martes, 28 de febrero de 2017

Cuaderno de notas (CXIV) Así toreaba de capa Antonio Montes

El trianero Antonio Montes. Uno de los toreros claves en la historia del toreo que es recordado hoy día sólo como precursor de Juan Belmonte (Fotografía del libro de García Carrasclás)
Nota de LRI: Antonio Montes es un diestro importante en la historia del toreo pues, no en balde, fue el más directo precursor de Juan Belmonte a quien le llegó el estilo de torear del monaguillo de Santa Ana, a través del banderillero Calderón, su mentor y primer publicista. 

Montes, como Belmonte, destacó, sobre todo, toreando de capote, pero poco muy poco se ha hablado de su estilo con la capa, un estilo y concepto que nos describe con todo lujo de sorprendentes e interesantes detalles, Antonio García Carrasclás en un librito publicado en Barcelona el mismo año en que el toro Matajaca había acabado con la vida del trianero en México.

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Creo haber dicho que Montes era clásico. De su clasicismo, toreando de capa, provino su fama (...) Se vió que aquel estilo de torear, no era casual, que era suyo, y por su especialísima y admirable manera de torear de capa, logró su encumbramiento y llegó, famoso, á tomar la alternativa. ¿Qué como lo hacía? Dificilísimo, para mi por lo menos, es explicar lo que en aquel momento se veía (...) diremos que Antonio Montes, en aquel instante se constituía en una especialidad.

Montes toreando de capa a un toro de Infante en la plaza portuguesa de Campo Pequenho en 1903 (Fotografía publicada en Sol y Sombra)

Cogiendo el capotillo por muy cerca del cuello de la esclavina, con lo que mermaba mucho el vuelo de la tela y por lo tanto su propia defensa, sin dar el frente ni el costado á las reses, oblicuándose, pase la figura, y con los brazos más bien caídos que levantados, y ligeramente inclinado hacia adelante el cuerpo, citaba á la res con más aparente timidez que arrogancia, que no sabía Montes afectar, como otros muchos afectan (...)

Citaba, como digo, en aquella posición á la res y al arrancar ésta, no se veía en Antonio lo que generalmente en los demás se suele ver: adelantar los brazos, girarlos, extendidos á la altura del pecho hacia el lado por el que sé piense cargar la suerte y ayudar la acción al engaño inclinando el cuerpo y adelantando la pierna para disminuir el peligro con la mayor cantidad de salida posible.
Toreando de este modo, el fuera de cacho torero, es evidente, por esto rara vez impresionan toreando de capa quienes asi torean, como impresionaba Montes, el cual, dejando á un lado toda sofisticación y todo intento de estudiada pose, en vez de adelantar, encogía los brazos, en lugar de abrir, recogía todavía más el capote y esperaba á que llegase á su jurisdicción el toro, á que pisase su terreno, á que la res segura de su presa engendrase la cabezada, para abrir entonces el capote hasta dejarlo en su primera proporción de defensa y cargar la suerte, extendiendo hacia fuera los brazos quebrar de cintura y marcar con el cuerpo un cuarto de conversión, mientras se extendía hacia atrás la pierna contraria, sin mover la en que se afianzaba el diestro, que era la que se pretendía buscar alivio, podía forzar y ampliar la cantidad de salida que se marcare á la res. Y el lance, ora al natural, ora de trente por detrás, ora de farol, resultaba ceñidísimo, de gran lucimiento á pocos pies que tuviera el toro, por lo mucho que lo consentía el torero, y de un efecto sorprendente, que de un modo insensible entusiasmaba á la concurrencia (...)

Montes en una capea con el estilo descrito en el texto, sin sacar en demasía los brazos (Fotografía publicada en el libro de García Carrasclás)

Y como constituía una cosa grande, una forma excepcional de torear de capa, armó el revuelo que debía armar, proporcionó grandísimas ovaciones y fama al ejecutante y le abrió paso entre sus compañeros, facilitándole el encumbramiento, el soñado camino de la alternativa.

GARCÍA CARRASCLÁS, Antonio. "Antonio Montes" (Barcelona, 1907. Págs. 17 a 24)


Montes a la salida de un quite en una corrida celebrada en Sevilla un día del Corpus


miércoles, 22 de febrero de 2017

Postales taurinas (XVII) El poderío capotero de Gallito

Por Jose Morente

Toreo de capote de Joselito el Gallo (Fotografía de la web de la Peña "Los de José y Juan")

Si hay una fase de la lidia donde es más necesario ganarle la pelea a los toros es con cuando se les recibe con el capote de salida

Torear de salida, al margen los alardes de valor, es ir a poderle al toro. A ganarle la pelea. El toreo de capote que se hace alternando pitones y adelantando la pierna es por eso, muy eficaz para conseguir ese dominio.

La foto de Joselito el Gallo que encabeza este post no tiene desperdicio. El torero no ha citado ya de frente, como en las verónicas antiguas, sino de tres cuartos lo que delata esa la punta de la zapatilla izquierda que mira al lugar desde el que vino el toro mientras la punta de la zapatilla derecha, mira hacia donde va el toro.

Con las manos pasa igual, pues ya no van altas como en el toreo anterior, sacando al toro por arriba, sino que se han desemparejado. Así, la izquierda sujeta, mientras la derecha manda (¡Y como manda!) en la embestida del burel al que retiene y hace volver por su camino, embebido en los vuelillos del capote.

Destroncándole, sí, pero sobre todo, llevándole toreado en preludio y esbozo de ese toreo en redondo con la muleta que vendrá más tarde. Cuando el toro ya esté más entregado.

Lidia y toreo empiezan aquí a ir de la mano.


domingo, 19 de febrero de 2017

Suertes en desuso (VII) El salto de Martincho

Por Jose Morente

Detalle del dibujo preparatorio de la Lámina XIX de la Tauromaquia de Goya, titulado "Otra locura suya en la misma plaza [Zaragoza]" (Museo del Prado-D04305)
La fama del diestro Martincho nos ha llegado a través de varios grabados de Goya y también a través de la no menos famosa Carta histórica sobre las Fiestas de Toros (1776) de Nicolás Fernández de Moratín. Dice Moratín sobre Martincho:
Fue insigne el célebre Melchor, como lo fue el famoso Martincho con su cuadrilla de Navarros, de los cuales ha habido grandes banderilleros y capeadores, como lo fue, sin igual, el diestrísimo Licenciado de Falces.
Sobre su identidad concreta existen algunas dudas pues hasta tres Martinchos nos ha legado la historia. Dos de ellos llamados Martín (Martincho es diminutivo de ese nombre). El primero, fue Martín Barcáiztegui, de Oyarzun (Guipúzcoa) que toreaba allá por 1778 a 1785. El segundo fue Martín Ebassun de Ejea de los Caballeros (Zaragoza)

El tercero, Antonio Ebassun, sería hijo o hermano del anterior y, muy probablemente, el Martincho de los aguafuertes de Goya pues desarrolló su carrera profesional entre 1747 y 1763, lo que cuadraría con las fechas facilitados por Moratín. según opina Cossío.

Lo importante es que, sus míticas hazañas, han pasado a la posteridad gracias a los grabados de Goya y que sus lances (recibir al toro a porta gayola sentado en una silla y con grilletes en los pies o saltar sobre el burel -también con grilletes- desde lo alto de una mesa) forman parte del imaginario colectivo por lo que han servido de inspiración a artistas posteriores.

Así Daniel Perea. ilustraba en 1884 la siempre llamativa doble página central de la Lidia con el célebre salto.



Veinte años más tarde, en 1904, un dibujo de Marcelino de Unceta, volvía a recoger el atrevido lance, aunque esta vez con diferente y original perspectiva



Hoy este tipo de temeridades y locuras ya no se ven en las plazas de toros. Al menos, en corridas formales, y si bien la herencia de este tipo de suertes se mantiene en las calles y en los concursos de recortadores, lo es sin rizar el rizo como lo rizaban las cuadrillas de toreros vasco-navarros del siglo XVIII.

En cualquier caso, de todo este batiburrillo de suertes proviene al fin y al cabo, el toreo a pie, tal y como hoy lo conocemos. 

En efecto, las cosas evolucionan y cambian y, por eso, no tiene nada de extraño que quienes empezaron burlando a los toros a cuerpo limpio mediante recortes, quiebros, galleos o cuarteos, comprendieran luego, que esa burla podía hacerse, mucho mejor y con más seguridad, a favor de un engaño, ya fuera el capote o la muleta. De ahí, llegar al convencimiento de que la burla podía hacerse sin menear los pies (como afirmaba Pepe-Hillo en su Tauromaquia) sólo mediaba un paso.  Un paso hoy conseguido plenamente, pues en nuestros días es sólo el engaño y no el movimiento del cuerpo del torero el que sirve para burlar y, otro novedoso concepto, conducir las embestidas de las reses.

Pero estábamos con el salto de Martincho que, ahora y gracias al cinematógrafo, deshacedor de tantos entuertos, vamos a poder ver en la práctica ese salto aunque, eso sí, sin grilletes en los pies.

Las imágenes corresponden a la corrida de la Asociación de la Prensa de San Sebastián, celebrada el 25 de julio de 1932. Se lidiaron ese día 2 toros de Trespalacios para Simao da Veiga y 6 de Murube en lidia ordinaria para Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega.

En el segundo de los de Trespalacios y antes de la actuación del rejoneador luso, se practicó el salto de la garrocha y el salto de Martincho que es el que vamos a ver aunque -como hemos indicado- sin el impedimento de los grilletes.


viernes, 17 de febrero de 2017

Carnaval taurino (I) He conocido una chica que es super-animalista

Por José Morente




Estos últimos años, la moda animalista había llegado al Carnaval de Cádiz y no era raro que algunas agrupaciones, deslizasen entre sus letras alguna proclama más o menos antitaurina. Sin embargo, la "sinrazón" de los animalistas no podía dejar indiferentes a los casi siempre agudos y sensibles carnavaleros gaditanos.

La inquina desplegada en las redes contra la viuda de Víctor Barrios y contra el niño Adrián (que padece sarcoma de Ewing con metástasis pulmonar y cuyo único delito es soñar con superar sus miedos a través del toreo) ha provocado la reacción de la chirigota "Los Pastelitos", y ha puesto literalmente en pie -no de guerra, sino simplemente de defensa de la humano ante la maldad humana- a todo el Teatro Falla.

Los oímos.


He conocido a una chica
que es super-animalista,
a los mosquitos en su casa
hay que echarlos con la vista.

Pero me gusta un montón,
día a día me enamoro...
¡Pues a ver cómo le dices
que a ti te gustan los toros!

Y es que das mucha razón
Es que, eso va a ser un marrón

Sí, un día que comimos solos
yo me pedí rabo de toro
y me miró con una cara
que llamé a la camarera:
“Perdone, se ha confundido
yo he pedido berenjena”.

Para poder conquistarla
yo la suelo acompañar
a las manifestaciones
“Pa’ que queremos más toros
si ya tenemos a Montoro”.

Y la tengo ‘camelá’,
a todas las ferias de España
voy con ella protestando,
cada vez estoy más cerca
“No queremos corridas”…
eso habría que matizarlo.

Ya conozco a mucha gente
del ambiente pro-animal,
pero algunos no me cuadran
por su radicalidad.

Como aquellos que atacaban
y en las redes se burlaban de la viuda de un torero,
o deseaban la muerte de un niño enfermo e inocente
que soñaba con pisar el ruedo.

Sigue pidiendo respeto,
alegrándote de males,
que ya no habrá diferencia
entre tú y los animales.


Nota de LRI: Vaya por delante que no tenemos nada contra los animalistas. Me parece perfecto que cada cual defienda sus ideas y luche por ellas. Está en su derecho. Lo que no resulta de recibo es que, algunos, para hacerlo, ataquen, no los argumentos de quienes no piensan como ellos, sino a las propias personas.

Se empieza por denigrar al contrario, se continúa por caricaturizarlo y se termina por presentarlo como alguien carente de ética y moral (sólo porque su ética y su moral, no son las mismas que las nuestras) y, a partir de ahí, ya todo está permitido pues hasta la vida, de quien no comulga con nuestras ideas, deja de tener algún valor.  

Es lo mismo que, antaño, hicieron los inquisidores y los nazis. Y es lo mismo que, hoy día, siguen haciendo todos los intolerantes que, en el mundo, han sido.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Cuaderno de notas (CXIII) A Sevilla a ver los toros

Por Ignacio Sánchez-Mejías



Nota de LRI. Que en un blog gallista como este aparezca un artículo firmado por Ignacio Sánchez-Mejías -nada más y nada menos- produce un cierto escalofrío. Si además, como en este caso, quien ostenta tan dignamente ese nombre y apellido es un buen amigo nuestro, miel sobre hojuelas. Este artículo "A Sevilla a ver los toros", que se publicó, el pasado sábado día 11, en el Blog "Desde el Tendido Dos" del ABC de Sevilla, lo compartimos íntegramente en su contenido, pero daría igual que su opinión no coincidiera con la nuestra pues lo realmente importante  es que, con Ignacio,  compartimos aficiones y amistad.


Ayer se presentó el tradicional cartel del abono de Sevilla para la temporada 2017, de forma que tendremos que responder con nuestro tradicional artículo sobre el mismo.

Los carteles que encarga La Maestranza de Caballería de Sevilla, tienen una cosa buena. No dejan indiferente a nadie. A veces nos ponen de acuerdo en lo malo a casi todos, recuerdo el “toro del fotochó” o el pastiche del corta-pega de El Cid, pero lo normal es que haya defensores y detractores del mismo. El de este año lo ha pintado D. Carlos Franco, y en su presentación explicó varias cosas. La más llamativa es que el ojo ese que si se fijan, verán ustedes a la izquierda de la Puerta del Príncipe, simboliza el verso “a Sevilla a ver los toros” del poema “Prendimiento de Antoñito el Camborio camino de Sevilla” del Romancero Gitano de Federico García Lorca, como muy bien explica la periodista Lorena Limón en la edición impresa de ABC de Sevilla. Y esto, dice el autor que es un guiño a Ignacio Sánchez Mejías y a Lorca ¡Cuántas cosas en un solo ojo! Sólo por esto ya nos tendría que gustar el cuadro.

Joselito. Galleo del Bú.

Además, como pueden ver en la foto, el cartel está inspirado en la olvidada suerte del galleo del bú ejecutada por Joselito El Gallo. Y sólo por ser un cuadro inspirado en Gallito también nos tendría que gustar. De forma que el cuadro nos gusta por estos motivos y porque nos gusta sin más. Me parece que para su cometido es un magnífico cartel, reconociendo que de pintura sé menos que de toros, donde me quedé en el dibujo en dos dimensiones, por lo que encuentro de mucho mérito cualquier pintura. Desde que se presentó, este cuadro ha creado la lógica polémica en las redes sociales, reconociendo que los detractores son más numerosos que los defensores, que también los hay, y bastantes.

En lo que todos estamos de acuerdo es que el Salón de Carteles de La Maestranza contiene una soberbia colección de pintura taurina y cuando lo contemplamos, unos cuadros acompañados de otros, nos acaban gustando hasta los que en su día denostamos y que cuentan con sus consabidos motes. Siendo el museo de La Maestranza el segundo más visitado de Sevilla, desconocemos por qué el citado Salón no está incluido en la visita. Creo que ganaría en categoría tanto la visita como el salón.

Artículo de @isanchezmejias publicado en el Blog "Desde el tendido Dos" de ABCdeSevilla


sábado, 11 de febrero de 2017

Tercio de banderillas (V) ¿Quiebro o cambio?

Por Jose Morente

Antonio Márquez, marcando el quiebro en banderillas al quiebro en tablas (Foto archivo Vaquero)
Los debates de los viejos afiionados

Los aficionados decimonónicos gustaban de las controversias taurinas. Era época de grandes discutidores y grandes discusiones tanto sobre los temas más trascendentes como sobre los más nimios.

Así, en aquellos tiempos románticos se podía pontificar sobre si debía primar el conocimiento de las suertes o el las reses o si era de más mérito el toreo de la escuela rondeña que el de la sevillana. Se opinaba sobre como debía ser el tope de las puyas, se polemizaba sobre el sorteo o sobre qué plazas estaban legitimadas para conceder las alternativas y cuales no. Se especulaba sobre el orden de lidia de las reses en función de la antigüedad de las ganaderías, etcétera, etcétera,...

En fin, que analizaba todo, se cuestionaba todo y se discutía sobre casi todo. Hasta el nombre que debía ponerse a cada suerte era motivo de litigio.


Quiebro y no cambio

Por eso, cuando el Gordito trajo a los ruedos el par quiebro en banderillas, suerte gracias a la cual ese tercio se revistió de un novedoso prestigio, los viejos aficionados se enzarzaron en si la nueva suerte debía llamarse quiebro o cambio.

Aunque esa cuestión semántica quedaría resuelta con el tiempo pues -segun la opinión mayoritaria y unánime- no debe llamarse "cambio" a una suerte en la que se quiebra la trayectoria del toro pero no se le cambian los terrenos, los aficionados más nostálgicos (tal don Luís Fernández Salcedo) seguían gustando -todavía a mediados del siglo pasado- en llamar "cambio" a esa siempre espectacular suerte.

La distinción no es baladí. Quiebro es la suerte que practica Luis Miguel Dominguín sacando el pie hacia un lado, desviando la trayectoria del toro y volviendo a recuperar su posición en el momento de clavar los rehiletes.




Por el contrario, en el cambio, al toro se le cita por un lado y se le da salida por el otro. Un buen ejemplo es el pase cambiado. Por eso, según los teóricos del toreo, el cambio sólo es posible a favor de un engaño (capote o muleta o incluso las banderillas de lujo, por lo recargadas que son) pero, sin engaño, en banderillas podrá haber quiebro pero no cambio.


Un giro inesperado: Cambio y quiebro

Siempre he creído que la cuestión estaba zanjada y bien zanjada, pero revisando viejas revistas taurinas, me encuentro   con este artículo publicado en la Lidia en junio de 1883, sobre los matadores en el tercio de banderillas, donde se comparan los respectivos méritos del Gordito y Guerrita, los dos diestros de más éxito popular en esta suerte.



El párrafo final no tiene desperdicio: Según el artículo, cambio y quiebro no serían lo mismo. Lo transcribimos porque está muy calro:
"Ahora bien, el diestro sevillano ha cambiado y el cordobés ha quebrado en lo cual hay mucha diferencia. Porque quebrar es solo el engañar por un lado a la res, haciendo sólo un movimiento de cintura y cambiar há menester de tres compases que se dan junto al mismo testuz del toro, uno de ellos engañando, otro dando la salida y el tercero clavando sin mover los piés."
Casi nada. Ahí queda la opinión de ese desconocido (anónimo pero notable) matador de aquella época. Mil ochocientos ochenta y tres. Algo ha llovido desde entonces.

Hoy ya no vemos cambiar en los ruedos, sólo quebrar y al hilo de las tablas como hacía Luis Miguel Dominguín, pero ¿Y en las calles? ¿Se ve o se podrá ver alguna vez un cambio tal y como lo describe la Lidia?


Juan Nieto frente al toro ¿Quiebro o quizás cambio?





lunes, 6 de febrero de 2017

Tercio de banderillas (IV) Una suerte con mucho peligro

Juan José Trujillo a quien vemos, en la foto, en el Patio de Cuadrillas junto a Alejamdro Talavante, antes de comenzar una corrida, protagonizó el pasado viernes la tercera charla del Toreo por dentro organizada junto a UTAMA y dedicada al Tercio de Banderillas. Muy sembrado y muy relajado, todo lo que dijo tuvo el máximo interés
Entre la tremenda dureza del tercio de varas y el seco enfrentamiento del tercio de muerte, el tercio de banderillas aparece a nuestro ojos como un tercio airoso, alegre y grácil.

Incluso los espectadores más sensibles y menos curtidos en tauromaquia encuentran en esta fase de la corrida, más motivos de relajo y diversión que en el resto de la lidia.

Sin embargo, tras esa simpática apariencia se esconde un tercio de mucho riesgo, no siempre evidente, pero siempre cierto.

Enfrentarse a cuerpo limpio sin engaños al toro para ganarle la cara a la carrera o burlarle con un hábil quiebro ha resultado siempre algo sorprendente para los espectadores que agradecen esa rotura de la tensión que las banderillas encarnan.

Sin embargo, tras esa fachada brillante y entretenida, acecha el peligro. En todos los toros y todas las tardes (en el ruedo siempre hay peligro) aunque acostumbrados a él, al final acabamos por no darle importancia a algunas cosas que tienen mucha.

Vídeo 1. Un traspiés puede surgir en cualquier momento

Manolo Ortiz, maestro y primer referente de Juan José Trujillo, banderillea en Madrid con su habitual solvencia y poderío, pero tiene un traspiés a la salida del par, por fortuna sin resultar cogido.



Vídeo 2. Arruza en Sevilla. Cogida con fortuna

Carlos Arruza, torero valiente y poderoso donde los haya, sale cogido -sin consecuencias- de un par de banderillas en la plaza de Sevilla. Se levanta sin mirarse, pide otro par y se va hacia el toro... ¡Casta!



En la charla del pasado viernes, Juan José Trujillo, nos descubría los entresijos de la lidia y, entre ellos, esa sorpresa de que algunas ganaderías de las tenidas por fáciles (comerciales las llamamos algunas veces los aficionados) son muy duras y difíciles de banderillear. En concreto, citaba los toros del Pilar, Garcigrande y Victoriano del Río. A esta última, se refería por propia experiencia personal. Dura experiencia.

Y es que, a veces, muchas veces, las apariencias engañan...


Vídeo 3. Una cogida de gravísimas consecuencias

En Sevilla, en el año 2013, un toro muy fiero y agresivo de Garcigrande coge e hiere de gravedad al Niño de Leganes en la suerte de banderillas. El torero tuvo que abandonar la profesión tras esa terrible cornada. Todavía hoy ver esas imágenes me pone la piel de gallina.



Vídeo 4. Ni en el callejón te libras  

Tras un par en Murcia, un toro de Victoriano del Río persigue a Juan José Trujillo hasta la barrera, y cuando este la está saltando, el toro lo "atrapa", lo tira al ruedo intentando y, ahí, intenta cornearle con saña...