lunes, 15 de mayo de 2017

¡Maldigo esta Fiesta!

Por Jose Morente

La historia del toreo está jalonada de broncas épicas y tremendas trifulcas. Por ellas, y no por el trato a los animales, podemos calificar de cruel al público de los toros. Cientos de años de civilización deberían servir para que el personal reflexionase y los comportamientos cambiasen.  Lo que antes podía ser motivo de diversión, hoy no es admisible (En la imagen, de Julián López-Mundotoro, David Mora -con la dignidad del héroe caído- contempla impotente el transcurso del tiempo)
Cuando en Sevilla sacaron a saludar a Morante después de que, tras una gran faena, le hubieran echado un toro al corral por transcurrir el tiempo reglamentario, hubo algunos aficionados (demasiados, para mi gusto) que se indignaron y consiguieron que ardieran las redes sociales. No podían entender la benévola (y, sin embargo, justa) actitud del público sevillano. Ellos querían sangre.

Es el mismo planteamiento de aquellos otros aficionados madrileños que se levantaron contra Antonio Ferrera hace unos años en una corrida de Victorino en Madrid, cuando este torero pretendía apuntillar a un toro que había destrozada la rodilla y la carrera profesional del tercero de su cuadrilla en funciones de puntillero.

Y es el mismo planteamiento de quienes, hace muy pocos días y también en Madrid, pedían (con una desmesurada saña y exagerada indignación) que sonara el tercer aviso para David Mora por su desacierto con el descabello. Excesivo rigor con un torero que sólo estaba fracasando en una suerte menor.

Y es que, como bien dice Carlos Ruiz Villasuso en Mundotoro:
"Donde el fracaso no nos basta. No sólo no admitimos que sea el otro lado del éxito, algo pueril, pues el día y la noche siempre se besan a compás de todos los números de los calendarios, sino que sólo nos sirve la derrota. Somos hoy esos que la derrota del otro nos hace más grandes. No el fracaso. Esa forma de pedir la hora de pie, puño en alto, las venas de los cuellos iracundas y las gargantas en graderío de coliseo y el alma desbordando calificativos de paredón. Somos esos que no hacemos prisioneros. Somos la batalla al grito de no hay cuartel. No nos sirve la belleza triste y de luto de pena del fracaso. Sólo nos vale la derrota. Y de ella preferimos la que termina con la humillación".
Esos deshumanizados e insolidarios espectadores de hoy, capaces de empatizar antes con los animales que con las personas, son, a fuer de animalistas encubiertos, (in)dignos herederos de aquellos otros que hace casi justo 100 años, increparon e intentaron agredir a Gallito y Belmonte, a cuenta de una corrida de Murube que, por la glosopeda o por lo que fuese, salió cayéndose. Era el 15 de mayo de 1920. Al día siguiente Joselito se encontró con su destino en Talavera.

Energúmenos de ahora, émulos de aquellos otros energúmenos de antes que prepararon el Gólgota para el mejor de los toreros.

Si esta Fiesta (la del rigor mezquino y la malévola saña) es la Fiesta que predican algunos... ¡Maldita sea esta Fiesta! 

Madrid. 15 de mayo de 1920. Un mulillero contempla filósofo, antes del arrastre, a uno de los toros de esa tristemente famosa corrida. Han pasado 100 años y seguimos igual.

16 comentarios:

  1. "Excesivo rigor con un torero que sólo estaba fracasando en una suerte menor y más propia de matarifes"

    Venga ya...no puede usted decir más tonterías hacia la SUERTE SUPREMA...cuando quiera usted les quitamos el nombre de MATADORES DE TOROS

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. " señor Anónimo", si usted es incapaz de desglosar el conjunto de una faena de sus matices individuales, está sobrando como espectador de tendido. Y otra particularidad: en el toro, los hombres se caracterizan por dar la cara e ir de frente," señor Anónimo"".

      Eliminar
  2. José Morente, de acuerdo con tu acertado comentario.
    El público quiere sangre y se erige en juez cuando le dejan expresar su ira incontrolada y acumulada en sus venas. Parece que no es un hecho concreto, como en este caso la falta de acierto de un torero, sino cualquier situación que le permita descargar su furibundo descontento contra lo que sea.Cuando se sientan en su localidad se convierten en jueces togados que imparten su inquina a diestro y siniestro. Lo único que les satisface es la protesta, el grito y el insulto, que en ningún otro lugar pueden administrar a su antojo.
    Triste espectáculo el de esos energúmenos vociferando a cualquier profesional, que como en el caso de David Mora, es sin duda el que más sufrió aquella triste tarde.


    ResponderEliminar
  3. Anónimo:

    ¿llama usted, en serio, "suerte suprema" al descabello?

    Venga ya... no se puede decir mayor tontería (conforme al criterio de los mejores aficionados de todos los tiempos)

    ResponderEliminar
  4. Pues a mí me gustaría apuntar que, en primer lugar, el espectáculo que dio David Mora el viernes pasado con el descabello
    fue muy lamentable. Y desagradable. Que no lo hizo adrede ni con ánimo de encrespar al público, me lo imagino perfectamente.
    Y que es el primero que lo siente, que le hubiera gustado hacerlo mejor, también lo doy por hecho. Por lo que sea, no tuvo su día.
    No tuvo su día con el descabello (supongo que es algo que puede pasar, que uno no acierte y se "encasquille"). Tampoco tuvo su día
    con la espada. Y a lo mejor tampoco estuvo todo lo clarividente que hubiera sido de desear. Si no, tal vez, habría entrado a
    matar otra vez. O le habría sacado el estoque al toro antes de descabellarlo para que este pueda descolgar del todo y mostrar
    la muerte.

    Creo que estaremos todos de acuerdo en que "no lo hizo bien. No lo hizo nada bien". Si ese día hubo gente en la plaza que fue
    un poco por curiosidad, a ver qué le parecía, porque le han dicho que esto es un espectáculo sublime, que ahí es dónde más se respeta al toro
    etc, pues...es muy posible que no vuelvan a ir.

    Y el debate que se plantea aquí es si el público fue cruel con él, si su actuación mereció la bronca que se produjo en la plaza
    con espectadores incluso pidiendo que sonara el tercer aviso.

    Aquí va mi opinión: yo, que no pité al torero cuando se consumó la vuelta del toro a corrales sí que estaba pidiendo (no al presidente, si no
    "al aire") que por favor sonara ya el tercer aviso. Y no por ser cruel con el torero, ni verlo humillado ni derrotado. Simplemente
    porque lo que estaba aconteciendo era muy desagradable. Y no se intuía que en algún momento fuera a acertar con el descabello. Mas bien parecía que si le
    daban 10 minutos más, habríamos asistido a 10 minutos más de intentos, sin éxito, de acabar con la vida del toro.

    La bronca que recibió no voy a decir que fuera justa, pero no me pareció injusta. Igual que se jalean los naturales de verdad y se "olean" las
    verónicas ganandole el terreno al toro, se podrán pitar y recriminar las actuaciones menos afortunadas. ¿O solo se puede expresar el público
    para jalear al torero?

    En el caso de David Mora el viernes pasado, su actuación a la hora de matar el toro fue muy deficiente. Y es un matador de toros.

    En cuanto al caso de Morante en Sevilla, el año pasado, como no estuve no puedo opinar. Pero creo que todos
    entendemos la suerte de matar como la suerte suprema. El único momento de la lidia en el que el torero le pierde la cara al toro y está
    a su merced. Y creo, así mismo, que todos defendemos que el toro es merecedor de una muerte digna y noble. Por esto se pide una ejecución
    de la suerte de matar lo más "pura" posible. Sin esconderse. Sin aliviarse. Sin trucos. Por respeto a la lidia, por respeto al público, por respeto,
    en primer lugar, al toro, que deja su vida en el ruedo. Todo esto resumido en que esa es la mejor manera de dejar una estocada en todo lo
    alto y hacer que el toro ruede en 10 segundos.

    Hay matadores que hacen así la suerte de matar, más "verdadera" y otros un poco menos. Y si a un matador le suenan los
    tres avisos porque está entrando mal a matar, saliéndose de la suerte y aliviándose, y por eso no consigue matar al toro, creo que sí merece
    la bronca y la recriminación consiguiente. Por un lado, por el toro. Por otro, para poder poner en valor y diferenciar con el que sí ejecuta
    la suerte correctamente y entra a matar recto, sin tapar la cara del toro y pasando por encima de los pitones, arriesgando la vida para
    darle una "buena" muerte al animal.

    ¡Un cordial saludo!

    ResponderEliminar
  5. Vamos que 16 descabellos es para estar callado en la andanada.
    No quiso ni ver a ese toro.
    Lo mando masacrar al caballo
    Pero claro, ya sabemos que mejor callarnos.
    Es condición, de pagar la entrada.
    Palmear y callar.
    Por cierto, al subalterno de Mora que según salia nos mando callar( pero ya casi en el callejón) también debimos de callar.
    Pues eso, pago y calló.
    Que si no me llama alguno animalista.
    Cuanta mierda tapan los estamentos taurinos, a costa del animalismo.

    ResponderEliminar
  6. Raúl Sánchez:

    Repito lo dicho anteriormente. La protesta es consustancial a la fiesta y en ningún momento se discute el derecho del espectador a protestar lo que no le gusta. Otra cosa es que a mí, personalmente, la protesta me parezca un sinsentido pero eso es otra cuestión.

    Lo que se discute, como acaba de indicar en otro comentario es la crueldad y los tintes de la protesta que se produce por el desacierto del matador al descabellar al toro. En esa protesta que, como he dicho he vivido otras veces en esa plaza, creo que existen unos componentes animalistas, de sensibilidad animalista, que personalmente me parecen preocupantes.

    El odio creo que no conlleva nada bueno ni resuelve ninguno de los problemas reales o supuestos que pueda tener el toreo actual.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No.
      Precisamente animalista no soy.
      Mire usted, yo empecé a contar a partir del 5
      Grite, no estas colocado.
      Pedí curso de Roberto Domínguez.
      Ya ves animalismo puro.
      Desde mi humanismo, sin toro ni respeto al toro.
      Pa que voy a los toros, yo

      Eliminar
    2. Don José , yo que admiro lo que escribe creo que es muy difícil deslindar la protesta "buena" de la "mala" y cruel, que tampoco me gusta (presencie porque estaba en la plaza con mucho disgusto la que menciona a Ferrera). Lo que si se es que cuando las cosas se hacen bien el silencio y las aclamaciones en la plaza de Madrid son únicos. Lograr que al final el espectador calle es un paso mas hacia la liquidación. Yo observo entre los matadores de toros una cierta crisis: De técnica ¡Que mal se esta matando en este San Isidro!, de personalidad, una cierta monotonía. Pero bueno, a los toros hay que estar también a los detalles, a las cosas bien hechas. Enhorabuena por su pagina una vez mas. Y que los toros son también polémica y división de opiniones!! Gabriel Gamazo

      Eliminar
  7. Manuel:

    Estoy de acuerdo con usted. De hecho no discuto la incapacidad de Mora, ni la debacle que supuso su desacierto con el descabello, ni la merecida bronca del -otras veces- atinado público madrileño, lo que quería destacar en la entrada es la saña y crueldad con la que se comportó parte del público.

    Una saña que ya viví otra vez en esta plaza el día de los Victorinos con Ferrera y que en mi opinión merece la denuncia.

    Hay broncas y broncas. Y esta del descabello, que no es producto de cobardía sino de impotencia del torero, me parece que tiene un trasfondo animalista que me parece preocupante.

    Una cosa es protestar y otra -con los ojos inyectados en sangre- pedir el peor de los castigos para el torero por su desacierto al descabellar al toro.

    Eso es lo que ni entiendo ni disculpo.

    Pero su comentario si que lo suscribo en gran parte.

    Un cordial saludo

    ResponderEliminar
  8. Al final de los finales la fiesta no crea afición .esto se acaba salud

    ResponderEliminar
  9. Soy partidario de que la labor del torero termine en el momento de introducir el estoque en el toro porque, efectivamente, el descabello y la puntilla son faenas de matarife, y matarifes deben realizarlas incluso con nuevas tecnologías si es preciso. Es repugnante el espectáculo de los puntillazos y descabellazos, que nada aportan, salvo miseria y tiempo perdido.

    Me parece increíble, por ejemplo, que el público espere a que el puntillero acierte para pedir las orejas. ¿Tan poco poco entusiasmo provocan las faenas?

    Por cierto, creo que es hora ya de poner la suerte de matar en sus sitio. Quizá antiguamente era la suerte suprema porque las demás consistían en quites y trapazos. Hoy se la puede llamar suerte final, pero no suprema. ¿La gente va a las corridas por la estocada? Por muy meritoria y arriesgada que sea, nadie lo niega, ¿vale más que pasarse el toro por la barriga con capote y muleta durante diez minutos?

    Por eso, me gusta referirme a los toreros como toreros, no como matadores.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  10. Anónimo 2:

    Efectivamente, mientras haya aficionados dogmáticos que no le den importancia a lo que la tiene (que es lo que hoy ocurre) y que piensen que todo es mentira (cuando todo es verdad) la fiesta se acabará

    ResponderEliminar
  11. Anónimo 3:

    Estoy de acuerdo aunque con matices.

    A mí, personalmente, todavía me cuesta asumir el criterio del público de hoy respecto a la estocada dando más importancia al resultado que a la ejecución. Como aficionado de los de antes, valoro más un pinchazo bien ejecutado que una estocada fulminante, aunque reconozco que todo tiene su mérito e importancia.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  12. Raúl I Sánchez:

    Sobre la colocación ya he dado en varias ocasiones mi opinión. Creo que muchos de los tópicos que circulan sobre este tema son erróneos.

    Lógicamente, no puedo aprobar la actitud de quienes, a bocinazos, pretenden corregir la colocación del torero.

    Para mí es una cuestión de educación (taurina y... urbana)

    ResponderEliminar
  13. Gabriel Gamazo:

    Yo también admiro esa plaza de Madrid que es, cuando se entrega, una de las mejores del mundo. El problema de Madrid aparece con las faenas que no son ni evidentes ni rotundas. Aquellas en las que el aficionado tiene que tener para valorarlas y apreciarlas cierta sensibilidad y olfato. Y cuidado que no es un problema de "toda" la plaza sino solo de "parte" de la plaza.

    Madrid siempre ha sido exigente (y debe serlo) pero nunca se ha mostrado tan injusta y desorientada como se muestra hoy día.

    Gracias, en todo caso, por su elogio sobre el blog y me despido deseando que esta plaza, que tanto nos gusta a ambos, vuelva por sus fueros de afición exigente, dura, responsable y justa. O sea, lo que es o debe ser la cátedra del toreo, que resulta ser lo contrario de lo que esta plaza es hoy día.

    Un cordial saludo

    ResponderEliminar