sábado, 11 de febrero de 2017

Tercio de banderillas (V) ¿Quiebro o cambio?

Por Jose Morente

Antonio Márquez, marcando el quiebro en banderillas al quiebro en tablas (Foto archivo Vaquero)
Los debates de los viejos afiionados

Los aficionados decimonónicos gustaban de las controversias taurinas. Era época de grandes discutidores y grandes discusiones tanto sobre los temas más trascendentes como sobre los más nimios.

Así, en aquellos tiempos románticos se podía pontificar sobre si debía primar el conocimiento de las suertes o el las reses o si era de más mérito el toreo de la escuela rondeña que el de la sevillana. Se opinaba sobre como debía ser el tope de las puyas, se polemizaba sobre el sorteo o sobre qué plazas estaban legitimadas para conceder las alternativas y cuales no. Se especulaba sobre el orden de lidia de las reses en función de la antigüedad de las ganaderías, etcétera, etcétera,...

En fin, que analizaba todo, se cuestionaba todo y se discutía sobre casi todo. Hasta el nombre que debía ponerse a cada suerte era motivo de litigio.


Quiebro y no cambio

Por eso, cuando el Gordito trajo a los ruedos el par quiebro en banderillas, suerte gracias a la cual ese tercio se revistió de un novedoso prestigio, los viejos aficionados se enzarzaron en si la nueva suerte debía llamarse quiebro o cambio.

Aunque esa cuestión semántica quedaría resuelta con el tiempo pues -segun la opinión mayoritaria y unánime- no debe llamarse "cambio" a una suerte en la que se quiebra la trayectoria del toro pero no se le cambian los terrenos, los aficionados más nostálgicos (tal don Luís Fernández Salcedo) seguían gustando -todavía a mediados del siglo pasado- en llamar "cambio" a esa siempre espectacular suerte.

La distinción no es baladí. Quiebro es la suerte que practica Luis Miguel Dominguín sacando el pie hacia un lado, desviando la trayectoria del toro y volviendo a recuperar su posición en el momento de clavar los rehiletes.




Por el contrario, en el cambio, al toro se le cita por un lado y se le da salida por el otro. Un buen ejemplo es el pase cambiado. Por eso, según los teóricos del toreo, el cambio sólo es posible a favor de un engaño (capote o muleta o incluso las banderillas de lujo, por lo recargadas que son) pero, sin engaño, en banderillas podrá haber quiebro pero no cambio.


Un giro inesperado: Cambio y quiebro

Siempre he creído que la cuestión estaba zanjada y bien zanjada, pero revisando viejas revistas taurinas, me encuentro   con este artículo publicado en la Lidia en junio de 1883, sobre los matadores en el tercio de banderillas, donde se comparan los respectivos méritos del Gordito y Guerrita, los dos diestros de más éxito popular en esta suerte.



El párrafo final no tiene desperdicio: Según el artículo, cambio y quiebro no serían lo mismo. Lo transcribimos porque está muy calro:
"Ahora bien, el diestro sevillano ha cambiado y el cordobés ha quebrado en lo cual hay mucha diferencia. Porque quebrar es solo el engañar por un lado a la res, haciendo sólo un movimiento de cintura y cambiar há menester de tres compases que se dan junto al mismo testuz del toro, uno de ellos engañando, otro dando la salida y el tercero clavando sin mover los piés."
Casi nada. Ahí queda la opinión de ese desconocido (anónimo pero notable) matador de aquella época. Mil ochocientos ochenta y tres. Algo ha llovido desde entonces.

Hoy ya no vemos cambiar en los ruedos, sólo quebrar y al hilo de las tablas como hacía Luis Miguel Dominguín, pero ¿Y en las calles? ¿Se ve o se podrá ver alguna vez un cambio tal y como lo describe la Lidia?


Juan Nieto frente al toro ¿Quiebro o quizás cambio?





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