La foto más difundida de la faena de Ferrera a Platino. El torero se enrosca al toro a la cintura.con el compás abierto (Foto de Maestranza Pagés) |
Nota de LRI. Tal ha sido el impacto de la faena de Ferrera a Platino de Victorino Martín que puede que esa faena marque en cierto sentido el devenir de esta temporada. Fue una faena, una lidia completa, con muchos matices, tanto por parte del toro como por parte del torero.
Hace unos días comentábamos sólo dos de esos matices, sólo dos detalles, el nombre del toro igual que aquel de Coaxamalucan al que inmortalizó Manolete y el cite con la muleta atrasada de tan honda raigambre manoletista.
Pero hay más, muchos más pues el análisis de esta faena no se agota en la coincidencia de un nombre y de un matiz técnico por muy importante o curioso que eso sea.
De esos otros matices, también sólo de algunos de ellos pero quizás más relevantes, nos habla con su habitual sapiencia y acierto, Fernando Cámara. Le leemos.
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Ferrera reedita en la Maestranza clásicas maneras de realizar la lidia. Lidia sobre las piernas para llegar al toreo básico de aguante e imposición ante un encastado cárdeno de Victorino.
A veces el estatismo tan recurrente puede llegar a cansar al espectador, No ocurrió esto con la briega de Ferrera. Al contrario, el planteamiento de sus faenas, mantuvo vivo en todo momento el interés en todos los tercios. Convendría pensar que al toro merece plantearle un trato de respeto a su bravura, establecer el sitio y el espacio que demanda su tesoro genético, junto con composición y dinamismo al lidiar. En pocas palabras, ¡TORERIA!
Pudiera ser que otros pongan excesiva simplicidad para ejecutar el toreo y que este estilo solo dejase de manifiesto falta de ideas o de entusiasmo para interpretar una lidia completa. Es posible que planteando este concepto, se trate en definitiva, de torear más los defectos que las virtudes de la casta del toro.
Y claro, realizándolo de esa forma, comenzarían a aflorar aquellos defectos que desesperan al aficionado. Aquellos aficionados de antaño, taurinos añejos que animaban desde los tendidos diciendo: ¡déjate ver! ¡fibra! ¡dale importancia! O ¡ándale bien!
Era el estímulo necesario para que los toreros se sintieran y se comprometieran con los tendidos. El impulso que ponía entusiasmo al quehacer en el ruedo para dar la máxima expresión del toreo y por ende, la interpretación de todos y cada uno de los valores esenciales de la lidia.
En Ferrera ante el de Victorino, vimos la fuerza y la expresión de un entusiasta, de un creador, de un torero con mayúsculas, cuyos valores se mantienen frescos en su corazón y en su mente, capaz mirar hacia atrás y escuchar a aquellos presuntos aficionados ya ausentes.
Su desenvoltura para moverse ante la cara del toro respetando distancias y tiempos en el ruedo, dominando los tercios, convenció y sorprendió al purista público maestrante. Su habilidad para provocar la embestida estableciendo la distancia perfecta y al tiempo una sutil invasión del pitón contrario con un preciso paso hacia delante en cada lapsus de entre muletazo y muletazo, alegraba la embestidas del cárdeno demostrando un completo conocimiento y una soltura emergente (como expresaba Emilio Muñoz en uno de sus comentarios) de los secretos de la lidia.
En definitiva, el resultado del acierto al interpretar el toreo de siempre en un contexto moderno.
En fin, a mí me pareció una faena valiente pero atolondrada, pero en la plaza se ven las cosas de otra manera.
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