Saúl Jimenez Fortes. Siempre al límite |
Si un mínimo de valor es necesario en todo el que baja al ruedo, hay que ser muy, pero que muy valiente, para destacar precisamente en esa faceta del toreo.
Y aunque a los toreros de esta cuerda les han achacado siempre que hayan puesto el valor, la demostración de valor, el alarde de valor, como fin último de su toreo, yo no comparto esa opinión pues creo que hay en ellos algo mucho más importante que demostrarnos "cuantos pelos tienen en el pecho", como ya le recriminara Hemingway a Ignacio Sanchez-Mejías.
Explorar los límites de nuestras capacidades y de nuestros miedos. No ceder nunca. No tomarse ninguna ventaja, ni ningún respiro. Exponer el cuerpo y la vida hasta más allá de lo razonable. No por nada sino por pura entrega. Por un inquebrantable compromiso con nosotros mismos y con nuestros principios.
Ese creo que es el ideario de los diestros de esta cuerda, un ideario incomprensible y ajeno a los cómodos parámetros éticos de nuestra sociedad y que solo al enunciarlo, ya asusta. Pero aquí estamos hablando de moral. No de buenísimo ni moralina. Quizás sea necesario releer a Nietzsche para entender de verdad y cabalmente a estos toreros.
Es un ejercicio de análisis que creo necesario e imprescindible. No podemos despachar de un plumazo y con la simplista etiqueta del valor y sólo el valor la impresionante y dramática trayectoria de diestros del calado del negro Frascuelo, del llorado Maoliyo el Espartero, del poliédrico Ignacio Sánchez-Mejías, del simpático Diego Puerta o de nuestro contemporáneo y estoico Saúl Jiménez Fortes.
Es un ejercicio de análisis que creo necesario e imprescindible. No podemos despachar de un plumazo y con la simplista etiqueta del valor y sólo el valor la impresionante y dramática trayectoria de diestros del calado del negro Frascuelo, del llorado Maoliyo el Espartero, del poliédrico Ignacio Sánchez-Mejías, del simpático Diego Puerta o de nuestro contemporáneo y estoico Saúl Jiménez Fortes.
Torear así, asumiendo el riesgo, todos los riesgos, para explorar los límites de la quietud, de la entrega y del abandono, no es nada fácil. No es nada fácil torear como si no se tuviera cuerpo o como si el cuerpo no importara. El cuerpo existe y las cornadas duelen. Dolor físico y dolor moral.
Renunciar, de forma consciente, a la seguridad (relativa, todo hay que decirlo) que proporciona la técnica o renunciar a la comunicación directa con el público que permite el arte, es muy difícil, como difícil es andar por la vida sin muletillas ni apoyaduras y sin otras armas que nuestras propias convicciones.
Ir por la vida y por la plaza con la verdad desnuda por delante, es duro.
Muy duro.
Ir por la vida y por la plaza con la verdad desnuda por delante, es duro.
Muy duro.
Fantástica entrada. Siempre he admirado a los toreros con valor, quizá porque en mi opinión es lo más difícil para un torero; ya que se tiene o no se tiene. No se aprende. La técnica sí que puede pulirse, el valor es innato. Enhorabuena José.
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