
Podemos obviar muchas cosas de esta feria de otoño pero lo que no podemos obviar es como estuvo Perera el pasado sábado en las Ventas.
Un catedrático en la cátedra del toreo.
El gran toreo de Miguel Ángel Perera |
PD: Esta entrada se la dedico a Mar de Alamares. Gracias a ella, este blog vuelve a andar.
Me alegra volver a ver el blog activo.
ResponderEliminarUn saludo.
Morente,nuevamente con nosotros,ávidos de tus doctos comentarios.Por fin reapareces más brillante si cabe con esta página perfecta, que denota lo excelente aficionado que eres.
ResponderEliminarEfectivamente Perera estuvo sublime y es precisamente en esa feria de octubre donde se cierra la temporada y en la que hemos vivido momentos como los que nos proporcionaron Esplá o Juan Mora hace años.
Como siempre,agradecerte tu nueva lección de magnífico aficionado.
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Qué ganas había de que volviera el blog!!
ResponderEliminarMe alegra que estés de vuelta Jose.
Y sí, también me vino a la mente Ojeda viendo el primer toro de Perera.
Un abrazo.
Pablito.