martes, 7 de junio de 2016

¿Debemos juzgar el toreo?

Por Cincinato

Castella citando, muy enfrontilado, a uno de sus Adolfos (Fotografía Mundotoro)

Juzgar una faena de forma equilibrada es muy complicado, entre otras cosas porque, además de tener que valorar muchas cosas a la vez (temple, ligazón, plástica, mando...), de las cuales algunas son subjetivas, también es fundamental -como destacan algunas citas de la cabecera de este blog- no solo fijarse en el comportamiento del toro, sino entenderlo.

Frente al largo y arduo camino, sin éxito garantizado, que habría que seguir para llegar a ese conocimiento, surge la idea sencilla, la tentación del atajo: fijarse solo en la colocación del torero. Un criterio que, pese a que se nos quiere vender como propio de entendidos, lo puede entender y aplicar cualquiera que vea una corrida de toros por primera vez. Es mera geometría.

Modestamente opino que lo de "el pico" y "la pierna de salida" obedece a un comprensible intento de simplificar lo complicado.

El que esa manera reduccionista y en sí misma contraria al concepto del toreo como arte (si lo es no se le debería intentar encorsetar en un criterio tan rígido) haya cuajado algunos lo atribuyen a una oleada de críticos que querían distinguirse por su "pureza" y "autenticidad" (Navalón, Vidal...). Estos a su vez lo habrían sacado de la famosa conferencia de Domingo Ortega en la que dijo que para torear hay que cargar la suerte.

Carezco de datos contrastados para saber si esta teoría es cierta, pero de serlo tendría su miga que el de Borox fuera la causa primera de la actitud que mantiene sobre este asunto un sector del público.

¿Porqué? Hace poco el autor de este blog reprodujo un comentario sobre la evolución del toreo desde los profetas Joselito y Belmonte hasta nuestros días, pasando por Chicuelo (el Juan Bautista que anunciaba al Mesías pero no lo era) y el propio Mesías, que no es otro que Manolete. ¿Cargaba la suerte Manolete? Desde luego, adelantando la pierna, no. Y Manolete barrió a Ortega, que según dicen toreaba como si José y Juan no hubieran existido...

¿De verdad es posible que al final, detrás de la incomprensión hacia la faena de Castella al Adolfo esté el desconcierto (o resentimiento) de un torero, excelente en su estilo, pero al que se le había parado el reloj con el Bomba?

En todo caso, aprovecho para declarar mi adhesión a lo que interpreto que son algunos de los principios de este blog: gusto y respeto por la variedad de estilos y escepticismo ante los dogmas que elevan a categoría de absoluto lo que son recursos técnicos concretos.

Y dejo para otro día una reflexión: ¿realmente como aficionados debemos estar tan preocupados por "juzgar"? Y no digo que no sea inevitable juzgar espontáneamente lo que se nos propone en cualquier espectáculo, pero ¿es adecuado que sea esa la actitud predominante?

¿Será verdad que en el Domingo ortega conferenciante esté el origen de la corriente "juzgadora" tan cara hoy al aficionado conspicuo?

2 comentarios:

  1. Gracias por la buena acogida a mi comentario.

    Si se me permite, dos puntualizaciones:

    La primera a mí mismo: he encontrado artículos de Corrochano anteriores a la conferencia de Ortega en la que ya se quiere dar carácter absoluto al tema de la pierna adelantada. Sin embargo, creo que este matiz no afecta al fondo de mi reflexión, que no es otro que analizar hasta qué punto esta obsesión -porque es una obsesión que algunos les impide ver más allá a la hora de juzgar una faena- responde a un concepto del toreo respetable, incluso primoroso, pero no único y que ha sido desbordado por la evolución del toreo en redondo. Las artes evolucionan, el toro ha evolucionado, y el gusto de los públicos también: el temple y la ligazón son hoy en día los dos conceptos que más llegan a los tendidos, y la obsesión con la colocación puede ser incompatible con esa ligazón tan demandada. Y no pasa nada porque cambie el paradigma, o -mejor aún- porque puedan coexistir varios paradigmas: pretender que en los cientos de años de la tauromaquia en un momento dado se diera con una forma concreta de torear que sea la única aceptable y que en ese momento haya que parar el reloj, es una idea que siempre me ha generado una aversión instintiva.

    La segunda matización es al pie de la foto de Ortega: la conferencia de Ortega -creo que en el Ateneo- en la que absolutizó lo de "cargar la suerte" sería la fuente -no única como he comentado antes- de la corriente fundamentalista de la pata p'alante, no de la tendencia del aficionado a juzgar. Esta es inevitable y seguramente deseable, pero mis dudas son dos: hasta que punto debe ser lo predominante, y dónde está el límite a partir del cual deja de ser una actitud razonable.

    Las respuestas son necesariamente subjetivas y en mi caso son estas: antes que a juzgar, el buen aficionado debe estar predispuesto a disfrutar -sin caer en triunfalismos- y respetar al toro y al torero, respeto que debe ser previo a cualquier juicio.

    ¿Y cuando se pasa uno de rosca en lo de ser juez? Pues lo tengo muy claro: cuando el protagonismo salta del ruedo al tendido.

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  2. Cincinato:

    Primero. El agradecimiento es mio.

    y Segundo. Totalmente de acuerdo con sus dos matizaciones que completan el cuadro descrito en la entrada de una forma más exacta y precisa.

    Atentamente

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