Víctor Barrio |
Si para algo sirve el toreo, creo que es para evidenciar, a través del rito y en esta sociedad aséptica y cada vez más neutra, anodina y artificial, la cruda y descarnada verdad tanto de la vida como de la muerte.
Nuestra sociedad urbana nos protege y nos aísla para terminar creando una imagen distorsionada de la realidad. Ya sea la realidad económica, la social o la política. Es una sociedad que funciona a base del engaño que acaba convertido en autoengaño.
Tan es así, que algunos pretenden ocultar (por Decreto-ley si es preciso) todo lo de complejo que tiene el mundo, todo lo que no les gusta o todo lo que no coincide con esa visión suya tan neutra, tan vacía, tan inútil, tan falsa. Distorsionan la realidad humanizando a los animales. Obvian la miseria que marginan y segregan. Ocultan y apartan de nosotros a la muerte, recluida en Residencias de lujo y que ya sólo tiene cabida troceada en un vídeo insertado en un telediario banalizador y consumista. Fat-foods. Comida basura de una sociedad basura por falsa y mendaz. El Show de Truman. La realidad convertida en mera apariencia.
En ese panorama desolador, el toreo emerge como una de esas pocas opciones que nos permiten rebelarnos contra ese guión siniestro, anclarnos en la realidad y arraigarnos en nuestra historia. Una historia, una herencia, que también ahora nos quieren extirpar y robar (también por Decreto-ley, por supuesto).
Es el toreo escenificación ritualizada y codificada de la vida (el torero) y de la muerte (el toro). La muerte del torero, sorprendente siempre, inesperada siempre pues nunca llega cuando se la espera, invierte el orden prefijado pues lo previsto es la muerte del toro. La muerte del torero, sacerdote de un rito ancestral convertido en víctima, es un poco la muerte de todos.
Ayer, en Teruel, un toro de "Los Maños" mató a un joven torero. Víctor Barrio, de 29 años. Una muerte que, aunque accidental, no tiene nada que ver con un accidente (nada más lejos de la realidad) sino con un sacrificio asumido que no deseado.
Y de deseos, uno. Sólo un deseo, el mismo que provoca cualquier otra muerte: Que no sea vana, que remueva las conciencias de dentro y fuera. La evidencia es esta. Sólo la cirugía moderna evita más desgracias, No es el toreo de nuestra época empeño de menor riesgo que el toreo de antes. Las muertes -desgraciadas muertes- de este funesto año (Renato, El Pana, "Gallo" y, ahora, Víctor) lo atestiguan.
Y que no se nos olvide nunca (que parece que siempre lo estamos olvidando). El toro mata. Todos los toros pueden matar y todos los que se ponen delante, pueden morir. Esto es muy serio. Menos demagogia y menos teorías cogidas al vuelo. Más respeto al que se pone delante.
Por Víctor. Por todos los toreros.
Mil gracias, Jose.
ResponderEliminarExcelente comentario. Sentidas condolencias a la familia y amistades de Barrio. Y es verdad: 'Más respeto al que se pone delante'. // Atte., Torotino.
ResponderEliminarExcelente comentario. El toreo está de luto. Pero hay que decir así de claro estas cosas y no avergonzarnos jamás de ser aficionados a la Fiesta de las fiestas, tan auténtica que en ella se muere de verdad.
ResponderEliminarYo digo una frase,que dice, si al rey de los toreros, el que mejor los conocía, y dominaba, lo mato un toro,Joselito, los demás están vivos de milagro, efectivamente, el toreo es grande por muchas cosas y por esto, pues al toro no lo puedes comprar, decirle embiste por aquí, no me cojas, o si me coges que sea leve, es verdad pura,una sociedad, falsa animalista, que se molesta por lo que se le hace a un toro,pero ignora y desprecia, a los que mueren de hambre, refugiados, ectra, saludos, Manuel vázquez
ResponderEliminarReción apareció en el sitio Provincias.es un amargo e insolente comentario de un pseudo profesor llamado Vicent Belenguer Santos (lástima de esta parte del nombre). Insulto inaudito a lo que respondí como sigue:
ResponderEliminar¿"Profesor"? ¿Profesor de qué --de vergüenza, de vileza y vulgaridad? Pues vaya victoria. Habráse visto semejante asco de expresión y bajeza humana que raya en terrorismo intelectual. ¡Ay de los que le escuchen para aprender! // Atte., Torotino.