Incomprensiblemente, hoy día, una estocada así no suma sino que resta ¿En qué tiempos -taurinos- vivimos? (Fotografía: Arjona) |
El premio nobel Ernest Hemingway escribía en "El verano peligroso" (1959), sobre Antonio Ordóñez, lo siguiente:
"Juanito Quintana acompañaba a Rupert y le pregunté qué tal había estado Antonio (...):
-¿Qué tal mata?
-Va por alto, doblándose impecablemente con la muleta muy baja. De dar en hueso, la segunda vez desvía ligeramente el estoque. No lo aparta. Lo desvía un poco para pinchar la arteria. Sabe el sitio exacto en que está a flor de piel y hace lo que debe aceptando todos los riesgos. Ha aprendido a evitar el hueso"
Gregorio Corrochano en "Cuando suena el clarín" (1961) replicaba a Hemingway, de la forma siguiente:
"Esto es el elogio del bajonazo. Algo así como si Ordóñez hubiese inventado el bajonazo, como Costillares inventara el volapié".Y explicaba:
"Cuanto más perfecto es un matador y cuanto más se arriesga a todo, menos sabe como no dar en hueso; porque los pinchazos en hueso, cuando se arriesga a todo el matador, esto es, cuando entra a la perfección, son posibles y hasta frecuentes y equivalen a estocadas detenidas en su recto camino por la articulación que abre o cierra al moverse el toro.
Pero este punto de vista inglés del bajonazo ¿no es el punto de vista de miles de espectadores, que agitan alborotados sus pañuelos pidiendo la oreja cuando el toro está muerto de un bajonazo por matadores que saben como no dar en hueso?"
Ese es el punto de vista de miles de espectadores pero también, lo que es aún peor y más grave, ¿no es el mismo punto de vista de los espectadores que no piden la oreja o los presidentes que no la conceden a matadores que tirándose recto pinchan en lo alto?
Ha pasado esta tarde en Bilbao donde no se ha pedido la oreja a Perera por un pinchazo y ha pasado también esta feria de Málaga, donde por un pinchazo -según el asesor- no se le concedió la segunda oreja a Saúl Jiménez Fortes en el toro de Victorino. Un pinchazo en lo alto, entrando a matar con todas las de la ley, en una estocada en la que el toro le propinó una cornada de 15 cms.
Curioso criterio este, el de los públicos y las presidencias modernas, por el que las orejas se pierden por tirarse a matar por derecho, con riesgo de pinchazo o cornada, y se ganan por bajonazos a la primera, con mucho menor riesgo.
Bien está, si queremos ser modernos, premiar el acierto -los bajonazos- que acortan la agonía del toro en época tan sensible al sufrimiento animal pero no es de recibo lo contrario, o sea, dejar de premiar la buena ejecución de la estocada... aunque se pinche en hueso. Y es que, cada vez más, se confunde ejecución con resultado. Apuesta con eficacia. Y se premia lo segundo en detrimento de lo primero. Mal hecho, en mi opinión.
Curioso criterio (¿será inglés?) el de estos públicos modernos sobre la suerte suprema.
Antonio Ordoñez, que sabía como no dar en hueso, también sabía como matar asumiendo todos los riesgos (incluido el del pinchazo) que conlleva entrar a matar con la máxima pureza. |
El público se encuentra obsesionado con el lugar en donde cae el estoque, sin valorar la forma de ejecución de la suerte. El lenguaje taurino es tan rico y tan variable que demuestra que antiguamente el toreo admitía muchísimas licencias que hoy ya no se permiten. Se han ido perdiendo por desconocimiento. Si no fuese así de amplio el espectro antiguamente, no se habría acuñado tanto término taurino en los diccionarios, y las cosas hubiesen sido mucho más simples y reducidas a algo así como: bien y mal.
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